Líneas de desnudo/ 118
No hay descanso para mí Por Manuel Pérez-Petit
Manuel Pérez-Petit es un personaje atípico. Poeta antes que nada, pero también animador cultural, un hombre de insaciable curiosidad y vasta cultura, de muchas lecturas pero también de muchas músicas y artes, con una irrefrenable tentación por la vanguardia allí donde esté naciendo, pero con esa pulsión clásica que deja que el idioma respire por los metros de la memoria. (…)
Marcos-Ricardo Barnatán, prólogo a Creo en los milagros, antología personal 1985-2009, de M. P.-P. (México, 2010, dos ediciones)
A María Espinosa Pino
En efecto, el pasado sábado día 26 de agosto tuve un infarto, tal y como conté en mi El ángel que siempre va conmigo, pero si tan solo fuera tan simple... Que he salido en un personaje atípico, y ni se imaginan la de veces que he maldecido esa condición ni lo que he luchado contra ello, ya lo asumí, incluso como derrota inapelable, hace mucho tiempo, a la par que me propuse la compleja e inevitable tarea de convertirlo en algo parecido a una virtud, que es lo que tiene no poder ser en realidad más que uno mismo, y por mucho que uno lo deje para luego llega la hora de afrontarlo, siendo tanto lo que hay por hacer. Una de las características de mi atipicidad es no haberme detenido nunca, no como fruto de ningún tipo de hiperactividad sino como consecuencia de un acto sólido y permanente de voluntad que supera mi propia voluntad, es superior a mí y aunque hace verdad aquello de que el idioma, ante mi propia sorpresa, “respire por los metros de la memoria”, pues no sé expresarme de otro modo que no sea con palabras, me llena de extrañeza ante mí mismo y me hace extraño a los ojos de cualquiera, pues soy muy libre. No es una elección sino una realidad muchas veces ininteligible con la que me he visto obligado a pactar una y otra vez, a precios incalculables tanto en lo bueno como en lo malo. Soy atípico, eso es cierto, como atípicas son las cosas que a veces me pasan. El pasado sábado día 26 de agosto tuve, en efecto, un infarto. Ingresé en el hospital a las cuatro de la madrugada del domingo. A las seis se me acercó la trabajadora social del centro y estuvo conversando conmigo. Fue la última vez que me permitieron tener acceso a mi teléfono. Lo hice para darle cinco números de teléfono. El primero y más importante el de mi tía Pilar, a la que solo había que escribirle un whatsapp. Yo ya sabía que iba a tener que someterme a un cateterismo, y para mí era condición que lo supiera mi familia. Además, di el de otras cuatro personas de México. Pasaron luego las horas y yo me iba estabilizando en tanto se sucedían varias pequeñas crisis y seguía preguntando si habían avisado a mi tía. A media mañana me subieron a planta, en tanto seguía todo el protocolo clínico. Firmé todos los consentimientos informados que me pusieron por delante. No tenía otro camino que intervenirme, y rápido, y sin embargo seguía preguntando una y otra vez si habían avisado a mi familia. A las cuatro de la tarde pregunté por última ocasión, y la respuesta fue que no, que de los teléfonos que yo había dado solo habían avisado a una persona, pero no a mi tía, la única que debía saber para administrar la información con mi familia... Ante la incomprensión general y hasta cierta agresión verbal de alguien de “¡Atención al usuario!” solicité con firmeza y calma el alta voluntaria, informando que saldría del hospital solo el tiempo necesario para avisar a quienes debían saber lo que pasaba y regresar. A las nueve y media de la noche estaba saliendo a la calle, con mi teléfono recuperado. Me fui a una cafetería, envié varios mensajes, todos esenciales para mí, reposé un rato y otra vez de madrugada reingresé por la puerta de urgencias. No me había quitado ni los electrodos. Pocas horas después, estaba siendo intervenido. No puedo decir que sean cosas que pasan, pues a mí me pasan cosas que a nadie le pasan. Así es la vida, y hace años que ando convencido de que no hay descanso para mí, y estoy conforme.

Fuente de la fotografía: Archivo personal de M. P.-P.
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Periodista, editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.
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