Líneas de desnudo/ 103
Lectores (2 de 2) Por Manuel Pérez-Petit
Ha sido un caso raro el de Lectores (1 de 2): el artículo en este mi Líneas de desnudo del que más mensajes he recibido –y todos mostrando su acuerdo con lo que yo decía– y, a la par, uno de los menos leídos de mi ya más que centenaria trayectoria en Letras, ideaYvoz. Esto me da que pensar que, en efecto, no hay lectores, porque, ¿a quien le interesa leer, y más cuando el hecho de leer de verdad, con todas sus letras, como vemos, es, en general, una actividad desprestigiada tanto desde arriba como desde abajo de la sociedad? ¿Por qué nos asombramos cuando entramos a una casa y vemos libros, al margen de que es cierto eso de que en la inmensa mayoría de los hogares no hay lugar para ellos? En las clases sociales más bajas no se lee porque los libros son caros, porque da pereza hacerlo o porque, yendo a lo más sencillo, la lectura no es una prioridad para nadie. O por las tres cosas a la vez. En las clases altas, leer en no pocas ocasiones es un esnobismo, algo con lo que aparentar ante los demás. En las clases medias, esto es, en la mayoría, leer es optativo. No existe la necesidad perentoria de comer, se puede ahorrar y, por ello, también comprar libros y leerlos –que son dos cosas muy distintas–. ¿Es necesario, por otra parte, ser escritor para tener una inmensa biblioteca, cuando éstas, a la postre, son una inmensa minoría? La respuesta es no. Para ser escritor no es necesario tener libros; es imprescindible leerlos. ¿Acaso lo es para conformar aristocracias endogámicas que solo se interesan por sí mismas? Pues tampoco. El que ama los libros es como el que ama las macetas. Tiene, y muchos. Los cuida, los limpia y los ordena, hasta con curiosidad de coleccionista. Que los lea o no es otra cosa. Se puede leer mucho y que ello no suponga nada para uno. Hay quienes leen y leer es a ellos como el polvo a las maletas. No les permea. Mucha culpa de esto la tiene la sociedad de la velocidad y la intoxicación informativa que vivimos. Hay quien lee menos y lo que leen les entra hasta las entrañas. Hay quien no lee libros, pero se lleva la vida leyendo, pues no todo son los libros. Mucha gente necesita leer la misma página dos y tres veces y siguen sin enterarse de lo que leen. Son victimas pero también carecen de intencion. A los que dirigen la sociedad les interesan las mentes rigidas, planas, de una porosidad inexistente. No son pocos aquellos para los que un libro es una cosa rara, difícil de desenredar, intrincado y confuso. O incluso un enemigo. Mi primera esposa decía que no quería libros en casa porque eran una fuente de bichos y suciedad. Y era periodista. Tuve que tener mis libros, en consecuencia, durante los cuatro años que duró el matrimonio, con mi madre. Luego, claro está, me reclamaba que pasaba demasiado poco tiempo en casa... Habrá quien diga que el libro es un invento polémico y problemático, pero lo cierto es que sin libros no hay democracia, no hay libertad y no hay paz. El final del libro es el comienzo de la tiranía, de todo lo indeseable para el ser humano. Pero incluso más allá podría haber muchos libros en todas partes, y que nadie los leyera, ¿se lo imaginan ustedes, por ejemplo, los muy pocos lectores que hay que leen sobre los lectores?

Fotografía: Archivo de Sediento Ediciones, propiedad de M. P.-P.
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.