Por Alejandro Aldana*
¿Quién vendrá a mi entierro? Breve historia del neoliberalismo Para Luz y Emiliano La reciente novela de Antonio Florido, publicada por la editorial española “Kolaval”, es una verdadera invitación a la subversión, no desde el punto de vista de la trama narrativa, que hay que decirlo, está estructurada con un cuidado de relojero, sino desde el limpio trabajo del lenguaje. Antonio nos conduce a un callejón con salidas metafísicas, parece que el autor comprende muy bien lo veía Heidegger respecto a que lo verdaderamente importante no es el individuo sino el ser; un ser que se desenvuelve en cada una de las oraciones y párrafos de ¿Quién vendrá a mi entierro? Más que una relación cognitiva, lo que sufrimos en la historia que nos cuenta, se apuntala desde algo que está más allá del mundo físico. El verdadero drama se ubica en la unidad de impresión que nos deja, cual sello troquelado en la parafina caliente de una vela, que es al mismo tiempo nuestra alma. Antonio prefiere subvertir la tradición metafísica de occidente que separa al objeto y al sujeto, digamos que objetiviza al ser. Para Heidegger y Antonio Florido es menester regresar al tiempo en el que objeto y sujeto formaban una unidad. La apuesta de Florido es mostrarnos el ser como un todo abarcador. Es por ello que su novela es al mismo tiempo una elegía, un romance y un poema. Nuestro autor recurre a la metaficción. Un escritor llamado el escribidor, que no es otro que el mismísimo Juan Carlos Onetti, nos dice cómo está escribiendo la novela, esa historia que nace de él hasta superarlo. ¿Quién vendrá a mi entierro? es una aproximación al alma del ser humano. La realidad objetiva simplemente es un pretexto para llevarnos a un mundo trascendente. Más allá de personajes y acciones sentimos un mundo. Antonio sabe escuchar la existencia, más que ver escucha, oye el ritmo de los espíritus, sus penas, su dolor, ese sufrimiento necesario para vernos con mayor claridad. Antonio es un maestro del lenguaje, frases y párrafos enteros nos develan un estado de cosas. Florido es capaz de escuchar a las piedras, a las montañas silenciosas y expectantes, oye los ríos de aguas portentosas, los pasos de los hombres y mujeres. Para nuestro autor no hay nada que sea diminuto o intrascendente; por el contrario el foco narrativo escudriña tanto en los personajes como en las cosas. Foucault afirma en Las palabras y las cosas: “En el siglo XVI, el lenguaje real no es un conjunto de signos independientes, uniforme y liso en el que las cosas vendrían a reflejarse como en un espejo a fin de enunciar, una a una, su verdadera singularidad. Es más bien una cosa opaca, misteriosa, cerrada sobre sí misma, masa fragmentada y enigmática punto por punto, que se mezcla aquí o allá con las figuras del mundo y se enreda tanto y tan bien que, todas juntas, forman una red de marcas en la que cada una puede desempeñar, y desempeña en efecto, en relación con todas las demás, el papel de contenido o de signo, de secreto o de indicio”. Y es que la novela de Antonio Florido recurre a una significación donde el lenguaje no es una cosa donde el mundo se refleja, por el contrario, es el propio lenguaje el que crea el mundo. Su lenguaje es vital, se relaciona inmediatamente con lo esplendoroso del mundo, alcanza tal nivel de plasticidad que el lector no sólo ve, sino que siente y específicamente sufre con los personajes. El poder de evocación es sublime, ¿cómo es posible que pueda imprimir tanta significación, tanta vida en una o dos líneas? Sus palabras no son un espejo opaco donde se refleja la vida objetivada, más bien son un elementos más en la creación de ese mundo ficcinalizado con maestría. En la novela de Antonio las palabras no reflejan, crean, fundan un universo. Nos lleva hacia el centro de nosotros mismos, si somos capaces de vernos ahí, no es por mero proceso de refracción, sino porque es capaz de recrearnos en sus personajes y situaciones. ¿Quién vendrá a mi entierro? es pues una novela recomendable sin lugar dudas.

Sobre Alejandro Aldana Sellschopp
Investigador, promotor cultural, editor, ensayista y narrador.
Ha sido becario de: FOESCA (Emisiones 1999-2000 y 2000-2001), PACMYC, fue becario del FONCA (2003-2004) en el programa de Jóvenes Creadores en la modalidad de novela. Está incluido en la antología del FONCA – Jóvenes Creadores generación 2003-2004.
Ha publicado: Tiempo a Contrapunto (UNAM- Espacio Cultural Jaime Sabines), Nudo de Serpientes (Novela). Su cuento Diario de un lobo está incluido en la antología Inventa la memoria (Alfaguara). La novela en Chiapas, antología (Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas en el 2018).
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