Antecedentes de Juan José Arreola
Ilse Ibarra Bauman
Para hablar de Juan José Arreola es necesario detenerse en precedentes históricos de México, que si bien él no vivió, han servido para certificar la influencia de éstos en su obra. Enlaza a sus personajes con un pasado basado en tradiciones religiosas, políticas y sociales, así marca su mexicanidad.
Estos modelos del ser humano instituyen distintos roles y dan forma a su trayectoria literaria. El mexicano hizo la independencia por su emancipación; cansados de la hegemonía española, decepcionados de la desigualdad ellos se liberaron.
Las expectativas de esta actual nación para separase del viejo mundo, obraron como dice Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México, publicado por Espasa Calpe mexicana, en 1979: “No hacíamos otra cosa que emanciparnos de España a la española.” (Ramos, 1979, p. 32)
Esta lucha contumaz, reincidió. México ha tenido años de reposo más no de una apacible dignidad humana. Los vencedores gobernaron y dilapidaron por cincuenta años con cierta moderación hasta culminar las pugnas entre liberales y conservadores. Las guerras de Reforma dieron paso a Porfirio Díaz hasta culminar las pugnas.
La herencia católica con la que contaron los mexicanos representaba el dogma de fe sobre el que se edificó la familia mexicana. El clero era una fuerza política inmanente al estado, su participación conjunta (político-religioso) pugnaba en la dirección del país.
El abuso del poder se instaló como base, pocos fueron los favorecidos y muchos ignorantes cayeron en la trampa. En relación con esto, “La feria: Obras publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), Juan José Arreola nos da un ejemplo:
“–¿Vender? ¿Vender, señor cura? ¿Pero qué es lo que yo tengo aquí para vender? Ni modo que venda la casa en que nacimos ni la del santuario que nos viene desde quién sabe cuántas generaciones. ¿Vender? Con todo respeto, sépalo usted, señor cura, desde que yo tengo uso de razón nosotros no hemos vendido nada… Nada que no sean las cosechas, el queso y los puercos gordos. (2021, p. 512)
Ante esto los liberales debían frenar la fuerza de la iglesia. Leopoldo Zea en El positivismo en México: nacimiento, apogeo y decadencia, menciona a los que representan el grupo triunfador: “los liberales, los que encabezaron el movimiento llamado de Reforma, fueron hombres pertenecientes a una determinada clase social que Sierra llama burguesía.” (Zea, 2011, p. 46).
Este grupo selecto había alcanzado su status quo durante el porfirismo, se hacían llamar los jacobinos y es en esta clase “Comprendiendo (Juárez) –nos dice Sierra– que las burguesías, en que forzosamente se recluta la dirección política y social del país, por la estructura misma de la sociedad moderna” (Zea, 2011, p. 47) donde, “los hombres de ciencias” importaban una nueva ideología para México: el positivismo.
Este grupo burgués que venció a los conservadores (clero y milicia), impuso un pensamiento imitado sobre esta plataforma pluricultural. No favorecía en nada a la clase desamparada, al contrario, la alejaba más. “La Reforma es, ante todo, una negación y en ella reside su grandeza. Pero lo que afirma esa negación –los principios del liberalismo europeo–eran ideas de una hermosura precisa, estéril y, a la postre, vacía.” (Paz, Octavio, 1972, p.p. 115–116).
El mexicano tiende a mimetizarse en otras culturas, adoptó nuevas maneras según su circunstancia política, social y cultural. Continuó edificando sobre lo que los países modernos habían decretado viable: París los cautivó. Como lo cita Samuel Ramos:
El espíritu revolucionario de Francia ofrece a la juventud avanzada de México los principios necesarios para combatir el pasado. Contra la opresión política, el liberalismo; contra el Estado monárquico, la república democrática; contra el clericalismo, el jacobinismo y el laicismo. (1979, p. 42)
París fue, es y será el culmen donde muchos autores alcanzaron una nueva visión que se suma a su origen; entre estos escritores estaban Amado Nervo, José Juan Tablada, entre otros. Ellos se establecieron en Europa por un tiempo. Otros escritores como Manuel Gutiérrez Nájera y Ramón López Velarde nunca estuvieron en París sin embargo se advierte la influencia francesa en su obra.
(Continúa en la siguiente entrega…)
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