Voces ensortijadas 115. Si fuera un árbol. María Gabriela López Suárez

Si fuera un árbol

Por María Gabriela López Suárez

Primavera, verano, otoño, invierno… Dentro de las estaciones del año que más me gustan está la primavera, haciendo memoria, desde la infancia me ha llamado mucho la atención. Hay tantos elementos que me encantan, el colorido de las flores, el canto de las aves que también se alegran con el cambio de estación, los atardeceres, esas ráfagas de viento en las tardes cálidas y el canto de las chicharras, por mencionar algunos  ejemplos.

De lo que más me gusta observar en primavera es cómo los árboles se visten de gala, se renuevan con su follaje, algunos florecen y por supuesto, dan cobijo a las aves en los días soleados y en cada tarde después de la puesta del sol.

Luego de contemplar lo bello de la naturaleza, me quedé pensando que si fuera un árbol cuál me gustaría ser, se asomaron las imágenes de distintos árboles que hay en mi terruño, el de primavera, con sus flores amarillas en un tono brillante, lleno de vida. También está el de matilisguate, con sus flores en tono rosa que cuando caen, cubren el piso como alfombras que decoran el paisaje. Y qué decir del árbol de flamboyant con sus flores en color rojo o naranja que lucen con esplendor y se distinguen desde lejos. El de la ceiba que es imponente y que deja caer sus copos de algodón cuando está mudando de hojas. No puedo dejar pasar el de candox, conocido también como tronadora, que tiene sus flores amarillas y propiedades curativas. El árbol de cuchunuc es otro de los que aún se aprecian en la matria, sus flores además de ser menuditas y lindas, son muy apreciadas para preparar tamales, cocidos u horneados y también para hacer postres. 

Aunque todos los anteriores me encantan, quiero mencionar también el árbol de capulín, sus flores son pequeñas, en color blanco, sus hojas tienen propiedades curativas para la tos y su fruta tiene un sabor que es agradable a mi paladar. Solíamos comerla mucho en la infancia. En Tuxtla Gutiérrez abundaban estos árboles, ahora se observan pocos, solo en ciertas zonas, han sido arrasados por las partes que cubre el cemento o asfalto y cada vez que veo uno me alegra el corazón. Cuando me percato de la existencia de algún árbol de capulín  me parece como un guerrero que resiste a pesar de todas las adversidades. 

Con cada uno de los árboles mencionados tengo conexiones, en especial con el de capulín, los árboles que había en mi infancia, cerca de casa, fueron testigos de tantas aventuras, risas, caídas, raspones y también me deleitaron con su sombra en los días soleados. Hoy su presencia está guardada con mucho cariño en mi corazón y pensamientos, ya no existen físicamente, por eso cuando tengo la fortuna de estar cerca de alguno de ellos lo agradezco y si me es posible degusto algunos de sus frutos. Si fuera un árbol sin dudarlo, me gustaría ser un árbol de capulín.

Photo by Nikita Igonkin on Pexels.com

Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

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