Líneas de desnudo/ 21
Distopía IX: “Yo soy tu padre” Por Manuel Pérez-Petit
Cierto es que el año p. 1 d.p., en éste su discurrir como cuchillo en mantequilla en nuestras existencias hacia la perdición de la Era distópica que se adueña de nosotros con la misma sutileza con que el canciller Palpatine se adueñó del joven padawan de jedi Anakin Skywalker, de alma, vida y corazón, todo lo ha trastornado como por ensalmo, generando un desconcierto sin precedentes en la historia. Pero hoy no hablaré de ello. Cierto es que hubo otras pandemias y catástrofes con anterioridad, y desde siempre, que generaron caos y luego reconversiones, transformaciones y radicalizaciones de todo tipo, pero no lo es menos que una vez pasada la tormenta todo volvió a ser igual, y así una y otra vez hasta nuestros días. Sin embargo, en este artículo no abordaré tampoco este asunto. Cierto es que esta pandemia de la tercera década del siglo XXI es, a lo que vemos, diferente a todas las anteriores, en esencia y en trascendencia. Ha venido para quedarse –qué duda cabe– y los poderosos del mundo han tomado, con agilidad de cancerbero mítico, la sartén por el mango de nuestras existencias, incluso como nunca antes, para ahogarnos en su bilis venenosa, aunque este tema lo dejaré para otro día. Cierto es que en mi Líneas de desnudo del pasado 5 de febrero, titulado “Distopía VI: La nueva Era (1)” defendía que la Era distópica “es una regresión gigantesca para la Humanidad”, y añadía que de “más de doscientos años”, porque de algún modo nos regresa a la sociedad estamental y de control imperante desde la baja edad media hasta el siglo XVIII, y cierto es que si bien aquellas monarquías absolutas lo controlaban todo no sabían quién era cada cual –y en el fondo les daba lo mismo–, y, sin embargo, ahora, saben de todos y cada uno no solo fe de vida y penales sino si hasta si tenemos, por ejemplo, una incipiente caries en la parte interna del segundo molar superior permanente del lado izquierdo, pero no lo saben por la ficha del dentista –pues lo saben antes de que éste la certifique e incluso antes de que a uno le duela– sino por el chip que nos implantan –y hasta lo harán de manera física, y si no al tiempo– para saber, anclados a sus poltronas de poder en oscuros despachos con olor a azufre aunque muy desinfectados, quién es quién y cómo manejarlo por completo en la arácnida sociedad diseñada de manera oportuna en la que ejercen un control omnímodo del universo, cuestión que vengo abordando pero acerca de la cual hoy pido disculpas por no abordar. Cierto es que hoy ya hemos certificado por decreto la muerte real de la libertad en aras de un “bien común” abstracto y demagógico pero oportuno a sus intereses y de una nueva “libertad” en que controlan no solo nuestros pensamientos e intenciones sino hasta si nos hemos hecho recta o torcida la raya a la izquierda al peinarnos el cabello esta mañana, y lo hacen sin pudor, con luz y taquígrafos y sin necesidad de ponernos una pistola en la cabeza. Y hoy, de todos modos, tampoco me apetece hablar de esto. Cierto es que ya hemos certificado por decreto la abolición real de la persona mediante la potenciación interesada de conceptos tales como los de individuo o número –que ya se están imponiendo–, y que no tardará mucho en inaugurarse un mundo feliz para regocijo y solaz de unos pocos y el ordenamiento “eficiente” de todos los demás, nuevos parias de la tierra con códigos de barra y vigilancia continua, de lo que en esta ocasión me abstengo de hacer comentario alguno. Cierto es que el lado oscuro, el reverso tenebroso, es “más rápido, más fácil, más seductor”, como el maestro Yoda le dijo a Luke durante el entrenamiento de éste en el planeta Dagobah, y no lo es menos que los dirigentes del mundo no solo han caído en él –estaban más predispuestos que el Chavo del ocho a transgredir las normas, poniendo caras de tonto, dicho sea con todo el respeto al Chavo del ocho– sino que hasta los funcionarios intermedios del sistema se apuntan a ello en masa, pletóricos de alegría, pues el nuevo estatuto de las cosas así lo prescribe. Y a qué decirles que no comentaré esta realidad en la presente entrega. Cierto es que ya hemos certificado por decreto la muerte real de la democracia a manos del nuevo totalitarismo que ejerce de facto ya el gobierno –y los gobiernos– de la nueva sociedad, los nuevos monarcas absolutos, el nuevo estamento de los jefes del mundo, con su estrategia grabada en piedra ya de palo y zanahoria... , y, ahíto de dolor como me encuentro, tampoco quiero enfrentar esta materia en estas líneas... … Y lo cierto es que, entre mis tareas, mi arrastrar la bola de dolor que estoy hecho –solo por el hecho de ser persona y creer en la libertad– por los calendarios más duros que recuerdo de mi vida, mi torpe y escabroso atravesar el desierto que me toca –y en realidad nos toca a todos– y mi levantarme en cada momento con el alma llena de ciática –doblados por el espinazo como andamos–, ya ni recuerdo de lo que de verdad quería hablar en este artículo, pero lo que sé es que toca armarse de esperanza y amor y fe –lo cual es un trabajo hercúleo en esta tesitura en que todo es frío como el acero y difuso como niebla londinense– si no queremos vernos cara a cara con la nueva realidad –que son los nuevos dirigentes, nuestro smartphone, nuestras píldoras diarias de autocontrol y soma, ...– y ésta nos diga, mientras nos vence con su sable de luz de las tinieblas, con voz de ultratumba –lo cual sería ya nuestra perdición–: “Estás derrotado. Resistir es inútil. No te dejes derrotar como lo hizo Obi-Wan... No hay escapatoria. No me obligues a destruirte... Todavía no te has dado cuenta de tu importancia. Solo has empezado a descubrir tu poder. Únete a mí y yo completaré tu entrenamiento. Combinando nuestras fuerzas, podemos acabar con esta beligerancia, y poner orden... Yo soy tu padre... Juntos dominaremos el mundo como padre e hijo. Ven conmigo. Es el único camino...”

Fotografía: ©M. P.-P., 2009
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.
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