Voces ensortijadas 168. El silbido del viento. María Gabriela López Suárez

El silbido del viento
María Gabriela López Suárez


La ciudad se percibía tranquila, el periodo vacacional le daba un respiro al incesante cotidiano lleno de ajetreo y prisas. Iracema se percató de eso al no escuchar el ir y venir de los coches y del transporte público, el ruido del claxon y el inconfundible acelerar de motocicilistas que continuamente llegaba hasta su casa.

—¡Qué apacible atmósfera se percibe hoy! Tenía rato de no disfrutar este ambiente —dijo para sí.

Se entrajinó en algunos menesteres pendientes en la cocina, en la temporada de la Semana Santa en la familia de Iracema tenían la tradición de preparar dulce de garbanzo. Esa tarde iracema y su familia habían quedado de ir a casa de la tía Lourdes para compartir la cena. Ella había quedado de llevar el postre, dulce de garbanzo. Así que terminó de lavar el garbanzo previamente hervido y lavado; lo preparó con canela, un poco de azúcar y panela para que fuera tomando sabor.

Llamó a Jeremías y Tobías, sus hijos, para que le ayudaran a lavar los recipientes en que llevaría el garbanzo. Un poco a regañadientes llegaron e hicieron la labor encomendada para luego escabullirse y continuar jugando dominó.

Iracema estuvo pendiente que el dulce quedará bien cocido y con caldito, sin olvidar una de las principales recomendaciones, evitar agregar agua fría para que el garbanzo no se pasmara. Es decir, tomará una consistencia dura, sinónimo de haberlo echado a perder. Una vez cocinado el dulce de garbanzo, llevó la olla al patio para que se enfriara.

Después de colocar la olla sobre una mesita, se sentó un rato y se detuvo a contemplar de nuevo el paisaje sonoro, sin la bulla de coches. Observó la luz de la tarde, era sumamente bella. En el patio, la hojarasca que se mecía al compás del suave oleaje del viento que la empujaba llegaba a formar pequeños remolinos. Iracema respiró profundo, como en un cuarto plano alcanzó a escuchar las risas de sus hijos, seguro que se la estaban pasando bien, aunque no tardaría en llegar el reclamo de alguno de los dos al perder en la partida de dominó.

El paisaje de la tarde trajo a la memoria de Iracema  las tertulias en familia cuando era niña. Algo que disfrutaba era escuchar las anécdotas de la abuelita o el abuelito y qué decir de las experiencias que compartia el tío Panchito, tenía un estilo peculiar de narrar las historias y de lo chusco que le había sucedido. El silbido del viento la hizo volver al presente. Iracema revisó su reloj, ya era hora que se fueran arreglando para ir a casa de la tía Lourdes; el dulce de garbanzo ya estaba preparado y el viento había sido el mejor aliado para enfriarlo.

Photo by Jan Koetsier on Pexels.com

Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

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