Líneas de desnudo. 130. El eclipse. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 130

El eclipse
Por Manuel Pérez-Petit

Pese a que los expertos decían que no era recomendable hacerlo de ese modo, con la mirada en un charco, el 11 de julio de 1991, en la Ciudad de México, yo vi un eclipse, el más largo de la historia según contaban, un eclipse de verdad, completo, y experimenté en apenas minutos la plenitud del día, el atardecer, la noche, el amanecer y un nuevo día, convirténdose ese evento en el más extraordinario que nunca haya vivido. Por entonces, yo contaba con 25 años, y aunque ya se sabe que esa edad aún no es nada y yo –debo confesarlo– era muy inocente, tuve una plenitud de conciencia como no recuerdo haber tenido nunca. Con motivo de ese eclipse, en todo México se despertaron, levantaron o azuzaron todo tipo de especulaciones, supersticiones y mitos, máxime estando aún tan cerca en la memoria el terrible sismo de septiembre de 1985, que aún mantenía en ruinas parte de la capital mexicana. Toda la ciudad se estremeció con ese día extemporáneo de apenas siete minutos; el día que se hizo dos poco después del mediodía. 
            En aquel tiempo, la ciudad estaba invadida por el ambulantaje. Eran épocas de boom financiero para el país, que estaba gobernado por Carlos Salinas de Gortari, y la felicidad económica no parecía tener fin –y bien que lo tuvo cuatro años más tarde, pero esa es otra historia–, y lo mismo en cualquier banqueta te ofrecían gorditas de chicharrón o tacos de suadero que tarjetas de crédito o los por entonces gigantes, novedosos y prometedores teléfonos celulares, incluso en alquiler.
Me encantaba desayunar en los Sanborns, y siempre desayunaba lo mismo: huevos rancheros, papaya, jugo de naranja y café de refil. Esto último fue un descubrimiento: que siempre tuvieras la taza llena, aunque fuera de un café que me parecía aguado, era algo nuevo para mí. Las meseras, ataviadas como hoy, servían y servían sin descanso, y a uno hasta llegaba a darle fatiga tanto néctar, y eso que era un adicto irredento a esa bebida. 
En julio y agosto de 1991 fui reportero del diario Ovaciones que, por entonces, era generalista y tenía dos ediciones: la matutina, seria, y la vespertina, a cuya redacción yo pertenecía, popular y con una tercera al estilo de los sensacionalistas ingleses, con imágenes picantes de señoritas voluptuosas. Me encantaba salir del periódico y hacer tertulia con los compañeros, de los que hoy no solo no sé nada sino que apenas recuerdo algunos nombres: el maestro José Luis Arenas, Juan Carlos Villaroel... A veces nos acompañaba el jefe de información, Arnoldo Piñón. Nos íbamos al Sanborns del Ángel o a algunos Vips que hoy no podría localizar.
Hacía poco tiempo que Carlos Slim se había hecho con el control de Teléfonos de México (Telmex), y la ciudad estaba llena de cabinas telefónicas con las que se podía hablar sin monedas. Yo no podía publicar, pues al estar en prácticas y ser extranjero no pertenecía al sindicato del periódico, pero todos los días salía a la calle con mi encargo, elaboraba después mi nota y llamaba a las taquígrafas del diario para dictarla. Luego me iba a la Anáhuac, la colonia en que estaba y sigue estando la redacción, y comprobaba el copy de la misma. A mediados de agosto, cuando llevaba mes y medio trabajando sin ver mi nombre impreso, el jefe Piñón me dijo que iba a publicar mis notas. Y así fue. A partir de entonces leí mi nombre todos los días. Cuando me iba a la del Valle, donde estuve viviendo esos meses, aunque solía moverme en metro y en colectivo, a veces tomaba un taxi amarillo, esos bochos de entonces que no tenían asiento de copiloto, en los que cerrabas la puerta tirando de una cadena, y veía la segunda edición en el suelo del mismo, pues todos la llevaban, la tomaba y leía mi propia nota... Aquel tiempo fue el verdadero eclipse de mi vida.
Ya les contaré.
Esta publicación del 24 de agosto de 1991 en la sección cultural de la segunda edición del diario Ovaciones obtuvo el premio de prácticas periodísticas de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra unos meses después.
Fuente de la imagen: Archivo personal de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 129. Los milagros. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 129

Los milagros
Por Manuel Pérez-Petit

Pudiera ser que pudiera darse el caso de que los sueños en sueños –dicho sea de la forma más simple– se quedaran, pero lo cierto es que los sueños, por el mero hecho de ser eso, sueños, son realidades –complejas y mayúsculas– por las que merece la pena darlo todo, jugársela y apostar; yo diría que son casi las únicas aspiraciones de cuantas en el mundo pudieran hallarse por las que habría que dar la vida. 
            Pudiera ser que la suerte pudiera existir, pero yo lo veo en muy alta probabilidad improbable porque el azar niega por su naturaleza por completo la libertad, que solo puede ser ejercida desde la identidad, por lo cual podemos afirmar que somos personas, seres humanos, y yo al menos no estoy dispuesto a cercenar ni a que cercenen ni en el más mínimo ápice mi libre albedrío, mi condición.
Pudiera ser que el ejercicio de la libertad, aun siendo inconsciente como en la mayor parte de los casos es cuando es verdadero, nos pudiera liberar –dicho sea en un plano simple– cuando en realidad nos esclaviza –en el sentido más libérrimo y pleno del vocablo–, nos llena de gloria y a la vez de servidumbre, ya que la libertad consiste en darse, en negar con plenitud la propia libertad. 
Pudiera ser, y bien que pudiera, que el mundo, que es eso que anda por su cuenta mientras nosotros hacemos lo que podemos envueltos por él, nos diera la razón de manera inopinada un día cualquiera y elevara su plegaria, si es que la tiene, al son de palabras ecuménicas y plenas de sentido, lo cual no tiene mucho sentido viendo cómo son las cosas y los caminos por los que el mundo se regocija.
Pudiera ser que, en efecto, toda oscuridad –que es aquello que no existe– volviera a su ser y fuera, como le corresponde, luz, pues no debemos olvidar que la luz existe por sí misma y la oscuridad existe porque existe la luz, y no al revés, y así todo volviera al sentido en que el caos ya no existiera y todo fuera hecho de armonía, como en el instante anterior al que a Dios le dio por mover sus manos por primera vez.
Pudiera ser que ya no fueran necesarias, por ejemplo, las tablas de la Ley, cuyo contenido al fin solo es la positivización de la ley de leyes que es la Ley Natural, aunque solo fuera por el mero hecho de que somos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo que nada expresado en la Ley sería necesario, al ser imposible que pudiera darse, pero también sabemos que un estado adánico sería inviable, y lo sería porque incluso para Adán fue insuficiente, pero tampoco podríamos olvidar que gracias a Adán tenemos redención, y que la redención depende de nuestros sueños, del ejercicio de nuestra libertad, de la luz que seamos capaces que soportar, de nuestra capacidad de ser nosotros mismos y de ser traslúcidos, pues nuestra capacidad de amar, que es la clave de todo, depende de nuestra transparencia.
Y tanto pudiera ser que es que un día como hoy un dios, cualquier dios pues todos los dioses son Dios, se transforme de luz y nos redima –en el más pleno sentido de la palabra–, o que seamos capaces de ser de una vez dios y redimirnos al fin, lo cual solo pudiera ser si estamos en disposición de recibir la gracia y aquello que no cae del Cielo sino que depende de nosotros mismos y que no son otra cosa que los milagros.
Portada de la segunda edición de «Creo en los milagros. Nueva antología personal 1985-2009, de M- P.-P., (primera edición, Cascada de palabras; 2da. edición ampliada y revisada, Morvoz, 2011, México).
Fuente de la imagen: Archivo personal de M. P.-P.
Autor de la portada: Eric Marváz.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 128. Se acabó… Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 128

Se acabó...
Por Manuel Pérez-Petit

... el romanticismo. Hay mucho que hacer y en nuestra tesitura no podemos anclarnos en lo poético, aunque no deja de ser cierto que la poesía, tanto la escrita como la no puesta negro sobre blanco en papel alguno, es balsámica en muchos aspectos y nada malo en principio puede derivarse de ella. Pero válgame Dios que andamos como de puntillas –acojonaos, como diría el castizo– cuando deberíamos plantar nuestros pies con firmeza en el suelo. 2023 ha sido un annus horribilis, el tercero de la Era distópica, y 2024 está viniendo como dando bofetadas a todo trapo, a refrendar el que todo está vuelto del revés. Y tan del revés que capaces somos de asistir a la guerra en babuchas de andar por casa. 
            Así, los pontífices de la opinión. Se molestarán algunos pero me trae sin cuidado porque puede que ni me lean: en la sociedad del disparate en que vivimos, en medio de este diálogo de sordos, gana siempre el que tiene la etiqueta de débil. Me explico: si yo, que soy hombre heterosexual y no digo normal para no ofender a nadie, digo, con todas las pruebas y con precisión de lingüista, que fulanito o menganita ha hecho algo que podría considerarse malo, no me escucha ni Dios. Claro que no se me ocurriría hacerlo, pues –y no es culpa mía– vivo con arraigados principios morales y éticos innegociables, pero si alguien, mujer, no binario o no sé qué –porque la verdad es que no consigo entender– dice sin prueba alguna, por suposición o porque le parece, cualquier cosa acerca de mí o de cualquiera, pasa a ser oráculo, sentencia incluso antes de que nadie abra la boca. Así está el mundo, y ante esta turbación soliviantada, de este modo inopinado, en este transitar ebrio que nos marca a fuego hasta en los huesos de la implacable dictadura de la cultura de la cancelación en la que la verdad siempre es lo de menos y el decreto de quienes exhiben su testosterona pragmática o la suprema dignidad de hablar por el resto, creando opinión a su imagen y semejanza, uno no encuentra salidas.
Aunque parezca que no tiene relación es lo mismo que pasa con las guerras. Ya ni recordamos cuando Rusia invadió parte de Ucrania, en una guerra que en realidad dura ya más de un decenio, convirtiéndose este país de Europa del este en un laboratorio no solo militar en que las potencias del mundo experimentan un día tras otro. Ya analicé en su momento esta guerra en mi Locos con Rusia, en que, entre otras cosas, decía: “Es digno de observar: muchos no saben ni qué hacer para adquirir notoriedad y ser noticia ante esta barbarie que está teniendo lugar en Ucrania. Por muy importantes que se sientan o deseen llegar a ser, la idiotez anida en ellos con profundo arraigo. Con sus declaraciones y decisiones se califican a sí mismos y creyéndose más listos que el resto se convierten en el paradigma de la negación de la inteligencia y la ridiculez sin medida, y digo esto último porque encima defienden sus posturas dándose por ofendidos si uno no concuerda con sus ocurrencias, o, por ejemplo, les hace preguntas al respecto, como a mí me ha pasado, claro que yo no soy nadie para ellos, y, por tanto, mis preguntas las consideran impertinencias”. 
El caso es que son los mismos que ahora miran a Gaza. ¿En serio existe alguien en el mundo que crea que es una “guerra”? Escribiré muy pronto sobre lo que ocurre en Palestina, pero en mi mejor tradición de hacer amigos afirmo: Lo de allí no es una guerra, es un acto de autodefensa por parte de Israel. Y mis razones tengo. Ah, pero los pontífices de la opinión, aquellos que dirigen nuestras vidas, se empeñan en decretar lo contrario. Es la expresión del nuevo romanticismo, el que pone por delante el afán de poder y de manipulación. Y a nadie debería extrañar en la Era distópica, pero a mí sí.
Fotografía: AFP.
Fuente de la imagen: Diario español El Mundo, 3 de enero de 2022 (https://www.elmundo.es/internacional/2022/01/02/61d228c021efa045698b45a1.html).

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 127. Pobres criaturas. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 127

Pobres criaturas
Por Manuel Pérez-Petit

Muchas veces sueño con ir al cine, y el sábado, por lo visto, me invitaron. Estaba durmiendo como plasta de pintura e iba como niño con zapatos nuevos. Hacía un chingo que no veía una película en pantalla gigante. Me puse a soñar con palomitas y un espacio oscuro en el que solo yo existiera y la historia mágica de la que estaría siendo espectador me hiciera tirabuzones en la mente. La sola idea sobrevenida de ir al cine y envolverme de sueños me hizo recordar de golpe La Rosa Púrpura del Cairo (1985), de Woody Allen (1935), en que, al modo de Luigi Pirandello (1867-1936), un personaje se escapa de una película para vivir el mundo real, o la mítica Moulin Rouge (1952), del no menos mítico John Huston (1906-1987), en que el pintor y cartelista postimpresionista Toulouse-Lautrec (1864-1901), protagonista interpretado con hermosa lucidez por José Ferrer (1912-1992), recibe en su lecho de muerte las felices visitas fantasmagóricas de sus viejos amigos y compañeros de cabaret y andanzas nocturnas. 
            El cine es mágico, tanto como creer que la escoba de Harry Potter vuela, que Harrison Ford (1942) es un replicante, que la fundición de la campana de Boriska en Andréi Rubliov (1966), de Tarkovski (1932-1986), es la más grande epifanía, que hay galaxias muy, muy lejanas en las que la vida no vale nada como en el desierto de Tabernas para Sergio Leone (1929-1989), autor maldito de obras maestras, aunque siempre quede la esperanza de un acto legendario que salve el universo, ejecutado por algunos que dejan de ser personas por quién sabe qué alquimia y que se suben sobre sí mismos para ampliar los horizontes y hacerlo compartible.
En mi sueño de rosas recordaba la última vez que fui al cine como una foto de una noria oxidada en color sepia y me sentía feliz como rehilete volandero de feria, abierto como asombrosa esponja gigantesca a toda la magia que pueda existir... Me habían dado a elegir película, y viendo a Emma Stone (1988) en el cartel no tuve que pensarlo. Entré a la sala, me senté, de queso como soy, absorto en la pantalla, y no sabiendo qué esperar me encontré con una historia de papel de seda y unos personajes que ya quisiera yo desarrollar en mis novelas. En la época victoriana, Bella Baxter, una mujer londinense embarazada, se suicida tirándose al Támesis. Su cuerpo es recogido por el doctor Godwin Baxter, que bien podría ser hijo de Frankenstein, papel interpretado con una madurez impactante y sin histrionismos por Willem Dafoe (1955), que le implanta el cerebro de su bebé no nacido, la educa y concierta su matrimonio con un alumno suyo, pero ella se escapa –¡y vaya papel el de Mark Ruffalo (1967)! con el abogado que está escribiendo el contrato prenupcial, mucho más allá del feminismo con que la elogian algunos, a descubrir qué es la libertad y en qué consiste el mundo... 
Y, ¿qué creen? Pobres criaturas (2023), de Yorgos Lanthimos (1973), película de ensoñación maravillosa y de estética mucho más que onírica convincente, da razones de muchos quilates a los que seguimos creyendo que el cine, aun siendo fruto de un trabajo colectivo y en gran parte técnico, es un arte, que aún hay películas que son verdaderas obras artísticas, llenas de motivos para soñar y recrear una y otra vez el mundo sin descanso. Y yo me sentía crecer al recordar que más o menos desde el cretácico inferior no pisaba una sala de exhibición, y haberlo hecho para esta monumental fantasía, llamada a perdurar en la memoria, es extraordinario, como mis sueños lo son, porque al momento, sabiendo incluso ya que le pondría un 9 sobre 10 pues le sobran un par de escenas, y a punto de salir a la calle, arrullado por el runruneo de los tranvías voladores, desperté.
Cartel de la película Pobres criaturas.
Fuente de la imagen: https://www.academiadecine.com/actividades/pobres-criaturas/ 

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 126. Ajuste de cuentas. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 126

Ajuste de cuentas
Por Manuel Pérez-Petit

Cada vez me quedan menos cosas que cumplir antes de volver a verte.

M. P.-P.
Llevaba una doble vida. Era uno en la casa y otro en la calle. Tenía muy claro que ser padre no era lo mismo que ser hombre. Toda su suerte se la jugó a una inteligencia privilegiada por lo que era esponja, a que era listo como el hambre que llegó a pasar, a que era guapo y a que unía estos atributos con peculiar destreza. Exento de instrucción, pues apenas pudo cursar la primaria antes de que en 1950, a sus 13 años, se tuviera que hacer cargo de mantener a su madre y a sus dos hermanos pequeños en aquella España del hambre y provinciana. Trabajó primero un tiempo como aprendiz en una carpintería, de lo que sacó un conocimiento acerca de maderas nobles que es imposible de encontrar en ningún libro. Luego, creo recordar que su tía Rosa, que cantaba mejor que la Niña de los Peines, le dio veinte mil pesetas de entonces –una fortuna–, y comenzó a dedicarse a las antigüedades. 
            Su madre, más jerezana que Lola Flores, era hija del cirujano de la plaza de toros de Jerez de la Frontera, Luís Felipe Arrans, y su más arraigada costumbre era pasear en coche de caballos por las tardes. Eso cambió cuando contrajo nupcias con Facundo Pérez, de Olivares, que tenía una perfumería en la sevillana plaza del Salvador, entre las calles de Sagasta y Lineros, una de las mejores casas de su pueblo, hacienda y un asma pavoroso que en una desgraciada madrugada de 1940 se lo llevó por delante, dejando viuda con dos hijos y encinta del tercero. José Antonio tuvo que hacerse cargo de la familia diez años después, el tiempo en que su madre consumió lo que su difunto esposo había dejado.
Su capacidad de aprendizaje fue asombrosa, aunque inferior a la que tuvo para vivir. De lo primero soy testigo, lo segundo lo he sabido con los años. He oído, eso sí, a muchos referirse a él como genio, pero si esto es verdad o no yo nunca pude verlo. Nadie sabía ni sabe de pintura y de pintores tanto como él. Catedráticos de las más diversas ramas lo buscaban para consultarle, y sus peritajes llegaron a alcanzar un notable prestigio. 
En la primera mitad de los años sesenta del siglo pasado, en unas reuniones de Acción Católica en casa de Manuel Petit y María de la Paz Caro, conoció a la hija mayor de éstos, segunda de sus hermanos, María de Loreto, y nada más la vio lo supo. El 2 de agosto de 1965 se casaron.
Así fue toda su vida. Al principio, muy de mecha corta y con los años su carácter se fue dulcificando. Todo un personaje que a nadie le resultaba indiferente. Yo no lo conocí, él nunca lo quiso, en su papel de padre asimilado según Dios le dio a entender, pero pongo en valor el valor que tuvo en mantenerse fiel a sus ideas y su generosidad para apoyarme a su manera. Era un hombre extremadamente generoso.
Fruto de su matrimonio, el 20 de enero de 1967, nací yo, que me estoy guardando lo que no escribo, pues valgo más por lo que callo –y también en los demás ámbitos de mi vida– que por lo que digo. Tengo para escribir lo inimaginable. Para mí es como una sombra que nunca pude ver a la luz y que he ido y seguiré descubriendo. Me parezco mucho a él, salvo en lo listo y lo guapo –así soy de inútil para la vida práctica–, y está tan presente en mí que, a veces, me asusto. Lo echo de menos tanto que no puedo ni expresar lo que ese hombre –en realidad tan ajeno y tan íntimo a mí– supone en mi vida. Falleció tal día como hoy, 14 de febrero, de hace 11 años. ¡Qué más quisiera que haber llegado a conocerte! Al menos, Dios me premió al permitirme ser la última persona que mantuvo una conversación contigo, junto antes de echarte a dormir, a tres días de morirte.
Me ha costado 11 años escribir acerca de ti, joder, papá, y hasta me parece un ajuste de cuentas. Pero no lo es.
__________
Notas de autor
1) Apenas esbozando este texto me llega una noticia que me parte en dos, la del fallecimiento de mi muy querido amigo Francisco Higuera Molero, que me ha tenido paralizado buena parte del día. Paco, me hubiera gustado, coño, despedirme de ti en El Negro. Pronto tendré que ir por Madrid, y allí y en la Caserola, que espero que sigan abiertos, beberé a tu salud. No sé si darte un beso o un tortazo por haberte ido. Te dedicaré en estos días unas líneas de desnudo, compañero.
2) Me llevan los demonios cuando pasan días y no escribo, y por partida doble si además con ello falto a mis promesas. Justo eso me está pasando, pero lo prometido es deuda, y yo soy de los que las cumplen. Prometí artículos que no he escrito. Cumpliré y prometo no volver a prometer.
   
Esquela que en su día hizo Irma Martínez Hidalgo para Sediento Ediciones con motivo de la muerte de mi padre.
Fuente de la imagen: Archivo de Sediento Ediciones, propiedad de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 125. Educar para la lectura. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 125

Educar para la lectura (1 de 2)
Por Manuel Pérez-Petit

¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo,

dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento,

dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?

T. S. Eliot, Choruses from “the rock”, cap. 1, v. 14-16. Trad.: Jorge Luis Borges.
Una sociedad culta e informada es una sociedad más libre, más democrática y más cercana a la paz, y para ello hace falta leer. Sin exagerar, pues tampoco se trata de que debamos confirmar una sociedad de pedantes o de autómatas de la lectura. Todo exceso lleva al empacho, y la indigestión no es sana. Sin embargo, el caso es que se está muy lejos, al menos por nuestros lares del mundo Occidental, de alcanzar no digo esa especie de utopía sino al menos unos niveles freáticos –por decirlo de algún modo– de cultura general aceptables en la población general.
            En realidad, debo confesar que no sé si lo “democrático”, de manera tan espantosa hoy deformado, es tan necesario en realidad tal como lo conocemos, aunque sí estoy convencido de la necesidad de alcanzar la paz, o una cierta paz, entendiendo ésta como elemento básico de convivencia en el mundo, sin ñoñerías ni alharacas, emociones ni discursos, sino como algo natural y armónico, equilibrado y maduro.
En cuanto a la información, siempre recuerdo aquellos versos de Thomas Stearns Eliot (1988-1965), de forma tan bella versionados por Jorge Luis Borges (1899-1986), que he elegido como epígrafe para el presente artículo, y en que con una gran lucidez el poeta nos pone de manera intuitiva y eficaz en la posición de asimilar la tricotomía información-conocimiento-sabiduría y, de paso, nos coloca en el brete de qué hacer con nuestras vidas, claro que esto solo puede aprehenderse con la asunción en cada uno de valores, actitudes y otros factores, entre los cuales, la lectura tiene su valor.
No obstante, una lectura automática, apresurada, superficial, no sirve para nada, salvo para acumular en todo caso palabras vacías sin ideas o vagas ideas sin palabras. Con todo, no estoy seguro que leer sea tan importante o que haya que leer tanto tantísimo como tantas veces se dice. Un buen lector no es el que lee mucho sino el que lee bien. Hay que leer mejor, pero, ¿cómo?, y lo que es más grave: ¿cómo inducirlo? Quede aquí para la reflexión esta pregunta crucial, porque leer expande y no conoce fronteras, pero por lo general no se sabe leer.
Para agrandar el invaluable esfuerzo que se lleva a cabo de promoción y mediación de la lectura en tantos lugares –a veces como pollo sin cabeza, eh, pero otras veces con verdadera asertividad y hasta con acierto–, habría que sumar a la tarea de editores, escritores, bibliotecarios, libreros, gestores culturales, promotores, mediadores, maestros, familias y padres, basada en la estimulación de la creatividad y el desarrollo de las capacidades intelectivas, siendo además aplicable en cualquier edad, el principio operativo de educar en la lectura.
Mi experiencia como docente, de casi tantos años como de editor, me lo ha mostrado muchas veces. La mayoría terminará en brazos de los libros o con los libros en brazos sin que le propongamos ninguno, y sabiéndolos valorar más allá de las palabras y las ideas. Con ello, generaremos mejores lectores, escritores y ciudadanos. En su justa medida, información, conocimiento y sabiduría.
   
En una secundaria de Coacalco de Berriozabal, estado de México, en el marco de un concurso de oratoria al que M.P.-P. fue invitado a ser jurado como editor de Sediento Ediciones. Circa 2013. ©M. P.-P.
Fuente de la fotografía: Archivo histórico de Sediento Ediciones.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 124. El español, idioma americano. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 124

El español, idioma americano (1)
Por Manuel Pérez-Petit

En espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua.

Rubén Dario, verso del poema Salutación del optimista, lema incluido en el escudo de la Academia Nicaragüense de la Lengua.
En el ámbito hispánico –la península Ibérica y la mayor parte de América, de manera principal, aunque también parte de África y de Oceanía– pensamos, leemos, escribimos y sufrimos y gozamos de un idioma global, permeable, maleable, expansivo, de una diversidad inabarcable, de una riqueza lexicográfica única, abierto por completo al mestizaje, potente y vital como ninguna otra lengua materna existente hoy en el mundo y quizá nunca existente con anterioridad en la historia.
            Los hispanohablantes contamos, además, con la ventaja adicional de que el territorio del que proviene nuestro idioma, España, cada vez cuenta con menos peso en él, ya que es en la actualidad el cuarto país en la lista de las naciones en que se habla, con unos 48 millones de hispanohablantes. México es donde más personas hablan español (130 millones). En Estados Unidos lo hablan más de 57 millones de personas y en Colombia, 52 millones. En esta clasificación, Argentina sigue muy de cerca a la “madre patria”, pues cuenta con 46 millones de hispanohablantes.
Es tal la diversidad y evolución constante del español, que hoy se hace necesario incluso referirse al español de México, de Argentina o de Estados Unidos, pero también, por ejemplo, al español de Canarias, de Andalucía o de otras regiones del territorio nacional de España, pues otra realidad es que en cada nación existen diversas variantes del español cuya naturaleza está en función de condicionantes del más diverso tipo, siendo la convivencia con otras lenguas quizá la principal. Sin embargo, con todas sus peculiaridades particulares y sus variables, nos entendemos todos a la perfección, unas 500 millones de personas en el mundo, sin necesidad alguna de traducción o intermediarios. 
El español es un idioma americano que sin negar su origen ibérico ya no es europeo. En América se encuentra el 90 por ciento del total de los hablantes de español en el mundo. Y hay muchos otros datos que corroboran una realidad idiomática que está muy lejos del “control” de España sobre el idioma. En la actualidad, no consultamos el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) como antes sino el Diccionario de la Lengua Española (DLE) (https://dle.rae.es), el cual ya no se hace solo por los académicos españoles sino por la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) (https://www.asale.org), fundada en México en 1951 y compuesta por veintitrés corporaciones nacionales instituidas de América (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, El Salvador, Uruguay y Venezuela), la de África (Guinea Ecuatorial) y la de Oceanía (Filipinas), así como la de España, que son ahora las encargadas en conjunto y colaboración de limpiar, fijar y dar esplendor al idioma. Además, también se habla español como lengua materna en Andorra, Belice, Gibraltar y la República Árabe Saharaui Democrática (antiguo Sahara Occidental).
Mención especial quiero hacer a la Academia Nicaragüense de la Lengua Española, cuya disolución fue decretada por la Asamblea Nacional de Nicaragua (léase por el presidente Daniel Ortega) el 31 de mayo de 2022, y en cuyo escudo se puede leer ese verso inmortal de Rubén Darío (1867-1916) que da para pensar –también en el español– y es el epígrafe del presente artículo.
__________
Nota del autor
Comienzo con este texto una serie de artículos que iré publicando a lo largo del presente mes de enero acerca del idioma de Cervantes, esta vez no continuados sino intercalados con otros.
El escudo de la Academia Nicaragüense de la Lengua «consiste en la representación estilizada del encuentro entre el capitán de conquista Gil González Dávila y el cacique o tlatoani Nicaragua, filósofo y único jefe guerrero del Nuevo Mundo. El diálogo entre las dos culturas, de cuya fusión surgiría el mestizaje integrador de la nacionalidad nicaragüense, se realizó el 15 de abril de 1523. El lema inscrito alrededor de su óvalo es este verso de Rubén Darío, tomado de Salutación del optimista: En espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua«, según se explica en la página web de la ASALE.
Fuente de la imagen y el pie de imagen: https://www.asale.org/academias/academia-nicaraguense-de-la-lengua

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 123. Éste sentir que siento. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 123

Éste sentir que siento
Por Manuel Pérez-Petit

con una ligera mirada me liberas.

aunque me haya cerrado como un puño,

siempre abres, pétalo a pétalo, mi ser,

como la primavera abre con misteriosa destreza su primera rosa.

e. e. cummings (1894-1962), fragmento del poema Nadie, ni siquiera la lluvia. Versión: Alfonso Canales

Valga esta declaración de amor que tú bien sabes para cerrar 2023 y abrir 2024, ignorando tu destreza para cerrar y abrir pero sabiendo que la Luz vence siempre a la oscuridad –hasta bien que lo sé– y que la luz de tus ojos es más profunda que todas las rosas. –M. P.-P.

            Miro y miro por todos los lugares, los posibles y los imposibles, y te encuentro y te veo siempre, incluso sin mirar, de manera tan continua, a diario, a todas horas, cada vez que un suspiro se me yergue sobre el mundo o bailan los relojes en las avenidas de mi angustia, en tantos y tantos sitios que no llego ni siquiera a tiempo de anotarlos en papeles, y al final mis notas son como yo: se me pierden y nunca conozco su destino. Todo en mi vida es un continuo encontrarte y no terminar de hallarte en lugar alguno.
            Ante esta turbación soliviantada, de este modo inopinado, en este transitar ebrio de errores, demolido por los arados de la memoria, de mi conciencia de culpa y de derrota, y mi esperanza, se me pasan imparables los días y las canas, lidiando como gladiador ciego con este nudo enrabietado que llevo en la garganta y que aun siendo muy antiguo y de una estrella por completo ya olvidada es solo en realidad tuyo, pues eres lo singular posible, tú, que por nombre llevas el oráculo que con torpeza expreso en cada borbotón arrebatado de amor con que ahora te escribo.
Yendo de un lugar a otro por todos los lugares desatino, como un loco sin aire, encadenado al vuelo de tus piernas, arrastrado como cristal hecho añicos en la alberca de tu pecho, en esta jaula perpetua en que por ti me hallo, mi vida es un continuo desbaratarme como ovillo caído en poder del gato rabioso y seco en que ando convertido por tu ausencia de mármol, tu decreto implacable de distancia más que infinita aun estando tan cerca, la herida a corazón abierto que por ti soy y la desesperación agusanada de mi realidad de escombro irredento enamorado. 
Te lo declaro en este instante pavoroso porque creo que implosionaré como una bestia si no lo hago, sintiéndome como me siento el blanco aplastante de tus ojos, río sin principio ni fin pero más que cualquier río en esta geografía de tus labios, o tu risa, que trepana desde el mapamundi de tu vientre, en rendición, y solo puedo verte sin mirar en la fertilidad expandida de tus brazos imperantes, reconociendo mi vocación probable, la de ser tuyo, en ti, en nosotros, a tus pies, a tu lado, la última esclavitud de libertad deseante y deseada de mi vida.
Éste sentir es el que siento, me embarga, me somete y determina, pues sea lo que sea de mi existencia yo siempre he sido, seré, y hoy soy más que nunca tuyo, sin condiciones ni premisas inferidas, y estoy y estaré derramado por, en y ante ti, así que entre las rosas y la cera de tu manto, hasta mi último aliento, te aguardaré en el panal que me designas como tierra prometida, libando sin piedad en esta devoción inaudita y embargante que es solo mía y que solo puedo comparar con la que un zángano debe a su reina.
   
Con el último ocaso del año viene la promesa de un nuevo amanecer de ameneceres, el primero de un nuevo año y, con él, nuevas esperanzas.
Fotografía: © M. P.-P. Tomada a bordo de un vuelo entre Ciudad Juárez, Chihuahua, México, a la Ciudad de México, el 31 de diciembre de 2020, a última hora de la tarde.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 122. Del miedo al triunfo (y 3). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 122

Del miedo al triunfo (y 3)
Por Manuel Pérez-Petit

¿Quién de nosotros, en sus días de ambición, no hubo de soñar el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima, flexible y sacudida lo bastante para ceñirse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?

Charles Baudelaire, en la carta preámbulo a Pequeños poemas en prosa (1862; trad.: Enrique Díez-Canedo)
Igual son cosas de los movimientos líricos del alma de los que hablaba Baudelaire (1821-1867), que haberlos haylos y son devastadores algunas veces, o de la avería de la olla exprés que llevo sobre los hombros y que viene de fábrica, tal como entendí con El alegato de Marcela, pero ahora convivo con todo ello sumido en un grado de naturalidad que nunca supe que existiera. 
            Lo que caracteriza a la vida, ese don hoy tan devaluado, es su condición de regalo inopinado, divino, y, en consecuencia, la plenitud de su brevedad, afirmaba en mi Brevería de cantina, pero tengo la ventaja de ser lector, lo cual es una vía de redención frente al minimalismo que es el hecho de vivir, y en consecuencia la brevedad de mi vida es cada día más extensa y plena. Siempre supe que el lector se edifica a sí mismo y construye el mundo, como decía en mi primer Lectores, aunque nunca me lo apliqué del todo, tendente como he sido a encerrarme en una inútil, relativa y aparente torre de marfil, cargándome poco a poco de ropajes inservibles, en tanto me daba sin medida y me boicoteaba de manera irresponsable y autolesiva. Consagrarme a lo de los demás en realidad fue durante años la excusa perfecta que me permitió evitar dedicarme a mí, aunque ambas cosas hubieran y deberían haber sido compatibles, que en mí la mayor parte de las veces no lo fueron.
Sin embargo, ahora ya no es lo mismo. Quizá sea lo que mi amiga Fernanda Haro me ha dicho, que he hecho un enorme trabajo de sanación, pero yo no soy consciente de ello. Y si a alguien le sirve que lo cuente me daré por satisfecho, pues he comprobado que no hay nada más reconfortante que saber que uno puede ser benéfico para los demás, que un árbol no hace un bosque y que pactar con la realidad solo puede conducir a abandonar la oscuridad –cuya función es, según Shakespeare (1564-1616), devorar con sus garras el amor, como reflexioné en La Luz y la oscuridad–, y hermanarse en la luz, que es lo más amoroso que existe, embarcarse en un viaje sin retorno hacia la utopía de un mundo de verdad mejor, pero no en el sentido que le dio a este helenismo santo Tomás Moro (1478-1535) cuando lo acuñó en el siglo XVI para designar una sociedad perfecta sino en otro más pleno y real, pues la perfección no existe pero sí el afán de luz, cuyo camino solo depende de nuestra voluntad individual, de que le demos chance de una vez al máximo a nuestra capacidad de amar, creer, crecer y crear. 
Pero, ¿quién soy yo? No he ganado batalla alguna. No estoy ni mucho menos encaramado a ningún trono de triunfo. Todo me queda por hacer. Nada soy y nada tengo. Apenas ando recorriendo los primeros pasos de mi camino, el que me llevará a traspasar la luz un día, recién licenciado como soy en las artes de la vida y el mundo, neófito en el pasar del tiempo. ¿Lo demás? Lo demás son los movimientos líricos del alma y el coraje que tenga uno de vivirlos.
Mientras, en el presente continuo de mi vida y en tanto me toque traspasarla a ella, quiero que sea la luz la que me traspase.
__________
Nota del autor
Termino con este texto la serie de tres artículos que he publicado más o menos cada dos días en esta penúltima semana de un 2023 que comenzó como la chingada, siniestro como boca de lobo, y termina bien chido, lleno de luz, de paz y de palabra. ¿Qué más puedo pedir si todo se debe a haber perdido de una vez mi miedo al triunfo de siempre?
Intervención de M. P.-P. en el Festival de la Palabra. Santiago de Anaya, Hidalgo, México. Junio de 2011. ¿Cuánta responsabilidad hay cuando te dan foro?
Fuente de la fotografía: Archivo personal de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

Líneas de desnudo. 121. Del miedo al triunfo (2). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 121

Del miedo al triunfo (2)
Por Manuel Pérez-Petit

A la memoria de José Luis de Pablo-Romero y de la Cámara (1927-1993), José Manuel López Arenas (1939-1992), Francisco Mena Cantero (1934-2023), Luka Brajnovic (1919-2001) y Antonio Petit Caro (1943-2021), por lo que yo sé y es impagable.

Pudiera ser que no pudiera luchar con ello y por primera vez me sintiera, hace un par de años, “sumido en un feroz, creciente e inaudito desprecio hacia mí mismo”, tal como confesé en mi Es como si mi tiempo se acabara, pero estaba equivocado. 
            En mi No hay extensión más grande que mi herida descubrí en mí una tristeza que nunca había conocido, por ejemplo, pero incansable como soy y consciente de que mi secular miedo al triunfo, ejecutado por mí con atinada pericia una y otra vez a lo largo de mi vida, de alguna forma me condenaba, y eso que por principio en todo momento he negado posibilidad alguna de fatalismo en ningún ser humano, pero llegué al punto de darme cuenta de que siempre he sido yo, no los demás, lo cual es un avance de considerables dimensiones.
Tuve que dar mil vueltas por el mundo para asumir que lo fundamental no es encontrar la patria sino a uno mismo, y darse –pues todo lo que uno es y tiene es para darlo–, y pensar en uno mismo y olvidarse por fin de uno mismo. Que al final lo único importante es dar las gracias, lo cual, de algún modo misterioso, es el sentido de la libertad, tal como vislumbré en mi El libre albedrío
Gran parte de lo que soy lo soy por mis maestros y mentores. Por eso dedico este artículo a José Luis de Pablo-Romero y de la Cámara (1927-1993), que murió siendo hermano mayor de la sevillana Hermandad de la Macarena y con quien tuve una amistad personal que fue siempre más allá de mi actividad profesional como periodista, a José Luis López Arenas (1939-1992), primer decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Sevilla, porque fue el primero en creer en mí más que nadie, y a mis tres grandes maestros, de los que hablé en mi Declaración de reconocimiento: Francisco Mena Cantero (1934-2023), que me enseñó a escribir y me iluminó en mis primeros pasos por la adolescencia, Luka Brajnovic (1919-2001), que me tomó de la mano en mi azarosa y poética juventud y a quien debo mi trivium y mi quadrivium, que son valiosos activos que aún poseo, y mi tío Antonio Petit Caro, que me dedicó gran parte de su vida y a quien dediqué mi El sobrino del diablo. Todos ellos se me han ido demasiado pronto y a Mena Cantero dejé de verlo por dejación que no por devoción... Me he llevado años con el propósito de ir a visitarlo cuando estuviera en Sevilla, pero nada, una vez por otra nunca lo hice, y ahora en mala hora se nos muere la semana pasada...
Vayan ellos, a cuyas enseñanzas nunca supe sacar partido, en representación no de los muertos, que no lo están, sino de los incontables vivos con los que estoy en deuda, en estos vientos nuevos en que se cierran círculos de verdad, como el que supone la reaparición en mi existencia tras más de veinticinco años de Manuel Pimentel, maestro, mentor y, por encima de todo, amigo, que una vez que me ha visto me ha puesto sobre la mesa la oportunidad profesional de mis sueños, para la cual llevo preparándome decenios y en la que ya no tiene cabida mi difunto miedo al triunfo, eso que me hizo fracasar una vez tras otra estando a un palmo de alcanzar mis metas, para demostrarle de paso a la estera que yo era hace unos años no solo que la amistad es un lazo que cuando es de verdad nunca se desarma sino que la fe y el amor puestos en las cosas mueve montañas.
Estoy vivo, decía al comienzo de mi pasado artículo. Con el infarto de caballo que tuve muchos se habrían acabado, pero reconozco que no ha sido mi caso por acción de la Providencia, y ahora lo que tengo es vida. Más que nunca. ¿No voy a estar agradecido?
(Continuará…)
Fuente de la fotografía: Archivo personal de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.