Revista

Valle de tinta 7. Mis gritos ahogados en rojo. Miguel Isaac Zavala Flores

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Mis gritos ahogados en rojo
Miguel Isaac Zavala Flores

Cuando la bala perforó mi esófago, no tuve oportunidad de gritar, reír o llorar. Me atraganté con la sangre que poco a poco se coagulaba. Mis gritos ahogados en rojo reclamaban una vida a medias, sin amores suficientes, con odios excesivos.
Mi madre me advirtió, me dijo que dejara este camino de pastillas y pistolas. Ahora soy un cadáver más, uno que no extrañarán, uno que, de hecho, celebrarán en mi agonía. Tal vez mi padre llore un poco, tal vez mi madre sea la única que realmente pueda recordarme. ¿Quién más lo haría? ¿Quién derramaría sus lágrimas por un criminal?
El tiempo pasa y mi cuerpo se siente frío, curioso, puesto que yo ya me creía en el infierno. Las almas de mis muertos me arrastrarán a su sufrimiento infinito, a su rencor insano. No pasa nada, el tiempo se detiene y empiezo a flotar, soy una gota de rocío, una mota de polvo, un átomo inestable.
Veo el surgir de las eras y los imperios, veo mis electrones ser onda y sonido, ser míos e impropios. ¿Qué soy? La muerte. Soy la fisión que igualó a los soles, soy el arma del soldado, soy el hambre de los pobres, soy la enfermedad del mundo. ¿Qué soy? La vida. Soy la reconstrucción de las ciudades, soy la hierba en el cemento, soy la unión de gentilezas, soy la cura de los pecados.
De repente veo vacío, veo el espacio inmaterial que nos habita, veo la sombra de la ausencia, el persistente deseo de existir. Veo el choque universal, veo la estrella de la que nací, de la que nació mi padre y su padre y su padre… Veo sin ojos y sin nervios, soy la nada, el todo, lo mucho y lo poco. Soy los distintos planos de existencia. Una estrella de protones, una sonrisa de amor. Un miedo absurdo, una onda gravitacional. Soy el tiempo y el espacio curvo, soy la carta que escribió Neruda.
Me paseo por las probabilidades infinitas, por el curso de las galaxias. Veo a la humanidad doliente y me creo un dios, veo los desiertos de bondad y me creo un demonio. Miro los secretos de la existencia, el polvo del polvo, los engranajes del destino. Intento encajarme en la escala universal y me doy cuenta, yo ya no existo.
Dejé de ser parte del cosmos, soy un extranjero de la realidad, un nómada de tiempos, un muerto para la vida. Los pedazos de mí vagan por el mundo. Mis órganos ahora son larvas, mis cabellos son polen, mi carne es abono, mi vida es un recuerdo de mi madre.
Con la tristeza del abandono me proclamo huérfano del existir. La oscuridad me cubre con su manto orfanatorio y me susurra “ven”. Me limpia las lágrimas y la mente, comienza a borrar mis recuerdos y mi voz. Todo es oscuridad, soy sólo un punto, un punto y final.

Valle de tinta es el espacio donde crecen las historias que Miguel Isaac Zavala Flores cultiva.

*Sobre el autor:

Miguel Isaac Zavala Flores

Cuentista y ensayista

Miguel Isaac Zavala Flores, nacido en el año 2003 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Es un escritor mexicano, ávido lector y amante de las letras desde chico. Fue ganador de un par de concursos literarios en su bachillerato y desde muy pequeño encontró un amor por la literatura, tan grande, que no puede parar de escribir. Hechizado por libros clásicos y contemporáneos, busca constantemente devolverle el favor a la literatura, el favor que le hizo al salvarlo. 

Voces ensortijadas. 306. Esclava del tiempo. María Gabriela López Suárez

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Voces ensortijadas  

María Gabriela López Suárez

Esclava del tiempo

A todas las mujeres, de todos los tiempos.

Como todos los miércoles, Martina revisó si todo estaba en orden antes de salir de casa. El refrigerio de Fernando, su hijo de 7 años, el desayuno de Enrique, su esposo y el de ella, en sus respectivas loncheras. A diferencia de ella, Enrique solía poner las alarmas en su dispositivo móvil para recordatorio de los pendientes que tenía. Ella prefería poner notas sobre el refrigerador, de tal forma que cada mañana y noche, antes de ir a dormir hacía los repasos y cambio de notas, en caso de ser necesario.

Respiró con alivio al ver que ya ponían salir de casa. Llamó a Fernando y terminó de acomodarle el uniforme de la escuela y el cabello. Enrique ya estaba haciendo lo suyo, sacando el coche para emprender el viaje.

Ese día le tocaba a Martina ser la conductora, se iban intercambiando días con Enrique. Pasó a dejar a Fernando a la escuela, posteriormente a su esposo y luego se dirigió a su trabajo. Revisó el reloj, estaba a buen tiempo para llegar a la oficina. Desde que la habían ascendido como Jefa de Departamento en la empresa donde laboraba, solía llegar a las 8:30 de la mañana, aunque su horario de entrada era a las 9. El ascenso significó mucho para ella profesionalmente, pero también le había implicado destinar más horas de su tiempo a las distintas labores que realizaba, no solo en la oficina sino en los demás roles que cumplía. Más de una vez se había planteado la pregunta si sucedía lo mismo con sus compañeros varones, jefes de área.

Llegó a su oficina, abrió la ventana que daba a la calle, prefería que el espacio se iluminara con luz natural, hasta donde fuera posible. Abrió la lonchera y sacó su termo para beber su café. Prendió la computadora y comenzó a verificar su agenda, la lista de actividades pendientes. Revisó su correo electrónico. Se acordó que tenía que desayunar, lo hice en un pequeño intermedio. Entre esas actividades y un par de reuniones se le fue el día.

Verificó la hora, tocaba ir por Fernando. Siempre le gustaba salir 20 minutos antes de las dos de la tarde, para llegar en tiempo y que el niño no esperara. Mientras iba a la escuela se acordó que no había comido su colación de frutas, la había preparado con tanto esmero. Su mente intentó justificar el acto, ¿en qué momento lo podría haber hecho con tantas actividades? El semáforo estaba en alto y Martina comenzó a observar a su alrededor, la gente en movimiento constante, ritmos acelerados, casi como ir en automático. Se percató que ella ni siquiera había puesto atención a cómo se veía el cielo a mitad de semana. El verde del semáforo detuvo su reflexión. Siguió el camino.

Llegó por Fernando, bajó del auto y fue a la entrada de la escuela. Pasó al área donde la niñez esperaba a las mamás y papás, saludó a las profesoras que estaban ahí y recibió a su hijo, quien con una gran sonrisa la esperaba. Tomó su mochila y se fueron al coche.

Camino a la oficina de Martina, Fernando platicó a su mamá que uno de los temas de sus clases había sido estar en contacto con la naturaleza. Y que hablaron de cuántos parques conocían en la ciudad. El niño dijo que tenía mucho tiempo que no iban al parque, que tenía ganas de ir. Ella se quedó en silencio, se le vino a la mente el itinerario de sus días, Fernando tenía razón, desde su ascenso laboral ella se había olvidado de darse espacio para las actividades más comunes que tenían sentido, plantear más convivencia con su familia y con ella misma.

La conversación con su hijo le hizo darse cuenta que se estaba convirtiendo en una esclava del tiempo y eso no le resultaba nada grato. No era justo para ella, ni para su familia. Volvió la mirada a Fernando, se topó con los ojos atentos y luminosos del niño, le dijo que esa noche durante la cena platicarían con Enrique para ponerse de acuerdo a qué parque irían cada fin de semana. La sonrisa de Enrique fue un apapacho a su corazón, continuó escuchándolo sobre los planes que preparaba para hacer en familia.
Photo by Antonio Miralles Andorra: https://www.pexels.com/photo/dramatic-interior-view-of-orsay-museum-clock-32603615/
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Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Catedrática, periodista, escritora y comunicadora

Apasionada de la escritura, la lectura, la radio y el aprendizaje de idiomas. Doctora en Estudios Regionales por la UNACH y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Maestra en Educación Superior y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNACH. Profesora-investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), en la Licenciatura en Comunicación Intercultural y la Maestría en Estudios Interculturales. Asesora en el Instituto de Evaluación, Profesionalización y Promoción docente en Chiapas y en el Instituto de Educación Superior en Desarrollo Humano Sustentable. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1, del Sistema Estatal de Investigadores, de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES) y de la Red de Formadores en Educación e Interculturalidad en América Latina (RedFEIAL). 

Sus líneas de investigación son: Comunicación, Comunicación Intercultural, Educación, Identidades, Juventudes, Periodismo, Radio Comunitaria, Turismo Comunitario, Patrimonio Cultural. 

Desde 2008 colabora como periodista cultural independiente en diferentes medios chiapanecos.  En 2018 fue corresponsal en Chiapas en la, antes llamada, Agencia Informativa CONACYT. Es autora de la columna periodística Voces ensortijadas, desde 2017, actualmente se publica en la revista electrónica Letras, idea y voz y en el portal Chiapas Paralelo.  Es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz. Actualmente es aprendiz de la Lengua de Señas Mexicana.

Polvo del camino. 305-A. Imágenes nómadas, 1 a 4. Héctor Cortés Mandujano

Foto: HCM y Alfredo Espinoza

Polvo del camino/ 305-A

Háctor
Antes o después de los aplausos/ III
Imágenes nómadas, 1 de 4

Héctor Cortés Mandujano

En 2021 ganamos el financiamiento para hacer la Gira Nacional por Espacios Independientes promovida por el Teatro Helénico, con mi obra La divinidad del monstruo. El equipo de gira (Oaxaca, Puebla, Guerrero y Chiapas) lo constituimos: Dalí Saldaña, iluminador y staff; Nadia Carolina Cortés Vázquez, maquillista, vestuarista, encargada de fotografía y video; Alfredo Espinoza, actor y coordinador de la gira, y yo, en mi carácter de actor, autor y director, y el que se queda sentado mientras los demás ven lo de las luces, hablan con la gente de los teatros y resuelven los asuntos de hospedaje y comida, no por sentirse muy importante, sino por su inutilidad para las cosas prácticas.
Saldríamos de noche, en autobús, rumbo a Oaxaca. Fue normal que llegaran a despedirnos mi mujer, mis nietos (hijos de Nadia) y la mamá de Dalí. El detalle lindo y singular fue que también se aparecieron para desearnos suerte nuestros amigos Tania Corzo y Juan Ángel Esteban. Partimos.
Llegamos a Oaxaca. En un muro, una pinta: “¡Fuera EPN de México!”; deseo cumplido: desde que dejó la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto se fue a vivir como rey a España.
Llegamos a la casa donde nos hospedaremos, una AIRBNP: la cocina era/es común para todos los huéspedes (podemos, si llevamos los insumos, preparar nuestros alimentos), no hay baños individuales y cuando llegamos a nuestro cuarto me di cuenta de que nunca hice caso de lo que decía Alfredo, cuando me explicó sus reservas de hotel y pasajes: era una habitación para ocho, con literas; las camas de abajo estaban ocupadas y nos tocaban las de arriba. Nunca antes había dormido en una litera y supuse que, sin remedio, me caería. Pensé en decirles a mis compañeros que yo me iría a un hotel, con mi dinero, y que ellos se quedaran allí. Alfredo vio mi rostro y notó mis intenciones. Pensé que se sentiría mal con mi decisión, tomé un respiro profundo y me trepé a mi tapesco. Sobreviví. Al otro día se desocupó una cama de abajo y, con la venía de mi trío de acompañantes, la ocupé.
Uno de nuestros compañeros de cuarto era muy conversón. Andaba con camiseta y parecía un luchador retirado: fornido de pecho y brazos, panzón, con bigote y barba abundante, voz de barítono. Me sugirieron su profesión los muchos zapatos dorados que tenía: de vestir, chanclas, babuchas, botas… ¿Qué otro oficio puede coincidir con esa profusión de calzados atípicos? Lo descubrimos en la noche, cuando lo encontramos, a nuestro regreso de nuestra primera función, con un vestido de lentejuelas, párpados y boca pintados. Nos saludó alegremente. Evidentemente no era luchador.
Llegamos al teatro y los que debían atendernos no fueron amables, sino rayanos en la grosería. Cada cual hizo lo suyo y, justo cuando íbamos a maquillarnos, Nadia se dio cuenta que había olvidado su maletín de maquillaje en el hotel. En la obra a mí me pintan la cara de blanco (incluyendo cejas, bigote y barba) y a Alfredo le desaparecen las cejas. Alfredo podía salir sin maquillar, pero mi personaje perdería mucho de su personalidad si yo salía con la cara limpia. El azar hizo que alguien hubiera olvidado una caja de talco en el camerino y Nadia hizo una plasta con ese polvo y lo que llevaba de crema en su bolsa. Daba el gatazo.
Salimos. La obra empieza a oscuras. La iluminación, en ese teatro, La Locomotora, se debe programar en una lap. Cuando debió entrar, la computadora dejó de funcionar. Yo, por razones de montaje, llevaba una lámpara de mano y comencé a iluminar a Alfredo y a iluminarme con la lámpara cuando cada cual decía su parlamento.
De pronto, ¡se hizo la luz! Dalí pudo iluminarnos y fue maravilloso ver como en los rayos lumínicos mi rostro se iba deshaciendo: con cada movimiento el talco caía y se veía hermoso, poético. Polvo eres
Una muchacha se acercó a felicitarnos. Dinorah se llama. Nos dijo que estaba muy agradecida por nuestro trabajo, que le había encantado, y que para corresponder a lo que le habíamos hecho sentir y pensar nos invitaba a desayunar en su puesto del mercado. Fuimos, claro, y le regalamos un libro de la obra, firmado por los cuatro. Ese el rostro de amistad que mejor recordamos de Oaxaca…
Foto: HCM y Alfredo Espinoza
Foto: HCM y Alfredo Espinoza




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Voces ensortijadas. 305. Atardecer en vuelo. María Gabriela López Suárez

Fotografía de MGLS:
Voces ensortijadas  
María Gabriela López Suárez

Atardecer en vuelo

Roberta revisó la hora, apenas y alcanzaba a llegar al aeropuerto. Sentía que el corazón estaba a punto de estallarle; iba en un taxi y había quedado atrapada en medio del tráfico de la gran ciudad. El conductor hacía su mejor esfuerzo para buscar rutas alternas, pero no había disponibles. Roberta respiró profundo, tratando de que la angustia no le ganara más y en su afán de llegar le alzara la voz al conductor.

Ella revisó su aplicación de Google maps, buscó ubicación y decidió que pediría bajar, le faltaba alrededor de un par de cuadras largas para llegar al aeropuerto. Estaba consciente que le tocaba emprender una gran carrera fuera y dentro del aeropuerto. Pagó y se bajó del taxi, el conductor se disculpó, pero justo estaban en la hora pico de la tarde; ella agradeció el gesto y después comenzó a correr.

Se agradeció haber ido ligera de equipaje, eso le permitía desplazarse un poco más rápido. El tramo afuera del aeropuerto se le hizo eterno; tomó aire al llegar al aeropuerto. Descansó unos segundos mientras buscaba con atención el número de su vuelo en las pantallas. Sintió un gran alivió cuando leyó ‘vuelo en tiempo’. Se abrió pasó entre la muchedumbre de gente viajera y buscó la sala número 78. Llegó cuando faltaban cinco minutos para cerrar el vuelo.

Abordó, se sentó. Agradeció a su cuerpo el esfuerzo que había hecho para estar justo a tiempo. Sintió que le volvió el alma al cuerpo. Cerró los ojos, el corazón había regresado a su latido normal. No demoró para que el vuelo despegara. Estaba sentada al lado de la ventilla, así que decidió contemplar un rato el paisaje antes de dormitar. La puesta del sol se asomó pronto. Roberta se quedó pensando que cada atardecer, al igual que los distintos momentos en la vida, es irrepetible.

Como en una bella pintura, el azul se apreciaba degradado en sus distintas tonalidades, desde el más intenso hasta el tono más claro, además se fusionaba con un intenso color naranja y en la parte más alta se dejaba contemplar la luna, en forma de uña, como haciendo un guiño. Roberta permaneció observando hasta que el cielo se tornó oscuro. Respiró profundo, la carrera de la tarde había valido la pena para deleitarse con ese bello atardecer en vuelo. Sonrió y cerró sus ojos. Faltaba poco para llegar a casa.
Fotografía de MGLS:
Fotografía de MGLS:

Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Catedrática, periodista, escritora y comunicadora

Apasionada de la escritura, la lectura, la radio y el aprendizaje de idiomas. Doctora en Estudios Regionales por la UNACH y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Maestra en Educación Superior y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNACH. Profesora-investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), en la Licenciatura en Comunicación Intercultural y la Maestría en Estudios Interculturales. Asesora en el Instituto de Evaluación, Profesionalización y Promoción docente en Chiapas y en el Instituto de Educación Superior en Desarrollo Humano Sustentable. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1, del Sistema Estatal de Investigadores, de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES) y de la Red de Formadores en Educación e Interculturalidad en América Latina (RedFEIAL). 

Sus líneas de investigación son: Comunicación, Comunicación Intercultural, Educación, Identidades, Juventudes, Periodismo, Radio Comunitaria, Turismo Comunitario, Patrimonio Cultural. 

Desde 2008 colabora como periodista cultural independiente en diferentes medios chiapanecos.  En 2018 fue corresponsal en Chiapas en la, antes llamada, Agencia Informativa CONACYT. Es autora de la columna periodística Voces ensortijadas, desde 2017, actualmente se publica en la revista electrónica Letras, idea y voz y en el portal Chiapas Paralelo.  Es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz. Actualmente es aprendiz de la Lengua de Señas Mexicana.

Polvo del camino. 305. Niñas y geckos. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: HCM.

Polvo del camino/ 305

Niñas y geckos
Héctor Cortés Mandujano

Damaris Disner se ha mantenido fiel, desde sus inicios, a la escritura dramática y, entre sus obras, un tema central: las infancias. En ¿Quién escucha a los geckos? Explora los juegos y los desencuentros entre las pequeñas hermanas, y lo que sucede cuando una enfermedad aparece en su mundo idílico. Esa, también, ha sido su constante: no escribe comedias o tragedias, sino piezas contemporáneas en las que la vida, con sus matices sombríos y luminosos, se sube a escena.

Si le hacemos caso a Freud, Damaris Disner no ha soltado el hilo del papalote que le hace volar tan alto en los cielos infantiles. Pero su dramaturgia tiene la impronta libertaria de las niñas y, al mismo tiempo, el control literario de una mujer que conoce a detalle el intríngulis de la trama, el diálogo, el montaje. No se llega solo por intuición a un texto tan bien armado y escrito como ¿Quién escucha a los geckos? Aunque la obra es breve, incorpora en ella la tecnología, que nos permite ver al gecko y la enfermedad en la pantalla, con un suspenso creciente, como una sugerencia de teatro de muñecos y a una breve y tremenda secuencia epistolar.
En ¿Quién escucha a los geckos? hay también sororidad, imaginación y aprendizaje significativo, especialmente entre las hermanas Noíl y Amaité. Eso leerán quienes se asomen al texto, eso verán quienes disfruten la puesta en escena y eso sentí yo.

[Este texto fue leído por el autor en la presentación del libro. Museo del Café. 14 de noviembre de 2025. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.]
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Valle de tinta 6. El ladrón de cuerpos. Miguel Isaac Zavala Flores

Foto de Anna-Louise: https://www.pexels.com/es-es/foto/cementerio-bajo-el-cielo-nublado-674732/

 
El ladrón de cuerpos
Miguel Isaac Zavala Flores


Según lo que leí, era una vieja costumbre que tenía. En ocasiones le molestaba, lo consideraba una adicción. A veces era por una sonrisa, por una lágrima, incluso por un suspiro, razones simples pero suficientes para llevárselos, para robarse su cuerpo. Le encantaban, tan diversos en sus formas, en sus experiencias, en su vivir. Todos tenían algo que aportar, tenían algo de él escondido en sus vidas, en su futuro.
Se creía merecedor de todo lo vivo sobre su tierra, por eso es que, a pesar del dolor de una familia rota, del llanto del infante, del miedo helado, de las oraciones de cristal, de la súplica eterna, a pesar de ello, se los robaba. Los traía consigo para admirarlos en otro plano, para decirles los secretos del existir, para enseñarles su muerte.
Llevaba demasiados años ya con esa insana necesidad, la edad no jugaba a su favor y se notaba más compasivo que antes. Dejaba llegar a la vejez a los que antaño habría matado cumplidos los treinta. Se consideraba a sí mismo misericorde, pero lo cierto es que el ansia lo carcomía. Por eso por cada viejo que dejaba llegar a sus noventa, tomaba en intercambio a un bebé en sus primeros meses; por eso la guerra no paraba; por eso la enfermedad azotaba al mundo.
Algunos huyen de él, otros lo rechazan e incluso existen quienes lo alaban, pero sin importar qué, llegado el momento, se los lleva, ya sea por accidente o por destino, siempre se van con él. Las risas, esas que no se pueden mantener, las convierte en brisa, los odios en alimento para gusanos, los miedos en frío invernal, el amor en recuerdos.
Desde que se llevó a papá, intento hablar con él para pedirle que pare con su locura. Nunca me responde. Interpreto sus silencios como advertencias, como esa amenaza de que pronto me robará también. Mamá dice que Dios es bueno, que papá está mejor con él. Para mí sólo es un ladrón, un ladrón de cuerpos.

Valle de tinta es el espacio donde crecen las historias que Miguel Isaac Zavala Flores cultiva.

*Sobre el autor:

Miguel Isaac Zavala Flores

Cuentista y ensayista

Miguel Isaac Zavala Flores, nacido en el año 2003 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Es un escritor mexicano, ávido lector y amante de las letras desde chico. Fue ganador de un par de concursos literarios en su bachillerato y desde muy pequeño encontró un amor por la literatura, tan grande, que no puede parar de escribir. Hechizado por libros clásicos y contemporáneos, busca constantemente devolverle el favor a la literatura, el favor que le hizo al salvarlo. 

Líneas de desnudo. 169. Quererse. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 169

Quererse
Por Manuel Pérez-Petit

No hace falta estar para quererse. En la ausencia, el cariño se vuelve mítico. En todo caso, el afecto no depende del conocimiento ni de la reciprocidad sino de ese no sé qué que queda balbuciendo, si se me permite la licencia sanjuanesca de la cruz, de esos movimientos líricos del alma tan de Baudelaire (1821-1867), de lo inentendible aunque comprensible si uno pudiera detenerse, de aquello que demuestra que hay razones que la razón no entiende, porque en esta evidencia radica la esperanza de la humanidad. 
            Hoy, en este tiempo autodecretado de la autodestrucción en que andamos de cabeza y a la deriva creyendo aun con todo que nos mantenemos en pie y erguidos por el rumbo fijo de nuestra inconsciente enajenación, ebrios hasta la ataraxia de nosotros mismos y desorientados como muy pocas otras veces en la historia de nuestra propia humanidad, habiendo llevado a cabo el trueque de nuestro propio autoengaño, en que cambiamos el amor por el interés, la nobleza por el interés, la belleza por el interés, la inteligencia por la habilidad, ahora, digo, en este tiempo de negación de la sabiduría, la contemplación o la búsqueda de la verdad, cuestiones todas ellas proscritas, apenas nos podría quedar aquello en lo que siempre estuvimos de acuerdo: el afecto, y ese afecto que es porque sí, nada tiene que ver con el interés y todo tiene que ver con verdades que no son manipulables. Siempre lo dijimos: el mundo se acabará pero quedaremos nosotros. Incluso aunque hayamos desaparecido por completo.
El problema actual del mundo no es la guerra, el hambre o las pandemias sino nosotros mismos, embaucados en una cultura de la muerte de nuevo y poderoso cuño que viene a darle la razón, sin ir más lejos, por ejemplo, a Thomas Hobbes (1588-1679), sumo arquitecto de nuestra sociedad, cuando dijo: “el hombre es un lobo para el hombre”. Y, en efecto, hoy lo es, lo somos, lo estamos siendo y no parece que vayamos a dejar de serlo, y de ahí nuestra necesidad de abrazar el olvido, nuestra negación subliminal del afecto, nuestra imperiosa intolerancia, nuestro indigesto radicalismo, nuestra dependencia del dolor y el partidismo como modo de vida y justificación, nuestra terrible soledad… Sí, la soledad, que es como el colesterol: la hay buena y la hay mala, y, a diferencia de otros tiempos en que había de todo, hoy nos hemos acomodado con gusto en el abismo de la mala.
Sin embargo, todo podría tener arreglo si empezamos por conservar o intentamos recuperar aquello de que no hace falta estar para quererse.  
S/t.
Fotografía: © Mayté Flores Ayala Mancera

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Ha sido director de Comunicación en el Servicio Andaluz de Salud, director editorial de intereconomia.com, adjunto a la presidencia del Instituto Europeo de Márketing, Comunicación y Publicidad, director de opinión de France Telecom España, director de relaciones públicas de la Fundación Leo Matiz o director editorial de AlmuzaraMéxico, entre otros puestos de responsabilidad. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. En la actualidad se dedica a la consultoría de alta dirección y a la docencia. Mantiene la columna Líneas de desnudo en la revista mexicana de fomento a la lectura Letras, ideaYvoz.

Voces ensortijadas. 304. ¡Atole de granillo! María Gabriela López Suárez

Foto de Brett Sayles: https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-de-nubes-durante-el-dia-2121347/
Voces ensortijadas  

María Gabriela López Suárez

¡Atole de granillo!

Lulú observó el cielo de la mañana de ese viernes, tenía tintes azules, bellísima tonalidad, acompañado de nubes ligeramente grisáceas que se arremolinaban y ocultaban la luz del sol que intentaba hacerse notar, a toda costa. Percibió el viento frío que formaba parte del clima, como un anuncio de la cercanía del invierno. Se sintió agradecida de estar abrigada; pensó en tantas personas y animales que están en situación de calle. El invierno es más crudo para ellas y la indiferencia ante esto, es peor.

Dio un sorbo a la taza de chocolate que había pedido. Degustó los trocitos de cardamomo que tenía su bebida. No recordaba cómo empezó a sentir el gusto por esa semilla. Lo que si tenía presente era que el sabor le encantaba.

Se acomodó en la silla desde el balcón de la cafetería donde se situaba; se había propuesto el reto de estar ahí. No era fan de las alturas, pero esa mañana le había apetecido apreciar desde otra perspectiva de la cafetería de la esquina, lugar a donde solía ir cada viernes a trabajar en línea.

Dejó a un lado la computadora y siguió contemplando el cielo, como si le pidiera mandarle inspiración para continuar con el informe que estaba redactando. Como una especie de respuesta a su petición, el cielo dejó ver nuevamente los tintes azules. Lulú sonrió para sí. Dio un último sorbo a su bebida de chocolate antes de continuar con su texto.

Los paisajes sonoros de adentro y fuera de la cafetería estaban presentes y le inspiraban, conversaciones, tintineo de tazas, cruce de peatones, el claxon de los coches, el sonido del semáforo, el sonido de sus dedos tecleando en la computadora, pero su corazón sintió gran emoción cuando escuchó la voz de una señora vendedora:

─¡Atole de granillo! ¡Atole de granillo!

Lulú buscó con la mirada, desde el balcón, y observó a la señora vendiendo atole. El llamado había surtido efecto; el frío matutino era el aliado. Varias personas se habían acercado a comprar la bebida, entre ellas Lulú, quien agradecía estar ahí en esa mañana.
Foto de Brett Sayles: https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-de-nubes-durante-el-dia-2121347/
Foto de Brett Sayles: https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-de-nubes-durante-el-dia-2121347/

Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Catedrática, periodista, escritora y comunicadora

Apasionada de la escritura, la lectura, la radio y el aprendizaje de idiomas. Doctora en Estudios Regionales por la UNACH y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Maestra en Educación Superior y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNACH. Profesora-investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), en la Licenciatura en Comunicación Intercultural y la Maestría en Estudios Interculturales. Asesora en el Instituto de Evaluación, Profesionalización y Promoción docente en Chiapas y en el Instituto de Educación Superior en Desarrollo Humano Sustentable. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1, Sistema Estatal de Investigadores, la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES) y la Red de Formadores en Educación e Interculturalidad en América Latina (RedFEIAL). 

Sus líneas de investigación son: Comunicación, Comunicación Intercultural, Educación, Identidades, Juventudes, Periodismo, Radio Comunitaria, Turismo Comunitario, Patrimonio Cultural. 

Desde 2008 colabora como periodista cultural independiente en diferentes medios chiapanecos.  En 2018 fue corresponsal en Chiapas en la, antes llamada, Agencia Informativa CONACYT. Es autora de la columna periodística Voces ensortijadas, desde 2017, actualmente se publica en la revista electrónica Letras, idea y voz y en el portal Chiapas Paralelo.  Es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz. Actualmente es aprendiz de la Lengua de Señas Mexicana.

Polvo del camino. 304. El organismo que nos cuida. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Luis Daniel Pulido.

Polvo del camino/ 304

El organismo que nos cuida
Héctor Cortés Mandujano

En Realidad virtual. Las claves de la interacción entre tecnología y cerebro humano (Emse Edapp-Editorial Salvat, 2020), de Cristiano Chiamulera, al margen del asunto central, hay dos recuadros que me llamaron la atención y que comparto contigo lector, lectora.
El primero se llama “Los procesos atencionales”, y en él se explica que nuestro organismo, sin que en general nos demos cuenta, mide los cambios en nuestro alrededor (climáticos, energéticos, es decir, físicos) y dentro de nosotros. No lo hace en todos los detalles y no nos avisa, porque (p. 75) “elaborar el enorme número de estímulos ambientales no resulta económico, el sistema se colapsaría a lo largo de sus vías de codificación y en sus centros de elaboración. De esta forma, se filtra el grueso de los estímulos eficientemente”.
Y pone, lo cito (pp. 74-75): “Un ejemplo:
• en este instante que estás leyendo
• …eres consciente de las imágenes de las letras sobre el papel
• …de sostener un libro con las manos…
• …de su peso…
• …del significado de la frase… pero… no estás prestando atención…
(claramente ahora cuando lo leas te darás cuenta)
• a las sensaciones táctiles que proceden del contacto de tu cuerpo con la silla.”
Es decir (p. 74): “El sistema somatosensorial es un sistema muy eficiente de recepción y elaboración de las informaciones, dado que puede mantener el control sin tener que elaborar continuamente todos los acontecimientos físicos que se producen dentro y fuera del organismo”. Podemos tocar, por ejemplo, un objeto puntiagudo sin que se estimule la sensación táctil o dolorosa, porque a nuestro organismo el objeto no le parece, en ese momento, peligroso.

El otro recuadro se titula “La reactividad ante señales” y se refiere más específicamente a los asuntos que nos ocurren cotidianamente y que nuestro organismo decide ignorar (un olor a humo) o atiende o pospone (una necesidad fisiológica). Dice el autor que la reactividad ante señales activa (p. 118) “respuestas automáticas que se llevan a cabo por medio de procesos cerebrales que se desarrollan en forma concomitante en distintos niveles. Este es el motivo por el que no siempre somos conscientes de la sensibilidad de la reactividad ante señales, aunque el entorno esté lleno de estímulos para sexo, comida, humo, etcétera”.
Los dos textos aluden a que nuestra vida es más cómoda y mejor llevada por nuestro organismo automático, sin que nosotros tengamos nada más que hacer que dejarnos conducir por lo que nuestro propio cuerpo nos informa, nos dice y a veces nos ordena…

Ilustración: Luis Daniel Pulido.
Ilustración: Luis Daniel Pulido.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Nota rimada. 26. Las que calan de a deveras… las calaveras/5. Maclovio Fernández

Imagen proporcionada por el autor.

Bienvenidas las Calaveras de Maclovio Fernández

Por Maclovio Fernández
La despedida
Cuando me toqué el aciago día,
aquí me atrevo a solicitar
que si algo me han de tocar
me cambien la melodía.

Lo pido en serio y en broma,
ya que la muerte es ladina,
que en vez de Las Golondrinas
me tocaran La Paloma.

El consuelo al que me aferro,
es que aún en acto postrero,
si en mi esperanza no yerro,
llenaré un buen agujero.


Presidente Obama

Del país más aguerrido
la real academia sueca
decidió irse por la chueca
para el de paz, elegido.

Entre ruidos de metralla,
cohetes, cañones y balas
la noticia es de las malas:
pues no es fallo, sino falla.

El negro, bailando rumba,
fue cogido por la muerte
quien le asignó como suerte
que hoy tenga paz… en su tumba.


Los idos de antaño
(Miguel González Alonso)

Por una cruel paradoja
se dio a Miguel sepultura,
por usar expresión dura
empleando una lengua floja.

En su familia hay congoja,
llanto, lamento y desmayo
ya no habrá quien cobre el”chayo”,
pero sí quien lo recoja.

Mas no todo es perdición
si a dentadura pelada
y palabra descarnada
podrá hablar en el panteón.


El Peje: Descanso
a discreción

“Porque está que te vas y te vas…”

Aunque les peje y les punge
aún no está fuera del mundo
y es su mensaje rotundo:
la que está, no finje… ¡Funge!

Aunque no ha dicho palabra
acusan que su opinión
es la verdad, de cajón
por obra de abracadabra.

Un escenario o retablo
lo tacha de arte siniestra
lo que dicen que demuestra
tiene pacto con el diablo.

Pende sobre su cabeza
de Damocles gran espada
aún teniendo la certeza
de que ya está en La Chingada.

Imagen proporcionada por el autor.
Imagen proporcionada por el autor.