Polvo del camino. 200. Polvo del camino. Héctor Cortés Mandujano

                Polvo del camino/ 200

                  Polvo del camino
               Héctor Cortés Mandujano

                                El polvo indescifrable que fue Shakespeare

                                                                    Borges, 
                                                                 en “Cosas”

No sé si sea tarde para explicar por qué llamé Polvo del camino a esta columna que hoy cumple 200 ediciones. Se supone que esas cosas se explican desde el principio. Sin embargo, las fórmulas esotéricas dicen que nada ocurre tarde o temprano, sino justo a tiempo. Confiaremos en ello. 
	Cuando mi amigo Roger Octavio Gómez Espinosa me pidió que escribiera para la revista electrónica que preparaba, yo tenía escritos algunos cuentos o minificciones (cuatro o cinco) que, según yo, iban a conformar en el futuro un libro de pequeñas narraciones. Fueron publicados dentro de mis primeras diez entregas de la columna que bauticé de un día para otro, porque me subí al tren en movimiento de Roger, colgado de una barandilla.
	Pensé con rapidez en un título general para mis columnas y lo primero que vino a mi mente fue una imagen placentera: yo iba de niño detrás de una carreta (manejada por quien sabe quién), descalzo, y veía cómo mis pies se hundían en las suavísimas capas del polvo del camino que nos llevaban de El Ciprés, la finca donde nací, hacia la colonia Cristóbal Obregón, donde estudié los primeros años (cuatro) de educación primaria.
	Pero en aquel día, en aquel instante de placer, yo no iba a la escuela. Tengo la impresión de que me había bajado de la carreta para sentir cómo mis pies se hundían en el polvo, en ese polvo casi etéreo. “Camino sobre las nubes”, podría haber pensado en esos cuatro-cinco años de vida. No creo haberlo hecho.
	Las imágenes del tren y la carreta son la misma. Yo iba agarrado con mis manitas a la parte trasera de la carreta y viendo hacia abajo. Lo más importante en ese momento no era caminar (la carreta me jalaba), sino ver mis pies hundiéndose en el polvo y tener como única la sensación de suavidad suprema.
	El polvo del camino quedó como un maravilloso recuerdo de mi infancia libre y feliz. Luego vino aquello de Polvo eres y en polvo te convertirás, de un libro de libros que es más bien metafórico. Después llegó la lectura de un libro de ciencias –el rancho y la infancia habían quedado atrás, en la memoria– donde supe que el polvo de nuestra casa no siempre entra de la calle, sino es la piel que se nos va cayendo: Somos polvo. 
	Allí descubrí que, aunque fuera una parte minúscula, el sutil polvo de aquel camino no era solo del camino, sino también mío, parte de mí. 
        Saltemos de aquel tiempo a éste. Lo que escribo (aunque a veces me dé vergüenza firmar mis textos, porque en realidad los sueño, los imagino y parecen venir de un lugar mío que no conozco) es parte de mi camino y mi camino es mi propio reguero de polvo.
        Flaubert, cuando lo procesaron para que revelara en quién se había inspirado para escribir Madame Bovary dijo la célebre frase: “Madame Bovary soy yo”. 
         Mi paráfrasis de las palabras de Flaubert, que son una declaración tajante sobre lo que significa escribir, es simple: El camino soy yo, el polvo soy yo. 
         Te agradezco lector, lectora, por acompañarme, por leerme.


llustración: Juan Ángel Esteban Cruz.
Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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