Polvo del camino. 308. La vida de los sueños. Héctor Cortés Mandujano

La ilustración es de Luis Daniel Pulido.

Polvo del camino/ 308

La vida de los sueños
Héctor Cortés Mandujano

En las entrañas de la línea sueña una mujer

Juan Gelman,
en “CCLXXI”

A mis amigas Damaris, Mónica y Rocío

Ella me escribe un mensaje por whatssap y me cuenta que me soñó. Es domingo. Un colibrí se acerca a mi ventana como si intentara tomar la miel de mi pensamiento para compartirlo con otro de los suyos que también aletea velozmente buscando la corola de una flor en el jardín.
Preparo un regalo. Recorto figuras de un elegante libro de pinturas: un unicornio, una nube, un árbol, un ojo enorme, el mar... El libro era de mi mamá y ella ya no puede reclamar el uso que doy a volumen tan cuidado. Haré un collage sobre una tela azul, afelpada. Luego le pondré una resina que un amigo que sabe de esto me recomendó. Será un brillante, un resplandeciente cuadro de ensueño.
Pongo sobre la tela, al centro, el ojo, como elemento divino. La nube hasta abajo, para proponer que el cielo está aquí, con nosotros, no arriba…
Hago con cuidado la distribución, sin todavía fijar ningún elemento; sin embargo, mi gata brinca y tira todo, incluso la resina que había dispuesto en mi mesita de trabajo. Los elementos se desarreglan, es decir, se arreglan de otro modo. El azar es un maestro: me encanta como quedó. Así quedará.
Debo apurarme, porque una periodista –mi amiga Damaris– vendrá a entrevistarme. Ella no sabe que yo sé que es su cumpleaños. Me llamó para acordar esta charla y le dije que sólo podía hoy y ningún otro día.
Mi estudio está pintado de blanco y la entrada está llena de enredaderas cuajadas de flores.
Recibo un mensaje de Mónica. Me dice: “Te soñé. El sueño era millonario y feliz”. Antes me ha visitado Rocío y me contó que, en sueños, vio la representación de una de mis obras, La divinidad del monstruo, en un elegantísimo teatro de Europa.
Estoy muy soñado en estos días.
Acabo de poner los últimos toques al cuadro, cuando sueña (es decir, suena) el timbre de la entrada. Es Damaris.
Nos saludamos con un abrazo y un beso.
—¿Cómo estás? –Me dice.
—Millonario y feliz –le respondo–. ¿Qué mayor tesoro que la amistad?
Le doy su regalo y ella se siente –sus gritos de entusiasmo lo demuestran–, igual que yo.
La ilustración es de Luis Daniel Pulido.
La ilustración es de Luis Daniel Pulido.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Polvo del camino. 307. Lo que hubiera quedado en el tintero/ 1. Héctor Cortés Mandujano

La ilustración es de HCM.

Polvo del camino/ 307
Lo que hubiera quedado en el tintero/ 1

Zazil y la muñeca azul
Héctor Cortés Mandujano

Sus padres se divorciaron cuando Zazil era una bebé. Pero los dos se llevaban bien y ella vivía con ambos, en un arreglo que no siempre entendía: a veces una semana con su mamá, a veces un mes con su papá.
Ambos se encargaban de su alimentación, su ropa, sus juguetes, sus paseos y sus estudios. Los dos, equitativamente, pagaban las colegiaturas de la escuela y los gastos de su clase de ballet. Sin embargo, ella, a sus siete años, se había acostumbrado a conseguir ciertos gustos sólo en las fechas tradicionales: cumpleaños, día de las niñas y los niños, Navidad, Santos Reyes…
Su madre trabajaba en una oficina y su padre era pintor.
Un día de agosto acompañó a su papá al supermercado de una plaza llena de negocios y vio en el aparador de la juguetería, de paso, una muñeca que le encantó: era de piel azul, con un vestido verde y unos cabellos color rosa. Le pareció genial, fantástica.
Sus padres eran muy cuidadosos con los gastos, porque ninguno de los dos tenía altos ingresos. Por eso no le pidió a su papá que le comprara la muñeca y decidió hacer un plan y un presupuesto. La muñeca costaba $2, 768.50.
Su plan era hacer dibujos para que su papá los pusiera en venta en Facebook, con precios bajos y sobre un tema que ella conociera bien. Decidió dibujar su cochinito rojo (tenía uno en cada casa, porque mamá y papá la habían enseñado a ahorrar) con seis variaciones de ese color y otros seis con distintos tonos de azul.
12 en total. Buscaría venderlos a $250.00 cada uno, de modo que, si los vendía todos, tendría tres mil pesos. Ese era su presupuesto ideal.
Sólo tomaría el importe de la muñeca y el resto ($231.50) se los daría a su papá para pagar por las hojas recortadas, de papel acuarela, de 25 cm por 25 cm, y la pintura que usaría para echar a andar su plan presupuestario.
Contó a su papá su idea y apenas llegar a casa él puso en su mesa de trabajo los pinceles, la pintura y comenzó a recortar las hojas. Zazil puso manos a la obra.
No hizo todos los cerditos del mismo color, porque se le antojó mientras pintaba el primero hacer uno rosa, otro dorado, uno más color plata, y con otros inventó combinaciones hasta llegar a tonos que a ella le parecieron bellísimos.
Su papá puso fotografías de las ilustraciones en su Facebook, apenas iban saliendo de manos de Zazil, y sus amigos y familiares las fueron adquiriendo a la misma velocidad. Llegó a su meta sin ningún tropiezo.
Con el dinero recaudado fueron a la juguetería y Zazil se puso feliz, porque, además, cuando el dueño del negocio se enteró de lo que había hecho (su papá se lo contó), le hizo un descuento del 10%. La muñeca le costó, entonces, $491.65 menos.
¡Qué emoción, ya era suya! Zazil tenía una nueva amiga y decidió bautizarla como Vrozul. En el camino de vuelta a casa, comenzó a contar a la muñeca sobre las muchas ideas formidables que pasaban por su mente.
Otra buena noticia esperaba a Zazil: su papá le dijo que el cambio, después de pagar su muñeca, lo pusiera en su cochinito, como agradecimiento por su ayuda, por servir de modelo. Así lo hizo Zazil.
En la noche, acostó a Vrozul en su almohada. Y se durmió contenta, sonriente.
Aquel había sido un gran día.

[Mi amigo Juventino Tito Sánchez me pidió que escribiera un cuento sobre niños (usé a Zazil, su hija, como modelo), relacionado con la economía y el ahorro. Era para un concurso de ilustraciones, convocado por un banco. Lo escribí y Tito no hizo las ilustraciones. Tan tan. Este es el arranque de una nueva sección en mis columnas para publicar lo que pensaba no publicar: Lo que hubiera quedado en el tintero...]
La ilustración es de HCM.
La ilustración es de HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 306. La canción de la cobra. Héctor Cortés Mandujano

La ilustración es de Camilo Herrera Cortés.

  Polvo del camino/ 306

La canción de la cobra
Héctor Cortés Mandujano

Se vuelve de la inspiración como se vuelve de un país extranjero.
El poema es la narración del viaje

Federico García Lorca

La Editorial Cátedra, publicó en 1995, con edición de Allen Josephs y Juan Caballero, en uno de esos libros que tienen información clave para entender y desmenuzar contenidos, dos libros fundamentales en la obra del enorme Federico García Lorca: Poema del Cante Jondo y Romancero gitano.
Lorca, dicen los editores (p. 76), “comienza en Poema del Cante Jondo donde otros poetas no han podido llegar”. Este pequeño libro de poemas, escritos con lenguaje cercano y familiar, lo amigó a algunos lectores y lo alejó de otros cuando se publicó (en 1931). Dice en “¡Ay!” (p. 158): “El horizonte sin luz/ está mordido de hogueras”.
En “Tres ciudades” (Malagueña) escribe (p. 196): “La muerte/ entra y sale/ de la taberna. […] Y hay un olor a sal/ y a sangre de hembra”.
Poema del Cante Jondo, dicen Josephs y Caballero (p. 77), “es un libro interior, penetrante –ya lo hemos dicho, íntimo– que busca la esencia oculta y oscura del mundo del cante, que busca el detalle perfecto, el matiz específico, el efecto sugerente pero de plano limitado […] El Romancero, en cambio, representa la universalización del gitano –o la agitanización del universo–, el llevar a propósito al nivel de mito esa misma sensibilidad gitana-andaluza del cante”.
Romancero gitano fue publicado por primera vez en 1928. En una nota del célebre poema “Preciosa y el aire” (que quiere violarla) escriben (p. 229): “Clebert afirma que los gitanos ‘tienen un terror casi enfermizo al soplo y al viento. El viento, dicen, es el estornudo del diablo’ ”.
Escribe Lorca en San Miguel (Granada), p. 252: “Y el agua se pone fría/ para que nadie la toque”.
En el famoso (de este libro la mayoría de los poemas son muy conocidos) “Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla”, que se deja detener por la gendarmería sin oponer resistencia, escribe Lorca, alarmado por la pérdida de hombres bragados (pp. 263-264): “ Si te llamaras Camborio,/ hubieras hecho una fuente/ de sangre, con cinco chorros./ Ni tú eres hijo de nadie,/ ni legítimo Camborio./ ¡Se acabaron los gitanos/ que iban por el monte solos!/ Están los viejos cuchillos/ tiritando bajo el polvo”.
En “Romance de la Guardia Civil Española” dice algo muy lindo sobre su identidad (p. 283): “¡Oh ciudad de los gitanos!/ ¿Quién te vio y no te recuerda?/ Que te busquen en mi frente./ Juego de luna y arena”.
La escritura de Lorca es bella y sorpresiva. Dice en “Thamar y Amnón” (p. 297): “En el musgo de los troncos/ la cobra tendida canta”. El poema es sobre la violación. La sintetiza en un cuarteto prodigioso (p. 299): “Ya la coge del cabello,/ ya la camisa le rasga./ Corales tibios dibujan/ arroyos en rubio mapa”.
En un poema no incluido oficialmente en el Romancero, “Voto”, escribe (p. 304): “¡Corazón/ con siete puñales!/ ¡Ya es tarde!/ Vete por el camino/ de los ayes”.
Este poeta extraordinario fue asesinado por los soldados, por la dictadura, por la fuerza estúpida, en 1936…
La ilustración es de Camilo Herrera Cortés.
La ilustración es de Camilo Herrera Cortés.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 305-A. Imágenes nómadas, 1 a 4. Héctor Cortés Mandujano

Foto: HCM y Alfredo Espinoza

Polvo del camino/ 305-A

Háctor
Antes o después de los aplausos/ III
Imágenes nómadas, 1 de 4

Héctor Cortés Mandujano

En 2021 ganamos el financiamiento para hacer la Gira Nacional por Espacios Independientes promovida por el Teatro Helénico, con mi obra La divinidad del monstruo. El equipo de gira (Oaxaca, Puebla, Guerrero y Chiapas) lo constituimos: Dalí Saldaña, iluminador y staff; Nadia Carolina Cortés Vázquez, maquillista, vestuarista, encargada de fotografía y video; Alfredo Espinoza, actor y coordinador de la gira, y yo, en mi carácter de actor, autor y director, y el que se queda sentado mientras los demás ven lo de las luces, hablan con la gente de los teatros y resuelven los asuntos de hospedaje y comida, no por sentirse muy importante, sino por su inutilidad para las cosas prácticas.
Saldríamos de noche, en autobús, rumbo a Oaxaca. Fue normal que llegaran a despedirnos mi mujer, mis nietos (hijos de Nadia) y la mamá de Dalí. El detalle lindo y singular fue que también se aparecieron para desearnos suerte nuestros amigos Tania Corzo y Juan Ángel Esteban. Partimos.
Llegamos a Oaxaca. En un muro, una pinta: “¡Fuera EPN de México!”; deseo cumplido: desde que dejó la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto se fue a vivir como rey a España.
Llegamos a la casa donde nos hospedaremos, una AIRBNP: la cocina era/es común para todos los huéspedes (podemos, si llevamos los insumos, preparar nuestros alimentos), no hay baños individuales y cuando llegamos a nuestro cuarto me di cuenta de que nunca hice caso de lo que decía Alfredo, cuando me explicó sus reservas de hotel y pasajes: era una habitación para ocho, con literas; las camas de abajo estaban ocupadas y nos tocaban las de arriba. Nunca antes había dormido en una litera y supuse que, sin remedio, me caería. Pensé en decirles a mis compañeros que yo me iría a un hotel, con mi dinero, y que ellos se quedaran allí. Alfredo vio mi rostro y notó mis intenciones. Pensé que se sentiría mal con mi decisión, tomé un respiro profundo y me trepé a mi tapesco. Sobreviví. Al otro día se desocupó una cama de abajo y, con la venía de mi trío de acompañantes, la ocupé.
Uno de nuestros compañeros de cuarto era muy conversón. Andaba con camiseta y parecía un luchador retirado: fornido de pecho y brazos, panzón, con bigote y barba abundante, voz de barítono. Me sugirieron su profesión los muchos zapatos dorados que tenía: de vestir, chanclas, babuchas, botas… ¿Qué otro oficio puede coincidir con esa profusión de calzados atípicos? Lo descubrimos en la noche, cuando lo encontramos, a nuestro regreso de nuestra primera función, con un vestido de lentejuelas, párpados y boca pintados. Nos saludó alegremente. Evidentemente no era luchador.
Llegamos al teatro y los que debían atendernos no fueron amables, sino rayanos en la grosería. Cada cual hizo lo suyo y, justo cuando íbamos a maquillarnos, Nadia se dio cuenta que había olvidado su maletín de maquillaje en el hotel. En la obra a mí me pintan la cara de blanco (incluyendo cejas, bigote y barba) y a Alfredo le desaparecen las cejas. Alfredo podía salir sin maquillar, pero mi personaje perdería mucho de su personalidad si yo salía con la cara limpia. El azar hizo que alguien hubiera olvidado una caja de talco en el camerino y Nadia hizo una plasta con ese polvo y lo que llevaba de crema en su bolsa. Daba el gatazo.
Salimos. La obra empieza a oscuras. La iluminación, en ese teatro, La Locomotora, se debe programar en una lap. Cuando debió entrar, la computadora dejó de funcionar. Yo, por razones de montaje, llevaba una lámpara de mano y comencé a iluminar a Alfredo y a iluminarme con la lámpara cuando cada cual decía su parlamento.
De pronto, ¡se hizo la luz! Dalí pudo iluminarnos y fue maravilloso ver como en los rayos lumínicos mi rostro se iba deshaciendo: con cada movimiento el talco caía y se veía hermoso, poético. Polvo eres
Una muchacha se acercó a felicitarnos. Dinorah se llama. Nos dijo que estaba muy agradecida por nuestro trabajo, que le había encantado, y que para corresponder a lo que le habíamos hecho sentir y pensar nos invitaba a desayunar en su puesto del mercado. Fuimos, claro, y le regalamos un libro de la obra, firmado por los cuatro. Ese el rostro de amistad que mejor recordamos de Oaxaca…
Foto: HCM y Alfredo Espinoza
Foto: HCM y Alfredo Espinoza




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 305. Niñas y geckos. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: HCM.

Polvo del camino/ 305

Niñas y geckos
Héctor Cortés Mandujano

Damaris Disner se ha mantenido fiel, desde sus inicios, a la escritura dramática y, entre sus obras, un tema central: las infancias. En ¿Quién escucha a los geckos? Explora los juegos y los desencuentros entre las pequeñas hermanas, y lo que sucede cuando una enfermedad aparece en su mundo idílico. Esa, también, ha sido su constante: no escribe comedias o tragedias, sino piezas contemporáneas en las que la vida, con sus matices sombríos y luminosos, se sube a escena.

Si le hacemos caso a Freud, Damaris Disner no ha soltado el hilo del papalote que le hace volar tan alto en los cielos infantiles. Pero su dramaturgia tiene la impronta libertaria de las niñas y, al mismo tiempo, el control literario de una mujer que conoce a detalle el intríngulis de la trama, el diálogo, el montaje. No se llega solo por intuición a un texto tan bien armado y escrito como ¿Quién escucha a los geckos? Aunque la obra es breve, incorpora en ella la tecnología, que nos permite ver al gecko y la enfermedad en la pantalla, con un suspenso creciente, como una sugerencia de teatro de muñecos y a una breve y tremenda secuencia epistolar.
En ¿Quién escucha a los geckos? hay también sororidad, imaginación y aprendizaje significativo, especialmente entre las hermanas Noíl y Amaité. Eso leerán quienes se asomen al texto, eso verán quienes disfruten la puesta en escena y eso sentí yo.

[Este texto fue leído por el autor en la presentación del libro. Museo del Café. 14 de noviembre de 2025. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.]
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 304. El organismo que nos cuida. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Luis Daniel Pulido.

Polvo del camino/ 304

El organismo que nos cuida
Héctor Cortés Mandujano

En Realidad virtual. Las claves de la interacción entre tecnología y cerebro humano (Emse Edapp-Editorial Salvat, 2020), de Cristiano Chiamulera, al margen del asunto central, hay dos recuadros que me llamaron la atención y que comparto contigo lector, lectora.
El primero se llama “Los procesos atencionales”, y en él se explica que nuestro organismo, sin que en general nos demos cuenta, mide los cambios en nuestro alrededor (climáticos, energéticos, es decir, físicos) y dentro de nosotros. No lo hace en todos los detalles y no nos avisa, porque (p. 75) “elaborar el enorme número de estímulos ambientales no resulta económico, el sistema se colapsaría a lo largo de sus vías de codificación y en sus centros de elaboración. De esta forma, se filtra el grueso de los estímulos eficientemente”.
Y pone, lo cito (pp. 74-75): “Un ejemplo:
• en este instante que estás leyendo
• …eres consciente de las imágenes de las letras sobre el papel
• …de sostener un libro con las manos…
• …de su peso…
• …del significado de la frase… pero… no estás prestando atención…
(claramente ahora cuando lo leas te darás cuenta)
• a las sensaciones táctiles que proceden del contacto de tu cuerpo con la silla.”
Es decir (p. 74): “El sistema somatosensorial es un sistema muy eficiente de recepción y elaboración de las informaciones, dado que puede mantener el control sin tener que elaborar continuamente todos los acontecimientos físicos que se producen dentro y fuera del organismo”. Podemos tocar, por ejemplo, un objeto puntiagudo sin que se estimule la sensación táctil o dolorosa, porque a nuestro organismo el objeto no le parece, en ese momento, peligroso.

El otro recuadro se titula “La reactividad ante señales” y se refiere más específicamente a los asuntos que nos ocurren cotidianamente y que nuestro organismo decide ignorar (un olor a humo) o atiende o pospone (una necesidad fisiológica). Dice el autor que la reactividad ante señales activa (p. 118) “respuestas automáticas que se llevan a cabo por medio de procesos cerebrales que se desarrollan en forma concomitante en distintos niveles. Este es el motivo por el que no siempre somos conscientes de la sensibilidad de la reactividad ante señales, aunque el entorno esté lleno de estímulos para sexo, comida, humo, etcétera”.
Los dos textos aluden a que nuestra vida es más cómoda y mejor llevada por nuestro organismo automático, sin que nosotros tengamos nada más que hacer que dejarnos conducir por lo que nuestro propio cuerpo nos informa, nos dice y a veces nos ordena…

Ilustración: Luis Daniel Pulido.
Ilustración: Luis Daniel Pulido.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 303. El llanto de Lilvia. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: HCM.

Polvo del camino/ 303

Apuntes de oído/ 24

El llanto de Lilvia
Héctor Cortés Mandujano

Así es cada hombre, así lo hicieron...

“Amor en otras palabras”,
que canta Baglietto


Hace tiempo, por invitación de mi amiga Sofía Carballo, presenté Lengua Lanzadera Enhebrada, un libro de Lilvia Soto, en San Cristóbal de Las Casas.
Sus poemas, en ese libro, hacen referencia, a veces sutiles, a veces explícitas, a mitos griegos, que ella relacionaba con la dura realidad de las mujeres latinoamericanas que, aparte de trabajar sin respiro, eran-son madres, hijas, hermanas, compañeras que ejercen la sororidad, y también participantes activas en los procesos de liberación de sus pueblos; luchadoras sociales que corrían (corren) el cotidiano riesgo de ser masacradas por defender algo tan evanescente, tan inasible como la patria.
A Lilvia mi texto de presentación la emocionó. Derramó alguna lágrima y me agradeció públicamente, porque, dijo, había encontrado a un lector que la entendía a cabalidad.
Luego nos fuimos a cenar y en la charla que tuvimos ella y yo (nos acompañaban mi mujer, una amiga de Lilvia y Sofi, que hablaban de otra cosa), no sé a cuenta de qué le dije de memoria la letra de la canción “Amor en otras palabras”, escrita por A. Callaci y R. Bielsa, interpretada maravillosamente por Juan Carlos Baglietto.
La emocioné de nuevo, porque la canción de referencia habla del cuerpo que ama y del cuerpo que lucha, que es el mismo; de la mano que acaricia y de la mano que empuña un arma, que es la misma; de cómo defender a la patria es amar de otra manera… Más o menos las experiencias vistas y vividas que la habían llevado a escribir su libro.
Dice la canción: “Con estas manos de acariciarte la espalda, llevaré un fusil tal vez mañana. Con esta boca que no encuentra palabras, que te besa, llamo a gritos a mi gente, vivo a mi patria”.
Y sigue: “Con estas piernas, las de irme temprano, marcharé si es debido a la batalla, y con los ojos de mirar, apuntaré al corazón del que me ataca. Y este cuerpo, que también es nuestro cuerpo, se pudrirá en la tierra, si me matan”.
Me salté unos versos y le dije el final: “Yo, que hasta ayer dije amor; ahora, hoy, digo patria, que es como decir amor: amor en otras palabras”.
Lilvia volvió a llorar.
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

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Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 302. T. Monk. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Leonora Ventura.

Polvo del camino/ 302

T. Monk
Héctor Cortés Mandujano

Thelonious Monk (1917-1982), pianista y compositor estadounidense de jazz, es uno de los nombres más conspicuos en este género. Tuvo, tiene, como casi todos los grandes, un estilo al que fue fiel desde sus inicios. Oírlo es servir a los oídos un platillo delicioso. Su rostro es uno de los mejor fotografiados, me parece, porque su expresión facial era en sí misma un tema. También tenía varias peculiaridades, entre las que se cuentan su vestuario (trajes inusuales, sombrero o gorros, lentes de sol) y su comportamiento en los varios grupos que encabezó: detener su ejecución, bailar…
No tenía las manos clásicas de un pianista (largos y delgados dedos), sino al contrario: parecían las de un trabajador manual, lo que era de algún modo. Tuvo, como afroamericano, todas las caídas usuales (droga, persecución policiaca, etcétera), pero alcanzó la gloria y el reconocimiento, antes de mandar todo al demonio.
La leyenda cuenta que tenía una enfermedad mental que fue empeorando. En una de sus últimas giras, dicen, no pronunció palabra, se refugió en un mutismo del que nadie pudo sacarlo. Dejó de hablar, dejó de tocar, sin explicaciones. Se encerró, se aisló. Murió de un derrame cerebral.

Veo Rewind & Play, un documental de 2022 dirigido por Alain Gomis, que rearma el material grabado en diciembre de 1969 para un programa de la televisión francesa, previo al concierto que dio Monk en la Salle Pleyel en ese año. Conversan –por llamarlo de alguna manera– el pianista francés de jazz Henri Renaud, quien lo invitó a París, y Monk.
Lo bueno es que vemos a Thelonious tocar las maravillas que solía componer, con sus dedos gordos, y sudando a mares (¡por Dios, que alguien le pase un pañuelo o una servilleta!). Lo horrible es la presencia de Renaud, preocupado tan solo por salir bien en pantalla y obligar a Monk a responderle lo que él suponía que debía responder. Monk lo miraba sin contestar y el otro insistía. Los silencios son largos, incómodos, muy incómodos, aunque evidentemente Monk era especialista en ellos. Calla y suda, sonríe…
En varias ocasiones, Monk pide a su contertulio que dejen la entrevista (“¿Y si nos vamos a cenar y nos olvidamos de este programa de televisión?”) y Renaud lo ignora. Está muy ocupado viéndose a cuadro, componiendo su traje, reformulando las preguntas tontas…
El documental llega a ser desagradable. Las imágenes no favorecen, casi nunca, a Monk, y sí al relamido Renaud. Pueden ser una magnífica lección de cómo no se debe hacer una entrevista, un programa de televisión: el que pregunta cuenta lo que el entrevistado no quiere contar y no acepta otra respuesta que no sea la que él ya sabe de antemano.
Aplaudo a Alain Gomis por rescatar estos fragmentos (hizo del error un acierto) donde podemos gozar del arte de Thelonious Monk, y ver lo que pasa cuando se juntan un tonto y un genio.
Ilustración: Leonora Ventura.
Ilustración: Leonora Ventura.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

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Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

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Polvo del camino. 301. La hoguera del recuerdo. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: HCM.

Polvo del camino/ 301

La hoguera del recuerdo
Héctor Cortés Mandujano

La distancia es como el viento:
Apaga el fuego pequeño, pero enciende aquellos grandes

De una canción de Domenico Modugno

En Bajo el signo de la nostalgia hasta el título nos lleva a la remembranza y la melancolía, porque es este un verso de nuestro querido y añorado Noquis Cancino Casahonda. Alguien que ya no está y sigue estando con nosotros.
Es la nostalgia la que empapa los corazones de las nueve mujeres que escriben aquí, que abren las puertas hacia el pasado que ya no existe, pero -evidente y natural oxímoron- sigue vivo.
No hay nada muerto que haya vivido alguna vez, salvo que se olvide.
Desde siempre ha sido masculina la idea del nacimiento del cuento: hombres que rodeaban la fogata antigua mientras oían a otro que, en la noche, hilvanaba historias de entretenimiento. Este libro, en cambio, lo escribe un grupo exclusivamente de mujeres que ven hacia la lejanía del pasado viviente, hacia la hoguera del recuerdo que no se apaga.
Es difícil sintetizar cada crónica, porque hay allí un ser humano que habla de material sensible: su vida.
Clara del Carmen Guillén cuenta de su trabajo como promotora cultural en Bochil y cómo ello la hizo conocer y convivir con gente que, como la propia Clara, ama las letras; Elena Díaz Carrión escribe sobre el cine en Comitán, de las carteleras a las salas, de la dulcería; Gilda Rincón Orta rememora el origen del fraccionamiento donde vive; María Eugenia Díaz de la Cruz nos comparte las aventuras que pasó de niña en el Rancho del Niño; Martha Elena Cruz Figueroa recuerda su historia como promotora cultural en el Museo Regional de Chiapas; Socorro Trejo Sirvent indaga sobre las amistades chiapanecas de Carlos Pellicer; Violeta Pinto hace un breve recuento de su vida, sus amistades artísticas, su vocación por el disfrute de las artes y la Cofradía de San Jacinto, como llamaron a su casa, que era punto de reunión de intelectuales y artistas; Virginia Marín Corzo nos refiere un suceso extraño en Loma Bonita y Yolanda Molina Quiñones reflexiona sobre cómo han cambiado los nacimientos decembrinos.
Bajo el signo de la nostalgia es rico por eso: por la diversidad de temas, por la individualidad de lo vivido y lo contado, porque habitar es dejar y tener huellas de instantes significativos, mágicos, inolvidables...
Y parte de su riqueza es, también, su brevedad. Nadie se va por las ramas. Sin muchas vueltas cada autora nos mete a su vida y sus recuerdos.
Noquis Cancino, que era querido amigo, conversador maravilloso y hacedor de frases, me dijo una vez, acerca de la memoria: “Me acuerdo de todo lo que me pasó cuando tenía ocho años, pero no me acuerdo de lo que desayuné hoy”. Bajo el signo de la nostalgia parece seguir esta premisa y por eso deja la historia de lo inmediato y vuelve a aquellos años inmarcesibles, en los que una parte de nuestro corazón quedó prendido.
Y el ayer se vuelve hoy, y la respiración se hace suspiro...

Contactos; hectorcortesm@gmail.com

[Prólogo del libro Bajo el signo de la nostalgia, de varias autoras, leído en la presentación. FIL-Unach, 17 de octubre de 2025. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.]
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Polvo del camino. 300. Efialtes. Héctor Cortés Mandujano

Ilustración: Luis Daniel Pulido.

Casa de citas/ 300

Efialtes
(Cuento corto)
Héctor Cortés Mandujano

¡300, lector, lectora! Muchas gracias. Te abrazo

No hubo nunca mujeres sino una sola mujer que se repetía,
que se repetía siempre de la misma manera

Juan Carlos Onetti,
en El astillero
1

Confieso sin rubor que desde adolescente soy alcohólico. Probé otras drogas, por supuesto. No sé si fue temor a terminar peor que como me decían iba a terminar con el alcohol, pero el caso es que no me enganché con ninguna de ellas.
Digo esto, porque no recuerdo cómo conocí a Rosa. Igual en un prostíbulo que en un rezo (a veces voy, porque no faltan las copas gratis), lo mismo me daba. Nunca pensé que fuéramos a vivir juntos. Un día desperté en su cuarto pobre, aunque menos miserable que el mío, y decidí quedarme.
Rosa era casi muda. Me veía fijamente y me acariciaba. No me pedía ni dinero ni cariño, aunque nunca me negó ninguna satisfacción sexual, cuando a veces la requería.
Salía a trabajar, creo que lavaba ajeno o era sirvienta, y volvía con dinero que compartía conmigo. Yo compraba lo más que podía de alcohol y me encerraba a beber, bajo el manto de su mudez y de sus ojos sin censura.

2

No sé en dónde conocí a la otra Rosa. Estoy seguro que fue en una borrachera. No sé si antes de esta Rosa muda o después o al mismo tiempo. No soy un mujeriego ni por asomo; salvo el alcohol, no hay nada que me apasione, así es que esta nueva mujer tuvo que haber llegado a mi vida por su propia cuenta.
Y qué manera de llegar. En la bruma de mi memoria recuerdo sus primeras palabras:
—¡Borracho inútil!
Y recuerdo también su primer golpe: con el puño cerrado sobre mi ojo izquierdo. Aullé y lloré de dolor, mientras ella se reía.
Tampoco soy violento. Cuando me acerqué a ella, luego de gritar y gritar, sin conseguir nada más que sus burlas (“ay, la nena, no aguanta ni un golpe de pétalo de Rosa”), sentí cómo me daba con un palo en la cabeza. Me desmayé.

3

Primero, los ojos comprensivos de Rosa me miraban. Después o antes, un balde de agua fría de la otra Rosa me despertaba:
—¡A trabajar, güevón!
En mi cerebro lleno de brumas, pensé que tenía que dejar de tomar para poder entender qué estaba pasando: ¿Quién era la Rosa blanca, quién era la Rosa negra?
Vomité por horas (me metí el dedo el boca para provocarme arcadas), sentí escalofríos por días y resistí lo más que pude hasta sentir que la mano amorosa de una Rosa me acariciaba.
—¿Qué tienes, volviste a tener pesadillas?
—¿Cómo?
—Gritas mi nombre y te levantas a quejarte, a llorar, a decir palabras incomprensibles…
La miré. Sí, eran la misma. Nada más que una estaba en la realidad y otra en mis sueños. ¿Era esta mi sueño y aquella mi mujer real o era esta la de mi realidad y la otra mi pesadilla, mi efialtes?
No pude descubrirlo. Ella me puso en la mano una botella y yo le di un trago largo, un buche lo más sustancioso que pude para ya dejar, por un rato al menos, esta desgraciada vida más de espinas que de rosas.
Ilustración: Luis Daniel Pulido.
Ilustración: Luis Daniel Pulido.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com