Líneas de desnudo. 112. La Luz y la oscuridad. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 112

La Luz y la oscuridad
Por Manuel Pérez-Petit

Pudiera ser que entendiéramos que ambas realidades por su aparente carácter antagónico son irreversibles e inevitables, pero yo estoy convencido de que no, que se puede prescindir sin duda alguna y con mayor facilidad de lo que parece de una de ellas, dado que además la ciencia niega su existencia y, desde luego, no debería existir, aunque justifiquemos su presencia en la miserabilidad y limitación de la condición humana y, de manera más demagógica y autocomplaciente, en el complejo ejercicio del libre albedrío, esa tragedia griega que tanto nos condiciona, y, en apariencia, sea la más divertida, excitante, seductora y confortable de las dos, pues, por si fuera poco, se puede residir en ella incluso sin saberlo o negándolo y es su función, según Shakespeare (1564-1616), devorar con sus garras el amor, aquello inoportuno, total y totalizante que nos trastorna, nos transforma y nos hace plenos en el sentido más pleno, que es la máxima expresión vivencial de la otra, a la que odia desde su perversión original, barroca, reaccionaria, retrógrada y vengativa, siendo indudable que tiene muy buena pinta y goza de muy buena fama, y aún más por ser camaleónica, bipolar, psicópata y sociópata, dicho esto último sin obviar su brillante y sin duda eficaz capacidad de establecer y llevar a cabo excelentes relaciones públicas, su paradigmática habilidad para extenderse triunfante sobre la faz del mundo. Hablo de la oscuridad –así, con minúsculas–, que a mí se me hace tan poco interesante, tan contradictoria y tan pobre como concepto que me quedo con aquello atribuido al propio Shakespeare y repetido hasta la saciedad aunque no asimilado por la mayoría de que “no hay oscuridad sino ignorancia”. 
            La oscuridad es némesis de la Luz –así, con mayúsculas–, que aunque a veces vaya y venga –o eso pueda parecernos– de manera misteriosa y hasta irritante, e incluso pueda causar una cierta desorientación, es constante, no existe como reacción a nada sino por sí misma, es de origen divino al contrario que la oscuridad y lo abraza todo desde antes del principio de los tiempos, teniendo en su naturaleza y vocación de permanencia el elemento más incómodo de cuantas cualidades le adornan, que está en todas partes, aunque muchos puedan negar que exista, bien por un convencimiento más o menos teórico bien por la propia experiencia de la vida, que no siempre es tan grata dado que entra en juego esa excusa tan recurrente y ya nombrada del libre albedrío. “La luz es el primer animal visible de lo invisible”, nos descubrió el cubano José Lezama Lima (1910-1976) en su poema “Las siete alegorías”, que yo leí hace tiempo en “La muerte de narciso” (1978), cuidada antología del poeta de La Habana llevada a cabo por el mexicano David Huerta (1949-2022), y esta afirmación connota una verdad profunda que abre el mundo a dimensiones inimaginables, porque, en realidad, de lo que hablo es del amor, que es la barrera coralina y natural, infranqueable pero vulnerable, con la que cuenta la Luz –pues no hay Luz sin amor– para defenderse de los furibundos y sordos, brutales, ataques de la oscuridad, y esto explica que cuando nos encontramos frente al amor nos lo cuestionemos en lugar de vivirlo, lo cual es una pena, pues no siendo menos cierto que vivir en la oscuridad no nos complica sino todo lo contrario persistir en la Luz se nos hace a veces cuanto menos un galimatías.
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Nota del autor
Volveré por estos fueros y seguiré abundando en estas reflexiones recurrentes en mí, como ya lo hice de uno u otro modo, a lo largo de estos años, en este ‘Lineas de desnudo’ que es ya más de ustedes que mío, como en mis ‘Deseo de fuego’, ‘Escribir de amor’, ‘Vivir es amar’, ‘Confesión de urgencia’, ‘Declaración de intenciones’, ‘Feels so good’, ‘Declaración de reconocimiento’, ‘Aspirar a la luz’, ‘Mi carta a los Reyes Magos’, ‘La deriva’, ‘Es como si mi tiempo se acabara’ o, en tiempos más recientes, ‘No hay extensión más grande que mi herida’ o ‘El libre albedrío’, solo por señalar unos pocos.  
   
Imagen que se usó para ilustrar la portada de ‘Primera Claridad. Antología literaria del Liceo Navarro’ (Pamplona, España, 1990), primer libro editado por M. P.-P., y que luego fue emblema de Sediento Ediciones en su etapa 2015-2017. Nota dos del autor: Este ojo podría estar cerrándose, pero siempre lo ví como un ojo que comienza a despertar…
Fuente de la imagen: Archivo personal de M. P.-P. Origen: Desconocido, fruto de una búsqueda del diseñador editorial del libro mencionado en el pie de foto, Gabriel M. Campanario.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 111. El pasmo. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 111

El pasmo
Por Manuel Pérez-Petit

No son los tres sudamericanos, aquellos que cantaban “¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?” Tienen en común ser andaluces –como yo– y, de manera más específica, de Cádiz y Sevilla, esto es, de Andalucía la baja, en la que el valle del río Guadalquivir casi se confunde con el océano y puede uno tocar Cuba con la palma de la mano y hasta vislumbrar en las tardes claras de buenos aires la embocadura del río de la Plata. Son tres personajes que se visten de luces. Tienen, como en cierto modo el Séneca, personaje del denostado poeta pero no por ello menos notable José María Pemán (1897-1981), gaditano como su “enemigo” el también poeta y grande que aún siendo de Cádiz era de El Puerto de Santa María Rafael Alberti (1902-1999), quien se carcajeaba de sí mismo por haber pasado de escribir el muy serio poemario “Sobre los angeles” (1929) a ser “el poeta del partido”, con sus “Coplas de Juan Panadero” (1949 y 1977), eso que en mi tierra llaman ‘pasmo’, palabra que el Diccionario de la Lengua española (DLE) define, en su primera acepción, como “Admiración y asombro extremados, que dejan como en suspenso la razón y el discurso”, y que en Sevilla y Cádiz, acaso sublimando aquello atribuido al poeta y ganadero Fernando Villalón (1881-1930) de que “el mundo se divide en dos grandes partes, Sevilla y Cadiz”, se lleva aún más allá, aplicando a la palabra una connotación hiperbólica –si hay un sinónimo de la palabra Andalucía, y más en referencia a la baja, es la palabra hipérbole–, mediante la cual ‘pasmo’ ya no es la admiración y el asombro extremado que causa nada sino aquello que lo causa y, por tanto, ya no se trata de algo de fuera sino de dentro, de la reacción en los demás sino del propio objeto que la causa. Así, Juan Belmonte (1892-1962), “El pasmo de Triana”, leyenda del toreo, que se ponía ante el toro como un don tancredo para que pasara lo que tuviera que pasar, pues no en vano, “más cornadas da el hambre” –que inspiró, por ejemplo, al mexicano Luis Spota (1925-1985) para una de sus novelas–, proverbio taurino que muchos le atribuyen a este fundador del toreo moderno junto a José Gómez Ortega (1895-1920), más conocido como Joselito o como “El Gallo“, quienes tomando la tradición nacida en los tiempos rondeños de Francisco Romero (1700-1763) y, sobre todo, su nieto Pedro Romero (1754-1839), que plasmó para siempre Francisco de Goya (1746-1828) en su “La tauromaquia” (1826), colección de estampas de grabado únicas de la historia del toreo, y de la edad de oro del matadero de Sevilla, en que Joaquín Rodríguez (1743-1800), que pasó a la historia por su sobrenombre, “Costillares”, por poseer una gran habilidad en abrir en canal las reses y despiezarlas, que era el oficio de su familia, perfeccionó el pase mágico y pasmoso llamado “verónica de frente”, deteniendo el tiempo del toreo hasta hace un siglo, que es el que hoy, con sus más y con sus menos, conocemos, y aún más de cerca, con estos tres personajes, ejecutantes como ninguno de la verónica, de los que iba a hablar hoy y sobre a los que al final apenas apenas paso por encima: Curro Romero, Morante de la Puebla y Joaquín Sánchez. Dos sevillanos, uno de Camas y el otro de La Puebla del Río, y un gaditano, de El Puerto de Santa María, que tienen en común el río Guadalquivir y el pasmo del que hablo. A Curro, hoy un semidios venerado, se le iba a ver aunque fuera solo por hacer el paseíllo –yo le vi dar con la muleta cinco series de naturales, pase que se da con la izquierda, siendo los que se dan con la derecha derechazos, un miércoles de feria de abril de la prehistoria, de aquellos que te quitan las ganas de regresar a la plaza porque no es posible ver cosa igual ya más–, Morante, que, como éste, es capaz de hacer que el tiempo se detenga en hace un siglo y de detenerse como estatua en el intento, de dejarse ir y levantarse como descendiente de Hércules, fundador de Sevilla y Cádiz, y Joaquín, la leyenda del Real Betis Balompié, que casi no ha tenido lesiones en toda su carrera, y va y se rompe justo a punto de batir todos los registros históricos del fútbol. Eso tiene el pasmo, que es como entregar la cuchara sin entregarla, la sublimación de lo posible y lo imposible, el orgasmo sin sexo. Y quizá hable de esto mismo en un nuevo artículo no muy lejano, pues hoy el mundo puede que lo requiera, sobre todo por el “¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?”, de eso que en mi tierra se llama el pasmo. 
El torero Juan Belmonte en la portada de la revista Time del 5 de enero de 1925.
Fotografía: De dominio púbico. Tomada de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:TimeCover19250105.jpg

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 110. La muerte del cacique. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 110

La muerte del cacique
Por Manuel Pérez-Petit

A vueltas con la tan celebrada entrevista que a la maestra Maricruz Patiño realicé para Temas y +temas del pasado viernes día 7, decía la poeta que a Carlos Fuentes cuando escribió “La muerte de Artemio Cruz” le pudo haber pasado como a Octavio Paz con “El laberinto de la soledad”. “Carlos Fuentes era un tipo fino –comentaba Patiño–, de clase social más o menos acomodada, y de pronto escribe ‘Artemio Cruz’... ¿De dónde le salió el cacique? Pues del cacique que todos los mexicanos llevamos inoculado en nuestro inconsciente colectivo”.
            El Diccionario de la Lengua Española (DLE) cuenta con cuatro definiciones para la voz ‘cacique’. La primera de ellas (“Gobernante o jefe de una comunidad o pueblo de indios”) no viene al caso respecto de este artículo, como tampoco la cuarta (“Mujer del cacique”), pero sí la segunda (“Persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo”) y la tercera (“Persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos”). Anótese que en estas dos últimas se usa un adjetivo (“abusivo” en la primera y “excesiva” en la segunda). ¿Puede deducirse, pues, que si todo mexicano lleva en la sangre un cacique todo mexicano es excesivo y abusivo? No lo creo, pero sí estoy convencido de que todo mexicano que sea cacique lo es.
            Ninguna feria del libro del mundo, por ejemplo, aun teniendo una cabeza es personalista. Eso solo pasa en México. Los méritos de Raúl Padilla López (1954-2023), que falleció por voluntad propia hace unos días, son indudables. Sin él, por ejemplo, la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, que sigue siendo el evento de promoción del libro y la lectura más importante del idioma español en el mundo, no sería lo mismo, como tampoco lo sería la Universidad de Guadalajara, Jalisco, México, y debo reconocer sentirme impactado con la de ríos de tinta que ha supuesto la desaparición del cacique –perdón, prócer– jalisciense. Es imposible hoy no encontrar en dónde leer acerca de Padilla, por lo que me lo ahorro, y debo reconocer que el personaje lega, a partes iguales, luz y oscuridad, incluso en su afán de demostrar quién lleva las pistolas, cosa de la que hizo gala hasta el mismo momento de su muerte, dejando incluso una nota, como los poetas malditos, de despedida que sigue siendo un misterio. Fue el paradigma del afán de protagonismo que todo cacique que se precie debe llevar a gala. Pasa en un buen montón de ferias de libro mexicanas, que llevan por bandera el nombre de alguien sin el que el acontecimiento no parece ser posible. Personas concretas que por lo general se aferran al sillón como si el mundo dependiera de ellos. Me ahorro también nombrar casos, para evitar los efectos de mi providencial capacidad de hacer amigos, pero desde cualquier punto de vista es inconcebible que al frente de un acontecimiento público de gran magnitud pueda estar la misma persona durante diez, quince, veinte o más años, cosa que ocurre solo en México, donde el caciquismo es una forma de vida, pues en el resto de países que uno conoce los eventos de esta naturaleza son dirigidos por consorcios, agrupaciones o comités integradores de los agentes del sector. Y no digamos las universidades, que no tienen un dueño fijo con nombre y apellidos, como también ocurre aquí. 
            Ante la muerte del cacique tenemos en México la oportunidad de oro de evolucionar a otro tipo de organizaciones de los grandes eventos, al menos en lo que se refiere al libro y la lectura, al punto de que estoy convencido de que con el deceso de Raúl Padilla, que descanse en paz y descansemos, con todas las incógnitas e incertidumbres que genera, se acaba la era del cacique cultural lleno de testosterona y puede comenzar la modernidad en la gestión cultural mexicana, que ya es hora.
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Nota del autor
He sido crítico con la gestión de de la FIL en los últimos años, como puede comprobarse en mis "Por qué hoy prefiero el “¡Oh, Juan Miguel!” a la FIL" y "¿Adónde vas, FIL?", publicados el 12 y el 13 de diciembre de 2021, y en "El misterio del documento de la FIL", del 11 de marzo de 2022, que están en comunicación directa con este de hoy, y a través de los cuales pretendo aportar mi granito para una nueva era cultural sin caciques, pese a lo bueno, que es mucho, y a lo malo, que no es menos, que conllevan, en México.  
   
Cartel de la FIL 2023, la primera de la era post Padilla.
Fuente de la fotografía: https://www.fil.com.mx/media/carteles.asp

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 109. Recuperar a Octavio Paz. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 109

Recuperar a Octavio Paz
Por Manuel Pérez-Petit

Este viernes 7 de abril me tocó hacerme cargo de Temas y +temas, que, como saben, es el programa de radio y tv en que, bajo la dirección de mi muy querido Miguel Bárcena, corajudo y preclaro periodista de raza, colaboro desde hace tiempo. Hacer periodismo es algo en lo que me va la vida y es casi lo único por lo que lo cambiaría todo…

A Maricruz Patiño

La Semana Santa es un montón de días sin magia y sin sorpresas –y en eso se diferencia de la Navidad– en que no hay nada que hacer o en que se hace cada año una y otra vez las mismas cosas. Como decía en mi anterior artículo, Todos los santos tienen octava, por lo general y salvo honrosas excepciones, en Semana Santa nunca pasada nada... Pero este año se ha llevado la palma y ha sido de órdago. Recuperen la costumbre de leer la prensa, y así me evito tener que enumerarles la de cosas que han pasado. Algunas de ellas terribles, sí, pero grandiosas, y es que cuando la actualidad se pone gritona desconoce la existencia de las minúsculas.
            De manera particular en mi caso ha sido anodina hasta antes de ayer, jueves, en que estuve conversando con una de las pocas personas que pueden presumir de haber sido y ser discípulas nada menos que de Octavio Paz (1914-1998), la que en mi opinión es la más importante poeta viva de México en la actualidad, Maricruz Patiño (1950), y aprovechamos para grabar lo que podríamos denominar entrevista pero que en realidad fue una clase magistral por su parte. De toda nuestra larga conversación salieron, y ya no pude editar ni recortar más, dieciocho minutos memorables, que fueron emitidos ayer en Temas y +temas, ocupando toda la segunda mitad de la emisión. Mis lectores saben que nunca los remito a que vean mis otros “trabajos”, pero hoy les recomiendo que lo hagan. Abajo les dejo algunos enlaces en que pueden disfrutar del conversatorio y de la propia Maricruz Patiño. No hay ahí un minuto que no merezca la pena ser escuchado. 
            25 años después de su fallecimiento, a Octavio Paz le han dedicado una casa museo, cosa que le dedican a cualquiera pero que hasta ahora nadie había dedicado al más importante poeta mexicano de todos los tiempos. “No sabes lo feliz que estoy –decía Maricruz, casi al final de la entrevista–, y, además, por desempolvar y deshacer esa historia negra que le han hecho a Paz. Trataron de apropiarse de él los de Letras Libres, pero yo creo que es un bien intangible nacional, por lo que no se lo pueden agenciar grupúsculos de intelectuales orgánicos para hacerlo pasar a la historia como un reaccionario de mierda”. 
            Pero lo cierto es que Octavio Paz es hoy un perfecto desconocido, ¿qué podemos hacer para recuperarlo? Maricruz lo tiene claro: “Para empezar, el Fondo de Cultura Económica debería publicar “Piedra de sol” en una edición barata y de bolsillo, y casi regalarla a todo el país. Creo que la manera de difundir a los poetas es haciendo que su obra se lea. Hay que hacer ediciones muy baratas de su obra, al menos de la más asequible, para empezarlo a dar a conocer, para que la gente al menos sepa su nombre...”
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Nota del autor
No hay felicidad que dure nada. Ayer, tras la emisión del programa, me sentía feliz, pero esta mañana recibí el mazazo terrible de la noticia del fallecimiento de Lourdes, hermana de mi muy querida Rosa Pereda, amiga que fue de Paz, por cierto, a quien he mandado un abrazo transoceánico lleno del cariño de media vida. Tanto ella como Lulú, que ahora está en el Cielo, saben bien lo que siento, y lo que las quiero. Descanse en paz.
 
   
 El 5 de marzo de 2012, en la XXXIII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en el evento de presentación de Sediento Ediciones, en el marco del Pabellón Estado de México. Justo detrás de M. P.-P., con camisa morada, Maricruz Patiño. A su derecha, Guillermo Fajardo, Lorena Aguilar y Elia Vargas Sastré, y a su izquierda, Maria Merced Nájera Migoni y Jorge Gutiérrez, por aquel entonces Jorge Leroux. Agachados, a la derecha de M., Javier Trejo, y al extremo de su izquierda Alberto Zuckermann. Con apenas siete meses de vida, qué catálogo tenía ya por entonces Sediento Ediciones…
Fuente de la fotografía: Archivo de Sediento Ediciones, propiedad de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, escritor, editor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 108. Todos los santos tienen octava. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 108

Todos los santos tienen octava
Por Manuel Pérez-Petit

Por estar de vacaciones o por relajarnos en fechas en que se reduce la actividad general o sabe Dios por qué, nos pilla a casi todos fuera de juego, y esa es la clave por la que la Semana Santa es tiempo propicio para generar noticias importantes. Los motivos son un misterio, pues en apariencia no tiene mucho sentido, salvo si la intención es copar portadas de la prensa, pero no creo que los sesudos comunicólogos y publicistas de turno se hagan planteamientos tan simples. Estos días son, por decirlo de algún modo, por su condición original, de baja intensidad informativa, y así viene siendo desde siempre, y desde siempre hay ‘bombazos’ en esta semana que por su naturaleza es, cuanto menos, de reflexión y, sobre todo, de descanso. Esta ya tradicional efervescencia noticiosa semanasantera la entiendo, en cierto modo, como fruto de la paulatina e inexorable desacralización de nuestras vidas, máxime cuando los asuntos religiosos se vienen transformando de facto en materia cultural y no espiritual desde hace años, incluso generaciones. Como ejemplo, me ha venido a la memoria la legalización del Partido Comunista de España, que tuvo lugar el 9 de abril de 1977, sábado santo nada menos, en un país hipercatólico e hiperconvulso por aquellos tiempos pero en el que los dirigentes tenían claro su proyecto de levantar una verdadera democracia.
            En efecto, siempre hay ‘bombas’ informativas en estas fechas, por lo que uno ya ni puede relajarse. Solo en México han tenido lugar dos acontecimientos que, incluso, van más allá de lo cultural y no necesitarían de fechas vacías de información para tener lugar en las aperturas de los medios:
            El 31 de marzo, viernes de Dolores, cuando millones de personas están por irse a desconectar del mundo pero, eso sí, coincidiendo con el 108 aniversario del natalicio del poeta, fue inaugurada la Casa Museo Marie José y Octavio Paz, dando por fin salida a uno de los asuntos en mi opinión más vergonzosos e incomprensibles de la historia reciente de México, el del escritor mexicano más importante del siglo XX, querido por muchos y denostado por no menos pero de cuya entidad literaria y cultural al país nadie debió haber dudado nunca. Y quizá nadie dudó nunca, pero hace más de dos decenios que murió el poeta y no existía lugar al que ir a visitarlo. Al frente de tan magna institución han puesto a una personalidad de aparente bajo perfil pero impecable trayectoria como la poeta, gestora y editora Leticia Luna, a quien deseo la mejor de las venturas en esta responsabilidad. Hay mucho que hacer, desde luego, y no me refiero de manera específica a recuperar el tiempo perdido. 
            El 2 de abril, domingo de Ramos, Raúl Padilla López, el gran jefe de la Universidad de Guadalajara, México, y hacedor y factótum de la Feria Internacional del Libro (FIL), decidió por voluntad propia entregar la cuchara en su domicilio jaliscience, en un último acto de soberbia o quién sabe si de poco probable rendición, con una misteriosa nota de despedida que hace, por lo visto, temblar de pánico a más de uno, cuyo contenido desconocemos pero que algún día, tal vez cercano, dejará de ser un misterio.
            No me detengo en otros acontecimientos noticiosos de estos mismos días, como en la carta del presidente López Obrador a su homólogo chino, Xi Jinping, para frenar los envíos de la droga de moda, el fentanilo, hacia México, “por razones humanitarias” y “por los groseros amagos” de legisladores estadounidenses “para invadir México”, o en la compra por parte del gobierno mexicano de 13 plantas generadoras de energía a la hasta no hace poco multinacional “enemiga” española Iberdrola por cerca de seis mil millones de dólares, que el propio presidente define como “nacionalización”, que tuvieron lugar ayer, día 4 de abril, martes santo.
            Me quedo, pues, con el monumental acto de justicia que supone que por fin se haya abierto una Casa Museo de Paz y con el fallecimiento prematuro de Raúl Padilla, y dado que todos los santos tienen octava, lean esto como una especie de sumario de mis próximos dos artículos... Y es que es lo que pasa: se ausenta uno por unos días y zas, le llueven las noticias. Hoy ya no hay derecho a los descansos...
   
En un acto de justicia superlativo, por fin existe una Casa Museo de Octavio Paz (1914-1998).
Autor de la fotografía: Rafael Doniz. Fuente: Fototeca de Zona Paz. Tomada de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Octavio_Paz_-_Entre_Libros.jpg. Licencia: Creative Commons Atribución-Compartir Igual 4.0 Internacional. 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 107. Declaración de lluvia. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 107

Declaración de lluvia
Por Manuel Pérez-Petit

En la tarde de ayer domingo iba y venía la lluvia como cartero despistado que debe volver a recorrer la misma calle para entregar la carta que se le escurrió en el carrito al lugar que no debía. Aparecía y desaparecía y volvía a aparecer durante parte de la tarde, y en algún mornento soltó su buena dosis de granizo, que para ella es como tocar la puerta, paso previo a ser recibida; el aldabón a través del que se anuncia, más efectivo incluso que los relámpagos que la han acompañado, y debo confesar que el granizo, incluso el de la vida, me golpea más fuerte que el trueno.
            Como ahora vivo en una zona alta de esta milagrosa y fatalista ciudad del valle, la calle se cubrió de salvajes escorrentías que bien conozco de acá y, en realidad, de todos los sitios que he pisado a lo largo de mi azarosa vida porque soy Sísifo, y subo por mi voluntad, al límite de mis fuerzas, y bajo arrastrado, con toda la gracilidad que para subir no tengo pero contra mi deseo, y no consigo nunca liberarme de mi condena, acerca de la cual comienzo a sospechar con fundamento que no tiene cura, y aun así, terco como soy, no pierdo la esperanza.
            Las coladeras, que es como aquí se llama a las alcantarillas, se suelen convertir, y ayer pasó, en surtidores que adornan como jardín la calle, pues el agua no puede pasar a la red de saneamiento –que debe haberla, supongo– a causa de la basura acumulada, o quizá sean géiseres y me engañan estos ojos míos que cada día ven menos y peor, pero no me consuela aquello de que tener poca vista pudiera ser una bendición para lo que hay que ver, pues me rebelo ante ello y veo mucho más que lo que miro, incluso demasiadas veces a mi pesar. 
            Ubicado al fondo de un patio de vecindad de tan solo tres vecinos, mi departamento de planta baja tiene dos puertas pintadas de blanco, una de metal y otra de madera. Suelo entrar por esta segunda que es la que tiene chapa –en otros sitios, cerradura–. Salí ayer tarde antes de que lloviera, a comprar algo de pan y un poco de jamón para la cena, y como el tequila ya lo tengo en casa me ahorré comprar el trago. Cuando regresé, he descubierto que el piso –léase suelo–  del dormitorio estaba cubierto por una fina capa de agua. No cabe duda de que la lluvia me quiere como amigo.
            Yo también quiero a la lluvia como amiga, debo reconocerlo, como también que hay amistades que matan –es un decir– y que algunos excesos de confianza resultan eso, excesivos –lo digo de este modo para no complicarme–. En realidad, me encanta la lluvia, y hasta me casaría con ella, al fin y al cabo me da paz tanto cuando la veo como cuando la siento, y ya va siendo hora. La lluvia es, a mi entender, como el verbo, el primer paso decidido hacia la vida. Hoy la lluvia es, al menos en nuestras urbes, sucia, pero en su naturaleza es prístina y me empapa hasta los huesos.
            Puede que anoche durmiera en una barca, e incluso lo hubiera agradecido: esa posible realidad no deja ser una metáfora de mi existir y transcurrir por la vida; esta sucesión incontenible de naufragios y lágrimas –agua salada, por cierto–, las buenas y las malas, con que me confundo a cada paso y más que nunca cuando llueve y me abro como todas las rosas recién llegada la primavera, como por ensalmo, de tal modo que siempre recuerdo al poeta estadounidense e. e. cummings (1894-1962), gracias a cuya lectura con quince años aprendí a amar la lluvia, y me siento en su verso “Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas” para reafirmar mi vocación a la vida.
   
Firma autógrafa de e. e. cummings, de fecha desconocida.
Fuente de la fotografía: Heritage Auctions. Tomada de: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:EE_Cummings_signature.svg

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 106. Pesimismo. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 106

Pesimismo
Por Manuel Pérez-Petit

Me dice una persona muy querida que mis artículos son pesimistas y trágicos, que habrá que ver la vida por otras caras…, y esto me ha dado para pensar en la combustión en que vivo lleno de asombro.

M. P.-P.
El asombro es gratuito. Aparece por sorpresa y nadie puede controlarse ante él. Es como la verdad: provoca risa. Las inevitables risas del asombro y de la verdad se parecen mucho, y vengan de donde vengan amplían el mundo.
            Podemos luego creer en el azar o la fortuna o en la providencia, que son conceptos antagónicos, en el determinismo social o en definir el mundo como voluntad y representación, fuente inevitable de terribles sufrimientos, siguiendo a Arthur Schopenhauer (1788-1860) en su pesimismo radical. De leerme, este filósofo alemán no diría que mis artículos son pesimistas sino todo lo contrario, ya que su ateísmo convencido le impediría concordar con mi declarada fe, que dota a lo que escribo de esperanza, concepto imposible de asimilar para él.
            En cierto modo, todo depende del punto de vista, y más en este maremágnum a veces histérico a veces neurótico en que hemos permitido que el mundo se convierta. Alejado de los focos mundanos, Schopenhauer tuvo tiempo de contemplar y reflexionar acerca de lo observado, actividades con las que el común de los mortales actuales no solo ni sueña sino que ni se plantea. Hay, eso sí, una minoría de personas, y yo conozco a varias, que se salen de lo común, y contemplan, y reflexionan con sentido, y son capaces de asombrarse ante el mundo y las cosas que pasan. Y en ellos radica la esperanza de nuestra ajada y depauperada sociedad Occidental de no convertirse en el peor de los mundos. 
            Sin embargo, todo invita a irse, a exiliarse de la realidad. ¿Merece de verdad la pena implicarse? Pese a que todo indica lo contrario, yo creo que sí, pues soy, como Schopenhauer, un idealista, un inadaptado crónico especialista en sonoros y aplastantes fracasos. Yo tendría motivos reales para ser pesimista y trágico, en efecto, pero mi voluntad me impide sucumbir ante esa “dorada” tentación, y más aún teniendo asuntos pendientes y tantas cosas buenas por hacer, y más habiendo cada día más retos que afrontar y que cada vez somos menos los que tenemos la voluntad de darle la vuelta a la tortilla de una realidad que cuanto menos escuece, dado que siendo realistas, interesándose y observando el mundo, comprometiéndose hasta las entrañas, incluso con capacidad de asombro, que es la fuente de la belleza, aquello sin lo que no podríamos vivir aunque no lo sepamos, todo emprendimiento lleno de luz tiene como enemigo implacable esa oscuridad llena de oropeles con que las sirenas de la velocidad y el hastío nos pretenden fagocitar con sus redes abducientes y esclavizantes.
            ¿Donde están la rebeldía, el libre pensamiento, el espíritu crítico o el afán por vivir, aunque sea por quitarle la razón a Schopenhauer, y que son las verdaderas armas contra la desaparición del asombro, la relativización de la verdad y la implantación de la nueva esclavitud, que son casi inevitables? Podríamos decir, para estar más cómodos, “¡Vivan las cadenas!”, como decían algunos españoles de hace dos siglos para rendir pleitesía al nefasto Fernando VII, y nos quitaríamos en apariencia de “problemas”, sin darnos cuenta de que entraríamos de cabeza en la “resolución final”, el de la sociedad de los muertos que andan por la calle, objetivo de la pesimista y trágica distopía que ahora estamos viviendo, pues por desgracia no se puede ver la vida hoy por otras muchas caras.
   
Fotografía de retrato de Arthur Schopenhauer, por Johann Schäfer. Marzo de 1859.
Fuente de la fotografía: Biblioteca de la Universidad de Frankfurt am Main. Tomada de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Arthur_Schopenhauer_by_J_Sch%C3%A4fer,_1859b.jpg

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 105. El libre albedrío. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 105

El libre albedrío
Por Manuel Pérez-Petit
Puede ser que sea que me parezca al padre de alguien o a su hermano o a su ex-marido o a algunos de sus ex-novios o al fontanero del que se prendió una mañana en que los rayos del sol llegaban al fondo de la cocina, no lo niego, como tampoco que a veces por estornudar o por levantar un dedo en una conversación alguien se haya sentido agredido o incluso amenazado por mí. Al fin, en todas partes soy y siempre seré un extranjero, como Rosaura, quien con hábito de hombre llega a Polonia, se pierde en el camino, encuentra en un risco una torre y cuando se acerca a ella escucha una voz: “¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!”, y se llena de tristeza. Allí está encerrado Segismundo, príncipe inconsciente de Polonia, quien, como yo cuando le recuerdo a alguien a su padre o a su hermano o a su ex-marido o a algunos de sus ex-novios o al fontanero del que se prendió una mañana en que los rayos del sol llegaban al fondo de la cocina, generado ríos aéreos de partículas de polvo y brillos en las llaves del agua que parecían estrellas, no entiende nada, ni la cadena que le sujeta ni las pieles que le cubren ni la razón de su existir, pues toda su vida ha permanecido en esa cueva.
            Puede ser que sea que recuerde, como también me ha pasado, al violador que abusó de alguien en su niñez, aunque fuera por la sola razón de llevar bigote, como en algunas temporadas ha sido, al que rentaba las bicicletas de no sé qué parque o solo por ser extranjero ser considerado un peligro. Y aún a sabiendas de mi condición apátrida no dejo de ser yo, puesto que si llegara el dia en que me desataran de la cadena y me vistieran con ropas adecuadas a mi rango, y ser el rey por un día, podría estallar de ira en el desconcierto de una realidad desconocida y volverme loco, como el rey Basilio interpretó, basado en la profecía que auguraba que Segismundo, su hijo secreto, sería cruel y terrible, para justificar dormirlo de nuevo y regresarlo a su torre, haciéndole creer que nunca salió de allí, y cuando allí se vió Segismundo dijo aquello de:

            Yo sueño que estoy aquí
            destas prisiones cargado,
            y soñé que en otro estado
            más lisonjero me vi.
            ¿Qué es la vida? Un frenesí.
            ¿Qué es la vida? Una ilusión,
            una sombra, una ficción,
            y el mayor bien es pequeño:
            que toda la vida es sueño,
            y los sueños, sueños son.
 
            Así, los fantasmas subjetivos de los demás se manifiestan contra uno –puedo ser yo o puede ser cualquiera–, y la culpa es de uno, no del que inventa parecidos que en nada son reales, pues es uno el que se expone a ello. Así, cuando los soldados, en la contienda civil que se establece al ser de conocimiento general que es el auténtico príncipe heredero, van a liberar a Segismundo, que está decidido a hacer el bien, y es restituido a su honor, éste decide castigarlos por haber traicionado a su padre, el rey, y pone orden en el viejo y oscuro reino de Polonia, negando cualquier posibilidad de venganza. 
            Y es que, como bien dice Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) en su “La vida es sueño”, obra cumbre de la literatura universal, el libre albedrío es más fuerte que el destino. Dicho de otro modo, todos tenemos fantasmas subjetivos, y todos ellos son dignos de comprensión, pero depende de uno no darles rienda suelta, pues ni yo ni nadie somos el padre, el hermano, el ex-marido, ninguno de los ex-novios o el fontanero del que se prendió una mañana en que los rayos del sol llegaban al fondo de la cocina, así como tampoco el señor con bigote que abusó de nadie hace muchos tacos de almanaque, el que rentaba las bicicletas de no sé qué parque o un extranjero que, por serlo, merezca la vitola de ser un peligro, y menos sabiendo que quien es extranjero en todas partes no lo es en ninguna. 
            Lo que se ha perdido en nuestra sociedad Occidental es el libre albedrío, aquello que permite ser un buen rey a Segismundo y que nos impide ser justos –aún siéndolo en realidad–, dejándonos arrastrar por nuestros fantasmas subjetivos y proyectándolos en los otros arrastrados por nuestro propio descontrol.
Reproducción digital a partir de Primera parte de comedias de Pedro Calderon de la Barca …, En Madrid : por la viuda de Iuan Sanchez, a costa de Gabriel de Leon …, 1640, h. 1-26 Localización: Biblioteca Nacional (España). Sig. R/12588
Origen de la imagen: https://www.cervantesvirtual.com/obra/la-vida-es-sueno--8/ 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 104. El daño gratuito. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 104

El daño gratuito
Por Manuel Pérez-Petit

A Lourdes Uranga, que es de los ateos que irán al Cielo.

Para un foráneo no es posible pasear sin más por Tepito. Adentrarse por esas calles es una experiencia de alto riesgo. Tepito es una república independiente. A los que no conozcan este país de los milagros ni esta utopía desmesurada que es la Ciudad de México les puedo decir que para adentrarse por las calles tepiteñas hay que atarse los machos a la vieja usanza, pues el barrio es bravo hasta dar miedo. Allá, donde la Ley es relativa, y se impone la costumbre y la casta, los varones llevan pistola y mano larga para golpear a sus mujeres por la mera razón de que por ser machos llevan el mando. Y en ese territorio indómito nació, hace 83 años, Lourdes Uranga López.
            Ella cuenta que por parecer varios años menor a su edad se libró durante un tiempo del acoso machista, pero que llegó el día en que un hombre abusó de ella, a raíz de lo cual mereció una paliza que le proporcionó su hermano y la obligación de casarse con su agresor. No deja de ser curioso que luego, unos años después, ambos hermanos coincidieran como buenos y leales camaradas en las filas del Frente Urbano Zapatista (FUZ), una de las guerrillas que, con el ideal del socialismo y el combate a la desigualdad, se enfrentó a un estado mexicano que era arbitrario y apuntaba a un neoliberalismo extremo, casi sometido al imperialismo estadounidense.  
            Como guerrillera, entre otras acciones, Lourdes participó en el primer secuestro de un alto funcionario del gobierno federal: el del director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares Julio Hirschfeld Almada, que tuvo lugar en los últimos días de septiembre de 1971, y cuyo rescate fue empleado en parte en ayudar a madres de familia en situación de necesidad. En enero de 1972 el FUZ fue desmantelado por la agencia de inteligencia mexicana, que sometió a Lourdes y a sus compañeros a varios días de detención clandestina, con torturas y vejaciones, hasta su puesta a disposición del juez, que los condenó a prisión. En 1974, a sus integrantes se les ofreció el exilio. Y Lourdes marchó primero a Cuba y luego a Italia, exiliada de un país, su patria, en el que, de manera paradójica, se celebraban elecciones “democráticas”. En 1979 el gobierno mexicano decretó una amnistía que le permitió regresar, haciendo carrera con posterioridad en el ámbito académico, como maestra de antropología de treinta generaciones de alumnos de la Universidad Autónoma de Chapingo. Hoy Lourdes es una mujer femenina y feminista, fuerte, noble, más comprometida que nunca con la justicia social, inteligente, comprensiva, generosa, sensible y capaz de hacer posible lo que parece imposible: poner de manera efectiva una piedra radical en la edificación de un mundo mejor. Por eso creo de verdad que es de los ateos que irán al Cielo. 
            El pasado miércoles día 8 Lourdes me invitó a participar en la marcha feminista de la Ciudad de México y no puedo negar que fui con miedo, yo, que he sido incluso acusado de manera arbitraria, injusta e indemostrable de algún episodio de violencia contra la mujer por la sola razón de que alguien, con un trastorno mental evidente y descompensado, y que me ha despojado de casi todo, levantó su mano para utilizar a personas que eran amistades mías y a quienes conoció por mí, faltando de paso el respeto a las mujeres que de verdad sufren. 
            Lourdes es un ejemplo admirable y una inspiración, y hoy, a un año y dos días de haber publicado en este Letras, ideaYvoz mi artículo Feminismo, ya en el camino de curarme del último daño recibido por mi torpeza en la vida, con tanto bueno por hacer pendiente, refrendo con plena convicción mi compromiso con la igualdad, la justicia y la verdad, y más aún sabiendo que en esta América latina, por desgracia, como en otras partes del mundo, siguen existiendo mujeres agredidas de manera gratuita. Incluso por “tradición”. Y no digo de manera injusta porque no hay ni siquiera una verdad que pueda justificar agresión ni daño gratuito alguno. 
Miércoles 8 de marzo de 2023. Acompañando a Lourdes Uranga y participando en la marcha del Día Internacional de la Mujer de la Ciudad de México.
Fotografía: ©Rocío Betancur, de prensa del Sindicato de trabajadores académicos de la Universidad Autónoma de Chapingo. 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

Líneas de desnudo. 103. Lectores (2 de 2). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 103

Lectores (2 de 2)
Por Manuel Pérez-Petit

Ha sido un caso raro el de Lectores (1 de 2): el artículo en este mi Líneas de desnudo del que más mensajes he recibido –y todos mostrando su acuerdo con lo que yo decía– y, a la par, uno de los menos leídos de mi ya más que centenaria trayectoria en Letras, ideaYvoz. Esto me da que pensar que, en efecto, no hay lectores, porque, ¿a quien le interesa leer, y más cuando el hecho de leer de verdad, con todas sus letras, como vemos, es, en general, una actividad desprestigiada tanto desde arriba como desde abajo de la sociedad? ¿Por qué nos asombramos cuando entramos a una casa y vemos libros, al margen de que es cierto eso de que en la inmensa mayoría de los hogares no hay lugar para ellos?
            En las clases sociales más bajas no se lee porque los libros son caros, porque da pereza hacerlo o porque, yendo a lo más sencillo, la lectura no es una prioridad para nadie. O por las tres cosas a la vez. En las clases altas, leer en no pocas ocasiones es un esnobismo, algo con lo que aparentar ante los demás. En las clases medias, esto es, en la mayoría, leer es optativo. No existe la necesidad perentoria de comer, se puede ahorrar y, por ello, también comprar libros y leerlos –que son dos cosas muy distintas–. 
            ¿Es necesario, por otra parte, ser escritor para tener una inmensa biblioteca, cuando éstas, a la postre, son una inmensa minoría? La respuesta es no. Para ser escritor no es necesario tener libros; es imprescindible leerlos. ¿Acaso lo es para conformar aristocracias endogámicas que solo se interesan por sí mismas? Pues tampoco. El que ama los libros es como el que ama las macetas. Tiene, y muchos. Los cuida, los limpia y los ordena, hasta con curiosidad de coleccionista. Que los lea o no es otra cosa. 
            Se puede leer mucho y que ello no suponga nada para uno. Hay quienes leen y leer es a ellos como el polvo a las maletas. No les permea. Mucha culpa de esto la tiene la sociedad de la velocidad y la intoxicación informativa que vivimos. Hay quien lee menos y lo que leen les entra hasta las entrañas. Hay quien no lee libros, pero se lleva la vida leyendo, pues no todo son los libros. Mucha gente necesita leer la misma página dos y tres veces y siguen sin enterarse de lo que leen. Son victimas pero también carecen de intencion. A los que dirigen la sociedad les interesan las mentes rigidas, planas, de una porosidad inexistente. No son pocos aquellos para los que un libro es una cosa rara, difícil de desenredar, intrincado y confuso. O incluso un enemigo. Mi primera esposa decía que no quería libros en casa porque eran una fuente de bichos y suciedad. Y era periodista. Tuve que tener mis libros, en consecuencia, durante los cuatro años que duró el matrimonio, con mi madre. Luego, claro está, me reclamaba que pasaba demasiado poco tiempo en casa... 
            Habrá quien diga que el libro es un invento polémico y problemático, pero lo cierto es que sin libros no hay democracia, no hay libertad y no hay paz. El final del libro es el comienzo de la tiranía, de todo lo indeseable para el ser humano. Pero incluso más allá podría haber muchos libros en todas partes, y que nadie los leyera, ¿se lo imaginan ustedes, por ejemplo, los muy pocos lectores que hay que leen sobre los lectores?
Entre el 18 de febrero y el 2 de marzo de 2015. XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Pabellón Estado de México. Espacio de Sediento Ediciones.
Fotografía: Archivo de Sediento Ediciones, propiedad de M. P.-P. 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.