Juan José Arreola, Crítica
Por Ilse Ibarra Bauman
El ensayista y poeta mexicano, premio Nobel de literatura, Octavio Paz alude a la literatura de Juan José Arreola como “la vida misma pero inmovilizada o petrificada por la memoria, la imaginación y la ironía… Ha logrado un estilo inconfundible, abundante en precisiones, ornamentado siempre por el triunfo de la inteligencia”. Revista Tierra Adentro.
A su vez, en esta misma página, el narrador y poeta argentino Jorge Luis Borges, quien tuvo la literatura de Arreola dentro de su biblioteca; lo describe en pocas palabras “Si me obligaran a cifrar a Juan José Arreola en una palabra que no fuera su propio nombre (y nada nos impone ese requisito), esa palabra, estoy seguro, sería libertad. Libertad de una ilimitada imaginación, regida por una lúcida inteligencia”. Al tener la facultad de dar vida a lo irreal, empequeñece el orden de la vida humana que justifica sus modos, acciones, deseos y más anhelos. Con pocas frases la transforma en una ficción completamente verosímil.
Hablar de los textos literarios de Arreola es entrecruzar la vida y la obra del autor. Pese a que su legado es breve, el crédito que obtuvo de él ante el mundo fue y sigue siendo numeroso.
Su estilo es, como le llamó él: de filigrana. Una filigrana puntual en tono irónico y a la vez humorístico que pasa sobre la fantasía. Lo absurdo se vuelve posible. La posibilidad en su obra desafía la lógica y la convierte en realidad, un abismo de hechos fortuitos que pone en tela de juicio al lector. La Biblia fue uno de los textos a los que más acudió. Como lo cita Saúl Yurkievich “Arreola suele infundir a sus escritos cierta dimensión teológica. Ella dimana de su fe y de su inquietud religiosas. Arreola está moral e imaginariamente penetrado por sus orígenes católicos” (Arreola, Obras, p.26).
Su literatura es amena sobre la superficie, tanto que se convierte en humorística, pero debajo de toda esa apariencia existe una infinita tristeza del Ser, esa degradación perenne del género humano y sobre todo de la mujer. La razón está siempre en pugna con el espíritu.
Depura tanto en el fondo como en la forma, supo apreciar todos los matices de la escritura. Esta limpieza la aprendieron muchos de sus alumnos. José Agustín recuerda el aprendizaje como: “el primer maestro que tuve propiamente fue Arreola, lo cual para mí significó la enseñanza de rigor, la economía y la depuración. Me hizo ver que todo texto era perfectible”. (Juan José Arreola por José Agustín. “Retrato hablado, 36 años después.” en la revista Tierra Adentro). Puede ser coloquial y dar un giro inesperado apretando el estilo para volverlo elegante como Sinesio de Rodas. Incluso dentro del mismo cuento se puede encontrar un personaje culto y el otro popular, pese a que se contraponen se complementan. Estos cambios son parte de la universalidad de su obra. Va de la tradición a la innovación. Esta tradición viene desde la historia del hombre, es parte de su folklore y se bifurca en el aquí y ahora. Condensó el texto sin que perdiera el sentido.
Arreola se atribuyó los oficios del pasado: “soy herrero por parte de madre y carpintero a título paterno” y los adaptó al aprendizaje de la literatura dándole el nombre de “carpintería del buen oficio y del buen trabajo” según lo recuerda José Agustín. El lenguaje es una masa que se moldea, lleva un orden más allá de la razón. El lenguaje se vuelve poético al unir las palabras.
Tener la idea, la atmósfera y escribirla no era todo. El inicio del texto, la primera frase y el final eran primordiales para hacerlo redondo. Así lo menciona José Agustín en la revista Tierra Adentro:
Decía cosas rarísimas que me encantaban; por ejemplo:
–Si tú acabas un cuento con una palabra aguda dejas como una especie de llamada de atención; es como un toque de corneta. Entonces el lector se queda de alguna manera como esperando algo. En cambio, si lo terminas en una palabra grave, el texto como que se asienta y la gente tiene la tendencia a pensar que está concluido. Si lo terminas con una esdrújula, aparte de que es muy elegante y suena muy bonito, de alguna manera la esdrújula tiende a hacer que el lector se introvierta y haga suyo el texto. Si vas a trabajar un texto misterioso, poético, no utilices muchos monosílabos ni interjecciones, sino más bien frases largas, cadenciosas, que vayan generando la atmósfera de cierta oscuridad.
Encontrar el núcleo que detone un estilo de literatura puede llevar años, incluso nunca hallarlo. Pero como se sabe, la literatura se hace con literatura y los gustos llevan a agrupar al sujeto creativo con personas análogas a esos deseos.
A hondar en ese engranaje que atrae y que algunos buscan su diversión. Para un mexicano será más puntual mezclarse a su lengua. Para Juan José Arreola fue detonante la literatura castellana de Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. El mecanismo que utilizan en el juego de palabras es asombroso. Y como dice Arreola refiriéndose a Góngora “ni siquiera le tenía miedo a las palabras feas”. Pero no sólo lo atrajo el manejo extraordinario de los versos y su ritmo, sino el insulto a la mujer: “Sí, nos puede engañar el rostro atractivo, de manzana, de una mujer, y ser ella una gaznápira”. De Quevedo recordó:
“A los suspiros di la voz al canto;/ la confusión inunda la alma mía;/ mi corazón es reino del espanto”. Eso es metafísica pura: “Mi corazón es reino del espanto”. ¿Por qué corazón se vuelve de pronto reino y el territorio del espanto? Porque ese hombre sintió que la vida y el amor, las experiencias humanas, eran espantosas. Él vivió el espanto metafísico del Ser. (“Ya sólo puedo hablar de las cosas que viven en mi memoria. Un testimonio de Juan José Arreola. Víctor Manuel Pazarín.” En la revista Tierra Adentro)
Tiempo después, por estos grandes poemas castellanos, se dio cuenta que la literatura no puede hacerse con buenos sentimientos, si fuera así, sería una mala literatura.
En Confabulario, al expresarse se enfrenta consigo mismo en múltiples formas y en distintos tiempos. “En todos los textos he tratado de expresar mi versión de una serie de aspectos de la conducta personal. El drama es para mí (…) estar en el mundo, querer ser algo y parar en otra cosa por las contingencias que ocurren en la vida.” (Carballo, 1994, p. 443).
Observar el mundo, desear lo que ofrece y no lograrlo, avalan sus cuentos. Pueden trascender a un futuro inspirado en la fantasía o modificar su pasado abusando de la narrativa, pero ahí está todo el deseo comprimido, tan comprimido que muchos cuentos que contaban con veinte cuartillas acabaron condensados en una o dos. “Ésta es, dicho en pocas palabras, la condensación, la poda de todo lo superfluo” (Carballo, 1994, p. 443). Resumir cuartillas y terminarlas en unas cuantas líneas fue parte de su estilo puro y concreto.
Uno de los temores del escritor es el bloqueo. Quizás uno de los temores del estudiante es la tesis, entre mayor se vuelve la presión, mayor se vuelve la ansiedad. Es como el sueño ante el insomnio, se sabe que se debe dormir, que existen horas por delante, sin embargo no se llega al letargo. En la convivencia alumno-maestro José Emilio Pacheco fue una pieza clave para esos momentos de asedio en los que vivió Arreola al no dar forma a una de sus obras pese a la obligación que había adquirido: Bestiario. Cita esta angustia del deber ser pero…
“Ahora comprendo la angustia de Arreola. Mientras más perentoria es la urgencia de entregar un libro más imposible se vuelve el sentarse a hacerlo…temor al rechazo, deseo de perfección, ansiedad de no estar a la altura de lo que se hizo antes, autocastigo al privarnos de la actividad que más satisfactoria nos resulta…” (“Amanuense de Arreola. Historia del Bestiario. José Emilio Pacheco” en la revista Tierra Adentro, agosto-septiembre de 1998).
En Bestiario se reúnen múltiples fondos de la representación humana: el religioso-teológico; afectivo: “viéndolo bien, el sapo es todo corazón”; lo erótico: “Lo ataca desde la periferia hasta el centro, con abundantes secreciones de jugo gástrico, embalsamándolo en capas sucesivas”; la moda de la mujer la convierte en algo grotesco como lo hace en avestruz: “carente de espíritu a más no poder, emprende luego con todo su cuerpo una serie de variaciones procaces sobre el tema del pudor y la desvergüenza.”; la lujuria; lo depravado y muchos temas más.
Como lo cita Saúl Yurkievich “Arreola mezcla todas las concepciones naturales, mágicas, la mítica, la animista con la científica” (Arreola, 2012)
Se ha hablado muy poco de Arreola como novelista. La feria, al parecer se tomó por un sentimentalismo de su pueblo (que representa el espacio en la novela) como se refirió a su primer cuento: Sueño de navidad. La feria es una novela polifónica fragmentaria.
Para ahondar en la narrativa latinoamericana es preciso investigar en La nueva novela hispanoamericana de Carlos Fuentes escrito en 1969, y tristemente no se menciona La feria. Vicente Leñero dijo:
“…no tenemos para analizar más novelas que La feria; no tenemos ninguna otra. Pienso que esa precisión del detalle, es amor por lo local, el vecino, el chisme; La feria es una novela chismosa… y eso es muy de Arreola. ¡Las tías, las que están en la panadería, el peluquero, el sacristán!… Un poco ese pequeño mundo que recordó Arreola, con ese pequeño detalle del chisme, del corre-ve-y dile, de la historia completa del personaje, de la historia del pueblo, retorcido de pronto… (Leñero, 1995, p. 45)
Esto de las muchas palabras por decir, esto del chisme (que resulta una palabra de intercambio de historias baratas) hizo a un lado su estilo de filigrana. Al escribir más, desacostumbró a su lector a su ya familiar y exquisito estilo pulcro de gota a gota. Con La feria, desentonó su forma.
La mujer es parte fundamental en la obra de Arreola. Es su espolón y su petróleo, es la vida de su literatura y en el fondo es su ruina. La ama tanto que esta sublimación se convierte en coraje.
Como dice Octavio Paz en “Juan José Arreola: del actor y el orfebre”, en Siga las señales de Marco Antonio Campos: ‘“¿Homenaje a Otto Weininger? Más bien, homenaje a la mujer”. Sin la mujer no se explica la obra de Arreola y sin la obra no se explica Arreola. No sería nadie.’ (Campos, 1989).
Esta disyuntiva con la que internamente vive y se separa del común universal, esta pugna de los sexos: hombre y mujer trató de disolverla en algunos cuentos como lo es “El rinoceronte”, sin embargo se vuelve lapidario en “Una mujer amaestrada”. Él se consideró un ser incompleto, pero ¿para completarse debía pulverizar a la mujer a su más mínima falla? Se justifica y está inmerso en un callejón sin salida, piensa que en el origen la humanidad fue bisexual pero vuelve a caer en un supuesto y no en su realidad. La mujer toma parte de esa impotencia que vivió en su imaginación. Pretendió florear su flaqueza y minimizarla, al parecer, dentro de su escala humana.
Todos los que desarmamos la estructura femenina, nos equivocamos (…) Coincido en muchos puntos con el pensamiento de Weininger: creo, por ejemplo, en una soledad radical que brota de la separación primaria de ese ser platónico que contenía, en una sola masa biológica, al hombre y a la mujer. Estamos llenos de esa nostalgia. La separación original ha intoxicado de rencor a uno y a otro. Todo lo que se denomina en literatura y en historia lucha de los sexos proviene de ese resentimiento, de esa separación. El ser humano era un bien común unitario, completo y bisexual. (Carballo, 1994, p. 444)
Dentro de varios momentos de la historia de la humanidad y de la literatura, Arreola reúne un conjunto de narraciones de personajes que en muchas ocasiones se han arrancado la venda de los ojos, y decidieron, por gusto, por necesidad o por fatalidad, desencantarse.
Algunos han perdido la fe y van en búsqueda de un ideal. Otros, sin embargo, están parados frente a la certeza misma, que existe y más que adaptarse: la enfrenta. Sus modelos parten de una individualidad hacia una colectividad. Todos actúan siguiendo el patrón universal que es hombre en sociedad. El Ser y el no Ser está siempre latente, siempre responde pero ¿para ironizar, para recordar, para debatir o para castigar? “No aprendí nada a la fuerza. Todo lo que no me vino por los poetas no me entró por ninguna otra vía, ni aritmética, ni nada.” (Entrevista de la Universidad de Granada).
Como maestro supo colocarse detrás del texto. Abrirse a nuevos estilos y tratar de encontrar en ellos su objetividad. José Agustín menciona:
“abrirse, ajustarse a las necesidades de lo que se estaba planteando. Me enseñó que los textos tienen una legalidad interna así como su propia estructura que es irrepetible, y que gran parte de la eficacia de la corrección y de la calidad de los textos consiste en que esa legalidad interior sea respetada y sea llevada a sus máximas posibilidades”. (Juan José Arreola por José Agustín. Retrato hablado, 36 años después.” en la revista Tierra Adentro, agosto-septiembre de 1998)
Sus obras y sus alumnos nos muestran el trabajo que irradia ante la creación. Predicó de acuerdo a una lógica de finísimo orden y limpieza: de filigrana. “No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu” (“Juan José Arreola: vida, lenguaje y espectáculo. Ignacio Ortiz Monasterio” en la revista Tierra Adentro).
Llevó los temas como: la crítica social, el matrimonio, la moral y la religión a un sentido específico y después viró ante la torpeza del hombre en el mundo contemporáneo arrastrando su pasado histórico.
En esa depuración de decir todo en poco espacio y abarcar tantos temas de la humanidad en ellos, hizo una obra escasa y condensada. En el artículo “Dios entre Arreola y la literatura fantástica de Pablo A.J. Brescia.” en la revista Tierra Adentro, agosto-septiembre, 1998 dice: “la escritura de Arreola es una escritura de tono y de estilo particulares: tono humorístico, de fina ironía; estilo preciso y cuidado, trabajado hasta la filigrana”. Si amó el lenguaje por sobre todas las cosas, supo que “La palabra es más rápida que la capacidad de asombro” Arreola, entrevista en la Universidad de Granada 1993.
No queda más que asombrarse ante este escritor que ha sido capaz de analizar cada comportamiento del Ser para transmitir que de lo poco, se dan abundancias.
(Continúa en la siguiente entrega…)
Foto: Breakingpic