Mis gritos ahogados en rojo
Miguel Isaac Zavala Flores
Cuando la bala perforó mi esófago, no tuve oportunidad de gritar, reír o llorar. Me atraganté con la sangre que poco a poco se coagulaba. Mis gritos ahogados en rojo reclamaban una vida a medias, sin amores suficientes, con odios excesivos.
Mi madre me advirtió, me dijo que dejara este camino de pastillas y pistolas. Ahora soy un cadáver más, uno que no extrañarán, uno que, de hecho, celebrarán en mi agonía. Tal vez mi padre llore un poco, tal vez mi madre sea la única que realmente pueda recordarme. ¿Quién más lo haría? ¿Quién derramaría sus lágrimas por un criminal?
El tiempo pasa y mi cuerpo se siente frío, curioso, puesto que yo ya me creía en el infierno. Las almas de mis muertos me arrastrarán a su sufrimiento infinito, a su rencor insano. No pasa nada, el tiempo se detiene y empiezo a flotar, soy una gota de rocío, una mota de polvo, un átomo inestable.
Veo el surgir de las eras y los imperios, veo mis electrones ser onda y sonido, ser míos e impropios. ¿Qué soy? La muerte. Soy la fisión que igualó a los soles, soy el arma del soldado, soy el hambre de los pobres, soy la enfermedad del mundo. ¿Qué soy? La vida. Soy la reconstrucción de las ciudades, soy la hierba en el cemento, soy la unión de gentilezas, soy la cura de los pecados.
De repente veo vacío, veo el espacio inmaterial que nos habita, veo la sombra de la ausencia, el persistente deseo de existir. Veo el choque universal, veo la estrella de la que nací, de la que nació mi padre y su padre y su padre… Veo sin ojos y sin nervios, soy la nada, el todo, lo mucho y lo poco. Soy los distintos planos de existencia. Una estrella de protones, una sonrisa de amor. Un miedo absurdo, una onda gravitacional. Soy el tiempo y el espacio curvo, soy la carta que escribió Neruda.
Me paseo por las probabilidades infinitas, por el curso de las galaxias. Veo a la humanidad doliente y me creo un dios, veo los desiertos de bondad y me creo un demonio. Miro los secretos de la existencia, el polvo del polvo, los engranajes del destino. Intento encajarme en la escala universal y me doy cuenta, yo ya no existo.
Dejé de ser parte del cosmos, soy un extranjero de la realidad, un nómada de tiempos, un muerto para la vida. Los pedazos de mí vagan por el mundo. Mis órganos ahora son larvas, mis cabellos son polen, mi carne es abono, mi vida es un recuerdo de mi madre.
Con la tristeza del abandono me proclamo huérfano del existir. La oscuridad me cubre con su manto orfanatorio y me susurra “ven”. Me limpia las lágrimas y la mente, comienza a borrar mis recuerdos y mi voz. Todo es oscuridad, soy sólo un punto, un punto y final.

Valle de tinta es el espacio donde crecen las historias que Miguel Isaac Zavala Flores cultiva.
*Sobre el autor:
Miguel Isaac Zavala Flores
Cuentista y ensayista
Miguel Isaac Zavala Flores, nacido en el año 2003 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Es un escritor mexicano, ávido lector y amante de las letras desde chico. Fue ganador de un par de concursos literarios en su bachillerato y desde muy pequeño encontró un amor por la literatura, tan grande, que no puede parar de escribir. Hechizado por libros clásicos y contemporáneos, busca constantemente devolverle el favor a la literatura, el favor que le hizo al salvarlo.


















