Voces ensortijadas 44
Habitar el olvido
Por María Gabriela López Suárez
Con cariño para las compañeras del Cerss 5, SCLC
… en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna
donde habite el olvido
allí estará mi tumba.
Gustavo Adolfo Becker en «Rima LXVI»
Alba despertó deseando que la mañana dibujara un paisaje soleado, tenía muchas ganas de sentirse acariciada por los rayos del sol. Habían pasado varios días nublados que poco ayudaban a su estado de ánimo. Desde que había recaído de la enfermedad que padecía, su entusiasmo había mermado. Sin embargo, tenía la certeza que todo estaría bien, era necesario seguir las indicaciones médicas. De ahí la necesidad que tenían su corazón y espíritu porque el sol saliera con todo su resplandor. Su deseo fue cumplido, los rayos del sol alumbraron con tal intensidad que la invitaban a tomar un baño de luz para recargarse de energía. Así lo hizo. Salió al patio de su casa, se situó cerca de los árboles, cerró los ojos y alzó el rostro al cielo, permitiéndose sentir el resplandor matutino. Permaneció así unos instantes. Sintió cómo su cuerpo agradecía ese gesto; animada se dispuso a realizar las labores correspondientes en el jardín, ésa era una de las actividades que tenía para ese día. Al momento de ir cortando la maleza lo fue haciendo con sumo cuidado y atención, para ella era poco grato que invadiera el espacio donde tenía sus flores. Sin embargo, se percató que si no tenía cuidado al hacerlo podría dañar sus flores. De alguna manera, agradeció que la maleza estuviera ahí, de lo contrario no se habría dado espacio para el cuidado de sus plantas. En eso estaba cuando comenzó a reflexionar que la maleza era como las cosas desagradables que suceden en la vida, no se podían obviar y había que aprender a convivir con ellas, aprender a habitar el olvido. Ir afrontando cada situación difícil era un gran reto, no tenía la receta secreta, pero estaba segura que una herramienta importante era estar bien desde el interior, escuchar al cuerpo, a la mente, al corazón y poner atención a todo lo que sucedía alrededor. Terminó su labor muy contenta, cortó algunas flores para colocar en el jarrón que tenía en la sala. Hecho esto jaló una silla, se sentó frente a la ventana y contempló cómo el sol alumbraba el día. Al tiempo que pensaba que, indudablemente, la vida era así, como los paisajes de cada día, podrían aparecer algunos grises y nublados, incitando a hacer pausas en el andar, voluntaria o involuntariamente. Había que aceptarlos, era parte de la tarea, pero siempre debía mantenerse la esperanza y tener la certeza que los días soleados llegan y hay que estar preparados para eso.

Sobre la autora:
Maria Gabriela López Suárez
Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.
Gracias este escrito lo sentí del alma al alma 🙏🙏 🙏
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Muchas gracias por leerlo. Te abrazo con cariño.
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