Líneas de desnudo. 106. Pesimismo. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 106

Pesimismo
Por Manuel Pérez-Petit

Me dice una persona muy querida que mis artículos son pesimistas y trágicos, que habrá que ver la vida por otras caras…, y esto me ha dado para pensar en la combustión en que vivo lleno de asombro.

M. P.-P.
El asombro es gratuito. Aparece por sorpresa y nadie puede controlarse ante él. Es como la verdad: provoca risa. Las inevitables risas del asombro y de la verdad se parecen mucho, y vengan de donde vengan amplían el mundo.
            Podemos luego creer en el azar o la fortuna o en la providencia, que son conceptos antagónicos, en el determinismo social o en definir el mundo como voluntad y representación, fuente inevitable de terribles sufrimientos, siguiendo a Arthur Schopenhauer (1788-1860) en su pesimismo radical. De leerme, este filósofo alemán no diría que mis artículos son pesimistas sino todo lo contrario, ya que su ateísmo convencido le impediría concordar con mi declarada fe, que dota a lo que escribo de esperanza, concepto imposible de asimilar para él.
            En cierto modo, todo depende del punto de vista, y más en este maremágnum a veces histérico a veces neurótico en que hemos permitido que el mundo se convierta. Alejado de los focos mundanos, Schopenhauer tuvo tiempo de contemplar y reflexionar acerca de lo observado, actividades con las que el común de los mortales actuales no solo ni sueña sino que ni se plantea. Hay, eso sí, una minoría de personas, y yo conozco a varias, que se salen de lo común, y contemplan, y reflexionan con sentido, y son capaces de asombrarse ante el mundo y las cosas que pasan. Y en ellos radica la esperanza de nuestra ajada y depauperada sociedad Occidental de no convertirse en el peor de los mundos. 
            Sin embargo, todo invita a irse, a exiliarse de la realidad. ¿Merece de verdad la pena implicarse? Pese a que todo indica lo contrario, yo creo que sí, pues soy, como Schopenhauer, un idealista, un inadaptado crónico especialista en sonoros y aplastantes fracasos. Yo tendría motivos reales para ser pesimista y trágico, en efecto, pero mi voluntad me impide sucumbir ante esa “dorada” tentación, y más aún teniendo asuntos pendientes y tantas cosas buenas por hacer, y más habiendo cada día más retos que afrontar y que cada vez somos menos los que tenemos la voluntad de darle la vuelta a la tortilla de una realidad que cuanto menos escuece, dado que siendo realistas, interesándose y observando el mundo, comprometiéndose hasta las entrañas, incluso con capacidad de asombro, que es la fuente de la belleza, aquello sin lo que no podríamos vivir aunque no lo sepamos, todo emprendimiento lleno de luz tiene como enemigo implacable esa oscuridad llena de oropeles con que las sirenas de la velocidad y el hastío nos pretenden fagocitar con sus redes abducientes y esclavizantes.
            ¿Donde están la rebeldía, el libre pensamiento, el espíritu crítico o el afán por vivir, aunque sea por quitarle la razón a Schopenhauer, y que son las verdaderas armas contra la desaparición del asombro, la relativización de la verdad y la implantación de la nueva esclavitud, que son casi inevitables? Podríamos decir, para estar más cómodos, “¡Vivan las cadenas!”, como decían algunos españoles de hace dos siglos para rendir pleitesía al nefasto Fernando VII, y nos quitaríamos en apariencia de “problemas”, sin darnos cuenta de que entraríamos de cabeza en la “resolución final”, el de la sociedad de los muertos que andan por la calle, objetivo de la pesimista y trágica distopía que ahora estamos viviendo, pues por desgracia no se puede ver la vida hoy por otras muchas caras.
   
Fotografía de retrato de Arthur Schopenhauer, por Johann Schäfer. Marzo de 1859.
Fuente de la fotografía: Biblioteca de la Universidad de Frankfurt am Main. Tomada de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Arthur_Schopenhauer_by_J_Sch%C3%A4fer,_1859b.jpg

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

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