Polvo del camino. 175. Construcción. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Alejandro Nudding

                        
Polvo del camino/ 175

                            Apuntes de oído/ 14
                                Construcción
                          Héctor Cortés Mandujano

                                                  Quién fuera ruiseñor.
                                        Quién fuera Lennon y McCartney,
                                   Sindo Garay, Violeta, Chico Buarque…

                                                      Silvio Rodríguez, 
                                             en su canción “Quién fuera”


No uso el título de esta columna por cómo se llama la canción que comentaré, sino porque ésta, “Construcción”, de Chico Buarque, propone en sí misma de-construir y construir la historia con sólo algunos cambios en las palabras. “Construcción”, pues, es al mismo tiempo una construcción rítmica, de creativa versificación.
	Chico Buarque (Río de Janeiro, 1944) es poeta, cantante, compositor, dramaturgo y novelista brasileño. Ha publicado nueve novelas, han sido representadas por los menos seis de sus obras de teatro y ha grabado una cuarentena de discos. Sabe lo que hace con las palabras. 
         Varias de sus canciones han sido traducidas al español y grabadas por muchos intérpretes (Ana Belén, Jairo, Mercedes Sosa, Fito Páez, Soledad Bravo, Nacha Guevara, etcétera). El grabó, incluso, un disco en español (Chico Buarque en español, 1982), lleno de maravillas, donde se halla la canción a que hago referencia.
         En “Construcción” cuenta la historia de un albañil que hace el amor con su esposa en la noche, en la mañana besa a sus hijos y a su mujer, va hacia la construcción donde trabaja (se infiere que es un edificio), come, se emborracha, tropieza y cae hasta el pavimento de la calle, donde muere. El qué (la historia), como dicen los manuales de la literatura, no importa tanto como el cómo (es decir, la forma, la manera en que se cuenta) y en eso Chicho Buarque hace gala de virtuosismo.
          La canción repite la historia tres veces, pero cambia la última palabra de los versos, de modo que es la misma y es distinta. Pongo como ejemplo la segunda estrofa, que dice en la primera pasada: “Subió a la construcción como si fuese máquina, alzó en el balcón cuatro paredes sólidas, ladrillo con ladrillo en un diseño mágico, sus ojos embotados de cemento y lágrimas”; en la segunda dice: “Subió a la construcción como si fuese sólida, alzó en el balcón cuatro paredes mágicas, ladrillo con ladrillo en un diseño lógico, sus ojos embotados de cemento y tránsito”; en la tercera entremezcla versos, con un coro que también agrega elementos nuevos a las frases: “Alzó en el balcón cuatro paredes fláccidas” ...
          Daniel Viglietti (en Trópicos, de 1974) sigue la versión de Chico Buarque, cuyo arreglo musical es una bossa nova; Fito Páez (en Canciones para aliens, 2011) propone una orquestación distinta, con acentos en los violines, aunque agrega en el final de la canción un fragmento de otra, “Dios le pague”, de Chico (lo hace Buarque en su versión original). Hay otras versiones. La que me parece insuperable es la de Nacha Guevara (en Aquí estoy, de 1981), que se concentra sólo en esta gran canción y no agrega el fragmento de la otra: arranca con un piano que suena a premonición trágica y su coro agrega en un mismo verso varias opciones; pongo como ejemplo, en la tercera pasada: “Y atravesó la calle con su paso lógico, lúcido, tímido”.
            En todas las versiones, sin embargo, tropieza (como si fuera alcohólico, como si fuera un pájaro, cual si oyese música), cae y muere. La canción, en este caso, es sensibilidad e inteligencia, es decir, corazón y cerebro…



Ilustración: Alejandro Nudding
Ilustración: Alejandro Nudding




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Polvo del camino. 174. El insondable misterio de una cama revuelta. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Héctor Ventura

                        
                          Polvo del camino/ 174
              El insondable misterio de una cama revuelta
                      Héctor Cortés Mandujano

¿Estamos enamorados 
o sólo estamos en celo?
¿Lo nuestro es un encharcado
o estamos tocando el cielo?

¿Me lo ha dicho tu boca
o tal vez lo he pensado yo?
¿Seremos como la roca
o como agua del arroyo?

¿Me amas como te amo?
¿Te podré dar lo que me das?
¿Soy tu esclavo, soy tu amo?
¿Es este el final o habrá más?

[Dicen los tratados sobre versificación que los versos octasílabos son los más fáciles de escribir. Y sí, escribí estos en un santiamén, sólo por jugar, después de leer al poeta argentino Baldomero Fernández Moreno, quien escribe versos románticos. También hice unos bisílabos jugando: “Nora besa como habla: rico.”]



Ilustración: Héctor Ventura
Ilustración: Héctor Ventura




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 173. Mundos pedestres/ fantásticos. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

                        
                           Polvo del camino/ 173


                       Mundos pedestres/ fantásticos
                          Héctor Cortés Mandujano

Despierto, abro los ojos// se caen las alas con las que volaba sobre el candente desierto de Ardán, donde he vencido y muerto, con muchas dificultades, al abominable monstruo conocido por TraHup, que asolaba las ciudades cercanas a aquellos paisajes oníricos. 
	Me levanto, voy a lavarme la cara, me veo al espejo// sobre la rama más alta del árbol más alto de la selva me ves fijamente: eres una pantera de ojos hipnóticos y sé que no puedo moverme, porque en ese instante saltarás y me morderás la yugular para beber mi sangre, como a veces me muerdes, cuando eres mi novia y al mismo tiempo ese felino que me sigue viendo, y sólo me das placer y no muerte.
	Me baño, me visto// la cascada me arrastra y caigo sin saber lo que encontraré en la honda poza a donde vertiginosamente me dirijo; un cocodrilo imposible de tan grande, como si fuera una pesadilla, me tira una tarascada cuando apenas mis ojos se han acostumbrado a ver debajo del agua, lo monto como si fuera un caballo salvaje y cuido que sus corcoveos o un coletazo me dejen fuera de combate; se oye una voz con absoluta nitidez que ordena al animal llevarme hasta la playa. Allí me espera quien habló: el rey de los cocodrilos…
	Voy a la cocina, enciendo el fuego, pongo agua para café// el volcán arroja lava, la tierra tiembla, el calor derrite piedras, el río de fuego avanza hacia la aldea donde estoy dormido, porque fui narcotizado por el hombre que se enamoró de mi mujer y se la lleva, dejándome a merced de un destino inminente; el río ardiente, que destruye todo lo vivo a su paso, con su viveza infernal, llega hasta mi choza, abre la puerta y llega hasta mi cuerpo, lo toma y me trasforma: soy un hombre antorcha y siento renacer en mí la nueva vida en la que podré comer incluso brazas sin daño alguno.
	Desayuno un par de huevos revueltos// y soy el león ante el ciervo destrozado; cedo una parte a mi leona y mis cachorros; las hienas dan vueltas mientras ven con ojos lastimosos como nos tragamos esta buena carne palpitante todavía, caliente; los buitres dan vueltas en el cielo.
	Me cepillo los dientes//, y sé que soy el anciano sabio que ha conseguido entender todos los secretos de la vida y la muerte, y los explico a señoras gordas, millonarias, y a hombres aburridos de estar sentados, tomando güisqui y llenándose de dinero cada momento por sus acciones en todas las empresas que hacen daño al planeta; enfatizo, desde mi posición de profeta sin falla, lo que va a ocurrir si no depositan el dinero que les he pedido por iluminarlos; lo que me gustaría es tener dientes y dar una mordida a una manzana, pero sé que eso no será posible, pese a mi poder manifiesto.
	Reviso mi peinado, mi vestimenta//, he dejado la vieja piel, como crústula blanca, tendida sobre las piedras y repto con mi nueva piel: soy la serpiente más bella del herpetario y ahora uno de nuestros cuidadores ha dejado varios ratones que erran desesperados por nuestra cárcel de cristal; ni siquiera me muevo, sé que uno vendrá a entregarse a mis mandíbulas.
	Suena el teléfono. Es mi jefe. Que me necesita con urgencia. // No sé si montaré mi coche o el caballo volador que tengo amarrado en el árbol seco de la entrada.// Carajo, a veces mi imaginación es un lastre…




Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz
Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 172. Mi mamá en el infierno. Héctor Cortés Mandujano

                         Polvo del camino/ 172

                         Mi mamá en el infierno
                             (Minificción)
                        Héctor Cortés Mandujano


Alguien tocaba a la puerta de mi departamento. Traté de ignorarlo, pero siguió dando persistentes toquidos. Abrí. Era un ser pequeño, desconcertante, de una inenarrable fealdad. 
	No era una cara la suya y no alcanzaba a verle algo parecido a una boca, cuando escuché su voz que era, también, espantosa:
	—Soy un diablo. Tu madre está en el infierno y quiere darte un recado muy importante. Le concedieron, no sé por qué, ese deseo. Para que vayas, necesito hacerte siete preguntas; si contestas satisfactoriamente, te llevaré con ella.
	—No quiero verla, gracias. ¿La torturan?
	—Se tortura sola. No puedes rehusar las preguntas. ¿Cuándo ves el rojo más profundo?
	—Cuando veo el sol con los ojos cerrados.
	—¿Cuál es el árbol más pequeño?
	—La semilla.
	—¿Qué es el rencor?
	—Polvo diabólico.
	—¿Y el amor?
	—Alas blancas. ¿Sabes? No me interesa seguir contestándote. Y no quiero ver a mi mamá. Si eres un diablo, tú sabrás qué quiere decirme, dímelo y ya. Tengo otras cosas que hacer.
	No sentí ningún cambio y en lo que dura un parpadeo estaba en una especie de mazmorra pestilente y oscura; escurría algo, con la consistencia de la sangre, del piso y las paredes que parecían pétreas. La materia oscura manchaba mis zapatos, el calor era asfixiante. Mis ojos se fueron acostumbrando y vi en un rincón a una mujer vieja, parada frente a un mueble de sombras. Movía las manos como tomando alguna materia, que yo no alcanzaba a distinguir.
	—¿Mamá? 
	La figura no se movió.
	La vi esperando que se volviera, que hablara. Pasaron varios minutos. Dijo:
	—¿Qué haces aquí, cómo llegaste?
	—Me trajeron, supongo, no sé cómo.
        —¿Para qué?
        —Me dijeron que querías hablar conmigo de algo importante.
        —¿Estás muerto o vivo?
        —Vivo, creo.
	—¿No sabes qué quería decirte?
	—¡Claro que no!
	—¿Qué te podría decir que fuera importante?
	—Eso mismo me pregunté. No quería venir.
	—¿No querías verme?
	—No.
	Volvió su rostro hacia mí. Hacía tanto que no la veía, me sorprendió notarme mucho parecido con ella.
	—¿Te hice daño?
	—Mamá, espero que no sea para una escena melodramática que me hiciste venir. Me dan flojera los llantos, los gritos y sombrerazos de vivos o muertos.
	Caminó hacia mí y detuvo su rostro frente al mío.
	—Te ves bien –me dijo.
	—Gracias.
	—No conozco a ningún demonio. Me la paso sola aquí, no me puedo sentar, no duermo, no como, no sé si pienso. No entiendo cómo fueron por ti ni para qué. Perdóname, hijo, si yo tuve algo que ver con eso. No fue mi intención.
	De la misma manera, sin que algo raro notara, estaba de nuevo en mi departamento frente al ser monstruoso.
	—Disculpa, hubo un error. Buscaba a otra persona. Puedes seguir con tu vida.
	Se desvaneció en un segundo. Cerré la puerta y regresé a servirme el desayuno. Mientras comía, decidí dejar el alcohol y las drogas. Tal vez algún consejo así me daría mi mamá, si viviera. 




Ilustración: Héctor Ventura




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Polvo del camino. 171. Casi tan bella como el suicidio. Héctor Cortés Mandujano

Casi tan bella como el suicidio
Héctor Cortés Mandujano

                                    ¿Es que yo soy? ¿verdad que sí?
                                    ¿no es verdad que yo existo
                                    y no soy la pesadilla de una bestia?

                                    Alejandra Pizarnik,
                                    en “Mucho más allá”


Leo la Poesía completa (1955-1972), publicada por Ramdom House en 2000, de la célebre poeta argentina Alejandra Pizarnik, quien nació en Buenos Aires en 1936 y, como dice la nota biográfica, “decidió morir” en 1972.
	Me gusta la dedicatoria de “Ser incoloro” (p. 16): “Al conejito que se comía las uñas”.
	En varios poemas se habla a sí misma, a veces con insistencia, como en “La enamorada” (p. 53): “esta lúgubre manía de vivir/ esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra Alejandra no lo niegues”.
	Dice en “Noche” (p. 57): “Tal vez esta noche no es noche,/ debe ser un sol horrendo, o/ lo otro, o cualquier cosa…”, y escribe en “Balada de la piedra que llora (p. 62): “la muerte se muere de risa pero la vida/ se muere de llanto pero la muerte pero la vida/ pero nada nada nada”.
	Le dedica un poema a mi adorada Emily Dickinson (“Poema para Emily Dickinson”), que dice en sus líneas finales (p. 64): “Algo llora en el aire,/ los sonidos diseñan el alba./ Ella piensa en la eternidad”.
	En “La danza inmóvil” habla con desesperanza (p. 75): “Yo devoro la furia como un ángel idiota/ invadido de malezas/ que le impiden recordar el color del cielo./ Pero ellos y yo sabemos/ que el cielo tiene el color de la infancia muerta”.
	Tiene muchos poemas breves y muy breves, como “La carencia”, que cito completamente (p. 91): “Yo no sé de pájaros,/ no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas”.
	En “Un sueño donde el silencio es oro” dice (p. 227): “He tenido muchos amores –dije– pero el más hermoso fue mi amor por los espejos”.
	Dice en la extensa “Extracción de la piedra de la locura”, escrito narrativamente (p. 251): “No me hables del sol porque me moriría. Llévame como a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente se hace el otoño en un jardín”.
	“Piedra fundamental” pone el dedo en la llaga sobre la escritura, sobre su escritura (p. 266): “También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más”.
	Escribe en “Los poseídos entre lilas” (p. 294): “Los perros son como la muerte: quieren huesos", y en “Como yo la quería” (p. 317): “Morir como muere un animal pequeño/ en los cuentos para niños./ Eso tan terrible. Lleno de hermosura”.
	Termina sus “Capítulos principales” de esta manera (339): “Al final todos se casan:/ el mar y las olas,/ la noche y lo oscuro,/ el vaso y el vino,/ el anillo y el dedo,/ la muerte y el cadáver”.
	En “Esta noche, en este mundo” afirma (pp. 398-399): “las palabras/ no hacen el amor/ hacen la ausencia”, y casi al final del mismo pide (p. 400): “oh ayúdame a escribir el poema más prescindible/ el que no sirva ni para/ ser inservible”. 
El título de esta columna está tomado de “Sala de psicopatología” donde además escribe (p. 416): “le pasó (a Kafka) lo que a mí:/ se separó/ fue demasiado lejos en la soledad/ y supo –tuvo que saber–/ que de allí no se vuelve”.


Ilustración: Héctor Ventura




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 170. Juego de luces. Héctor Cortés Mandujano


Juego de luces
(Minificción)
Héctor Cortés Mandujano

La luz blanca y poderosa –del hogar– se encendió en el corazón del hombre. Abrazó y besó a su hijo; le dijo:
	—Hijo, te amo; trabajaré duro para darte lo mejor, lo que desees.
	Besó luego a su mujer, montó en su coche y salió rumbo a su trabajo. 
        Recibió en el camino una llamada de Rebeca, con quien tenía una aventura.
	Se encendió la luz roja en sus genitales y tuvo una erección. Quedaron de verse en el motel de siempre.

Su jefe hacía negocios turbios en los que era un invitado. Le dijo que harían algo ilegal, con ganancias exorbitantes. Se encendió en su cerebro la luz amarilla, la de la codicia. Cerraron el trato.
	Cuando iba hacia el motel, discutió con un automovilista. La discusión subió de tono y se encendió en su hígado la luz negra. Se bajó del coche y se enredó a golpes con el desconocido.

Por la noche, después de estar con su amante, de hacer su negocio ilícito, de curarse las pequeñas heridas, volvió a su casa y fue muy cariñoso con su mujer y su hijo, a quien llevó a su cama y contó un cuento.
	En su pecho brillaba, de nuevo, la luz blanca.


Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 169. Las disipadas fábulas del viento/ II. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 169
Las disipadas fábulas del viento/ II

“Lamentación de Dido”, de Rosario Castellanos
Héctor Cortés Mandujano

Rosario Castellanos nació por azar en la Ciudad de México, en 1925, pero su vida y su obra están ligadas indisolublemente a Chiapas.
	El filo de su inteligencia tocó con ironía y sin piedad varios asuntos suyos, y de otros, que iban de lo doméstico a lo amoroso y a lo social, y que se convirtieron, en el sortilegio de su literatura, en ensayos, cuentos, novelas, artículos periodísticos, obras de teatro y, dejemos las enumeraciones, poesía.
	Dentro del corpus extenso de su trabajo poético brilla poderosamente “Lamentación de Dido”, personaje cuyas primeras menciones se hallan en Ovidio y en Virgilio, de donde Rosario, según reconoció ella misma, tomó el mito y lo actualizó desde la intertextualidad.
        Ovidio, en Heroidas VII, y Virgilio, en el libro IV de La Eneida, pusieron a Dido en brazos de Eneas. Este héroe mítico, cuyo destino –después de participar en la guerra de Troya– era fundar Roma, naufragó en las playas de Cartago, donde la viuda Dido reinaba. Ella se lo llevó al palacio y olvidando su jerarquía, su inteligencia, su poder, y bajo el influjo de Venus, se volvió su amante, su esclava amorosa.
	Pero los héroes no están para arrumacos y en un sueño el joven y apuesto Eneas –hijo de Anquises y Venus– supo que debía dejar el reino, sin hacer caso a las súplicas de la mujer derrotada por los designios del destino. Dido corrió como loca y vio cómo el barco donde iba su amor se alejaba. Lloró como un sauce a la orilla de un río, después hizo una pira con las pertenencias de Eneas y luego se suicidó con la espada del héroe.
	Dido antes se llamó Elisa y llegó como exiliada hasta las tierras que en el futuro gobernó. El poema de Rosario Castellanos retoma la historia urdida por Ovidio y por Virgilio, y la vuelve un largo poema donde la ya reina hace un recuento de su vida y su ascenso, de su amor y su caída, de su dolor y de su desesperación, antes de suicidarse. Su lamentación es, pues, su último discurso, sus palabras finales, el canto del cisne.
	Hay varios paralelismos entre estas dos cultas damas –Dido y Rosario–, no sólo en su huida a otras tierras, no sólo a su desvelo al batir, leyendo, “la selva intrincada de los textos”, sino, evidentemente, en su desgracia ante el amor. ¿Quién mejor para escribir sobre el abandono que una mujer abandonada? ¿Quién escribe con más detalle sobre la desgracia que quien la ha llevado encima todo el tiempo?
	Pero Rosario huyó en este poema, escrito en largos versículos, de la confesión abierta, porque tenía la tutoría de dos clásicos y su enorme talento para que Dido hablara por ella. Dido, dice Rosario, “eleva la trivialidad de la anécdota (¿hay algo más trivial que una mujer burlada y que un hombre inconstante?) al majestuoso ámbito en que resuena la sabiduría de los siglos”.
	Y la voz de Dido, desde Ovidio, desde Virgilio y desde Rosario, sigue resonando.
	La muerte de Castellanos, como refrendo del mito, ocurrió también después de haber sido abandonada por el hombre que amaba y lejos de su país, de su pueblo: en Tel Aviv, Israel, en 1974, al conectar una lámpara. La luz, por eso, sigue siendo parte de su imagen. Rosario Castellanos es una lámpara que no cesa de iluminarnos…

[Este texto debe varios datos, por supuesto, a la Eneida, de Virgilio, y a los textos ensayísticos “ ‘Lamentación de Dido’ de Rosario Castellanos: convergencias y desvío”, de Edgardo Dobry; “La influencia de Virgilio y de Ovidio en el poema ‘Lamentación de Dido’ de Rosario Castellanos”, de María Jesús Cruz Gimeno, y “Heroidum epistularum VII: Dido en Ovidio”, de Jorge S. Mainero, consultados en línea. La lectura en atril de “Lamentación de Dido” se llevó a cabo en Telar Teatro, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 29 y 30 de marzo de 2023, con la participación de Sharon Hernández, Lucía Zambrano, Maricruz Aguilar y Mónica Corzo, bajo la dirección de Héctor Cortés Mandujano, con el apoyo de Carlos Ariosto, Juan Ángel Esteban Cruz, María Cristina Fernández Reséndiz, Dalí Saldaña, Alfredo Espinoza, Carolina Rodríguez y Ulises Peimberth. Hubo público que, dado que ya no cabían más sillas, durante los dos días, vio de pie nuestro trabajo y nos aplaudió y gritó “bravos”. Quedamos felices y agradecidos. Mil gracias.]

Lucía, Maricruz, Héctor, Sharon y Mónica




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

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Polvo del camino. 168. De sangre helada. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

Polvo del camino/ 168

De Sangre helada
Héctor Cortés Mandujano


Juan Ángel y yo publicamos un librito donde cada uno hizo su propio ejercicio. Yo escribí y Juan Ángel dibujó, pintó, diagramó, cortó y pegó… El monstruito se echó a andar y hubo que presentarlo a los demás. Lo hicimos.  
        Luego de las breves presentaciones (que aquí resumo) leímos, acompañados por música de suspenso y con una falsa penumbra, cuatro de los diez textos que constituyen Sangre helada.
	Dijo Majo: “Son los monstruos, las hadas, los espectros y animales fantásticos, quienes desde pequeños nos ofrecen moralejas fantásticas, porque siempre resulta mejor vivir la fealdad desde lo fantástico en lugar de la realidad, resulta mejor narrar la idea de monstruos que roban niños y hacerles ser cuidadosos, antes que aprender en carne propia o en afectos cercanos, lo que es el verdadero terror”. Luego Majo leyó “El duende”.
	Tania tomó la palabra: “La ilustración hace más que adornar o decorar un texto; por etimología también lo hace brillar, lo alumbra, lo aclara para explicar mejor su contenido. Los textos, que no por breves son menos sustanciosos, tienen la habilidad de dejarnos pensar, de imaginar el antes y el después, el siempre, porque nos habla de seres eternales”. Leyó “El gato”.
        Juan Ángel también habló: “Sangre helada nació como un híbrido de dos ideas concretas: un libro de horas u horarium y la visión del imaginario local. Héctor logra, en un ejercicio de abstracción hasta casi al punto de ser minimalista, ir más allá de las leyendas trilladas. Todo el conjunto de palabras queda enmarcado entre flores y huesos, y acompañado por un gráfico alusivo”. Leyó después “Las lechuzas”.
Yo leí “El árbol zopilote”. Éste, que te comparto lector, lectora,  no lo leímos:


El nagual

Las niños que están naciendo, aun cuando no sepan cuál será su opción sexual en el futuro (mujeres u hombres, binarios o poliamorosos), no saben que los tienen dentro.
	Son los naguales y habitan los cuerpos de los seres humanos desde que nacen.
	No siempre ellos están en lo que la gente suele llamar, con supina imprecisión, el alma, el chulel, el espíritu, pues toman como nuestra la parte que más se les antoja.
	Así, hay manos cuyos naguales son tarántulas y pies de machos cabríos.
	Espaldas donde hay alas de gallina y pechos en los que medran asustadizas ranas.
	Movimientos donde habita la pantera y bocas donde vive un chacal.
	Vaginas con lenguas de sapo y penes donde circula sangre de aves de rapiña. 
	Ojos de inocentes venados y corazones donde danzan las serpientes. 

[Sangre helada, con textos de Héctor Cortés Mandujano e ilustraciones de Juan Ángel Esteban Cruz se presentó en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en Telar Teatro, el viernes 24 de marzo de 2023, con la participación de María José García Cruz, Tania Corzo Hernández y los autores, con el apoyo de Carlos Ariosto y Alfredo Espinoza. Muchas gracias al público que nos acompañó y compró libros.]

 

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz
Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Polvo del camino. 167. Lo que calan son los filos. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Alejandro Nudding.

Polvo del camino/ 167
Lo que calan son los filos
Héctor Cortés Mandujano

                                                     La cruz no pesa:
                                           lo que calan son los filos

                                                       “Bala perdida”,
                                               canción de Tomás Méndez


En las primeras secuencias de la cinta El poder del perro (2021, dirigida por Jane Campion) los dos hermanos, dueños de una finca, arrean vacas. 
        En Don Segundo Sombra (Editora Nacional, 1978), de Ricardo Güiraldes, el narrador cuenta de su primer arreo, que dura varios días; el joven amigo de don Segundo dice (p. 103): “Lo que me dolía era el vientre, los muslos, las paletas, las pantorrillas”. Hace después otro arreo y apunta (p. 332): “Seis días más anduvimos, entre fríos y mojaduras, rondando casi todas las noches nuestro arreo, siempre matrero, cruzando barriales y pantanos, juntando cansancio de a camadas y apilándolo en nuestros nervios”.
	Las dos obras me recordaron la vez que mi padre me pidió le acompañara a un arreo de un rancho a otro (como dice una canción de Vicente Fernández). Yo era un niño. Supongo que habré tenido ocho-nueve años, y más por intuición creo que alguien más iba con nosotros. No lo sé, está fuera del rango de mi memoria.
	Era de madrugada y las reses eran sólo sombras movientes cuando salimos de El Ciprés hacia Montecristo. Ni siquiera suponía cuánto íbamos a tardar en llegar, porque el primer rancho lo conocía de pe a pa (allí nací y crecí hasta los once años); el segundo era un enigma.
	Y estaba el asunto de qué tan fácil o complicado iba a ser conducir el ganado.
	El hato era pequeño, aunque había algunas vacas mañosas; recuerdo que me tocó ir por una de ellas, que se separó del grupo, y traerla al conjunto. También me acuerdo que no hicimos pausa para desayunar ni comer. Mi padre me pasó tortillas, carne, frijoles y queso, y allí tuve que hacerme bolas, montado en mi cuaco, para comer, vigilar las vacas, y beber de mi pumpo de agua.
	Atravesamos un primer arroyo, y otro, y luego un río, y otro (vacas y caballos tomaron agua). Si hubiera visto para ese tiempo Shreck 2 (2004, dirigida por Andrew Adamson, Kelly Asbury y Conrad Vernon) hubiera preguntado incesantemente como el Burro: “¿Y falta mucho para llegar?”. Pero seguí, creo, calladito y bonito para que mi papá no se arrepintiera de haberme llevado. Tan mal estaban las cosas, pienso, que optó por mí cuando mi primo Guillermo, mi hermano Hernán e incluso mi hermana María eran muchísimo mejores jinetes que yo, y lo hubieran ayudado más, estorbado menos.
	Sin embargo, ahí estaba yo, en mi papel de charrito comprometido. Tal vez, luego de que pasó el medio día, llegó la tarde y comenzó a caer la noche (las vacas de nuevo eran sólo bultos móviles) yo hubiera querido volver el tiempo y decirle a mi papá que no quería ir, que de ninguna manera.
	¡Y llegamos!
	Alguien abrió una tranca y mi papá anunció que allí era Montecristo.
	Dios existe, pensé, hasta que moví la pierna para bajarme del caballo. Me dio un tirón, un calambre intenso. Me aguanté. Bajé. Di el primer paso y en ese instante sentí, en la parte interna de mis nalgas, un dolor angustiante, terrible, espantoso. Me dieron ganas de gritar (como cuando me picaba alguna abeja ahorcadora o una hormiga roja) o de quitarme la vida de una vez. ¿Qué era esto?
	Mi papá vio mi rictus y se acercó sonriente.
	—¿Qué tienes, varoncito?
	Di otro pasó y como si un ancho y filoso cuchillo se me clavara en salva sea la parte.
	—Me duele, aquí, en mis nalgas.
	Mi papá se rio.
	—Ah, sí, es que te escaldaste por venir tanto tiempo montado. Es falta de práctica. Se te va a pasar pronto.
	—¿Pronto?
	Duré como una semana caminando como recién parida. Me juré nunca más apuntarme ni aceptar un arreo. Montar caballos no era ni es mi gracia. Para eso están John Wayne o Benedict Cumberbatch o mi papá. Hasta ahora, cumplí mi juramento.
	 

Ilustración: Alejandro Nudding.
Ilustración: Alejandro Nudding.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Polvo del camino. 166. La pasión: debut y despedida. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 166

Apuntes de oído/ 13
La pasión: debut y despedida
Héctor Cortés Mandujano

                                 Acuérdate de mí, no me abandones tan solo,
                                               que este abril me desespera.
                                     No olvides que el amor vuela de noche
                                         y anida en otro abril cualquiera.

                                                              Amaury Pérez,
                                         en su canción “Acuérdate de abril”



En Diario de un seductor (publicado originalmente en 1843), de Soren Kierkegaard, Johannes, que es el posible origen del nombre Juan como sinónimo de tenorio, mujeriego, cuenta las peripecias que tiene que idear para conquistar a una dama y cómo, apenas poseyéndola, la pasión, el deseo desaparece.
	Es normal, diría cualquiera que sabe de esas calenturas. La pasión, por definición, es pasajera (y qué bueno: sería horrible andar enfebrecido, sin pausa, por mucho tiempo). En su canción “Yamilé, la más bella flor”, Noel Nicola (del disco Así como soy, de 1980) dice que un buen jardinero cuando ve una flor, “por más bella que sea la flor, se lo come la ansiedad de mirar el jardín”. No hay jardineros fieles, aunque John le Carré (en su novela El jardinero fiel) diga lo contrario. 
	La vieja canción “Total” (de Ricardo García Perdomo), interpretada por muchas, muchos, lo plantea sin muchas vueltas, con claridad meridiana: “Pretendiendo humillarme pregonaste el haber desdeñado mi pasión. Y fingiendo una honda pena imaginaste, que moriría de desesperación. Total, si me hubieras querido, ya me hubiera olvidado de tu querer…”. Es decir, conocer a alguien en la intimidad es quitarse el velo de la imaginación. Dice Eduardo Galeano en un texto que Serrat musicalizó (“Secreta mujer”, en Sombras de la China, 1998): “Arránqueme, señora, las ropas y las dudas: desnúdeme, desdúdeme”. 
	Las caricias soñadas son las mejores, dice Eugenia León (Ven acá, 1989) en su versión de “La última carcajada de la cumbancha”, de Agustín Lara. La cotidianidad es el mejor remedio contra la lujuria, lo ha dicho, según yo, Jaime López en alguna de sus canciones.
	La canción “Debutantes”, de Joan Manuel Serrat (del álbum Mi niñez, de 1970), para rematar, hace una disección de la pasión en los amantes. Comienza con la adolescencia:

	Los amantes debutantes
        comenzaron a bailar ayer.
        Van girando, preludiando
        la sinfonía del hombre y la mujer
	
	La pasión los toma por completo: “Y nada vale nada a su alrededor, creen que inventaron el amor”. Como todos.
	Un día, después de que susurraban sus nombres como una oración, “se marchitan y a una cita uno de los debutantes no vendrá”. El abandonado o la abandonada encontrará consuelo en otra, en otro: “Y la noria de esta historia sube del fondo del pozo hasta el brocal”.
	El final de la canción es el vaivén de las olas, una muestra de que las pasiones amorosas van y vienen: “Buscando terciopelo en la mirada y abrazarse contra la almohada, con un amor de contrabando, pasas la vida debutando”. Es decir, nuestra pasión muere en una persona y renace en otra…
	




Ilustración: Héctor Ventura




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com