Trabajo en alturas. 12. La esfera-universo de Atxaga. Roger Octavio Gómez

Los hijos del fraile y el filandón (3)
La esfera-universo de Atxaga

Por Roger Octavio Gómez Espinosa

Decíamos en el artículo anterior que el cuento puede dejar en la mente una  una imagen que puede visualizarse y que rememora la totalidad del cuento, pero también lo que lo trasciende y que dicha impresión era similar a la que deja la fotografía al capturar un "momento justo". Pero hay más analogías que pueden ayudar al lector interesado en los cuentos a recrear acercamientos intuitivos a la lectura. Veamos el de la esfera-universo:


La esfera-universo en Atxaga
Cuando se habla de la esfericidad de un cuento imagino una de esas esferas con agua que venden actualmente en las tiendas de baratijas traídas de China pero que al parecer tuvieron una gran tradición en los países occidentales. Dentro hay figuritas de plástico que recuerdan algún motivo o escena, generalmente navideña, que vive una tormenta blanca cada que se les agita. Los elementos están ahí, estáticos, y lo que se agrega es la imaginación del espectador y el movimiento que revive una tormenta invernal. Las hay ya con muchas variantes, algunas tienen música, otras luces, pero son entes cerrados, si se les quiere agregar algo habría que abrirlas y eso las pone en el alto riesgo de ser destruidas sin remedio.
          Bernardo Atxaga en su cuento “Saldría a pasear todas las noches” reúne lo que a mí me parece una esfera de cristal del tipo de las que intenté describir arriba, pero percibidas desde el punto de vista de dos protagonistas: Katharina y Marie. Dos agitaciones a la esfera. Hay dos historias separadas, que suceden en un mismo universo narrativo donde se unen por una serie de vasos comunicantes, algunos nítidos otros velados: dos mujeres, una niña y una adulta, cada quien en su propia trama tienen razones para no salir de casa por las noches; un tren que atraviesa la ciudad provoca evocaciones de distinta índole a las protagonistas; el recuerdo de un traslado de caballos hacia un puerto que los llevará a América donde, quizá, sean consumidos como carne; la pérdida de algo, una de un amor que no la busca más, otra de un viejo rocín que tampoco volverá. Son los vasos comunicantes que menciono los que hacen que esta historia cumpla con la unidad narrativa y con las otras condiciones que nos sugiere Cortázar, un asalto de box contado dos veces, una fotografía vista desde dos ángulos distintos.
         Mi maestro, Héctor Cortés Mandujano, defiende la idea de el "cuento-artefacto". Un artefacto no debe conterner elementos de más porque cualquier agregado estorba. Y esta idea se puede aplicar a casi cualquier elemento de la vida cotidiana. Si a un martillo se le agrega ornamentos o garigoleos estrafalarios, será un martillo adornado, mas el aderezo no necesariamente ayudará que el artefacto cumpla su función primaria: martillar; incluso puede estorbarlo. Como la esfericidad que veíamos en Axtaga: ninguna molécula de ese cuento está fuera de sus límites, lo único que la trasciende es la imaginación del lector que puede agitar una y otra vez la esfera que se excitará dando una impresión mimética de vida pero que no dejará salir ni una gota, ni una molécula, a menos que se rompa y se dañe irremediablemente. Un buen cuento lo es en su simplicidad y, así, soporta el paso del tiempo y a los críticos más extraviados.

Conclusiones
Si lo que interpreté de alguna lecturas, de mi somera experiencia y de mis recuerdos sobre mis “filandones” de velorio es medianamente acertado, concluyo que para que se pueda brindar la intensidad, tensión y significados necesarios a la narración oral, que en más de una ocasión llega a concretarse en grandes cuentos orales, se requiere de una habilidad especial por parte de su narrador quien se manifiesta por una pulsión vocacional, pero también por la práctica que le da el seguir tales impulsos. De igual manera para que el cuento literario escrito logre el estilo necesario y suficiente requiere del talento de su autor, pero también de habilidades que se obtienen con la práctica y la lectura de los otros. 
          Quizá no haya leyes para la construcción de un cuento, pero sí hay felices coincidencias o esquemas que se repiten en las obras consagradas, cada cual con sus variantes. Esto hace posible enseñar, como lo hacen muchos conocedores del oficio, como Julio Cortázar, y aprender de tales enseñanzas, como intentamos hacerlo nosotros los lectores que queremos indagar en la escritura creativa para acercarnos, un poco cada vez, a los grandes exponentes de los géneros narrativos breves. 
          Una manida frase atribuida al budismo zen dice que cuando el alumno está listo aparece el maestro. Mientras éste llega, hay tanto por leer, tanto por indagar, tanto por des-aprender. 
          No sé si esté a la altura de los excelentes maestros con los que me encontrado durante mi vida. Seguro sí estoy de que siempre agradezco enormemente que me hayan compartido mapas de los senderos que, para sus alumnos, listos o no, han trazado. 

Bibliografía
Anderson Imbert, Enrique. “Cuentos realistas y no realistas” en Teoría y técnica del cuento, pp. 166-178, 4ª edición. Material proporcionado para fines didácticos, consultado el 24 de septiembre de 2020. Ed. Ariel letras.

Cortázar, Julio (1971). “Algunos aspectos del cuento” en Cuadernos hispanoamericanos, no. 255, marzo de 1971. José Antonio Maraval, director. Madrid: Revista mensual de Cultura Hispánica. 

Cortés Mandujano, Héctor (2009). Apuntes genéricos sobre el cuento. México: UNICACH.

Martín Sarmiento, José María, (director) (1984). El filandón. [Cinta cinematográfica]. España: Fundación Villalar.

Merino, José María (2015). Cuentos del reino secreto. Barcelona: Alfaguara.

Velasco Marcos, Emilia (2020). “Cuentos de Villa-Matas, Axtaga y Rivas, 20200930”, carpeta electrónica con cuentos recopilados con fines didácticos, consultado el 1 de octubre de 2020.

Velasco Marcos, Emilia (2020). “Sobre el cuento”, resumen de ideas de Julio Cortázar recabadas con fines didácticos, consultado el 1 de octubre de 2020.
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