Desde la buhardilla. 1. Puccini no se equivocó. Gabriel Mendoza García

Puccini no se equivocó
Por Gabriel Mendoza García

Ha transcurrido un año desde que firmé el contrato de mis sueños, aquel acuerdo entre una editorial y un autor que selló la promesa de publicar un libro, mi libro. La primera entrega de una saga que, como he repetido hasta el cansancio, lleva 17 años gestándose. Diecisiete años buscando su camino, intentando conquistar un público esquivo, sin cosechar frutos hasta ahora.
No escribo estas palabras para quejarme del sistema ni de las convenciones sociales. Lo hago desde un lugar más íntimo, desde la desilusión que implica confiar ciegamente en uno mismo y en sus ideas. Se dice que quien no cree en sus ideas es porque no son buenas. Entonces, ¿qué dice de mí haber apostado casi dos décadas a una historia que creí digna de contarse, pero que, al parecer, no lo es para el mundo?
Cuando llegó la oportunidad de estar con una editorial de nivel comercial, una capaz de poner mi obra en todas las librerías del país, pensé que finalmente mi saga alcanzaría su destino. Sin embargo, los números no mienten: este libro, el libro de mis sueños, ha sido el menos vendido de 2024. Aquí es donde mis detractores encuentran argumentos para mofarse. Que lo hagan, incluso invito la primera ronda.
Desde 2007, todos los trabajos que he tenido fueron apenas un mientras, simples estaciones de paso. Usé horas laborales para escribir, editar y corregir, siempre viendo en mi historia un Norte inmutable. Apostarlo todo por una idea puede parecer un error, pero ¿qué sentido tendría no intentarlo?
Este 2024 ha sido un año de fe: fe en mí, en mi obra, en la promoción de mi libro, en la certeza de que mi momento había llegado. Pero hoy, a mis 40 años, me encuentro sin ingresos, sin un trabajo estable, sin una carrera profesional consolidada. Si me preguntan cómo vivo, la respuesta es simple: vivo.
La frase de Amélie nunca había resonado tanto en mí: Son tiempos difíciles para los soñadores. Y la verdad es que nunca ha sido fácil para nadie. Familiares, amigos y desconocidos, con diversas intenciones, siempre me advirtieron: Escribe, pero que sea un pasatiempo. Elegí ignorarlos, aunque tampoco me comprometí plenamente a la disciplina que exige la escritura. En mi intento de equilibrio, terminé cayendo entre dos mundos.
Por eso, cuando firmé mi contrato editorial, decidí quemar mis naves. Parafraseando a Xavier Velasco: Si me arruino y fracaso, está bien, pues para eso se queman las naves. Hoy puedo decir que arruinado estoy, sí, pero no fracasado. Sólo fracasa quien renuncia, y yo estoy en un proceso de reflexión, de maduración.
El pasado 8 de diciembre asistí a una función de La Bohème de Puccini en Bellas Artes. Un festín para el alma, pero también un golpe de realidad: la vida bohemia no es vida. Tarde o temprano, está condenada a la tragedia.
Me identifiqué con Rodolfo, el poeta que, entre dudas y desesperación, usa sus manuscritos para avivar una fogata y calentarse las manos. Su amor por el arte es tan desbordante como su complejo de insuficiencia. Puccini no ofrece consuelo: el destino del artista está siempre en una bifurcación cruel, sin matices. O el éxito o la irrelevancia. Y Rodolfo, como tantos otros, prioriza su idealismo, aunque le cueste todo. Nadie vive de la poesía, pero muchos mueren de hambre y frío por ella.
Sin embargo, por todo y a pesar de todo, no dejaré de escribir. La razón y el despecho me gritan que abandone la saga de Sofía, que arroje al fuego mis sueños de escritor. Pero el alma y el cuerpo me lo impiden. No sé, no quiero, no puedo. Y es justamente esa obstinación la que me hace creer que, por primera vez, estoy en el camino correcto.
No seré un best seller de la noche a la mañana, ni el escritor que México esperaba. Seré, al menos, alguien congruente, un navegante que, aunque maltrecho, sigue su curso hacia el Norte. La tempestad puede arrebatarme todo: las esperanzas, las oportunidades, los lugares por visitar, los momentos por vivir. Pero jamás me hará renunciar.
Prefiero morir buscando tierra firme, incluso si nunca la encuentro, que vivir como un fracasado que abandonó sus sueños.


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Sobre el autor:

Gabriel Mendoza García (Ciudad de México, 1984) escritor y creador de videos y contenido en redes sociales, fundamentalmente en la actualidad a través de la plataforma Alcance Tendencia Mx. Fan acérrimo del dúo musical europeo Lacrimosa, quienes representan su mayor fuente de inspiración, desde niño destacó por centrar sus esfuerzos cognitivos en mundos imaginarios y por valerse de su sensibilidad. Su primer intento literario fue El Oráculo de Gaia, una reinterpretación de El Señor de los Anillos, de la cual no queda ninguna evidencia. Su verdadera encomienda personal con la literatura es la saga Sofía, la única que tiene como epicentro la Ciudad de México, una obra coral, apocalíptica, empapada de misterio, acción, suspenso, drama, mitología, ciencia ficción, acción y aventura que, al modo de la mítica serie de televisión Lost, se centra en sus personajes y que comenzó a fraguarse en el otoño de 2007, cuyo primer fruto es Emanación. Es miembro del comité editorial de Almuzara México.

4 comentarios sobre “Desde la buhardilla. 1. Puccini no se equivocó. Gabriel Mendoza García

  1. Mi querido Gabo: Todo esto es una carrera de fondo. Si veinte años no es nada, imagina diecisiete. Hay mucho de lo que seguir conversando. Creo en ti y creo en nosotros. Manuel

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