Líneas de desnudo. 122. Del miedo al triunfo (y 3). Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 122

Del miedo al triunfo (y 3)
Por Manuel Pérez-Petit

¿Quién de nosotros, en sus días de ambición, no hubo de soñar el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima, flexible y sacudida lo bastante para ceñirse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?

Charles Baudelaire, en la carta preámbulo a Pequeños poemas en prosa (1862; trad.: Enrique Díez-Canedo)
Igual son cosas de los movimientos líricos del alma de los que hablaba Baudelaire (1821-1867), que haberlos haylos y son devastadores algunas veces, o de la avería de la olla exprés que llevo sobre los hombros y que viene de fábrica, tal como entendí con El alegato de Marcela, pero ahora convivo con todo ello sumido en un grado de naturalidad que nunca supe que existiera. 
            Lo que caracteriza a la vida, ese don hoy tan devaluado, es su condición de regalo inopinado, divino, y, en consecuencia, la plenitud de su brevedad, afirmaba en mi Brevería de cantina, pero tengo la ventaja de ser lector, lo cual es una vía de redención frente al minimalismo que es el hecho de vivir, y en consecuencia la brevedad de mi vida es cada día más extensa y plena. Siempre supe que el lector se edifica a sí mismo y construye el mundo, como decía en mi primer Lectores, aunque nunca me lo apliqué del todo, tendente como he sido a encerrarme en una inútil, relativa y aparente torre de marfil, cargándome poco a poco de ropajes inservibles, en tanto me daba sin medida y me boicoteaba de manera irresponsable y autolesiva. Consagrarme a lo de los demás en realidad fue durante años la excusa perfecta que me permitió evitar dedicarme a mí, aunque ambas cosas hubieran y deberían haber sido compatibles, que en mí la mayor parte de las veces no lo fueron.
Sin embargo, ahora ya no es lo mismo. Quizá sea lo que mi amiga Fernanda Haro me ha dicho, que he hecho un enorme trabajo de sanación, pero yo no soy consciente de ello. Y si a alguien le sirve que lo cuente me daré por satisfecho, pues he comprobado que no hay nada más reconfortante que saber que uno puede ser benéfico para los demás, que un árbol no hace un bosque y que pactar con la realidad solo puede conducir a abandonar la oscuridad –cuya función es, según Shakespeare (1564-1616), devorar con sus garras el amor, como reflexioné en La Luz y la oscuridad–, y hermanarse en la luz, que es lo más amoroso que existe, embarcarse en un viaje sin retorno hacia la utopía de un mundo de verdad mejor, pero no en el sentido que le dio a este helenismo santo Tomás Moro (1478-1535) cuando lo acuñó en el siglo XVI para designar una sociedad perfecta sino en otro más pleno y real, pues la perfección no existe pero sí el afán de luz, cuyo camino solo depende de nuestra voluntad individual, de que le demos chance de una vez al máximo a nuestra capacidad de amar, creer, crecer y crear. 
Pero, ¿quién soy yo? No he ganado batalla alguna. No estoy ni mucho menos encaramado a ningún trono de triunfo. Todo me queda por hacer. Nada soy y nada tengo. Apenas ando recorriendo los primeros pasos de mi camino, el que me llevará a traspasar la luz un día, recién licenciado como soy en las artes de la vida y el mundo, neófito en el pasar del tiempo. ¿Lo demás? Lo demás son los movimientos líricos del alma y el coraje que tenga uno de vivirlos.
Mientras, en el presente continuo de mi vida y en tanto me toque traspasarla a ella, quiero que sea la luz la que me traspase.
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Nota del autor
Termino con este texto la serie de tres artículos que he publicado más o menos cada dos días en esta penúltima semana de un 2023 que comenzó como la chingada, siniestro como boca de lobo, y termina bien chido, lleno de luz, de paz y de palabra. ¿Qué más puedo pedir si todo se debe a haber perdido de una vez mi miedo al triunfo de siempre?
Intervención de M. P.-P. en el Festival de la Palabra. Santiago de Anaya, Hidalgo, México. Junio de 2011. ¿Cuánta responsabilidad hay cuando te dan foro?
Fuente de la fotografía: Archivo personal de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

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