Polvo del camino/ 90
Veste de caza
(Fragmento de mi novela inédita Los estrígidos)
Héctor Cortés Mandujano
Desconfía del que ama: tiene hambre,
no quiere más que devorar.
Busca la compañía de los hartos.
Esos son los que dan.
Rosario Castellanos, en «Consejo de celestina»
Ciertos árboles (no sé si todos) producen, debajo de su sombra, condiciones específicas para que ninguna planta o arbusto pueda alimentarse, crecer, vivir. Prevalecer, para ellos, implica la desaparición del otro.
Soy un humano y he recibido descalificaciones, negativas, decepción. Creé mi propia sombra para que nada crezca desmesuradamente y me invalide, me anule. Soy por eso un árbol solitario, un cactus que si bien no da sombra tiene como superficie las espinas que no permiten el abrazo.
Busco un amor en tono menor, grisáceo, diminuto, transitorio. Huyo de la hoguera, del incendio, del sol de la pasión. No quiero que nada encarne en mí; quiero que todo acto que haga en compañía de alguien pueda lavarse y olvidarse; quiero que el sentimiento engendrado no se vuelva ni recuerdo ni nostalgia, que se vaya con el agua.
Y de pronto me encuentro con un árbol impensado, una flor, unos ojos, unas hojas (el monstruo exquisito que es todo al mismo tiempo), el silbido del viento que le habla a mi epidermis, que la roza con delicadeza, que se vuelve una voz que dice, para mí, palabras mágicas:
—Ya no puedo ser sólo tu amiga.
Son palabras comunes. Las dijo ella detrás de mí, a mis espaldas. Estábamos solos, en la casi penumbra del atardecer. Pudo estirar la mano y tocarme. No lo hizo, no hacía falta, porque ya había plantado su ser dentro del mío y yo empezaba a no ser yo sino ella, un yo-ella: eyo. Su voz suave parecía, dije, una brisa casi silente, pero sonó como una explosión en mi cerebro.
Mi sombra ahora tiembla, la tierra de mi pecho se remueve en el lado izquierdo, la semilla de tal vez una caricia o un beso se vuelve en un instante lo impensado: este temblor, esta respiración agitada, esta resequedad en la garganta, este miedo…
Mi sombra ya no existe, ya no es: está debajo de la sombra suya, es una parte de su sombra oscura y luminosa. Ella es el enormísimo árbol que me cubre por completo. Ella es el otro cuerpo que le ha nacido al mío. Ella es mi ángel, a quien, en momentos como éste, siento detrás de mis hombros leyendo esta carta de amor…
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com