Líneas de desnudo. 101. Brevería de cantina. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 101

Brevería de cantina
Por Manuel Pérez-Petit

A Ladislao Melchor Franco

La palabra ‘nostalgia’ no tiene cabida en el vocabulario de mi vida real. Soy de los que viven cada día como único e irrepetible, y viviendo con plenitud no echo en falta nada de aquello que tuve y que hoy no tengo. Esto me viene de siempre y desconozco su raíz, y aun no siendo teórico yo siempre lo atribuí a mi lectura, con algo menos de quince años, del opúsculo “De la brevedad de la vida” de Séneca, pero sé que esto es también una impostura.
            Nunca en mi vida eché de menos nada y siempre he disfrutado todo lo que tengo cuando lo tengo, no echándolo nunca de menos cuando ya no lo tengo. No recuerdo haber sentido nunca ninguna ausencia, y sin embargo reconozco que hay presencias que habitan en mí con carácter perenne; permanencias sin las que no podría andar mis caminos, que me dan luz y calor y aliento.
            La realidad y yo somos amigos, y aunque, a veces, yo ande por las nubes, suelo tener cierta facilidad para pactar con la realidad, a la que conozco más de la mitad de lo que me apetecería y aprecio en el fondo menos de la mitad de lo que debería. No obstante, la tomo como necesaria, al menos en mi afán de dar uso noble al don gratuito que es la propia vida. 
            Ya sé que no debería, pero desconozco el concepto de decepción, lo cual lo atribuyo a la naturaleza subjetiva del mismo. La privación de lo amado –a veces, la que es fruto de una decisión y otras la impuesta–, en sus diversas manifestaciones, abre sin piedad enormes boquetes en mi línea de flotación vital, causando estragos de imprevisibles consecuencias e incrementando en progresión geométrica mi paradigmática discapacidad, que me viene de fábrica. 
            Nunca reclamo lo que es mío –ya sé que es otra de las cosas que hago mal– y sé con total conciencia que yo soy el único responsable de todo lo que me ha ocurrido y ocurre en este torpe transitar mío. Y todo es todo. Soy responsable, por ejemplo, de lo que sufro, de lo que perdí, de los saqueos y agresiones a que he sido y soy sometido y con que el mundo bendice mi inocencia, y de igual modo de mis logros, y debo reconocer que en gran parte éstos se los debo a otros. En efecto, solo yo soy responsable de todo. De lo ganado. De lo perdido. De lo nunca encontrado. De haber olvidado muchas veces lo aprendido. Soy reincidente en mi capacidad de cometer errores. Soy lo más necio y tozudo que nunca he conocido. No me gusta vivir expoliado, pero lo cierto es que son incontables los despojos que he experimentado en mis propias carnes. Vivo, en consecuencia, ligero de equipaje, como Antonio Machado, muchas veces de manera involuntaria. Siempre camino del exilio. Soy experto en tragar el polvo de todos los caminos, lo cual no es plato de buen gusto. 
            Así, en medio de tanta inequidad y naufragio, me levanto en amor dado una y otra vez, como si nunca hubiera sucedido nada. Y aun viviendo el desgarro del dolor de mis heridas, las circunstanciales y las crónicas, cuya extensión me cubre por completo, en mi renovación incansable, lo perdono todo. 
            Empiezo por perdonarme a mí mismo, actuar en conciencia y cumplir siempre con lo debido, como vía para regresar a todo comienzo, que es el volver a una condición original una vez tras otra que me aleja del mundo, me hace salir de toda hecatombe y cada vez más me completa, porque en cada piedra de mí mismo pongo mi gratitud sin medida.
            Al fin y al cabo, lo que caracteriza la vida, ese don hoy tan devaluado, es su condición de regalo inopinado, divino, y, en consecuencia, la plenitud de su brevedad. Esa misma brevedad en la que nunca aprendo.
Circa 1989. Página al azar de uno de los cuadernos de bitácora del autor, hoy perdido en uno de sus naufragios.
Fotografía: ©M. P.-P., 2016. 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.

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