Implotar al instante
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
…La poesía
se dice y se oye: es real
Y apenas digo
es real,
se disipa…
Octavio Paz en «Decir, hacer»
Son las palabras una invención tan limitada para expresar la realidad y, sin embargo, es la más eficiente convención que tenemos a la mano para compartirla a los demás. La misma imperfección, o limitante, hace que el receptor capte algo diferente a lo que se emite. Por si fuera poco, otra limitante, el mundo inmediato que nos rodea sólo puede ser percibido por nuestros sentidos; sensores primitivos que sólo captan un pequeño espacio de un espectro infinito de pulsaciones. Es decir, ni siquiera somos capaces de percibir con exactitud lo que se nos presenta como facto. Así, cada impresión de “realidad” es captada de manera distinta por cada individuo en un espacio específico de tiempo.
Si nombro “rojo” al color que percibo con mis ojos cuando veo hacia la porción de cielo en este atardecer desde mi ventana, podrás imaginar tu propia versión de “rojo”. Incluso, si ambos estuviéramos ante la misma ventana en este momento, tu “rojo” sería distinto al mío. Sobra decir que ese color rojo no existe, que sólo es una reacción de nuestras especializadas células sensibles a las variaciones que el fenómeno luminoso tiene al atravesar las capas de lo que llamamos atmósfera.
Pero entre tu rojo y el mío hay una comunión, un milagro que se da cuando ambos imaginamos aquella ventana, aquel cielo, aquel atardecer, aquel color. Entonces nuestras absurdas palabras completan un camino que trasciende la existencia misma y nos volvemos creadores de un universo nuevo que implota en el mismo instante en que los códigos que inventamos nos hacen uno. Es, como bien lo plasmó Carroll: la sonrisa sin el gato de Cheshire que flota por un instante ante Alicia después de que el sonriente animal se ha disipado frente a sus ojos.
El escándalo de mañana (2)
Un camino terso
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
«
Dejemos a Mowgli, el de Kipling o el de Disney. Veamos, mientras tanto, de rápido, dos textos de Ruyard Kipling: 1) "The gardener" que es un cuento famoso que considero muy maduro y que supera cualquier descontextualización. Y 2) Kim, una novela considerada por varios autores como la mejor de este autor, juzgue usted.
En 1926, se publica “The gardener”. Pienso que, siguiendo a Todorov, estamos ante un cuento que se revela, justo en el final, como fantástico. El cuento se desenvuelve siguiendo una trama realista en la que podemos reconocer el drama personal de Kipling: la pérdida de su hijo en la guerra. Conduce al lector por un camino terso hasta dejarlo colocado ante un desfiladero vertiginoso, entre lo extraño y lo maravillosos. ¿Quién es realmente el jardinero? ¿Es el hijo muerto? ¿O sólo “el jardinero”? Este cuento puede dar cabida a muchas interpretaciones; místicas y religiosas, incluso. También caben las simplistas en la que el personaje es sólo un jardinero, y ya. Borges, en el prólogo a la antología La casa de los deseos (1985) considera a este cuento como el que más lo conmueve; hay un milagro, explica, que la protagonista ignora pero que el lector sabe. No hay mejor explicación. Si lees con atención este cuento quizá compartas con nosotros que deja un sabor agradable producto de una sensación de duda, sorpresa y milagro, así como una terrible ternura por la protagonista del cuento; salvadas las distancias, considero que podrás experimentar la misma conmoción que Borges dijo que sufrió.
En la novela Kim (la tengo en una versión digital cuya liga no puedo compartir acá, ojalá la puedas conseguir), Kipling aborda temas complejos como política y costumbres orientales confrontadas con occidentales con una gran destreza. Libera su literatura de aquella intervención como autor, es decir, deja de lado las posturas políticas abiertas, que subrayamos en la entrega anterior, y simplemente se dedica a narrar y narra con limpieza el viaje de un muchacho huérfano, hijo de un soldado irlandés que sobrevive en la india como mendigo. En el personaje principal conviven dos mundos: occidente y oriente, lo que permite, opinamos, que el lector pueda apropiarse de la narración.
Kim conoce a un lama, se hace su discípulo y emprende con el una búsqueda: el lama un río, el muchacho un toro rojo. El lama se comporta ajeno e ignorante al mundo terrenal a la vez que sabio y necesita la guía de Kim, el muchacho que conoce el mundo y se desenvuelve con habilidad, necesita la guía espiritual del lama. En un punto de la historia, el niño y el lama son separados por los ingleses, curiosamente por dos sacerdotes cristianos que hacen de capellanes, y puesto en custodia del regimiento al que perteneció su padre, donde se convertirá en espía para luego regresar a la senda del lama.
Hay críticas, como la de Orwell sobre Kipling, con respecto a que el autor parece tener un conocimiento muy limitado en la descripción de la vida militar inglesa, que debería conocer más, sin embargo, es claro el efecto que causa en Kim el enfrentarse a la concepción de la disciplina británica. La escuela, la prepotencia de los maestros; el espíritu aprisionado de un niño que quizá vivió el mismo autor. Los ingleses ven como salvajes a los orientales y estos, a su vez, ven como tontos y sucios a los ingleses.
Extrañeza, otredad, desprecio. El mismo Kim no sabe claramente qué es: Sabih (inglés) o hindú. “Amigo de todo el mundo”, es su apodo y en tal mote Kipling cocina la dificultad de poder serlo. En algunos párrafos el autor no puede evitar un ligero “teclazo” muy ingles, sin embargo, ya no es “La carga del hombre blanco” lo que sobrevive en la historia, sino una fusión de dos mundos que parecían repelerse.
***
Te comparto bibliografía que te invito a consultar:
Kipling, Joseph Rudyard. ( ) El libro de la selva. (…)
Kipling, Joseph Rudyard. (10-nov-2010) “El jardinero”. En Biblioteca Digital Ciudad Seva. Consultado el 30 de noviembre de 2012. Disponible en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/kipling/jardine.htm
Kipling, Joseph Rudyard (1985), Borges, Jorge Luis (Recopilador) La casa de los deseos. Siruela. Disponible en: http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/libro/10387
Kipling, Joseph Rudyard ( ) Kim.
Barnes, Julián (2006) Kipling en Francia: viajes sentimentales. En Revista el Malpensante, No. 72, agosto-septiembre. Alberto, Román (Trad). Colombia: Ed. El Malpensante. Disponible en:
http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=465&pag=2&size=n
Borges, Jorge Luis (2011) “Borges opina sobre Kipling” en Textos recobrados (1931-1955): 1931-1955. (En Diario Crítica, Buenos Aires, Año XXIII, N° 7822, sábado 18 de enero de 1936.) De Bolsillo.
El escándalo de mañana (1)
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
Nunca mis ojos vieron a Kipling y es uno de mis recuerdos
más personales. Millones de hombres , de niños y de mujeres
podrán decir lo mismo…
Jorge Luis Borges en «Borges opina sobre Kipling»
Permíteme, estimado lector, dos preguntas: 1. ¿Puede una obra literaria ser tan buena que pueda superar las ideologías de su época para volverse universales en el futuro?
El libro de la selva, de Joseph Rudyard Kipling, por ejemplo, es claramente una historia occidental que representa la visión de un hombre superior que puede apropiarse de lo que en un principio le es adverso, bárbaro.
Hay que aclarar que, contrario a la idea que las versiones cinematográficas nos han legado, este libro es una serie de 13 cuentos muy bien zurcidos más el prólogo del autor. Y, que más que una historia de animales, como en las fábulas, hay en El libro de la selva un estudio sobre los conflictos, la guerra y una parodia de lo humano.
Los primeros cuentos de la obra, que versan sobre Mowgli, dejan la sensación de estar ante una novela donde vemos que tal personaje bien puede ser la representación idealizada del colono, o más bien, del criollo inglés, cuya dicotomía se representa en el libro por un personaje que, a pesar de estar arraigado a la selva, no puede ser aceptado totalmente por ella en su calidad de Hombre, y que es rechazado por “los hombres” en su calidad de “selvático”. Esta misma calidad de Hombre, sin embargo, lo hace parecer estar en un nivel más alto que el de las especies de la selva al punto que lo llegan a reconocer como señor y amo de los seres que la habitan.
Hay que aclarar también que el libro citado no habla sólo sobre Mowgli y sus peripecias.
En el cuento “Rikkit-tikki-tavi”, Kipling nos da un pequeño héroe que, al ser una mangosta, no conoce el miedo ya que su curiosidad es más grande. Una familia inglesa adopta al pequeño animal quien se enfrentará contra Nag y Nagaina, una pareja de cobras, salvando, desinteresadamente, la vida de la familia humana.
Kipling crea un mundo en el que es posible que un hombre aprenda el lenguaje de los animales, pero marca como superstición y falsedad los mitos de personajes o grupos que parezcan ajenos a lo inglés. En un pasaje de la “La foca blanca”, los cazadores de focas piensan que la foca albina, Kotick, es la reencarnación de un miembro fallecido de la tribu; el autor deja claro que eso no es posible. La historia, sin que por esto pierda verosimilitud, se la contó un ave al narrador. En este cuento, Kotick salva a su “país” de la cruel cacería humana guiándolos hacia playas donde el hombre no pueda llegar.
En el cuento “Quinquern”, el héroe humano salva a su pueblo al encontrar focas para cazar. Aquí, el narrador va desnudando la fantasía, desenmascara los mitos indígenas que cargan los protagonistas. Para los personajes cada suceso tiene que ver con leyendas, espíritus, seres mitológicos; para el narrador, cada cosa recibe una explicación. Nos mantiene en ese vaivén. El lector puede llegar a pensar que la mitología triunfará en la historia, que al fin el Quinquern se revelará, Kipling da una solución real. El brujo de la tribu, sin embargo, da una versión sobrenatural a los sucesos, pero el narrador occidental lo ha puesto contra nosotros y lo hace quedar como un mentiroso parecido al villano Bracman de “¡Al tigre! ¡Al tigre!”.
En “Los sirvientes de su majestad”, un inglés que aprendió el lenguaje de los animales –lo que nos recuerda la “La fábula del asno, el buey y el labrador” de Las mil y una noches– narra una conversación entre animales de carga, donde los caballos representan a los soldados disciplinados pero intrépidos; los mulos, quizá de más bajo rango, como artilleros, y los camellos, la milicia salvaje; además hay bueyes y elefantes. Cada quien explica su especialidad en batalla, como una alegoría de los diferentes cuerpos de un ejército. En un momento de la narración se preguntan por qué pelean: “Órdenes”, responde Billy, el mulo. Kipling, al final, pone una moraleja expresa, que parece ir dirigidas a las naciones “salvajes” o “no-blancas”, tiene que ver con la obediencia, claro, desde una perspectiva occidental.
Hay que tomar en cuenta que El Libro de la selva se publicó en 1895, y hoy es fácil sacarlo de contexto. Los narradores de Kipling, como recalqué en este pequeño ensayo, son muy europeos, occidentales, y su visión es las de un inglés que ve al mundo desde una óptica particular.
En el poema de Kipling titulado "If", podemos ver aquella imagen de un hombre Nietschezeniano que se rige por una ley suprema, pero apegada a la vida, como aquella de la selva que Baloo intenta trasmitir, que puede, si se lo propone, ser dueño de sí y de lo que lo rodea. Aunque Mowgli no es blanco, sí es un ser extraño, diferente, superior.
Hoy parece molesto que Kipling meta en sus textos, cada que puede, comentarios acerca de la superioridad blanca, también deja ver en Mowgli el alter ego de su “superhombre” y una visión del hombre superior que domaba a las naciones “incivilizadas”.
En el famoso poema “La carga del hombre blanco” (que no pertenece al citado libro pero que fácilmente puede ser consultado en diversas fuentes), Kipling es explícito acerca de la “responsabilidad” que tiene occidente:
“…para servir, con equipo de combate,
a naciones tumultuosas y salvajes;
vuestros recién conquistados y descontentos pueblos,
mitad demonios y mitad niños…”
Su obra se situó en una época de conflicos bélicos y expansiones armadas, cuando la India era colonia y el mundo estaba convencido de que era necesario occidentalizar a las culturas “inferiores”; sin embargo, el problema que señalamos radica en que eso no molestaba a los lectores de aquella época, pero parece quedarnos a deber a lo que lo leemos ahora. Afortunadamente, la literatura de Kipling es tan superior que, sí, que ha superado las ideologías de su época para fluir hacia lo universal.
Va mi segunda pregunta: ¿Qué tan claros de mente estamos hoy, también una época de conflictos bélicos y expansiones armadas, para que nuestras ideologías presentes no nos escandalicen mañana?
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Te comparto bibliografía que te invito a consultar:
Kipling, Joseph Rudyard. ( ) El libro de la selva. (…)
Kipling, Joseph Rudyard. ( ) Puck, el de la colina de Pook.
Kipling, Joseph Rudyard. (10-nov-2010) “El jardinero”. En Biblioteca Digital Ciudad Seva. Consultado el 30 de noviembre de 2012. Disponible en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/kipling/jardine.htm
Kipling, Joseph Rudyard (1985), Borges, Jorge Luis (Recopilador) La casa de los deseos. Siruela. Disponible en: http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/libro/10387
Kipling, Joseph Rudyard ( ) Kim.
Barnes, Julián (2006) Kipling en Francia: viajes sentimentales. En Revista el Malpensante, No. 72, agosto-septiembre. Alberto, Román (Trad). Colombia: Ed. El Malpensante. Disponible en:
http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=465&pag=2&size=n
Borges, Jorge Luis (2011) “Borges opina sobre Kipling” en Textos recobrados (1931-1955): 1931-1955. (En Diario Crítica, Buenos Aires, Año XXIII, N° 7822, sábado 18 de enero de 1936.) De Bolsillo.
En la frontera de sí mismo
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
¿De quién es este lenguaje
por donde me deslizo
para no llegar a ningún
sitio?
Óscar Oliva, en «Hesitación»
¿Cómo se suicida un poeta o un escritor? Y cuando emito esta pregunta no me refiero a la persona sino al desdoblamiento que existe en seres cotidianos, dentro de sí, un ente poético que busca emitir, con palabras, una expresión artística.
En Nostalgia, de Mircea Cârârescu, Piedad Bonnet, prologuista del volumen, lo cita: “Cuando escribí el último poema de Res decidí suicidarme como poeta para comenzar otra vida dentro de la literatura…” (Editorial Impedimenta, 2020: 8). A eso me refiero. Mircea, sin embargo, dice que no pudo suicidar al poeta que hay en él, sólo consiguió suicidar su poesía, y siendo poeta comenzó a escribir relatos.
Cuando estudiaba un máster en Creatividad Literaria en la U. de Salamanca, el profesor Arturo Guichard dijo en más de una ocasión, lo parafraseo: que ante un sentimiento vivo no se puede escribir de inmediato sino hasta que la experiencia ha comenzado a ser parte de un recuerdo, esto es, no puedes escribir, o no debes hacerlo, sobre una emoción que aún está a flor de piel. Es quizá por esto que he tardado en intentar escribir sobre lo que representó para mi presenciar el montaje de mi obra teatral Acrofobia, en aquel 3 septiembre de 2022, en la pequeña Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México.
Tantas las emociones y tan perdurables que aún hoy, a semanas del evento, no puedo decir que esté capacitado emocionalmente para escribir este texto. No sé cuándo podré estarlo.
Acrofobia la concebí para tratar el tema del suicidio literario, como el que alude Mircea Cârârescu, pero también para tratar de explicar cómo percibo que un escritor puede ser salvado cuando se entera que sus palabras pueden tocar a otros.
Las palabras, por otro lado, en el teatro se convierten en una plataforma para permitir una trasliteración, esto es, sustituir unos signos por otros. El arte de la actuación que hace renacer nuevos sentidos, comenzar otra vida, a partir de un guion. Ofrecer a mujeres y hombres que buscan en los canales del arte una tabla que les alegre, como espectadores, un instante que a su vez pueda ser recordado. Huellas virtuosas de memoria. Una cadena que ansiamos, ante nuestra finitud, que sea infinita.
Qué bello es contemplar a los actores desdoblar sus personalidades para poseer y dar vida a los personajes de una obra, qué bello cuando dan cada fibra de sí para posarse en la orilla de esos precipicios que se llaman escenarios. Cuando las luces iluminan los rostros maquillados, los cuerpos vestidos para la ocasión. La música y los paisajes sonoros, las voces vibrantes. Qué hermoso cuando cada elemento resuena en un recinto que se convierte, por instantes también, en un espacio teatral.
Hay tanta soledad al momento de escribir, tanta como la que ha de sentir el actor que se posa en la frontera de sí mismo para ser el trasmisor de la ficción a una realidad que cobra vida en el espectador. Hay tanta luz en el texto que es leído, en la obra que es recreada, en la pintura que cobra sentido, en el poema que muestra algo más que palabras.
Me temo que cada escritor muere al lanzarse al vacío de la hoja en blanco y no sabe con certeza si podrá volver a tener la oportunidad de comenzar otra vida literaria al confrontar de nuevo la necesidad de intentar escribir ese texto único que, paradojas de la razón, se alimenta de cada palabra ya dicha por otros. Imagino que una troupe renace en cada representación. Se lanzan también a esos vacíos en los que buscan con ansias recrear nuevas realidades. ¡Ah!, vale mucho la pena. Si pudiera lograr describir sobre cuánta vida sentí al verlos convertir un espacio oscuro en un universo luminiscente, pero no puedo…
Es cierto, no estoy capacitado aún. Qué torpes resultan mis palabras. Si yo sólo quería decir: gracias, y con este nudo en las manos he balbuceado tanto que al final me temo que he dicho, nada. Mientras logro superarlo, que flote hacia ustedes esta emoción que no me deja ni siquiera agradecer…
+++
Dedicado a Telar Teatro y su Marabunta Colectivo Escénico. A Héctor Cortés Mandujano, actor, director y siempre mi maestro; a Alfredo Espinoza, gran actor y amigo; Dalí Saldaña, por la luz en el preciso momento; Daniel Dávila, que supo dar voz a esa canción que aún tarareo; Jazmín Zea, qué sería del actor sin su vestuario. Daniel Dávila y Ulises Peimberth, ingeniosos escenógrafos y paisajistas sonoros. Juan Ángel Esteban Cruz, cuánto talento depositado en el cartel y en los programas de mano. Rudy Laddaga, tan generoso no sólo en lo material sino en sus palabras. Carlos Ariosto, qué sería del teatro libre sin soñadores como él. A mis amigas y amigos, tan entrañables. A ese público que con su aplauso dio sentido a un texto que, ante el vacío, voló.
¿Qué sabrá él de alguien?
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
Hace ya más de un año me pidieron que compartiera, en un foro, un poema que me gustara. Pasé la vista por mi memoria y por los libros de mis modestos libreros. Varios poetas se ofrecieron de voluntarios. Fue difícil. Pensé en Pesoa, Szymborska (que la amaría si estuviera viva pero la venero en sus letras), Paz, Pacheco. Las antologías de Julio Ortega y Ovidio Jiménez. Sor Juana Inés De la Cruz. Mi admirado Miguel Hernández. Nunca consideré a Jaime Sabines ni a Rosario Castellanos, pero me tentó mucho la poesía de Efraín Bartolomé y Oscar Oliva. Pizarnik. José Lezama Lima.
Al final, una decisión había que tomar: Me decanté por la contemporaneidad de un poeta que disfruto leer aunque en el mundo es quizá poco conocido, que no dora las palabras pero trabaja en las imágenes y aborda temáticas complejas con un desparpajo aparente: Luis Daniel Pulido (Con su eterónimo Víctor Von Doom):
Jao contra Jao (canto al pie de tu montaña)
Yo, Gran Jefe Apache
casarme con mujer empoderada:
destello rápido de pájaros,
dice: lava los trastes
Mujer se va a marchas
con mujeres inmortales;
amigas de mujer no tener miedo
a Manitú, oso Grizzli, SAT,
notificaciones de Hacienda
Mujer agarra ratón de coleta
y mata ratón;
ya no pedir pisotón de Gran Jefe,
ya no pedir que cambie foco fundido,
ya no necesitar mi llave Stilson
Yo, Gran Jefe Apache,
casarme con mujer empoderada;
ella ya no ave de suave plumaje,
ella ave de todas las tormentas:
prohibido fumar pipa en sala,
subir pies en mesa,
ver el juego de los Redskins de Washington,
buscar mar al alba en la cama
Mujer no sabe que yo bloquearla de Facebook
y que mañana beberé cerveza con mis amigos
El tambor de guerra es mío,
sonoridad ser puñal sin filo
--Yo sí le voy, le voy a Gran Jefe --iluminan
los espíritus la montaña
***
El pasado 5 de septiembre de 2022 coincidí en Tuxtla Gutiérrez con Luis Daniel Pulido, le pedí permiso para compartir hoy su poema en esta revista, accedió gustoso. Me obsequió también un ejemplar de su más reciente libro: ¿Qué se yo de nadie?, Editorial Arboleda, Costa Rica, 2021; una antología con lo mejor del trabajo del poeta. En hora buena para Daniel y para sus lectores.
***
Bibliografía:
Pulido, Luis Daniel (2018). Baxter Memories (Vida y obra de Víctor Von Doom), México: Editorial Tifón.
Cada paso, una voz
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
Fue exactamente el 27 de enero de 2020 cuando María Gabriela López Suárez me contactó en un mensaje de texto para ofrecerse como escritora voluntaria para el proyecto virtual Letras, ideaYvoz. Damaris, una amiga en común nos había puesto en contacto. Leí uno de sus textos y me pareció simplemente poderoso. De inmediato me puse a trabajar en crear el espacio cibernético para poder alojar su columna Voces ensortijadas. Por fortuna para nuestros lectores, a María Gabriela le pareció bien la propuesta que le ofrecíamos y desde entonces no ha dejado de mandar sus entregas cada domingo. En este libro celebramos un volumen de 100 textos que estoy seguro que se acumularán para 100 libros más.
Hay en las cosas sencillas una grandeza que no puede ser alcanzada por los ambiciosos oropeles. Así, el cuento de la abuela, la receta de la tía, el juego de los niños, una tarde veraniega, un pajarillo herido, la canción que se resiste a dejar de ser tarareada, una mujer trabajando, un ama de casa escogiendo las especias, una marchante o una nube movida por invisibles vientos pueden ser la materia prima con que María Gabriela genera voces, sin aspavientos, que detonan textos capaces de hacer eco en sus lectores. Una a una, cada palabra es enlazada a través de un hilo conductor: la sencillez. Es esto lo que da poder a la voz de esta escritora y empodera al mismo tiempo a los protagonistas de sus microensayos: la gente común: como tu, como ellas, como nosotros, como vos, como yo.
Esta escritora no es improvisada, además de catedrática tiene un grado de doctora por la Universidad de Alicante, y muchos otros estudios en el ámbito de la investigación intercultural, mas sospecho que no es de su trayectoria académica de donde saca la técnica para indagar en la vida diaria y trasladarla al ámbito ensayístico. Hay una sabiduría profunda que quizá nace de la intuición y de un sentido especial para detectar, en la cotidianidad, lo extraordinario. La sabiduría ancestral de quien escucha a los mayores.
Cuando buscaba escritores para este proyecto comenté que el objetivo era estimular la lectura. Con los textos de María Gabriel aquello es trascendido. Además de haber alcanzado a lectores de muchas latitudes, no sólo estimula la lectura sino la escucha y, también, el gusto por observar los detalles.
No soy precisamente un hombre religioso, sin embargo, confieso, con cada lectura a la columna Voces ensortijadas me nace dar gracias por estar, por saber que cada uno de nuestros pasos es una voz que se ensortija en un entramado de pequeños acontecimientos que provoca el pulso de sentirse animado. Con una vida que espera, simplemente, ser vivida.
Agradezco con profundidad a esta escritora el permitirnos compartir sus letras en el ejercicio virtual Letras, ideaYvoz. Festejo su gran generosidad y, con esto, hacernos generosos.
***
[Se publica, por fin, el Volumen I de un libro llamado Voces ensortijadas que recaba las primeras 100 columnas que fueron publicada en Letras, ideaYvoz. El presente texto es una brave introducción que acompaña dicho libro]
Ilustración: Erik García Briones. «Carátula del libro Voces ensortijadas, editorial Tifón»
Los hijos de Torres
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
Hace algunos años me tocó presenciar una clase de Jorge Volpi sobre literatura de no-ficción. Traté de buscarla en las redes, no la encontré. Rescato de mi memoria breves registros y que me parece agregan a este ejercicio de promover la lectura. Por un lado, trató el tema de A sangre fría de Truman Capote como una novela considerada fundacional del género, (recordemos que incluso Capote intentó desmarcarse del Nuevo Periodismo Norteamericano) sin embargo, agregó que una novela latinoamericana, de Jorge Walsh: Operación masacre (1957) se anticipó a Capote quien publicó la suya en 1966. Lo cierto es que Capote tuvo un gran éxito y es probable que muchos de los que lo acompañaron tomaran de él y no de Walsh los elementos para la literatura basada en abordaje de hechos no-ficticios.
Volpi indicaba que la literatura de no-ficción tenía la ambición de ser tratada como ficción, pero con gran apego a hechos reales donde hasta los detalles mínimos, como la ropa de los personajes, debería tener una base real o, al menos, documentada.
Otra cosa que recuerdo de aquella clase es que recomendaba ver “Fargo” (la serie y la película) de los hermanos Coen y que nos fijáramos en un detalle: que pretendía estar basada en hechos reales. Aunque los hechos de Fargo son ficticios, el simple hecho de mencionar que está basada en hechos reales cambiaba la percepción del espectador.
Esto último me lleva a la otra obra: Jusep Torres Campalans, de Max Aub. En el libro La broma literaria en nuestros días: Max Aub, Francisco Ayala, Ricardo Gullón, Carlos Ripol, César Tiempo; Estelle Irizarry engloba a esta obra de Max Aub, precisamente, como una broma literaria. No estoy muy de acuerdo con Irizarry, pero júzguelo usted en la siguiente liga:
Disponible en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-broma-literaria-en-nuestros-das--max-aub-francisco-de-ayala-ricardo-gulln-carlos-ripoll-csar-tiempo-0/html/ff121e92-82b1-11df-acc7-002185ce6064_5.htm, consultada el 17 de marzo de 2021).
Estaría más de acuerdo con la idea de que Aub se adelantó a muchos, incluido los Coen, para cambiar la percepción del receptor, de tal manera que, al plantear una realidad, sin aclarar que fuera basada en la ficción, se estaba desarrollando un planteamiento de no-ficción o, en términos actuales, haciendo un “pacto ambiguo” con el desconcertado lector. Jusep Torres Campalans (1958) –también anticipada a la de capote– es tomada por muchos críticos como una gran broma, sin embargo, una broma que ha hecho dudar a los menos expertos sobre la existencia o no de un hombre real apellidado Torres Campalans.
Yo soy de Chiapas, el lugar en México que indica Aub como punto de retiro de el “genio” de la pintura biografiado por Aub, conozco a personas que aseguran conocer a personas que conocen a su vez a descendientes de Torres viviendo como campesinos en la sierra Chiapaneca; a veces las bromas se vuelven realidad, porque en mi tierra también ronda el fantasma de Bruno Traven y de otros tantos que la visitaron.
¿Qué tipo de obra son?, me preguntan.
A sangre fría, de Capote es, para mí, literatura de no-ficción. Usa un hecho real, pero con las herramientas de la literatura para ser presentada.
Jusep Torres Campalans (1958), de Max Aub, no sé qué decir. Usa elementos que usualmente eran documentos para plantear un hecho real y demostrar veracidad (más que verosimilitud) para presentar un hecho ficticio. ¿Literatura de no-ficción de ficción? Mi opinión es que quizá no-ficción es más bien un nombre que apela a los recursos usados para conformar obras de este tipo. Lo que tengo claro es que no son bromas.
Pero, insisten: ¿en qué lugar de mi librero las pondría? En las de no-ficción, a ambas, incluído a Walsh.
¿Qué opinas avispado lector?
Trailer Acrofobia, Marabunta Colectivo Escénico y Telar Teatro
El arte de matar por descuido
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
Me encontré con una breve selección de cuentos que realizó para fines didácticos la profesora Celia Corral Cañas cuando fui estudiante de un Máster en creatividad Literaria en la Universidad de Salamanca:
• Gabriel García Márquez, “Sólo vine a hablar por teléfono”.
• Julio Cortázar, “Bestiario”.
• Paloma Díaz Mas, “La niña sin alas”.
• Samanta Schweblin, “Pájaros en la boca”.
Les comparto las impresiones, también breves, que entonces tuve y que me parece que te puede servir a tí, estimado lector, para recrear esa magia que la cuentística puede brindarnos:
1
Es una línea delgada, y hasta subjetiva, la que separa el mundo de los cuerdos del de los locos. Esta parece ser la tesis de García Márquez en "Yo sólo vine a hablar por teléfono", título endecasílabo y bien logrado, considero, aunque no tan poderoso como otros; menciono esto porque en García Márquez los títulos de sus cuentos son por sí solos objeto de análisis, al menos para mí. En este cuento a partir de un accidente menor se tuerce el rumbo de una historia que pudo haber sido simple para tomar una camino existencialista y absurdo, de manera hábil, en la línea de Camus.
2
García Márquez tiene una manera de escribir contagiosa, con una sencillez que es producto de una habilidad complicada, diría que prodigiosa, algo así como el abrazo de oso de Herculina: “entrenada en el arte de matar por descuido”. Con tanta fuerza abrazó y abrasa (válganme la “s” y la “z”) que influyó a muchos escritores, varios se consumieron en su estilo, pero otros más lograron textos como el de Paloma Díaz Mas en "La niña sin alas", donde una niña precisamente no tiene alas en un universo donde volar es para los humanos tan normal como para nosotros nacer con cinco dedos en cada mano. Ya que arriba mencioné el asunto de los títulos, me parece que Díaz Mas nos quedó a deber con el suyo, poco agregó a la historia y nos dio información anticipada que quizá a algunos lectores avispados no les guste. No es fácil ser Paloma en una selección que tiene a Cortázar y García Márquez. Sin embargo, este cuento me hizo pensar en que puede servir para un análisis de iceberg, hay una porción mayor debajo de lo que se asoma en el texto, temas ordinarios que son tratados bajo otra perspectiva. Los hombres que vuelan son un tema recurrente en la imaginación popular, la maternidad, las capacidades diferentes; lograr que esos temas vuelen con honestidad y darle una buena vuelta de tuerca es el diferencial a perseguir.
3
Cómo disfruté leer a Samanta Schweblin, "Pájaros en la boca", no la conocía. El cuento nos lleva a un final esperado y, sin embargo, acudí con gusto a ese final gracias a la limpieza con Schweblin trata el cuento.
4
Cortázar, por su lado, en Bestiario, ¿qué se puede agregar a “Bestiario” que no se haya dicho?, quizá que es de esos textos que me gustaría haber escrito y a los que aspiro alcanzar. Nos traslada a un ambiente donde cabe lo realmaravilloso, pero con una mayor exigencia al lector y en esto supera a los cuentos anteriores de la selección. Es Cortázar, no se puede estar distraído ni andar con paso flojo porque lo deja a uno rezagado. Como ya saben, “Bestiario” (el cuento) es parte de una colección de cuentos recabada en un libro también llamado Bestiario, donde la realidad es trastocada de tal forma que arrasa al lector, me parece que es acá donde Julio ya muestra el estilo cortazariano en su pureza. Las bestias no son como en otros libros con títulos similares, de otros autores, de apreciación “zoológica” sino de bestialidad psicológica y monstruosa. Ríos de tinta han corrido y siguen manando. Es un texto impresindible que debes leer una y otra vez.
Trailer Acrofobia, Marabunta Colectivo Escénico y Telar Teatro
El que no sabe entenderte
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
No eres tú, Poesía Contemporánea, soy yo el que no sabe entenderte. Y es que vengo de leer a poetas campesinos, a poetas que eran vendedores de telas, a los que enfrentaron con palabras metralletas y a los que dejaron sus estudios por problemas económicos que trajeron las guerras. Hablo de Miguel Hernández, Jaime Sabines, Wislawa Szymborska, Loynaz, Bartolomé, Oliva, Lorca, Machado, esos otros...
O será que ya estoy en los albores de una edad en la que me parece que lo pasado fue mejor. El caso es que no pude encontrar poesía en los poemas de Luis Alberto de Cuenca. Y no puedo aceptar que un señor que es miembro de academias abra su poema diciendo: “Me gusta cuando dices tonterías/ cuando metes la pata/ cuando mientes”, además de que me parece muy pobre la reminiscencia a Neruda, no aporta más imágenes ni artilugios verbales, el lenguaje de De Cuenca se mueve en un nivel que está más cercano al lenguaje común, digamos que es un lenguaje cotidiano acomodado, y quizá sea esto lo que se espera de lo contemporáneo y yo no sea un lector contemporáneo sino alguien que se quedó atascado en su propio pasado. En “La malcasada”, quizá el poeta busque encontrar la poesía en la vida común, pero ya Sabines nos había dicho: “Cuando tengas ganas de morirte no alborotes tanto, muérete y ya” de tal manera que en nuestro tedio adolescente nos despertaba a la vida y no sabíamos ni por qué. Que si “Viajar a Marte o al cuarto de la plancha pero contigo” es poesía, no la encuentro. Tampoco aporta elementos nuevos a la tan cantada búsqueda de acompañamiento amoroso ni siquiera a las propuestas indecorosas, o quizá le compuso el poema a un equipo de telefonía celular, pero debería tener otro título. Es posible que De Cuenca use conscientemente las frases comunes y el lenguaje ordinario para crear un elemento poético, pero de la forma en que está construido me hace más bien pensar que plasmó lo que vemos para un público que no exige más de él.
Poesía contemporánea, no eres tú... Soy yo que quizá me voy convirtiendo en un viejo metido en un joven maduro, de esos que se resisten a lo nuevo. Te confieso, sin embargo, que en “Vademecum” de Raúl Vacas veo un excelente ejercicio de versificación y métrica, y mueve mi mundo de palabras y digo: bien, me ha ganado, ha usado un código diferente y creado musicalidad. Veo el vislumbre ingenioso.
También te he visto en los versos de Ben Clark y en los de Almudea Guzmán. Con los de Andrés Newman me esforcé de verás y no te hallé, y es que Goytisolo se me aparecía con las “Palabras para Julia”, que sin ser su mejor poema podría ser muy contemporáneo y arrasar.
Cuando me acerco a ti, poesía, "gata arisca que se me aleja y que me araña si la atrapo", espero que me lleves más allá del discurso cotidiano o que con lo ordinario me crees un universo extraordinario. Que tus poetas den un uso especial al lenguaje y que construyan con éste imágenes. Pero estamos en "un mundo raro" tan lleno de imágenes y es quizá por eso que tus poetas "contemporáneos" se sustraen y nadan en la superficie porque las aguas profundas ya fueron exploradas. Me arriesgo, y lo sabes, a ser linchado en las "redes sociales" por recitar el credo del joven Miguel de que “todo es confuso, menos tu vientre” y que el cuarto de la plancha sería el universo si estuvieras ahí, simple, sin motes ni agregados, sola tú: Poesía.
Ilustración: Cartel de Marabunta Colectivo Escénico, por Juan Ángel Esteban Cruz
Aquí pasan cosas probables
Por Roger Octavio Gómez Espinosa
Se trata aquí de analizar la relación o diferencia entre los cuentos «El gato negro», (1843) de Edgar Allan Poe; «El rayo de luna» de Gustavo Adolfo Bécquer; «El reloj de Bagdad», de Cristina Fernández Cubas, por un lado. En una segunda partida tenemos los cuentos «Adiós, Cordera» (1983) de Leopoldo Alas, “Clarín”; «El revólver», (1985) de Emilia Pardo Bazán, y «Aquí pasan cosas raras» de Luisa Valenzuela.
Un lector medianamente suspicaz puede notar que, en el orden en que los he listado hay una graduación, no sólo en el tiempo de su publicación, sino en lo que Anderson Imbert (2020) registra, desde un ángulo pedagógico y bajo una análisis práctico, que viaja en la línea en que se pudieran presentar las mímesis de las realidades, o realidad, en un relato y que se sintonizarían entre dos puntos equidistantes: lo probable y la improbable. Pero también dos campos primarios: lo «no real» versus lo «real», entrecomillado ya que en tales términos hay sendas páginas de pensadores que obviaremos.
Mi reto: intentar aclarar y desenredar el galimatías que se agolpa en mi cabeza con sólo ver los títulos.
La línea de lo «no real»
Iniciamos el viaje de lectura con un cuento imprescindible: «El gato negro», cuyo autor cimentó bases firmes para la cuentística moderna y que permitió una compuerta para la generación de la narrativa fantástica: Edgar Alan Poe. Lo fantástico en su pureza: un cuento que apela ser una experiencia real, «No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia...» Un inicio que con variantes se ha vuelto un mecanismo muy recurrente; sin embargo, los acontecimientos son afectados por un hecho que coloca al lector en el umbral de lo irracional, donde las explicaciones basculan entre lo sobrenatural y hacia el hecho de que el protagonista es un alcohólico que sufre delirios y cambios violentos de carácter causados por su adicción. Sin embargo, quien nos narra las acciones es el mismo protagonista y las emite en un grado que hacen brindar explicaciones diversas, no sólo la locura temporal del protagonista sino, también, la existencia de hechos sobrenaturales que se manifiestan en su mascota: un gato negro.
En «El rayo de luna», nos encontramos no sólo al Bécquer cuentista, sino al Bécquer que cubre el rango de frecuencias del pos-románticismo y el neoplatonismo que caracterizaron su obra, un escritor que fue prologado por Machado como precursor del modernismo en lengua española. Encontrar un paralelismo biográfico con Poe es posible, ambos huérfanos y genios, pero más, abarcaron la poesía, la crónica y la narrativa; también lo sublime y lo prosaico; en ambos escritores vemos un registro que abarca lo popular y el, mal llamado, culto. Bécquer es un escritor que se desenvuelve en una época donde estaba en auge el realismo y no ha de haber sido fácil la aceptación por parte de la crítica de un pensamiento que plasma la búsqueda de un ideal que sabe inalcanzable. En el cuento leído no puedo evitar referirme a sus rimas, tan icónicas, donde se describe lo ideal, lo sublime, en el amor una mujer, o mujeres, y principalmente su «Rima 40 ». El cuento, por otra parte, simula iniciar con el mecanismo que mencioné en Poe: advertirnos que narrará algo que tiene bases en la realidad. Sin embargo, en Bécquer esto será un engaño, nos predispone para lo fantástico más nos lleva por otro camino. El personaje de Bécquer persigue lo que parece ser una mujer, luego el máximo ideal femenino, y cuando sospechamos que persigue un fantasma se devela un simple rayo de luna, ha perseguido una luz blanca que había sido magnificada por la imaginación del protagonista quien queda en un estado de sufrimiento tal que le impide volver a contactar un mundo en el que ha descubierto lo efímero. Nada en este mundo, parece decir Bécquer, tiene sentido si lo que se atisba como lo ideal (lo platónico) no se puede concretar, es un fantasma imaginario, un rayo de luna que ha confundido los sentidos. Nadie lo comprende, la figura del romántico contra el pragmatismo que le invita a palpar una vida que no es más que «luz blanca». ¿Es un cuento misterioso? No. El narrador dice que se basa en una leyenda que tiene un componente real, más la solución a las posibles respuestas se dan en la psicología del personaje que despierta a una realidad que no es apreciada por la mayoría y que lo colocaría como dudoso, los razonamientos de un loco; lo extraño, la postura de un romántico. Diría que es un cuento filosófico y, sin que llegue a lo didáctico, por lo tanto, realista.
En «El reloj de Bagdaj», Cristina Fernández Cubas nos presenta el uso formal, en la literatura contemporánea, de la tradición fantástica en la línea de Poe, pero también en la de Henry James. Un objeto introducido en la casa, un reloj antiguo, parece ser el causante de las peripecias que cambian la fortuna de los personajes del cuento. Las fantasías de niños y las supersticiones de las viejas nanas permiten acrisolar la posible incursión de lo sobrenatural, diabólico, en la casa, la cual de por sí era ya habitada por ánimas mansas. Tal incursión quizá sea una fantasía generada por la aversión que causa el objeto fabricado en una tierra infiel, árabe; “no cristiano” y por lo tanto dudoso. Mas, ¿es todo aquello producto de la imaginación? Al final, la protagonista ve en el padre adusto un gesto, uno que nos comparte como prueba de que los hechos maravillosos no tenían sólo una explicación lógica sino también irracional y maravillosa: que las animas y fantasmas son reales.
La selección «real»
En la selección «realista» tenemos en primer lugar a Leopolodo Alas “Clarín” con «Adiós, Cordera», un cuento inscrito plenamente en el naturalismo, que es una proyección del realismo hacia el determinismo, que se opone, además, al romanticismo y que llega a negar a aquel realismo que le sirvió de base. Veo en la estructura del cuento tres capas, la primera es la descripción del universo donde habitan dos niños: Rosa y Pinín, quienes gastan el día en apacentar por los caminos a una vieja vaca, la cual parece suplir el hueco que ha provocado la orfandad materna. Cuidan además de que la vaca no se acerque a las vías del tren. Curiosamente, a modo de nota, Bécquer en su labor de corresponsal periodístico en la inauguración del ferrocarril del Norte (Suárez, 1995), el tren parece ser una esperanza de progreso y caballo secular del movimiento de la vida. Pero en Clarín las vías ferroviarias representan la línea fría e inmutable que causa disturbios en la placidez rural. Los niños cuidan que la vaca no cruce las vías, el ferrocarril es mortal. Las presiones económicas provocan que el padre tenga que vender a La Cordera, hay gran resistencia por su parte, sube el precio en un acto desesperado, un «sofisma del cariño» de ese hombre rudo. Las presiones son tantas, no se puede resistir a lo que ya está determinado, tiene que venderla. Lo niños observan con rencor hacia el ferrocarril que se lleva a las reses para ser consumidas por seres que viven más allá, donde se celebra el progreso. La segunda línea del cuento es el reflejo del destino de La Cordera en el espejo de Pinín, quien crece y se vuelve un mozo fuerte y que es reclutado por el rey para ir a la guerra. Es llevado en el tren, a morir. La tercera línea es el despertar del lector en esta realidad, con la crudeza que la ficción tratada como lo hace Clarín coloca en la conciencia. A pesar de los años que pasan, el cuento es fresco, ni siquiera la inserción de palabras de un lenguaje rural español confunden. En mi país no hay levas oficiales para la guerra, mas desesperados campesinos mexicanos viajan al norte, en tren, en busca de esperanza en un país que nos desprecia, para evitar las levas que sí existen: las del narcotráfico, pero pienso también en las olas migratorias de africanos hacia Europa. Más de alguno llevará los recuerdos de sus pérdidas y gritará en su partida: «¡Adiós, Rosa! ¡Adiós, Cordera!»
Emilia Pardo Bazán en «El revólver» nos presenta la narración de una mujer que sufrió la violencia psicológica ejercida primero por una sociedad que la instaba a contraer matrimonio y, luego, por un esposo inseguro que sufría celos enfermizos. Hay, como en el cuento de Clarín una exposición objetiva de sucesos, sin moralina, y que sin embargo muestra con crudeza los hechos. Platicando con un profesor, Héctor Cortés, comentaba que (lo parafraseo libremente) si se atravesaba un barrio peligroso en la noche, con un maletín de dinero, era inseguro, pero que tal inseguridad se incrementaba exponencialmente si quien caminaba por esas calles era una mujer con minifalda. Ser mujer es más peligroso en el mundo hispano y latino que lo que ningún hombre pueda imaginar. Emilia Pardo Bazán plasma en pocos párrafos un cuento que puede develar parte de esa situación.
En «Aquí pasan cosas raras» Luisa Valenzuela, un narrador intradiegético nos brinda un acercamiento a las peripecias psicológicas que sufren Mario y Pedro cuando encuentran dos objetos que alguien olvidó: un portafolios, primero y, después, un saco. El temor de que alguien los pueda seguir o que los puedan ver como «sospechosos de algo», los ponen alertas hacia algo que parece ser sólo producto de una imaginación temerosa pero que se convierte en un motivo para irnos presentando, en lo aparentemente ordinario, el ambiente decadente en el que moran. No es que el mundo haya cambiado por el hecho de hacer contacto con los objetos, sino que sus instintos se han movido de tal manera que perciben el mundo real. Cada día la rutina nos hace enmascarar situaciones que, por tan rutinarias, dejamos de percibir. Luisa Valenzuela desenmascara esa rutina. ¿Podemos hablar aquí de un neo-naturalismo? Los hechos son presentados, no hay discursos denunciantes ni moralinas, la vida de los protagonistas parece estar determinada por su medio ambiente y no la pueden cambiar. Vemos que los protagonistas temen a la policía más que sentirse seguros con la presencia de ellos, estudiantes que son apresados, un hombre que no soporta su suerte y llora en público por no poder encontrar trabajo, los chismorreos en los cafés, en fin, lo que viven a diario, pero desde una nueva perspectiva. Mientras leía este cuento no pude evitar recordar el que citamos unos párrafos arriba: «El reloj de Bagdad», donde la intromisión de un objeto mueve la psique de los protagonistas y en apariencia precipita el nudo de la historia. Los protagonistas dejan los objetos que les han causado tal desequilibrio de temores y vuelven al mundo ordinario, ajenos de nuevo a las cosas raras que pasan.
A modo de conclusión
Los cuentos, dice Enrique Anderson Imbert, «por ser poéticos, escapan a toda clasificación lógica» (178), sin embargo, él mismo lo aclara, hay una finalidad didáctica en la intención de clasificarlos. El mismo Anderson quita al lector un poco del poder de construcción que había dado la escuela semiótica de Roland Barthes que declaraba la «muerte del autor», considero que a falta de un autor (como lector ideal) que explique los sentidos intencionales en el cuento, el lector atento sigue siendo el mejor portador de una autoridad que gana en el momento de hacerse presente en el acto de la lectura. Las posibilidades didácticas que da, por otro lado, la lectura de la crítica bien intencionada no quita el disfrute, lo lúdico, de intentar hacer una reinterpretación de sentidos y escribirlos en un ensayo. Salvadas las distancias con la crítica, me ha gustado mucho leer, pero también escribir sobre mi lectura y exponer sentidos que quizá no puso el autor, o quizá sí.
Bibliografía
Velasco, Emilia. (2020) Selección de textos para la materia de Narrativa Breve. Material proporcionado para fines didácticos, consultado el 24 de septiembre de 2020. Universidad de Salamanca, aula virtual.
Anderson Imbert, Enrique. “Cuentos realistas y no realistas” en Teoría y técnica del cuento, pp. 166-178, 4ª edición. Material proporcionado para fines didácticos, consultado el 24 de septiembre de 2020. Ed. Ariel letras.
Suárez, Ana (1995). “Bécquer en el espíritu de la Castilla Azoriana” en El Gnomo 4. Boletín de estudios becquerinanos. Rubio, José, director. Universidad de Zaragoza.
Merino, José María (2015). Cuentos del reino secreto. Barcelona: Alfaguara.
Sargatal, Alfred. “Esquema de análisis de un cuento” en Introducción al cuento literario. Introducción al género y guía didáctica. PP. 337-339. Fragmento proporcionado para fines didácticos. Ed. Laertes.
Zavala, Lauro. “La dimensión fantástica en la minificción hispanoamericana”, material proporcionado con fines didácticos, consultado el 9 de septiembre de 2020.
Ilustración: Cartel de Marabunta Colectivo Escenico, por Juan Ángel Esteban Cruz