Líneas de desnudo. 76. Volviendo a las andadas. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 76

Volviendo a las andadas
Por Manuel Pérez-Petit

Después de unos días de descanso, regreso a mi encuentro con los lectores en este mi ‘Líneas de desnudo’. La breva cayó en el caso Djokovic: con exactitud como lo había previsto en mis textos precedentes, Homogéneos, ¿Qué más podría haber hecho este hombre? y Está al caer la breva, de tan buena acogida general. Estamos, por otra parte, asistiendo al enésimo episodio de la tensión Rusia-Occidente con Ucrania como campo de pruebas, cuestión en que se demuestra que pese a la homogeneización que supone para los gobiernos del mundo la nueva Era distópica de la que nos encontramos en el año 3 esto no es incompatible con que se mantengan reminiscencias del pasado. En fin, les ahorro más cuestiones, como la de que García Márquez fue vigilado por el servicio de espionaje mexicano por muchos años al ser considerado “pro-castrista”, noticia a la que ayer mismo, domingo, hemos tenido acceso, o que el Betis del alma mía está que se sale en la liga española. Tonterías, que diría el castizo, pues lo que importa son otras cosas, y ésta es la razón por lo que hoy regreso por otros fueros por fin, cansado –y no menos agradecido– también de recibir reclamaciones por mi ausencia. No deja de ser cierto que mi columna es para mí un ejercicio de salud mental. La locura no tiene cura, al menos la mía, pero puede aliviarse, y aunque escribo porque me da la gana es verdad que también escribo porque, como a Emily Dickinson, “se me saltan las tapas de los sesos”. Reconozco de igual modo que me llevo por días rumiando a la vez varios artículos, en paralelo, y que escribir justo antes de que se publique es algo que me lleva la adrenalina a cotas maravillosas. No pueden imaginarse, por tanto, cómo he tenido la olla exprés –sí, la misma que denosto en la cocina pero que confieso tener encima en mis hombros– durante estos días de ausencia. Setenta y cinco llevo y he tenido casi otros tantos madurándose en estas pasadas jornadas extrañas, durante las cuales he cumplido un capicúa único, 55. Es la vida: sin duda, el misterio más grande que podamos conocer, esto en lo que lo único que con certeza sabemos es que vamos a morir. Y si de morir se trata, de alguna forma nos morimos a diario, y quizá por ello concuerdo con quien piense que en la vida son más importantes las despedidas que los encuentros. Pero también con quien afirme que la vida es un monumental reconocimiento a la soledad.

El autor
Ea, volviendo a las andadas, esto es todo por hoy. Pasado mañana, miércoles 26, volveremos a encontrarnos.
            Sin más, se despide de ustedes su seguro servidor, Manuel. 
 __________
Posdata:
Siempre nos quedará París, perdón, el arte. Para los egipcios, el sol –puro fuego– era un ser viviente, más viviente, incluso, que los hombres, por su no sometimiento a la historia. El mexicano Octavio Paz (1914-1998) escribió que la obra de arte “es vía de acceso al tiempo puro, inmersión en las aguas originales de la existencia” y la filósofa española de larga radicación en México María Zambrano (1904-1991) afirmó: “Escribir es defender la soledad en la que se está, es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, por la lejanía de toda cosa concreta, se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas”. 
            No deberíamos confundir información con conocimiento, pero en la sociedad del aislamiento, la depresión y la soledad en que vivimos es lo habitual, y en el fondo hasta nos da igual. Hoy sobra más información y falta más conocimiento que nunca, pese a todos los supuestos avances de la sociedad comunicada, pero al final por las treinta monedas simbólicas de la vanidad y la autosatisfacción mal entendidas vendemos con una facilidad pasmosa nuestra libertad, sin ir más lejos, a las redes, que son capaces de hacer con nosotros lo que les venga en gana, incluso reservándonos el inútil derecho a la queja. Las redes son, además, adictivas y, por tanto, determinadoras de nuestras vidas. Un día hablaré de las redes, pero de lo que hoy se trata es de la soledad, la que nos toca.
 En 2009 recorrí en auto toda España en un mes, sin saber que en el fondo era una despedida. Es solo un ejemplo.
Fuente de la fotografía: Archivo personal M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

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