Líneas de desnudo. 60. ¿Adónde vas, FIL? Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 60

¿Adónde vas, FIL?
Por Manuel Pérez-Petit

Como decíamos ayer mismo en mi “Por qué hoy prefiero el “¡Oh, Juan Miguel!” a la FIL”, estoy comprometido a escribir un artículo acerca de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en cumplimiento, además, en efecto, de lo escrito en mi “Universal Almudena” del pasado 28 de noviembre, en que entre el obituario y la crónica de la memoria homenajeaba a la recién fallecida escritora española Almudena Grandes, y de paso prometía hacerlo en estos mismos días. En mi artículo de ayer, incluso, adelantaba que en su trigésimo quinto aniversario la FIL, el más grande y trascendente evento de promoción del libro y la lectura del ámbito del idioma español en el mundo, ha sido en esta edición “deprimente y malograda”, conclusión a la que he llegado después de leer y conversar en abundancia acerca de la misma. Y añadía un “Y ya les explicaré por qué”, en apariencia mistérico. Ha llegado la hora, y para ello avanzo por estas líneas. Fíjense qué pronto. Les advierto que este artículo es más largo que los habituales, y es que no quiero convertirlo en seriado sino zanjar mi promesa de una tacada.
            Escribo esta crónica más de una semana después del cierre de la FIL 2021, exactamente una semana y un día, que bien pudiera parecer una condena. Y lo hago con un sabor agridulce y más turbación que claridad en mi perspectiva del asunto. No en vano también me pesa mi experiencia de seis ediciones como expositor y mis otras dos como profesional, acumulada desde aquella no tan lejana pese a lo que parezca FIL de su 25 aniversario, la de 2011, cuando tuve la fortuna de ser invitado como Sediento Ediciones por primera vez por el Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal del Estado de México (CEAPE) a estar en su siempre admirable pabellón y comenzó mi particular romance con Mariano Otero –la avenida zapopana, no me piensen mal los desconocedores de esta fugura de la historia de México– y el complejo emblemático que es la Expo Guadalajara, que está a una orilla de la misma, en esas fechas de finales de noviembre y primeras de diciembre de cada año. En fin, debo confesar que me conozco bien la FIL, sus realidades a ras de suelo más que a las alturas, sus entresijos de pueblo llano, los monumentos efímeros que erige y hasta, si me apuran, los ratones del subsuelo de la misma...
            Todo tiene que ver en el plano más esencial con los niveles de exigencia y en el más básico con la imaginación y la grandeza de miras. Me debo en este punto remontar al 23 de diciembre de 2014, ​​en que publiqué mi artículo “Los niveles de exigencia de la FIL” en la prestigiosa revista 'Rick's Café' del escritor y periodista español Manuel Carmona, como inicio de una serie que luego no continué por desidia –y lo lamento–, y en cuyo decurso reflexioné acerca de la FIL como punta de lanza de la industria editorial en español, al comienzo del cual expresaba solo poder llegar a la conclusión de que lo que venía distinguiendo, al menos en ese último lustro, a la FIL era una “franca y determinante decadencia”. La deriva del magno evento ya en esos años daba en mi opinión mucho para pensar...  
            Y es que a la FIL le sobra gestión y le falta humanismo. La necesidad de ser viral, la preponderancia imperial de la mercadotecnia, la repetición hasta la ataraxia de la misma fórmula sin innovaciones relevantes, la falta de imaginación, el facilismo... Lo que no sé es si debería combinarse esto con vestir casual y “saber” de maquillaje, pues, como señalaba en mi artículo de la revista 'Rick's Café', la gran estrella de la FIL de aquel año –2014– fue una quinceañera por entonces, llamada Yuya, video blogger viral de medias rotas capaz de atraer a masas derretidas de gente que lloraba emocionada cuando conseguía su autógrafo y que colapsó el recinto más que nadie y más que nadie que se recuerde en años, vendiendo en tan solo dos días más de dos mil quinientos ejemplares de su libro “Los secretos de Yuya”, y nada menos que en el estand de la multinacional barcelonesa Planeta... Y es que eso era y es la nueva industria editorial, la del consumo por el consumo. Han pasado siete años y todo sigue igual. Es más, va a peor. Eso sí, con un minuto de silencio se despacha a la figura de turno que suele morirse en fechas de fil o cercanas a la FIL.  
            Desde siempre hemos leído grandilocuentes comentarios acerca de la FIL, normalmente enfocados, eso sí, a sesudos y destacables datos estadísticos, volúmenes de negocio, logros, éxitos, fracasos, homenajes y perspectivas. A nivel personal siempre se usaron adjetivos para expresar la experiencia de haber vivido una FIL, pero lo de la FIL de este año ha sido de premio, y de los gordos. Yo nunca había leído tanta ñoñería como este año al respecto. La emoción de encontrarse con la gente no era nunca el tema destacado en las crónicas ni periodísticas ni personales, por ejemplo, más bien lo era el relato de experiencias más completas y este año ha sido un enfoque principalísimo, al menos en lo que he tenido la oportunidad de leer –verbigracia: no es lo mismo decir ‘qué feliz soy’ que contar un relato que transmita esa felicidad, que fue lo que ocurrió siempre y que este año ha brillado por su ausencia–. Claro que se entiende que tras el paso por lo solo virtual por causa de la pandemia, el reencuentro con la FIL ha enardecido, emocionado y enternecido a muchas y valiosas personas que antes no lo hacían de este modo y esta vez se han dejado llevar por el efecto somático de seguir vivos, y así se ha podido leer lo que se ha podido leer... Tontería tras tontería. Hablo de publicaciones de libre acceso, por lo que me ahorro desgranarlas, y, de paso, evito los efectos siempre nocivos para mí que tiene mi paradigmática capacidad de hacer amigos.
            Me quedo con ello y me evito exponer mis opiniones diversas acerca del clima guerracivilista entre las administraciones públicas y las alturas de la organización, el carácter “tan político que le vimos en esta edición” en palabras de la gran Mónica Maristain en su atinada crónica, cuyos puntos de vista comparto, la felicidad causada en muchos por los premios recibidos con justicia por Margo Glantz o el periodista Miguel de la Cruz, entre otros, el muy discutible programa virtual –qué manera de desaprovechar con dosis de populismo el medio digital–, que haya sido la FIL con menos expositores, más espacio libre entre los mismos, menos eventos –y todos en la planta baja– y menos público de la historia... Esto último es comprensible en principio por las medidas de sana distancia, aunque también por el ingente ejército de enemigos que la organización acumula y que crece no ya en progresión aritmética sino geométrica año tras año... Imagínense el tipo de terremoto apocalíptico y las consecuencias del mismo si se hubiera desatado una crisis sanitaria por dar rienda suelta como siempre a la gente, que es en lo que toda la vida radicó gran parte de la magia y que este año, por tal diversas razones y quizá otras, no se ha dado...
            Sí, la FIL va mal, viene yendo mal desde que la conozco, y cada vez va a peor. No por por la institución que tiene detrás, la Universidad de Guadalajara (UDG), admirable de principio a fin, sino quizá, y es mi teoría, por los niveles de exigencia, tanto de gestores como de editoriales y lectores, entre otros actores del medio, cuestión de fondo y base que de igual modo prometo desarrollar un día no muy lejano. La sensación que tengo es que la FIL, a la que le sobran pelotas, si me permiten, y le falta valentía, está desgastada, desnortada, desorientada, carente de propuestas imaginativas, ciega ante la posibilidad de que existan nuevos horizontes, sin frescura, incapacitada para innovar, vacía de autocrítica, llena de autosatisfacción, impotente ante la posibilidad de renovarse y encantada en exceso de conocerse, quizá porque hace ya mucho que tocó techo y, tal como es hoy por hoy, ya no puede romper más moldes. Quizá llegó la hora de redefinir la llamada a ser feria de las ferias y, por extensión, hasta el propio concepto de feria del libro. Como entenderán, esto se puede debatir, sí, analizar, confrontar, proyectar, hacer todo eso que no está de moda, aunque debiera llevarse a cabo con el concurso de nuevos ojos, nuevas sensibilidades, nuevas visiones, porque los de siempre, a base de petrificarse, se han vuelto ciegos, insensibles, prepotentes e ineficaces. Como el comer, la FIL requiere con urgencia una inclusiva, abierta y profunda renovación, en la que tanto los de siempre como nuevos agentes se reúnan alrededor de la misma mesa a decirse qué, cómo, cuándo, por qué y hasta dónde.
            Porque, sin ir más lejos, a tal paso van las cosas que me atrevo a afirmar que no sería extraño que la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) o de Buenos Aires (FILBA) le comieran la tostada a nuestro gran acontecimiento de tan solo tres letras (FIL) si no fuera por nuestro espíritu hispánico cainita que en ambos casos se encargan de joderla –si me permiten la expresión– haciendo coincidir en varias jornadas sus fechas de celebración, como ya viene siendo de manera lamentable habitual...   
            Pero siempre cabrá proponer al detestable Amazon la organización de una FIL que rompa con todas, y que desde cualquier lugar del mundo nos envíen a casa en 24 horas con enormes descuentos cuantos ejemplares físicos queramos de todos y cada uno de los libros del universo mundo o en un dispositivo electrónico portátil con pantalla táctil y con múltiples prestaciones, conversaciones personalizadas con grandes figuras de la literatura muy bien remuneradas y muy amables y coloquios tempestuosos acompañados de bailes de salón. Y eso será el fin de muchas cosas por las que muchos, muchísimos, nos hemos partido la cara y dejado la piel y el alma con toda nobleza, humildad –virtud ésta de bajo predicamento en nuestra tesitura– y olímpicas dosis de buena fe en batallas que ahora sabemos perdidas. O casi, que la esperanza es lo último que se pierde. 
            —De acuerdo, Manuel, pero, ¿no afirmó usted siempre que las ferias del libro y, en especial, la FIL, eran su locura?
            —¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra, mi amigo?
            —Nos está pintando un panorama bien negro. 
            —Soy honesto con mi punto de vista, que es la única manera de ser objetivo que existe. Mire usted, el invitado de honor de este año ha sido Perú, y de lo que se ha hablado de Perú en la FIL ha sido de gastronomía, folclor, etnografía y, eso sí, nuevos autores, aunque poquitos...
            —Supongo que también de sus grandes figuras literarias. 
            —Pues no tanto, y tampoco ha acudido ninguna. Eso sí, mucha cultura, historia y pueblos originarios, que está muy bien, por otra parte. Pero es la FIL, y aunque la FIL presume de ser festival cultural su objetivo principal son los libros. ¿Sabe usted, por cierto, que el invitado de honor de la próxima edición es el emirato árabe de Sharjah, que ya lo era en la edición de 2020 pero que por la pandemia no pudo?
            —¿Sharjah?
            —Sí, y de paso “el mundo árabe”. Sharjah es una de las siete entidades que conforman lo que se conoce como Emiratos Árabes Unidos. Se rige por las leyes de decencia como las llaman más estrictas de todo ese país. Allí se exige un código de vestimenta conservador y es ilegal que se mezclen hombres y mujeres solteros... Eso sí, el emirato fue nombrado por la Unesco Capital mundial del libro en 2019. Y ojalá salga todo bien, al menos para las arcas de la FIL. Porque hoy, de tan bajo que caemos, todo es resultadismo. 
 Anuncio en la página de internet de la FIL de la edición de 2022.
Fuente de la imagen:  https://www.fil.com.mx/

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 59. Por qué hoy prefiero el “¡Oh, Juan Miguel!” a la FIL. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 59

Por qué hoy prefiero el “¡Oh, Juan Miguel!” a la FIL
Por Manuel Pérez-Petit

Suelo escribir mi ‘Líneas de desnudo’ justo antes de que sea publicado, bien la noche anterior –que es mi costumbre más habitual– o en la misma mañana de su aparición en este admirable ‘Letras ideaYvoz’, una de las mejores y más nobles apuestas para el fomento de la lectura que he conocido nunca. Esa adrenalina tan fecunda para mí del cierre diario me viene de mi condición de periodista curtido en esas tardes-noches memorables que viví hace años en los diario ABC, en Sevilla, o Las Provincias, en Valencia, entre otros, o en los portales financieros intereconomia.com o basefinanciera.com, de France Telecom España, en los tiempos en que pasaba por ser –y era– especialista en bolsa y me divertía muchísimo escribiendo mis análisis de apertura, media sesión y cierre de mercados...
            Y, claro, de manera muy ocasional me pasa lo de hoy, que por una cosa u otra me demoro, como en esas ocasiones en que llegué a reescribir alguna nota de madrugada al ver que la información que iba a publicar el periódico a la mañana siguiente debía ser actualizada, claro que eran épocas en que internet casi ni existía.
            Y en el ínterin pasan cosas. Hoy, día en que celebramos la fiesta de la Virgen de Guadalupe, por ejemplo, el cantante mexicano Vicente Fernández ha partido de este mundo a la edad de 81 años, con sus diez Grammy a cuestas –dos generales y ocho latinos–, y sus otras docenas de premios y reconocimientos. Descanse en paz, como no puede ser de otro modo, el también conocido como “Charro de Huentitán” por ser oriundo de Huentitán El Alto, Jalisco, el afamado intérprete de canciones como “Volver, volver” o “De qué manera te olvido”, que nos deja también una estrella en el paseo de la fama de Hollywood con su nombre. 
            Está siendo un domingo de emociones encontradas, y lo que deseo es hablar de la FIL de Guadalajara, pero no puedo sustraerme a la felicidad que causa mi Real Betis Balompié, que acaba de vencer en su feudo heliopolitano al potente y siempre fiable equipo de la Real Sociedad de San Sebastián por nada menos que cuatro a cero, con una extraordinaria actuación coral, en la que han destacado todos, pero yo señalo, erizada la piel, al francés Nabil Fekir –un extraterrestre que juega con mayúsculas al fútbol–, al lateral derecho Álex Moreno, al mexicano don Andrés Guardado, a Canales, Bartra, Willian José o Juanmi –"¡Oh, Juan Miguel, oh Juan Miguel, todos queremos que marque Juan Miguel!", googleen eso, que lo merece–, como los grandes aun siendo el más grande todos el coach, director técnico, entrenador o como se le diga en donde se le diga, el chileno Manuel Pellegrini, gran hacedor de esta locura que desde Sevilla traspasa fronteras...
            Y tan encontradas están las emociones hoy que hasta me da güeva por primera vez en mi vida hablar de la FIL. Hoy, por ejemplo, se cumplen 84 días de erupción ininterrumpida del volcán Cumbre Vieja de la isla de La Palma, al que dediqué mi el pasado 7 de noviembre mi "San Borondón como consuelo", en que quise hacer mi homenaje general a la esperanza y particular a la obra del muy querido escultor Manuel Pereda de Castro (1949-2018), hacedor para mí imaginario de la isla de San Borondón, que ha de surgir de las aguas sin duda como su obra definitiva. Hoy también Max Verstappen se ha proclamado campeón del mundo de fórmula 1 al superar, en la mismísima última vuelta, a Lewis Hamilton, en un final de campeonato de los que marcan época y ya no existen. Y no existen porque las emociones nos han puesto enfermos  o han sido desterradas en esta nueva Era distópica –no olvidemos que nos encontramos al borde de entrar en el año 3 del siglo I de la p. pandemia–... 
            Podría seguir hablando de emociones al calor de los acontecimientos del día de hoy, domingo 12 de diciembre del año 3 –de los cuales solo he reseñado tres de especial relevancia aunque son más–, que se me ponen los vellos como tirabuzones de alambre, pero creo recordar que quería dedicar el presente texto a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el mayor evento de promoción del libro y la lectura del ámbito del idioma español en el mundo cada año... Sin embargo, miren ustedes, como decía, y por primera vez en mi vida, que he seguido el acontecimiento durante años y he sido expositor en media docena de ediciones de la misma, me da una pereza que me mata. 
            Y es que la FIL, sobre la cual prometí un artículo en mi “Universal Almudena" que prometo que cumpliré –mal que a veces me pese siempre cumplo lo que prometo–, en su edición de este año en que cumplía su trigésimo quinto aniversario, ha sido deprimente y malograda, conclusión a la que he llegado después de leer y conversar en abundancia acerca de la misma. Les diría que por primera vez en mi vida hoy, antepenúltimo domingo del año en curso, prefiero el “¡Oh, Juan Miguel!” que la FIL, y lo afirmo con ua mezcla extraña de alegría y pesadumbre. Y ya les explicaré por qué.
 FIL 2021
Fuente de la imagen:  https://www.fil.com.mx/info/info_fil.asp 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 58. Una exageración más de los poetas. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 58

Una exageración más de los poetas
Por Manuel Pérez-Petit

Miguel Mañara Vicentelo de Leca nació en Sevilla, España, en 1626. Caballero de la Orden de Calatrava, veinticuatro de Sevilla –lo que equivaldría hoy a edil, regidor o concejal–, miembro de una familia piadosa y rica del siglo XVII, nunca participó en las algaradas públicas que se dieron en la ciudad en su época. Tampoco hay base histórica para deducir que fuera un seductor de mujeres. Es más, no consta en ningún documento que hiciera ni lo uno ni lo otro. Estuvo casado durante 13 años y enviudó sin hijos. Dedicó los últimos dieciocho años de su vida a la oración y al servicio de enfermos y pobres, tarea en la que implicó a una gran parte de la nobleza y el mundo artístico sevillano. Tal día como ayer, 9 de diciembre, pero de 1663, ingresó en la sevillana y piadosa hermandad de la Santa Caridad, que se dedicaba a asistir a los pobres, y propuso una reforma de la misma que incluía la creación de un hospicio, que más tarde se convertiría en hospital. Al frente de la hermandad fue un gran mecenas del arte y la cultura al servicio de la fe. Murió en 1679, a la edad de 52 años. Su proceso de beatificación por parte de la Iglesia Católica fue iniciado en 1680, y para ello se publicó una biografía, escrita por el padre jesuita Juan de Cárdenas, quien no escribió casi nada en aquel momento de los primeros treinta y tantos años de su vida. Nunca ha llegado a ser beatificado.

            *            *            *

            En 1962, el diario español ‘Arriba’ publicaba una información del periodista Jaime Campmany fechada en Roma. Bajo el titular “Más de mil causas de canonización o beatificación esperan la decisión de la Iglesia”, el artículo, entre otras cosas, contaba: “los sevillanos no podrán adorar a Miguel Mañara. La legendaria figura del Don Juan penitente y caritativo, de disipada juventud y piadosa vejez, seguirá viviendo y renaciendo en el eterno retorno del mito literario más fecundo de la humanidad y en el ejemplo de caridad de su hospitalaria fundación; pero a la niebla que envuelve su biografía, no se unirá el incienso de las canonizaciones”. Por esas mismas fechas, se pudo leer en ‘Paris Match’ un texto titulado “Don Juan contrito, candidato al cielo”, y unos años antes, en 1955, un artículo publicado en el diario madrileño “Ya” levantó tal alboroto que incluso Radio Vaticana emitió un resumen del mismo, pues muchos entendían que con la de Miguel Mañara se trataba de promover la beatificación del mismísimo Don Juan Tenorio. Nadie quería –o podía– reparar en un hecho por aquellas fechas irrefutable: el modelo en que se inspiró, más de trescientos años antes, Tirso de Molina –o quien fuera el autor del drama– nunca pudo ser Mañara.
            Leyendas donjuanescas y sobre el convidado de ultratumba tenían vigencia, desde tiempos medievales, por toda Europa, cuando, hacia 1630, fue impreso “El Burlador de Sevilla o convidado de piedra”, cuya primera representación teatral data de 1616. A partir de entonces –e incluso desde antes, pues las referencias al mito en Dante y en Marlowe son incontestables–, una especie de fiebre crónica de don Juan ha inundado las literaturas europeas, teniendo como resultado una incontable lista de obras de todas las disciplinas artísticas, sobre todo literarias, cada una de las cuales refleja diferentes vidas del mismo protagonista. 
            En 1665, fue estrenada la versión de Molière en el Palacio Real de Francia. En 1734, en Italia, Goldini publicó “Juan Tenorio o el libertino castigado”, que sirvió en parte de base a Lorenzo Da Ponte para redactar el libreto con el que Mozart compuso “Don Giovanni”, aclamada en Praga en su estreno en 1787 y repudiada por la relamida Viena del momento pocos meses después. Tanto en el XVII como en el XVIII el personaje se llama Don Juan Tenorio o Don Juan a secas, y acaba siempre condenado al infierno. Sin embargo, la eclosión de los movimientos románticos marcaron un cambio casi definitivo en el tratamiento del héroe –o antihéroe, si se prefiere, pues en su carácter próximo, transplantable a cualquier ser humano, radica parte de su éxito–. Lord Byron compuso entre 1819 y 1824 el poema “Don Juan”, presentándolo como un humorista sarcástico. En 1834, Próspero Mèrimèe le otorga dos personalidades enfrentadas en “Las almas del purgatorio o los dos don Juan”, pero fue Alejandro Dumas padre quien acuñó, dos años más tarde, el nombre de Don Juan de Mañara, “hallazgo” al que pronto se apuntaron quienes, en sus viajes por Andalucía, conocieron también leyendas atribuidas al personaje –histórico– de Miguel Mañara por la imaginación popular. En esta nueva tradición, en 1844, Zorrilla escribió en veintiún días su famoso drama, retornando a la historia de siempre, la de don Juan Tenorio, dándole a éste la piadosa oportunidad de redimirse en el último suspiro por el amor que le nace por Doña Inés. Luego, otros autores han dado nuevos o antiguos o renovados tratamientos al relato, como casi todos los escritores españoles o la mayor parte de las grandes figuras de la literatura universal desde el siglo XIX, en una secuencia cuya terminación no se vislumbra todavía. 
            Sin embargo, el conflicto de los apellidos de don Juan quedó vivo, servida la confusión hasta hoy mismo. En 1913, el escritor y diplomático franco-lituano Oscar Milosz publicó “Miguel Mañara. Misterios en seis cuadros”, más o menos en la misma época en que el poeta español Antonio Machado escribió “Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido...” en su poema “Retrato”, incluido en su imprescindible “Campos de Castilla”... Podría seguir y seguir en este relato de esta tormenta particular, pero como muestra quede lo ya expuesto, pese a que cabe añadir: derivado del ciclo y mito de Don Juan –y más que derivado, plenamente enmarcado en él– se encuentra todo el ciclo fáustico... 
            Hoy por hoy, con o sin apellidos, demoníaco o humano, maleable como el oro o la plata, con su virtud de metáfora casi de piedra filosofal, con sus innumerables nombres, versiones y posibilidades, Don Juan, un don juan camaleón incluso, inacabable, inabarcable y pleno, sigue vivo..., más potente, común, joven, lleno de tormentas que nunca, en su deambular imprevisible por todo Occidente, y más allá. 
            Y otrosí les digo: Don Juan anda por la calle, y parafraseando al narrador español Gonzalo Torrente Ballester, cabe decir que aunque el personaje de Don Juan fuera inventado por un teólogo, “no es más que una exageración de los poetas”.
 Miguel Mañara, en 1681, por Juan de Valdés Leal. (la imagen es de dominio público”)
Imagen: Miguel Mañara lee la regla de la Hermandad de la Caridad (1681), por Juan de Valdés Leal. (la imagen es de dominio público”)

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 57. A la madre. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 57

A la madre
Por Manuel Pérez-Petit

A la mía

Conocemos pocos datos concretos de su vida. Cómo tuvo lugar la concepción de Cristo, su reacción al perderse el niño y hallarlo en el templo, que estaba en el momento crucial de la Sagrada y Última Cena, que se encontró a su hijo cuando éste iba camino del Calvario con la Cruz a cuestas, que estuvo en todo momento junto a él cuando estaba clavado en la Cruz, que recibió el espíritu en Pentecostés junto a los apóstoles y poco más. Ciertamente, no es demasiado, pero está claro que estuvo presente en momentos clave. El primero de ellos tuvo lugar en las bodas de Canaán, en las que le dice a Jesús que no tienen vino, y éste le responde que aún no ha llegado su hora. Sin embargo, ella le dice a los sirvientes del banquete: "Haced lo que Él os diga", lo que fue el preámbulo del primer milagro de Jesús. Otro que el momento en que ella estuvo al pie de la cruz… ¿Qué pensamientos pueden fluir por la mente de quien desde que el arcángel le diera la Buena noticia no ha tenido más vida que la de su propio hijo ni más fe que la de su mandato? ¿En qué se diferencia ella, con este relato histórico-popular evangélico en la mano, de cualquier otra madre? Una madre que pierde la alegría pero nunca la vida, que se mantiene enhiesta, no se rinde, no hace más preguntas que las necesarias, que sabe callar y esperar, que no pierde la fe, que conoce mejor que nadie que si bien la fe puede mover montañas de nada sirve si no tiene amor.
            Hoy los católicos celebramos el día de la Inmaculada Concepción de la María, que es fiesta nacional, regional o local, en numerosos países del mundo, de manera especial en Hispanoamérica. Hasta en 22 países de América, Europa y Asia se celebra. Es fiesta nacional en Argentina, Chile, Colombia, España, Nicaragua, Panamá, Paraguay o Perú y lo fue en países que hoy no existen, como Dos Sicilias.
            La fiesta es de manera especial significada en Colombia, donde desde la noche anterior se celebra el Día de las velitas, de gran raigambre en el país, encendiendo la gente faroles y velitas y enarbolando en algunos lugares banderas blancas concepcionistas, en España, donde desde los tiempos del reino Visigodo se defendió la concepción inmaculada de la Virgen, y en México, donde aun no siendo feriado nacional, se festeja de diverso modo nada menos que en la Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Morelos, Oaxaca, Puebla, Sonora, Tamaulipas, Tlaxcala y Veracruz. En la víspera de la festividad, en El Salvador se celebra el Día de las Conchas, en que los católicos colocan farolitos en las fachadas de sus casas. Y en casi todas partes, esta festividad da comienzo de algún modo a las fiestas navideñas. 
            En 1657 fue publicada la obra del poeta Miguel Cid (1550-1615), recopiladas por su hijo en un libro titulado Justas sagradas del insigne y memorable poeta Miguel Cid, dedicado a “la Virgen Santísima, María Nuestra Señora, concebida sin mancha de pecado original”, popularizando desde entonces su famosa copla: 

            Todo el mundo en general
            a voces, Reina escogida,
            diga que sois concebida
            sin pecado original.

            Juan de Roelas (1558-1625), Doménikos Theotokópoulos, el Greco, (1541-1614), José de Ribera (1591-1652), Francisco de Zurbarán (1598-1664), Juan de Valdés Leal (1622-1690), Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), Giambattista Tiepolo (1696-1770), Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), Alonso Cano (1601-1667), Anton Raphael Mengs (1728-1779), Juan Martínez Montañés (1568-1649) Claudio Coello (1642-1693), Cristóbal de Villalpando (1649-1714), Francisco de Goya (1746-1828), Juan de Juanes (1507-1579), Sandro Botticelli (1445-1510), Pedro Pablo Rubens (1577-1640)... La lista de artistas y pintores que han dedicado obra a la Inmaculada es interminable y en todas las épocas de la historia y naciones, formando un mosaico de lo más granado de la historia del arte universal al calor de la devoción popular, aunque la proclamación del dogma católico es muy reciente: data de 1854. 
            Es un día hermoso. En mi tierra, Andalucía, y de manera significada en mi ciudad natal, Sevilla, a la Inmaculada no hay quien la toque, pues como en México la Virgen de Guadalupe, la Madre de Dios es la propia tierra y simboliza y encarna a todas las madres. 
            Se puede discutir, según la creencia de cada cual, acerca de la Virgen María, pero de una madre no se discute. No hay nada más grande que una madre ni nada más sagrado ni bendito que una madre.   
            Puede que de ahí, desde la más remota antigüedad, sea la madre la inspiración del arte universal.
 Copla de Miguel Cid, impresa originalmente en 1615 y publicada con su obra completa en 1657.
Fuente de la imagen: https://gredos.usal.es/handle/10366/125592 / https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/125592/BG~34421_2.pdf?sequence=1&isAllowed=y

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 56. Un deseo para Cuba (2). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 56

Un deseo para Cuba (2)
Por Manuel Pérez-Petit

Dentro de la Revolución todo; contra de la Revolución, nada

Fidel Castro, 1961
La lista de represalias y represaliados en Cuba de artistas y escritores es larga, e incluso hasta el día de hoy, en que en teoría el gobierno de la isla ya no es lo que era, y los expresados en el primer artículo de esta serie son solo algunos ejemplos de autores de reconocimiento internacional cuyos casos retratan al régimen fundado por Fidel Castro hace ahora casi sesenta y dos años, a comienzos de 1959, y que aún, digan lo que digan los que lo digan, sigue campando por sus fueros.
            De la mano de la relativa apertura económica del régimen que tuvo lugar a finales de los años ochenta del siglo pasado, basada en una cierta explotación mixta del turismo mediante acuerdos con cadenas hoteleras europeas, en los últimos decenios el régimen cubano viene mostrando un relativo interés en recuperar a los escritores y artistas represaliados, insiliados –los que permanecen o permanecieron en Cuba en calidad de desterrados– o exiliados, entre los cuales se encontraban Lezama, Piñera o Cabrera Infante.
            Virgilio Piñera fue un caso más de ellos, cuya obra, basada en el absurdo y la locura, siempre estuvo en las antípodas del realismo socialista, siendo, además, por su homosexualidad, que él mismo se encargo de hacer explícita durante toda su vida, represaliado y doblemente sometido al ostracismo hasta su muerte, en 1979... Y, sin embargo, en 2012, Raúl Castro, hermano y sucesor de Fidel al frente del país, en línea con su nueva política cultural del siglo XXI, decidió restituirle su lugar en la literatura cubana, como contó Raúl Rojas el 6 de julio de 2012 en el diario español El País en un artículo titulado Virgilio Piñera y el pensamiento cautivo. 
            No es de extrañar su “recuperación” para las letras cubanas. Ya en 2010 había sido “redescubierto” el “traidor” Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), Premio Cervantes 1997, y recuperado con todos los honores. Su caso es de los más significativos. Represaliado por el régimen de Fulgencio Batista (1901-1973), apoyó la Revolución, asumiendo importantes responsabilidades en el ámbito de la cultura en los primeros años del régimen castrista –director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diario Revolución (actual Granma), encargándose de su suplemento literario, Lunes de Revolución, en el que colaboró también de manera muy relevante Piñera–, pero sus relaciones con el régimen pronto se deterioraron, lo cual fue uno de los detonantes de las famosas reuniones con los intelectuales cubanos que tuvieron lugar en la Biblioteca Nacional de Cuba, en La Habana, y en cuyo discurso de clausura del del 30 de junio de 1961, Palabras a los intelectuales, Fidel Castro pronunció su célebre frase “Dentro de la Revolución todo; contra de la Revolución, nada”. Sin embargo, la relación de Cabrera Infante con el régimen no acabó ahí. En 1962 fue enviado a la embajada de Cuba en Bélgica como agregado cultural y no regresó a la isla hasta tres años después, con motivo del fallecimiento de su madre. Fue retenido por cuatro meses hasta que consiguió salir para el exilio y, tras un periplo de cierto tiempo en España, se instaló en Londres, Reino Unido, donde obtuvo la nacionalidad británica y falleció en 2005. La noticia de su muerte no mereció en Cuba ni una sola línea en un periódico y, pese a ello, en 2010 fue reconocido como uno de los grandes de la literatura cubana. 
            Al otro lado de la balanza, Ernesto Guevara La Serna (1928-1967), más conocido como ‘Che Guevara’, uno de los ideólogos más importantes de la Revolución, médico de profesión, argentino de Rosario, un cuentista valioso y un escritor de diarios brillante, eso sí, ha sido siempre intocable para todos, no solo como escritor sino como personalidad respetada, en igual medida para los represaliados del régimen y para los integrados en él, y supone un caso curioso por cuanto resulta ser el único consenso existente en esta materia. 
            Respecto al ‘Che’, el régimen siempre mantuvo una coherencia de la que en ningún caso hizo nunca gala. No en vano, por si fuera poco, Fidel lo convirtió en mártir al mandarlo a morir al lugar menos propicio para la Revolución en su tiempo, las selvas de Bolivia.
            (Continuará…)
 __________
Nota del autor
Esperando el permiso y la comprensión de mi editor, el ingeniero y excepcional escritor mexicano Roger Octavio Gómez Espinosa, libérrimo regreso por mis fueros de los cuatro artículos a la semana. En adelante, mi ‘Líneas de desnudo’ saldrá lunes, miércoles, viernes y domingo, sobre todo por mi voluntad de convertir mi espacio en este ‘Letras ideaYvoz’ en el lugar en que encontrarme y el repositorio definitivo no solo de toda mi obra breve de siempre y nueva sino también de mis artículos de crítica cultural –atados a la actualidad o no o publicados previamente en otros sitios o no y revisados de manera adecuada–, microensayos, algunos de mis poemas y cuentos, fragmentos de obra mayor, anotaciones de mis memorias, misceláneas de diverso tipo, fruslerías, ocurrencias, vagancias, extravagancias, confesiones, visiones, misiones, emociones, pensamientos, filosofías, voluntades...
 
   
 Edición por parte de Ediciones del Consejo Nacional de Cultura del discurso Palabras a los intelectuales, pronunciado por Fidel Castro el 30 de junio de 1961.
Fuente de la fotografía: La ventana, portal informativo de Casa de las Américas, 30 de junio de 2021.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 55. Un deseo para Cuba (1). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 55

Un deseo para Cuba (1)
Por Manuel Pérez-Petit

La revolución defiende la libertad

Fidel Castro, 1961
En un famoso discurso pronunciado en 1961, titulado Palabras a los intelectuales, como conclusión de unas reuniones con los intelectuales cubanos que tuvieron lugar en la Biblioteca Nacional de Cuba, en La Habana, Fidel Castro Ruz (1926-2016) reflexionó: “(...) El problema que aquí se ha estado discutiendo es el problema de la libertad de los escritores y de los artistas para expresarse.  El temor que aquí ha inquietado es si la Revolución va a ahogar esa libertad, es si la Revolución va a sofocar el espíritu creador de los escritores y de los artistas. (...) La cuestión se hace más sutil y se convierte verdaderamente en el punto esencial de la cuestión cuando se trata de la libertad de contenido. Es ahí el punto más sutil, porque es el que está expuesto a las más diversas interpretaciones. Es el punto más polémico de esta cuestión: si debe haber o no una absoluta libertad de contenido en la expresión artística. Nos parece que algunos compañeros defienden ese punto de vista. Quizás el temor a eso que llamaban prohibiciones, regulaciones, limitaciones, reglas, autoridades para decidir sobre la cuestión. Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser (...)”.
            Ahora que el personaje –Fidel Castro– ya no está con nosotros, he vuelto mis ojos hacia Cuba, que a día de hoy se rige por los mismos principios y teorías, llevadas siempre a la práctica en su sentido inverso, con una coherente política respecto a los creadores de cultura: la negación de la libertad. Y eso que una de las cabezas más significadas de la Revolución era un artista, Ernesto Che Guevara (1928-1967), cuyo vuelo creador literario terminará teniendo hueco a buen seguro –cuando la crítica la deslinde de su compromiso y acción políticos– en la historia de la literatura latinoamericana.
            En el ámbito literario, que es el que aunque sea un poco conozco, grandes figuras como José Lezama Lima (1910-1976), Virgilio Piñera (1912-1979), Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), Raúl Rivero (1945-2001), Heberto Padilla (1932-2000) o Reinaldo Arenas (1943-1990) fueron críticos con la Revolución cubana, unos más y otros menos, todos sin excepción sufrieron algún tipo de represalia, prisión o exilio, y de igual modo fueron objeto de escarnio por parte del régimen, tratados con apelativos como “gusanos”, “farsantes” o “erróneos” en alguno o en muchos momentos de sus trayectorias, y no solo por sus críticas sino también por cuestiones como su condición sexual o la lectura de unos poemas. Ni ellos ni muchos otros se libraron de estar sometidos a ese concepto de libertad tan pregonado por la Revolución y tan férreo a la vez en su lucha contra la libertad, lo cual es paradójico, pues en el sistema educativo cubano la lectura siempre tuvo un papel protagonista, al punto de que quizá los niños de varias generaciones cubanas sean los que más hayan leído de todos los países del mundo en la segunda mitad de la centuria pasada. 
            Lezama Lima fue ostrado por su novela Paradiso, una de las cumbres de la literatura en español del siglo XX, y sufrió la prohibición de la edición de sus obras o la omisión incluso de su nombre en los medios cuando se puso en marcha el llamado "Quinquenio gris" (1971-1976), un período en el que el intento de imponer el realismo socialista desde los organismos culturales oficiales provocó una ola de persecución y censura a escritores y artistas considerados "contrarrevolucionarios", como él, Heberto Padilla (cuyo encarcelamiento por la lectura de unos poemas provocó la ruptura del mundo intelectual internacional con la Revolución) o Virgilio Piñera y Reinaldo Arenas, éstos últimos por su condición sexual. 
            El caso de Reinaldo Arenas, poeta de largo aliento y narrador importante, fue especialmente llamativo, sobre todo a raíz de la publicación de su novela autobiográfica Antes que anochezca, que tuvo gran impacto internacional desde el primer momento, por cuanto pasa por ser el testimonio más desgarrado de la vivencia de un artista bajo el régimen cubano. Su afamadísima adaptación al cine, dirigida por el aclamado Julian Schnabel, pintor y director de cine estadounidense de origen judío, y protagonizada por el actor español Javier Bardem –su actuación le valió una nominación al premio Oscar al mejor actor–, no hizo más que refrendar el impacto mundial de la obra.
            El asunto de Raúl Rivero es diferente, y también muy conocido. Periodista de profesión, adepto como tal a la Revolución en primera instancia, no tardó mucho en desvincularse de ella, reclamando libertad de conciencia, por lo que fue encarcelado, pero la presión internacional consiguió su liberación y su posterior exilio en España. Como poeta se encuadró en una corriente coloquialista de gran auge en Cuba en los años setenta y ochenta del siglo pasado, por lo que también fue objeto de censura... Fíjense, en un país cuya cabeza pensante dijo: “que la Revolución defiende la libertad”...
            
            (Continuará...)
 Fidel Castro, en 1961, en su discurso Palabras a los intelectuales.
Fotografía: Archivo de Cubanet. https://www.cubanet.org/destacados/a-55-anos-de-las-palabras-a-los-intelectuales/

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 54. ¡Jag Jánuca Sameaj! Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 54

¡Jag Jánuca Sameaj!
Por Manuel Pérez-Petit

En este 2021 (p. año II de la Era de la p. pandemia), desde el pasado domingo 28 de noviembre y hasta el próximo lunes 6 de diciembre el pueblo judío celebra el Janucá, fiesta de las luces o luminarias, más necesaria que nunca, si cabe, en la desolación en que el mundo se ha convertido de no mucho tiempo a esta parte.
            Se trata de una fiesta movible, una celebración hebrea que inicia el 25 de kislev según el calendario judío, y se extiende por ocho días corridos, hasta el día 2 de tevet, y con la que se conmemora la derrota de los helenos y la recuperación de la independencia judía a manos de los macabeos y la purificación del templo de Jerusalén de los iconos paganos, de la que se recuerda de manera especial el milagro del candelabro, que se mantuvo prendido durante ocho días con una exigua cantidad de aceite. Eso ocurrió hace más de dos mil doscientos años. Acerca de esta historia, sus antecedentes, su desarrollo y su trascendencia, se puede consultar y leer una gran cantidad de textos y documentación de bastante fácil acceso, y la verdad es que merece la pena.
            En 2009 celebré por primera vez el Janucá. Aunque soy católico –y convencido– debo reconocer mi afecto y simpatía por el pueblo judío. La misma Iglesia Católica reconoce al judaísmo como "el hermano mayor" del cristianismo, pero de manera independiente de ello, observo en la intimidad y celebro con humildad, admiración y respeto desde entonces las principales celebraciones judías. He tenido y tengo grandes amigos que son judíos y hasta en mis proyectos editoriales he dedicado especial atención a ellos, al punto de que incluso presumo de ser editor de muchos de ellos, que me han concedido el honor de confiarme siempre brillantes obras literarias. 
            En aquella ocasión, hace ahora doce años, estuve prendiendo una vela diaria –más la central del candelabro, januquilla o menorá, que se prende siempre–, y escribiendo un pensamiento, que recogí en mi poema “Prendí ocho velas y ocho pensamientos durante ocho días para conmemorar la luz”, perteneciente a mi serie “Mi pensamiento”, escrita entre 2005 y 2010, que solo fue publicada de manera fragmentaria en mi libro “Creo en los milagros, antología personal 1985-2009 (primera edición, Cascada de palabras; segunda edición ampliada y revisada, Morvoz, Hyperversos y Trajín, 2011, México), y que releído y revisado, traigo aquí. 

Prendí ocho velas y ocho pensamientos durante ocho días para conmemorar la luz 

A Marcos-Ricardo Barnatán y a Armando Felipe Soltanovich Goldman, por diferentes razones y la misma.

            Primera vela: Vivir con fe
            Manuel Pérez-Petit cree que tantas cosas por las que merece vivir al final se convierten en lo mismo: en despedida, y cree que toda despedida es un encuentro, por lo que se mantiene a la espera, y encenderá… por primera vez en su vida, con todos los respetos y lleno de fe, las ocho velas que recuerdan el milagro.

            Segunda vela: Amar a la pareja
            Paciencia es lo que ahora tengo, pero también sufrimiento. Por lo que me ha pasado, por mi propia vida. Por mi impotencia, mis limitaciones..., por ser tan asequible a las sirenas. Me conozco mejor, pero ando sin rumbo y sin asiento. Ya no me lamento por los errores. Me asumo como nunca. No estoy derrotado, pese a que me cubre un manto de derrota. Ahora prendo luces. Y cada vela me recuerda que mi patria está en la mujer que amo.

            Tercera vela: Amar a los hijos
            No escribo para que me leas. Escribo porque no quiero no escribir. Y escribo, por ejemplo, para que podamos pasear tomados de la mano, asomarnos a este mar, y sentir el vértigo y el fuego de mirarte..., y también por eso enciendo cada día una vela, y la prendo en mí, porque yo mismo soy, de alguna forma, el candelabro que me recuerda que, en realidad, escribo para que me quieras. Y dado que el amor es la fertilidad, doy a mis hijos mi vida.

            Cuarta vela: Ser buena persona
            Busco la luz que sólo en el fuego que agrando cada día habita, como habita en los silencios que siendo impuestos hago míos y a los que derroto con esfuerzo. Busco la luz y hay treguas que estorban, pero nunca me estorbará la vela que es fuego, que es silencio, que está en mí, que vive en ti y que hoy, por cuarto día, al comenzar la noche, me abre de nuevo los ojos, pese a que aún ando ciego.

            Quinta vela: Amor a la familia
            La vida dirigida desde fuera de la vida sólo puede ser dirigida hacia la destrucción de la misma vida. Al que disiente se le tilda de exótico, se le aparta, condena y reprende. ¿Por qué no cejan en su empeño de dirigir las vidas y se rinden al hecho de que la vida nunca acaba? Hay pánico a la vida, a la luz, al amor, a la familia... Pero hoy, por quinto día, me reafirmo en la familia como base de mi vida y lo simbolizo en la vela que he de prender por todos los milagros.

            Sexta vela: Alegría
            Recuerdo lo de T. S. Eliot: "¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo, dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento, dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?", y me doy, una y otra vez, con el mismo muro, y aun sabiendo que tengo todas las batallas perdidas de antemano me considero ganador... Hoy prendo la vela para no perder mi ignorancia, mi inocencia, mi visión y mi vivencia de la alegría.

            Séptima vela: Amor a la vida
            No sé qué haré con mi vida, mientras tomo los limones que son cada uno de mis días, ni sé que haré con el fuego, con esta zarza ardiente que me mantiene en pie, incansable, sólido como mástil invencible, con el candelabro que soy y me recuerda el milagro, con mi manifiesta inutilidad y este desierto... Si acaso sé que seguiré entregándome a la tarea de aceptarme, seguiré mirando al mar, seguiré de pie, seguiré andando…, solidificando mi fe y mi amor innegociables.

            Octava vela
            Creo en los milagros, y en que los milagros son fruto de la fe, el amor, la voluntad... y de ser traslúcido...

            Hasta aquí el poema. Que la luz reservada para los justos pueda mantenerse en todas nuestras vidas y sea para que seamos sanos y aumenten en nosotros las bendiciones. En la era de la desolación cobra más sentido que nunca que la fiesta de la luz sea en nosotros mismos y con los nuestros, para todo el pueblo de Israel, que en realidad somos todos, y que nuestras lágrimas sean instrumento del encuentro con el amor. Y es nuestra tarea: Iluminar al mundo.
            
 Mi januquilla de 2017
Fotografía:  Al no tener januquilla, hice esto en 2017. ©M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 53. Universal Almudena. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 53

Universal Almudena
Por Manuel Pérez-Petit

Si alguna vez la vida te maltrata, acuérdate de mí, que no puede cansarse de esperar aquel que no se cansa de mirarte.

Luis García Montero, esposo de Almudena Grandes, en la dedicatoria de su libro «Almudena» (Valparaiso Ediciones, 2015)

No soy de los que corren hacia las celebridades para cruzar un ‘hola’ o pedirles esa ridiculez de una foto con ellas –soy enemigo de las fotografías y ni con mis amistades me las saco; cuando lo he hecho ha sido por causa de fuerza mayor, como demostrar que sigo en la brecha y no me arredro nunca por nada, o por compromiso–, y por eso nunca me saqué una foto con ella, pese a habérmela cruzado en varias ocasiones, tanto en Madrid como en México.
            Ahora que estamos de FIL, y la FIL da para tanto, recuerdo una bronca que tuve con algunos de los integrantes de mi equipo de promovendedores en la de 2013. Uno de los días de aquella feria firmaba libros nada menos que Vargas Llosa, lo cual resultaba excitante, y tuve que afrontar la deserción momentánea de más de la mitad de mi gente de Sediento Ediciones solo porque querían ir a hacer cola, que les firmara un libro el peruano-español y sacarse una foto con él. El que menos tardó hora y media en regresar al stand... La condición humana tiene esas cosas, y yo, que soy liberal y amante irredento de la libertad ajena, lo comprendí y acepté al minuto de enojarme. Es lo que tienen las figuras, y es normal. Al año siguiente, en que el país invitado era Argentina, María Kodama se dio un paseo por la Expo Guadalajara, y corrió la voz como la pólvora y cientos de gentes formaron la cola del cometa, tras su estela...
            Ayer, 27 de noviembre de 2021, estaba en la elaboración de mi artículo de hoy, y andaba en la duda de si convertirlo en uno más acerca de la vida misma o de hablar sobre escribir, que es cuestión pesada pero necesaria –y más a estas alturas–, o sobre la propia FIL, a la que dedicaré con seguridad en estos mismos días un artículo, cuando saltó por todas partes la noticia del fallecimiento de la escritora Almudena Grandes, a quien yo no conocí nunca personalmente pero cuya personalidad y obra conozco y reconozco. Leí en el Instagram de mi querida Lucía Etxebarría: “​​Aunque los gustos literarios son personales y cada cual tiene el suyo, probablemente Almudena Grandes era la mejor escritora española de mi generación”, y creo que dio en el clavo, pues siendo cierta la segunda parte de la publicación no lo es menos la primera. En efecto, los gustos literarios son diversos y complejos, como lo son las posturas ideológicas y las actitudes ante la vida. Y en este aspecto se podría diferir o confrontar respecto a Almudena Grandes, pero nadie podrá negar su compromiso vital, su sensibilidad y su conexión con la vida y con la literatura. Con la vida en el sentido de que nadie es desgajable ni de su propia historia ni de la historia en sí...
        Me viene ahora a la memoria una famosa conferencia de Ricardo Gullón (1908-1991) acerca de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), en la que defendía que Juan Ramón era universal pero no cosmopolita, pues si bien el cosmopolita es de todas partes y, por tanto, de ninguna, el universal ahonda tanto en lo suyo que llega al río en que fluye lo que de común entrañable y permanente tenemos todos. No tengo la cita a mano, ni la referencia concreta, pero lo que el famoso crítico literario venía a decir era esto, y esto mismo se le puede aplicar a Almudena Grandes, y no solo a su obra, sino también a su testimonio vital. 
            Yemina Pollini, de la Universidad Nacional de Mar de Plata, publicó en 2012 una entrevista a Almudena Grandes titulada “Escribir es atravesar un espejo” (CELEHIS-Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas. Año 11 - Nro 14 - Mar del Plata, ARGENTINA, 2002; pp 347-362), en la que, entre otros muchos temas, hablaba de la memoria: A mí la memoria me parece un tema central. Es un tema central en mis libros porque casi siempre son novelas de la memoria. Los personajes reconstruyen su propia memoria. La memoria me parece central también en el oficio de un novelista. Yo te diría que toda ficción es autobiográfica. Lo que ocurre es que lo autobiográfico no tiene siempre el mismo sentido. Cuando hablamos en el lenguaje coloquial, lo autobiográfico es la vida vivida objetivamente en el plano único de la realidad temporal. Lo autobiográfico para un escritor es todo. Escribir es mirar el mundo y, en ese sentido, es dar una visión personal del mundo con todos los ingredientes de su memoria, con todo lo que nos ha determinado para que seamos como somos. 
            Y yo personalmente creo que esto la definía y que por eso está justificada su condición de persona y escritora universal.  
 Almudena Grandes con Luis García Montero en la FIL 2012.
Fotografía:  Imagen publicada bajo licencia Creative Commons CC BY 4.0. Origen: https://diario.madrid.es/blog/notas-de-prensa/poesia-teatro-y-musica-centran-la-tercera-jornada-de-madrid-en-la-fil/

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 52. ¿Eres tú el que organiza la tertulia? (y 2). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 52

¿Eres tú el que organiza la tertulia? (y 2)
Por Manuel Pérez-Petit

Aquellos años ya son, en efecto, cosa de un pasado relativo que en realidad no es pasado, porque no es menos cierto que somos lo que somos en parte por lo que fuimos, como le comentaba a César González Cajete en la publicación que con tanta amabilidad hizo en su Facebook publicitando el primer artículo de esta sencilla serie de dos con que pretendo cumplir mi promesa realizada en mi segundo Líneas de desnudo, Mi primer poema, y, de paso, honor a quien honor merece, reconocer lo mucho que recibí y lo aún más que debo a aquellos años en la Universidad de Navarra cuyas enseñanzas tampoco –y soy proverbial en desaprovechar lo mucho bueno recibido– aprendí a aplicar en la vida, aunque me hicieron hombre en el más pleno sentido de la palabra. Y sí, en efecto, soy lo que soy gracias a ello...
            Decía que teníamos muy buenos maestros allí, y es cierto… En aquella Universidad de Navarra, de algún modo un microcosmos en apariencia casi al margen del mundo pero en realidad con las raíces bien ancladas en el mundo, dispuestos a transformar el mundo con amor, sí, con amor apasionado y amor a cada día y a nuestro entorno, y, con mayor o menor grado de consciencia, a hacer endecasílabos de la prosa de cada día y no solo como aplicación práctica intencionada en nuestras vidas y nuestro quehacer público de ese muy famoso consejo que tanto había repetido en vida el fundador de la universidad, San Josemaría Escrivá, sino como supremo acto de voluntad en nosotros mismos y más teniendo en cuenta el valor universal de la frase, máxima o proverbio o consigna que, por otra parte, ahora, vista con el paso de los años y en nuestra realidad presente, cobra un valor y una actualidad singulares. A eso nos dedicábamos, sí, a hacer endecasílabos con la prosa de cada día… Y por eso éramos genuinos y genuinamente inclusivos, afectuosos, comprometidos...
            ¿Buenos maestros? ¿Cómo no íbamos a tener buenos maestros? Empezando por don Luka Brajnovic, un auténtico maestro de ésos que transpiraban sabiduría mucho más que conocimiento o información –pues el sabio lo tiene todo pero ni es pedante ni arrogante ni acompleja sino que genera pasión, buscando, además, que la admiración sea para lo que enseña y no para él (importa más amar que el hecho de quien ama)–, con una naturalidad y una sencillez hipnóticas, y que una vez en el Faustino le dijo a mi madre que yo no debía dejar de escribir ni un solo día de mi vida, aunque fuera cinco minutos. Pero no solo era don Luka… Nuestra lista de gratitudes –porque de eso se trata– no cabría en el artículo, y a todos los nombrados se les podría buscar y todos son notables… Maestros del mundo académico –mucho más que solo conocimiento–, de la literatura –y desde luego de la lectura, sin la que la capacidad de amar es mucho más reducida–, de la vida. Venidos de fuera y cazados a lazo para que compartieran con nosotros un rato de su tiempo, llegados con interés previo de conocernos o vecinos nuestros o habitantes de esos edificios singulares del no menos singular valle del río Sadar en que, a las afueras de Pamplona, se ubicaba y ubica la universidad, ese mismo espacio en que, expandido a la ciudad, marcamos durante años el territorio de nuestra acción de poetas, incluso con y en quienes no escribían ni escribieron nunca verso alguno...
            En mi caso particular no podría dejar de destacar a don Norberto González Gaitano, cuya amistad supuso aprendizajes que iban siempre más allá de lo exigible en un maestro, a don Manuel Casado Velarde, hombre de extrema y delicada sabiduría, a don Esteban López-Escobar, a quien siempre –y no sé bien por qué aunque en el fondo lo sepa, me lo imaginaba paseando por campus emblemáticos como los de Stanford, Harvard o Cambridge, elegante hasta en el vestir a la par que transmitía que sabía de lo que hablaba, a don Eduardo Terrassa, con quien hablé de literatura más que con nunca nadie, o a don Ignacio Arellano, que abrió como nunca nadie antes o después el siglo de Oro para mis ojos, pero también al filólogo José Antonio Millán Alba, a quien quien siempre visitaba en Madrid y que me abrió la amistad del poeta Pedro Antonio Urbina (1936-2008), a Manuel Fontán del Junco, a Enrique Alarcón Moreno, que supo siempre más de santo Tomás que el propio Santo Tomás de Aquino, a Javier de Navascués o al gran Tomás Yerro (1950-2021), muchísimo más que escritor y crítico literario...  Y podría seguir y seguir, aunque aquí lo dejo...
            Años después de aquellos años, el catedrático de literatura Ángel Raimundo Fernández González (1925-2008) nos referenció en su Historia literaria de Navarra: el siglo XX: poesía y teatro. (Pamplona: Gobierno de Navarra (Institución Príncipe de Viana), 2003, ISBN: 84-235-2462-0), y hasta en dos ocasiones, para referenciar el nacimiento del Liceo (p. 805) y la publicación de Primera Claridad, y en concreto en este último caso a César, Ana Gurrea, Lydia Gutiérrez, Ricardo Inogés, Miguel Ángel Irigaray, Mari Cruz Zamarbide y a mí mismo (pp. 806-807), consagrando de este modo al reconocimiento formal lo que bien pudiera haber sido una experiencia de tipo personal como tantas abundan.
            Pues bien, en medio de todo ello, yo era el personaje –prefiero pensar que uno, pero por lo visto no–, y así cobra aún más pertinencia el título de esta modesta, agradecida y hermosa para mí serie de dos artículos, porque era la frase que más veces oí durante cuatro años, y no era por mí sino por lo que yo no solo representaba sino que también en realidad era: un instrumento para hacer posible que la vida, sin dejar de serlo, fuera poesía. Y por eso tiene sentido que mis novelas de la trilogía de la reconstrucción de la memoria, El año de las tormentas, que se centran de manera fundamental en esos años, comiencen con esa pregunta. Pero en realidad yo era lo que era por las personas con las que la providencia tanto en la tertulias como en la vida me permitió unirme: con todos ellos y con Javi Laforet, Luis Resola, Xavi Escribano, Inma Cánovas, Beatriz Rodríguez, Pilar Pérez o hasta, entre otros muchos, la propia protagonista de mi modesta propuesta narrativa, Antea... Merecen más la pena que yo y fueron el privilegio para mi vocación de ser, dar y servir.
	Y no solo lo fueron, porque si es cierto lo que es, que uno es lo que es también por lo que fue, lo son.
 Página de agradecimientos en la edición de Primera Claridad, antología poética del Liceo Navarro
Imagen destacada (superior): logotipo original del Liceo Navarro hecho en azulejo sevillano, ©Eva Leal.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 51. ¿Eres tú el que organiza la tertulia? (1). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 51

¿Eres tú el que organiza la tertulia? (1)
Por Manuel Pérez-Petit

Nos conocimos por la literatura, en aquellos tiempos puros en que nos importaba más ser que tener y dar más que recibir, mostrar nuestra autenticidad por encima de todo y ser nosotros mismos. Escribíamos y compartíamos nuestras inquietudes con tanta verdad como inocencia. Era más importante servir que ser servidos, darle rienda suelta a nuestro afán de creer, crecer y crear. Nos inducíamos unos a otros a pensar y a sentir con nuestros propios esbozos de escritos y discutíamos acerca de lo que nos parecía lo profundo y lo potente.
            Qué poco nos importaba que sucedieran muchas o pocas cosas en nuestros relatos, que estuvieran logrados los poemas, que los ensayos no se terminaran nunca. Cada cosa debía llegar en su momento, y no es menos cierto que teníamos muy buenos maestros. Qué era el tiempo sino estación de paso. Lo importante era sentir, buscar las referencias, reflexionar en común sobre aquello que estábamos convencidos de que nos merecía la pena. Pensar y asombrarnos, escribirlo lo “mejor” posible y compartirlo, contagiarnos, dejarnos la huella señalada para continuar nuestra senda.
            Éramos permeables y nos autoexigíamos. Vivíamos enamorados. Buscábamos consejos, los cotejábamos, ansiábamos encontrar modelos para superar las metas y superarnos, estadíos desde los que partir hacia nuevos horizontes en nuestros viajes respectivos. En nada nos parecíamos unos a otros. Cada uno con su estilo, sus obsesiones, sus debilidades, sus expectativas. Ninguno estábamos exentos de pecado, salvo el de buscar la claridad, y en ello encontrábamos el confort necesario y la fuerza para renunciar al conformismo. Éramos honestos. Asumíamos una responsabilidad impropia de nuestra edad. Y nadábamos en nuestras limitaciones. Si hasta lo dijo el profesor Jaume Farrés, en la presentación de “Primera claridad”, "99 páginas exquisitamente editadas..." –según el periódico 'Diario de Navarra'–, la antología poética del grupo, el que yo mismo promoví y ayudé a fundar y coordiné durante años, en el que estábamos todos e incluso algunos más, reunidos, y cuya realidad propició nuestro encuentro: Me hubiera gustado veros menos prudentes, que comprendiérais que no solo os expresais sino que estáis creando, y creando en el linaje arriesgado de Unamuno, que rechazó la musicalidad del verso… Por esas mismas fechas, un articulista del diario 'Navarra hoy', Lamberto Pérez, se hizo eco de esas palabras y publicaba en su columna: Hay en estos días en el aire ecos de zarabanda poética…, y es verdad que eso era, y que representó para nosotros un punto culminante de lo que éramos, apenas tres años después de haber nacido. 
            Recuerdo haber llegado a la Universidad y enseguida ponerme a pensar qué podía organizarse. Hablé con una compañera de clase, Alba Fité, que tenía un hermano en tercero, Toni, y llamamos a otros: por su parte, Fernando Martínez Vallvey, Vicente Pérez, Toni Gratacós, Idoia Jiménez, Rafael de Ribot y él mismo; por la mía, además de mí, Eva Leal, Julio Pinel y César González Cajete. Nos reunimos una mañana en el entonces cubículo de la secretaría de alumnos de la Facultad, justo a un costado del Faustino, y en una hoja de papel doblado escribimos a máquina nuestros comienzos. De todos ellos pueden saberse cosas y encontrar referencias, aunque entonces no éramos nadie. Esto tan simple lo levantó todo. Nos pusimos bajo los auspicios y el tutelaje de don Luka Brajnovic y comenzamos a reunirnos cada quince días… 
            Cuánto ha cambiado todo desde entonces... Hubo un recital poco después en el Aula Magna de la Universidad, que organizó el filósofo Ilia Galán y en el que leímos muchos... César, admirador irredento por entonces de Milan Kundera; Juan Gracia Armendáriz, un narrador extraordinario; Inma Cánovas, que luego se decantó por la escritura de cine; mi extraordinaria paisana Eva Leal; Fernando Martínez Vallvey, alumno aventajado del inolvidable gran maestro suyo y mío don Luka, que ha sentado cátedra después en la Universidad de Salamanca; Javi Laforet, un artista de fuerza descontrolada; el gran Ángel Alcalá, poeta y novelista de vuelos transatlánticos..., y ahí pusimos, aunque no fuera un evento organizado por nosotros, la primera piedra real del monumento que fuimos capaces de erigir en los siguientes años. De aquella lectura de poesía en la que el propio Ilia montó escándalo y que supuso que la rectoría prohibiera más eventos de alumnos en lo sucesivo en tan solemne espacio… 
           Y, en efecto, tiene sentido la pregunta que encabeza este artículo, porque la tertulia era eso: “la” tertulia, no una tertulia y tampoco una tertulia con apellidos; la que fundamos diez estudiantes de la Universidad de Navarra tal día como hoy, un 21 de noviembre, aunque de 1987, hace 34 años, con el nombre de “Liceo Navarro”. 
            El 4 de diciembre del año pasado, 2020, en mi artículo Mi primer poema, segunda entrega de mi ‘Líneas de desnudo’, hacía una referencia específica a la misma, y, no sé muy bien si como aviso a navegantes o simple propósito, afirmaba: Un día puede que escriba en este espacio acerca del Liceo Navarro, y ahora creo que ya ha llegado el momento.   
            “¿Eres tú el que organiza la tertulia?” Así comienzan las tres novelas de mi trilogía de la reconstrucción de la memoria, El año de las tormentas, cuyas cuatro partes se centran, por los misterios de la autoficción en aquellos años de plenitud y de primera claridad... 

(Continuará...)

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Nota del autor
Agradezco de corazón a Eva Leal su generosidad en cuanto a ayudarme a reconstruir la memoria de un tiempo que siendo viejo es más nuevo que ninguno.
 
   
 Artículo del periodista español Javier Errea en el Diario de Navarra con motivo de la presentación de Primera Claridad, antología poética del Liceo Navarro, publicado el 12 de diciembre de 1990.
Fotografía:  Cortesía de Eva Leal.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.