Líneas de desnudo/ 105
El libre albedrío Por Manuel Pérez-Petit
Puede ser que sea que me parezca al padre de alguien o a su hermano o a su ex-marido o a algunos de sus ex-novios o al fontanero del que se prendió una mañana en que los rayos del sol llegaban al fondo de la cocina, no lo niego, como tampoco que a veces por estornudar o por levantar un dedo en una conversación alguien se haya sentido agredido o incluso amenazado por mí. Al fin, en todas partes soy y siempre seré un extranjero, como Rosaura, quien con hábito de hombre llega a Polonia, se pierde en el camino, encuentra en un risco una torre y cuando se acerca a ella escucha una voz: “¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!”, y se llena de tristeza. Allí está encerrado Segismundo, príncipe inconsciente de Polonia, quien, como yo cuando le recuerdo a alguien a su padre o a su hermano o a su ex-marido o a algunos de sus ex-novios o al fontanero del que se prendió una mañana en que los rayos del sol llegaban al fondo de la cocina, generado ríos aéreos de partículas de polvo y brillos en las llaves del agua que parecían estrellas, no entiende nada, ni la cadena que le sujeta ni las pieles que le cubren ni la razón de su existir, pues toda su vida ha permanecido en esa cueva. Puede ser que sea que recuerde, como también me ha pasado, al violador que abusó de alguien en su niñez, aunque fuera por la sola razón de llevar bigote, como en algunas temporadas ha sido, al que rentaba las bicicletas de no sé qué parque o solo por ser extranjero ser considerado un peligro. Y aún a sabiendas de mi condición apátrida no dejo de ser yo, puesto que si llegara el dia en que me desataran de la cadena y me vistieran con ropas adecuadas a mi rango, y ser el rey por un día, podría estallar de ira en el desconcierto de una realidad desconocida y volverme loco, como el rey Basilio interpretó, basado en la profecía que auguraba que Segismundo, su hijo secreto, sería cruel y terrible, para justificar dormirlo de nuevo y regresarlo a su torre, haciéndole creer que nunca salió de allí, y cuando allí se vió Segismundo dijo aquello de: Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Así, los fantasmas subjetivos de los demás se manifiestan contra uno –puedo ser yo o puede ser cualquiera–, y la culpa es de uno, no del que inventa parecidos que en nada son reales, pues es uno el que se expone a ello. Así, cuando los soldados, en la contienda civil que se establece al ser de conocimiento general que es el auténtico príncipe heredero, van a liberar a Segismundo, que está decidido a hacer el bien, y es restituido a su honor, éste decide castigarlos por haber traicionado a su padre, el rey, y pone orden en el viejo y oscuro reino de Polonia, negando cualquier posibilidad de venganza. Y es que, como bien dice Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) en su “La vida es sueño”, obra cumbre de la literatura universal, el libre albedrío es más fuerte que el destino. Dicho de otro modo, todos tenemos fantasmas subjetivos, y todos ellos son dignos de comprensión, pero depende de uno no darles rienda suelta, pues ni yo ni nadie somos el padre, el hermano, el ex-marido, ninguno de los ex-novios o el fontanero del que se prendió una mañana en que los rayos del sol llegaban al fondo de la cocina, así como tampoco el señor con bigote que abusó de nadie hace muchos tacos de almanaque, el que rentaba las bicicletas de no sé qué parque o un extranjero que, por serlo, merezca la vitola de ser un peligro, y menos sabiendo que quien es extranjero en todas partes no lo es en ninguna. Lo que se ha perdido en nuestra sociedad Occidental es el libre albedrío, aquello que permite ser un buen rey a Segismundo y que nos impide ser justos –aún siéndolo en realidad–, dejándonos arrastrar por nuestros fantasmas subjetivos y proyectándolos en los otros arrastrados por nuestro propio descontrol.

Origen de la imagen: https://www.cervantesvirtual.com/obra/la-vida-es-sueno--8/
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.
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