Polvo del camino/ 22
Dolor y sangre en el jardín Héctor Cortés Mandujano
Es domingo, muy temprano. Hago jardinería. Tomo una manguera que he dejado antes en el piso y siento una punta aguda que penetra la yema del dedo medio de mi mano izquierda. Dolor fortísimo. Además, ansiedad, angustia y desesperación (como dice el bolero “Toda una vida” que se siente el amor). No hay sangre. Veo un montón de grandes hormigas negras y deduzco que una de ellas me enseñó que hay que pedir permiso para invadir su territorio. El dedo no me deja de doler mientras riego, podo, trasplanto, siembro. Cuando voy a desayunar con mi mujer, veo que en la tibia derecha me hice un corte –supongo que con alguna rama espinosa, trabajé con sólo un short y una camiseta como vestimentas– y salió y escurrió sangre, que ahora ha coagulado. Tiene visos rojos todavía, pero parece más azul (sí, cómo no), negruzca. Pero vi un tulipán, de un raro color melón, floreciendo, y siento que, en arrebato telenovelero, he pagado con dolor y sangre la visión de esa belleza.

Fotografía: HCM.