Líneas de desnudo/ 64
Aproximaciones a las dos torres de la palabra en Occidente Por Manuel Pérez-Petit
Literatura y periodismo eran la misma cosa, pero éste se desgajó por diversos motivos del tronco del arte: lo efímero, la actualidad, la trascendencia práctica. Ambos son sistemas opuestos de aproximación a lo real. El lenguaje del periodismo es denotativo, más directo y simple que el de la literatura. Ésta es inútil en el sentido de la vida práctica, pero aquel no. Lingüistas y teóricos literarios llevan decenios dándole vueltas a lo mismo. Para el búlgaro francés Tzvetan Todorov (1939-2017), lo que distingue al relato literario del que no lo es es la ‘literariedad’, esto es, la propiedad por la que un discurso verbal entra a formar parte de la literatura o no, elemento a través del cual se distingue, pues, el relato literario del que no lo es, como también afirmó el ruso Roman Jakobson (1896-1982) en su “Lingüística y poética” (Madrid, Cátedra, 1988, pp. 14 y 16). La noticia, elemento esencial del periodismo y su lenguaje, no es una ficción: es el relato de un punto de vista. En ella no puede entrar en juego la imaginación, pues la noticia periodística es inviolable por su naturaleza, pese a lo cual se ve amenazada por múltiples peligros, el más notable de los cuales es el ruido, cuya principal característica es que anula la información. Sin embargo, ¿podría ser, como escribió el semiólogo ruso Yuri Lotman (1922-1993), que el ruido, según qué tipo de cultura se observe, se pueda transformar en información artística? El reflejo en el espejo que es la información periodística no es insondable, al contrario que los múltiples espejos de múltiples resonancias que es la obra de arte. Es misión del periodismo expresar la realidad, y la realidad, aquello que es dado a la mirada cotidiana, se trata en sí misma de la intersección de los todos los puntos de vista que permite superar las limitaciones de cada uno de ellos, por lo que es inalcanzable. Por tanto, la objetividad no existe, puesto que nadie puede abarcar todos los puntos de vista posibles. Lo que existe es la honestidad con el propio punto de vista, elemento clave para entender, por otra parte, el mundo contemporáneo. Todo arte de la escritura se establece entre dos torres desde que en Platón (circa 427-347 a. C.) se librara la batalla entre el logos de la poiesis y el logos del pensamiento filosófico, triunfando éste último sobre aquel, que quedó condenado al destierro en Occidente desde entonces, como nos cuenta en su “Filosofía y poesía” María Zambrano (1904-1991) (México, FCE, pp. 9 y ss.). Sin embargo, es posible una filosofía poética, como lo es un periodismo literario. Pero el lenguaje periodístico –o en apariencia periodístico, que es el predominante hoy– puede terminar matando la literatura. La actitud y la repercusión de los modos generales de comunicarse hoy –en lo que influyen de manera determinante las redes sociales– están en condiciones de aportar de forma decisiva a la consecución práctica de uno de los peores augurios de Nietzsche: que en el futuro solo existieran una veintena de libros. ¿Podría evitarse esto, que desapareciera el lenguaje de la literatura por simple aplastamiento por parte del lenguaje “informativo”? Teniendo en cuenta que el periodista –o el supuesto nuevo “periodista” que se hace pasar por tal– no es en sentido estricto un escritor literario, dado que debiera expresar la realidad que ve en los justos términos de su punto de vista, que la sociedad Occidental tiende cada vez más a la sobreinformación, que incluso el habla de las personas está cada vez más influenciado por todo ello, que se tiende a escribir como se habla o como se piensa, que la capacidad de generar ficción va en retroceso general –causa del auge de los subgéneros–, que se estereotipan los modelos, las conductas y el lenguaje –desterrándose de forma progresiva con cada vez mayor generalidad el rigor, la autoexigencia y la disciplina–, el paisaje resultante es desalentador. Hoy se olvida con mucha facilidad que la literatura es el ejercicio de la mentira capaz de hacerse más verdad que la verdad que de forma individual cada uno conoce. Que sin ella la vida se agota y corre hasta el peligro de desaparecer.

Fotografía: ©Omar Medina González, 10 de agosto de 2012.
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.
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