Líneas de desnudo/ 92
Guerra y literatura: Contra la parálisis Por Manuel Pérez-Petit
El horror paraliza y escribir acerca de la guerra al ser esta un horror es paralizante, y, sin embargo, tendríamos que estar más familiarizados con ella de lo que estamos en realidad, verla, en consecuencia, con mayor naturalidad, y afrontarla con otra madurez, pues todos, al menos en el mundo Occidental, hemos crecido leyendo obras literarias que tratan de la guerra. Desde los tiempos de Homero con la Ilíada, que, escrita en griego antiguo, nos cuenta la cólera de Aquiles, que dio lugar a la guerra de Troya, origen de la Grecia clásica, e incluso antes, la guerra ha sido y es uno de los grandes temas de la literatura universal, y no solo eso: todas las naciones de la tierra son, de algún modo, “hijas” de la guerra, como puede constatarse en los cantares épicos y de gesta clásicos y medievales, que precedieron al nacimiento de las grandes naciones y culturas europeas. Anterior al ciclo artúrico y escrito en inglés antiguo, el Beowulf, con el que los académicos no se ponen de acuerdo, datando su escritura en diferentes fechas que van del siglo VIII al XII, es una historia de la guerra en que se habla de las invasiones nórdicas y germánicas que están en el origen de Inglaterra. La Canción de Roldán, escrita en francés antiguo bien avanzado el siglo XI, el cantar de gesta escrito en lengua romance –esto es, derivada del latín– más antiguo, narra la emboscada que, por parte de los vascones, en Roncesvalles, Navarra, España, sufrió la retaguardia del ejército de Carlomagno en el siglo VIII, que es la gran gesta conformadora de Francia. El Cantar de Mío Cid, compuesto en español antiguo alrededor del año 1200 d.C. y que está en el origen de la nación española, relata el proceso de recuperación de la honra de su protagonista, Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador, que se dirime al final con fuertes actos de guerra y de violencia. El Cantar de los nibelungos, epopeya nacional alemana escrita alrededor del siglo XIII en alto alemán medio –una especie de protoalemán– es un poema que nos traslada a los orígenes de lo germánico, también basado en la guerra y la lucha por el poder. Todas estas obras y otras tenían por objetivo preservar la historia o la mitología y, sobre todo, los conflictos originarios de cada identidad a fin de reforzar la memoria colectiva del pueblo y no solo no lo paralizaban sino que los motivaban para emprender en favor de sus ideales. Desde la Alta Edad Media y el comienzo del Renacimiento, la literatura de la guerra abandonó en gran medida su tradicional pedagogía identitaria y su narrativa histórica para convertirse en fuente de debate, ficción y pensamiento, y desde entonces –hablamos de los comienzos de la denominada Edad Moderna– la guerra nos es tan familiar como el amor. Por ello, la podemos percibir como natural, aunque nos horrorice. Y por esta misma razón no debería paralizarnos, sino activarnos, movilizarnos, y no solo con testimonios. Porque podemos hacer mucho, pero lo que no podemos de ningún modo es abandonar nuestras vidas por esa parálisis. Dediqué mi “Dolor ejemplificante” “A Manuel de Luque Soult, amigo de la infancia, y a su hija ucraniana, que ojalá llegue pronto a casa”, y en relación a ello hacía referencia a una información publicada por el periódico español Diario de Sevilla, “Familias de acogida sevillanas piden ayuda para rescatar a los niños en Ucrania”. Bien, al cabo de los días y habiéndose desplazado a la zona de conflicto su mujer y su hijo, Manuel y los suyos han conseguido rescatar no solo a su hija ucraniana sino a tres menores más del horror de la guerra, y todos volarán mañana de Varsovia a Barcelona. Si nos paralizáramos tanto ante la guerra no sería posible que tuvieran lugar milagros como éste.

*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.
Muchas gracias Manuel, por escribir estas líneas, hacen que la guerra la veamos como algo natural, que forma parte de la historia, y, que a través de la literatura, es importante conocer su naturaleza, siempre y cuando se escriba cómo fue y no disfrazada. Las canciones escritas, y que hacen alusión a las guerras que ha habido en la mayoría de los países, se escriben en torno a ellas, para recordar y tener presente este importante hecho, asimismo, algunos himnos hacen alusión a la guerra, como el Himno Nacional de mi Mexico lindo y querido, que se escribió el 15 de septiembre de 1854, y se hizo oficial desde 1943, a partir de un decreto expedido por Manuel Avila Camacho, quien fungió como presidente de Mexico de 1940 a 1946. Y desde febrero de 1984 su uso es regulado por la Secretaría de Gobernación, con base en la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional.
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Por tanto, la guerra no nos puede paralizar. Al contrario, debería reactivarnos.
Gracias por su ilustrativo comentario, estimada Patricia. Como siempre, jugoso e intenso.
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