Voces ensortijadas 30
Regresar a casa
Por María Gabriela López Suárez
Leonela había permanecido fuera de casa alrededor de seis meses, echaba de menos su espacio, sus plantas, sus hábitos, pero no su ajetreada rutina. El viaje que había realizado con su familia le significó muchos aprendizajes, instantes de regocijo, oportunidades, sonrisas, nuevas encomiendas y la convivencia con quienes amaba.
La naturaleza fue una de sus más fieles compañeras en su travesía. Disfrutó el canto de las aves en las mañanas, el de los gallos tan madrugadores, el sonido de las chicharras que para el verano era menos intenso que en primavera, el olor a tierra mojada por la temporada de lluvias, el aletear de las mariposas decoradas con bellos tonos, naranjas, amarillos, blancos, cafés y azules.
Ese viaje le recordó que las acciones más simples son muy valiosas y forman parte del gozo en la vida. Teresa, la mayor de sus nietas, le señaló cómo cambiaba el color de los patos a medida que crecían y lo diestros que suelen ser nadando, detalles a los que Leonela no había puesto atención en sus años de vida.
Rememoró la tarde que disfrutó leyendo cuentos a sus nietos mientras llovía, para después escuchar las melodías del canto de los grillos y las ranas. Jugaron a interpretar qué mensajes daban los grillos; Lulú, la segunda nieta, dijo que los grillos susurraban: dulces sueños, dulces sueños. Para Jeshua, el menor de los nietos, los grillos cantaban diciendo: hasta mañana, hasta mañana. Teresa apuntó que ambos tenía razón, que todos los grillos eran grandes amigos y arrulladores de la noche.
Una de las actividades más bellas para Leonela y su familia era caminar en el bosque, solían hacer pausas para contemplar el entorno, como la vez que Lulú se halló un hongo sobre las raíces de un árbol y le pareció un regalo de la tierra.
El corazón de Leonela estaba contento, motivado y agradecido. Regresar a casa significaba continuar el andar, con nuevos bríos, deseosa de encontrarse con el espacio que habitaba, con sus plantas que había encargado a doña Tenchita, amiga y vecina de años. Mientras preparaba su maleta sonrió, sabedora que siempre es necesario tomarse un respiro para continuar.

Sobre la autora:
Maria Gabriela López Suárez
Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.
Siempre es un regocijo llegar a nuestro hogar después de un viaje y se llega con una maleta de recuerdos los viajes son lo máximo a mi me encanta la naturaleza! Gracias por compartir también es un viaje !!!
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Gracias, Rocío. Nos estimula mucho leer tus comentarios.
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Rocío, te agradezco leer la columna y enviar tus comentarios. Regresar a casa después de un viaje es un gran regalo.
Saludos.
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Los respiros para continuar son bálsamos. Un abrazo enorme profe Gaby, siempre un placer leerla.
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Así es Esteban. Y nos ayudan a seguir. Agradezco mucho tu compartir y tu tiempo para leer la columna. Abrazo para ti también.
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