Líneas de desnudo. 84. Peticiones de disculpa. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 84

Peticiones de disculpa
Por Manuel Pérez-Petit

Hago hoy un inciso en mis reflexiones últimas, que no solo tengo previsto continuar sino que a la luz de las innumerables reacciones, y de todo tipo, que están teniendo de algún modo estoy obligado a llevar a cabo –y encantado por ello, porque hay mucho en juego–. Aunque no estoy nacionalizado me acojo para este artículo, con toda humildad, a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que especifica que los extranjeros –solo soy residente– no podemos inmiscuirnos en política (título primero, capítulo III, artículo 33), y que en su artículo 24 consagra el derecho de toda persona a la libre expresión de sus ideas y a su conciencia. El capítulo I del título primero de la Constitución, “De los derechos humanos y sus garantías”, establece que “todas las personas” –de nuevo, no dice “ciudadanos”, condición que, insisto, aún no tengo, pero sí la de persona– “gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución”.
            En estos tiempos de agravios comparativos, aquel dicho de que el que más habla más yerra se monumentaliza y adquiere tintes hasta de tragedia griega. El pasado miércoles 9 de febrero, mientras yo estaba escribiendo mi “La deriva”, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su habitual y diaria conferencia de prensa mañanera –que ya es hablar bastante, dicho sea con todo respeto– planteó hacer una “pausa” en las relaciones diplomáticas entre México y España con el fin de “mejorarlas” y, acto seguido, en respuesta a un periodista, aclaró que no se estaba refiriendo a una “ruptura diplomática”. Lo posterior es imposible desconocerlo, pues está generando la mundial. Hay, desde luego, como en todo, momentos memorables. Al día siguiente de su “protesta fraterna”, el presidente comentó "¿Ya no puedo hacer ningún comentario entonces? Ya, es una plática aquí, una conversación, o sea, para que la gente tenga todos los elementos".
            Señor Presidente: 
            En mi opinión, ésta es la declaración más grave de todas las expresadas por cualquiera de las partes, la que da pie a pensar que el presidente siendo un ciudadano más puede actuar como un ciudadano cualquiera. En un estado de derecho, y México lo es –tiene usted toda la razón al afirmarlo– la cabeza del estado, el líder del país, no puede tomar una conferencia oficial, por mucho que usted las haga a diario, como una plática, una conversación, que más parece de tertulia de cafetería que de la alta política que requieren nuestras grandes naciones. En serio que no, como tampoco puede no usar, en estos tiempos actuales, cubrebocas, tal y como se encuentra la pandemia. Y la razón es bien sencilla: por su responsabilidad, porque en usted se refleja todo el pueblo mexicano y lo que usted haga y diga tiene carácter representativo de su pueblo. Mucha gente hará lo mismo que usted y el único responsable será usted mismo, alimentando odio irracional por mucha razón que le asista. 
            No voy a entrar en si ha habido “saqueo”, “contubernio”, “promiscuidad” o si alguien se ha “sentido dueño de México”, ni en si México ha tenido “las de perder” en sus relaciones con las empresas españolas, ni en si eso ha sido de especial relevancia en “los últimos tres sexenios”, ni en si México goza de paz –le recomiendo un viaje de incógnito por esas tierras queridas y dejadas de la mano de Dios de Chiapas, Chihuahua, Guerrero o Michoacán, y si quiere yo le sirvo de guía–, ni si se ha “erradicado” de verdad la corrupción en México –su optimismo genera ternura, y la realidad desgarra de dolor a los que amamos a México, sin negar los indudables avances al respecto–, como tampoco, ni mucho menos, en que el expresidente Felipe Calderón sea consejero de la española Iberdrola, principal compañía objeto de sus críticas. Las últimas 48 horas han dado de sí cientos y cientos –de manera literal– de publicaciones al respecto. Tampoco voy a analizar las docenas de declaraciones institucionales cruzadas que han tenido y están teniendo lugar en relación a sus opiniones y ni tan siquiera haré referencia a la carta que escribió hace tres años al Papa y al rey de España para que pidieran perdón por la conquista que tuvo lugar hace cinco siglos y en que por alguna razón Cortés desembarcó con medio millar de soldados y llegó a Tenochtitlan con cincuenta mil. Igual todo es un mal chiste, la historia no es la historia y en el gran teatro del mundo hasta el apuntador perdió hace tiempo los papeles, pero sí me preocupa que siendo usted presidente de una gran nación, y ni aunque su nación –que es mi patria amada de elección– fuera pequeña, se permita emitir comentarios que más parecen arengas e incluso reflexiones para autoconvencerse que declaraciones institucionales. 
            Si hay que pedir disculpas, se piden y basta. Uno mismo se da cuenta de cuando ha metido la pata y las pide sin que se las reclame el agraviado. Usted ha tomado la costumbre de exigirlas, y está en su derecho, sin duda, pero no puede basar ni justificar su mandato en el agravio comparativo ni en hacer peticiones de disculpa a diestro y siniestro. Yo abogo por un México por sí, para el mundo y la humanidad, parafraseando el lema de mi tierra de origen, Andalucía, de gran vocación americana y en la que adoramos México.
            Y yo le pido disculpas, si hiciera falta, por el presente desahogo, que al fin es un comentario como los suyos, y con el que no me inmiscuyo ni pretendo hacerlo en la política interna del país. Escribo este artículo por mi condición de español y porque amo México y vivo acá hace muchos años y el mayor sueño de mi vida es estar vinculado por siempre a esta patria mexicana a la que tanto doy y tanto me da. A México le he entregado y le entregaré toda mi vida, porque, como usted, amo de corazón esta patria, y espero un día ser mexicano de pleno derecho.
            Le deseo lo mejor, por el bien de México y el mundo, y quedo atentamente a su entera disposición.
            Manuel José Pérez Petit (es mi nombre completo)
En la plaza Juárez de Pachuca de Soto, estado de Hidalgo, México, el 20 de enero de 2021, día de mi cumpleaños.
Fotografía: ©Mayté Flores Ayala Mancera.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

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