Líneas de desnudo/ 114
Temblor a corazón abierto Por Manuel Pérez-Petit
El llamado ‘Cinturón de fuego del Pacífico’ tiene forma de herradura o corazón abierto aunque no da buena suerte a los países –casi una treintena en tres continentes– y regiones de su área, los cuales son sometidos de manera continua a las tensiones provocadas por las varias capas tectónicas que lo conforman, siempre en fricción entre ellas, no solo generando una actividad sísmica continua sino la inmensa mayoría de los terremotos más catastróficos que puedan recordarse. Tiene, además, como característica principal, una actividad volcánica también permanente. Se extiende sobre unos cuarenta mil kilómetros y cuenta en su zona con 452 volcanes –tres cuartas partes del total de los existentes en el mundo–. Podría decirse, y no debería tomarse a broma, que la cuenca del océano Pacífico tiene de todo menos de pacífica y tiembla como flan y echa humo por sus venas.
México, esta patria que amo y habito desde hace tres lustros y en la que espero si no morir un día zarpar para mi último viaje –si se me permite la licencia machadiana–, para terminar mis días, en todo caso, en América, es uno de los países a que afecta este cinturón. Y yo, que tiemblo con un temblor crónico, el cual también viaja en mí de dentro a fuera, he aprendido a diferenciar entre temblores y temblores. Mi temblor no se ha confundido nunca con ninguna sismicidad. Siempre ha sido así, salvo en la noche del pasado 10 de mayo del presente 2023. Suelo acostarme temprano y levantarme temprano. A las diez y veinte ya estaba yo, como se diría en mi pueblo, ‘más pa’llá que pa’cá’, arracimado en mis cobijas, en el clásico duermevela antesala de ese territorio a veces onírico a veces negro que es solo nuestro y en que habita todo aquello incontrolable que está en nosotros.
Vivo en un bajo de un edificio de una sola altura, la que corresponde a mi modesto departamento. Todo estaba en orden y en silencio, lleno de paz, y yo ya tenía abandonada y perdida la consciencia cuando, de repente, ¡brrrom! Sentí como si un tren de mercancías o un rebaño de bisontes en estampida –esa imagen me llegó– hubiera pasado sobre mi techo de repente, haciéndolo crepitar todo, casi los cimientos de la tierra. Me sobresalté, encendí la luz y me puse a buscar en las noticias.
He vivido muchas cosas, pero nunca estuve a 250 metros exactos del epicentro de un movimiento sísmico, ubicado en plena ciudad y aunque de menor magnitud –3.0 en escala de Richter– se dio apenas a un kilómetro de profundidad, y por eso lo sentí como lo sentí, de igual modo que varios miles de personas lo percibieron y salieron a la calle, cosa que yo no hice, pues como otras veces he afirmado, morirse es lo de menos. En ese trance, eso sí, me llegaron por ensalmo los amores de mi vida, y me acordé de ti, que aun conociéndote aún no te conocía, y tú lo sabes, y todo ardió.
Tardé varias horas en dormirme y como no fue apenas relevante nadie preguntó por el sismo al día siguiente, pese a que se sintió en casi una cuarta parte de esta vieja ciudad de los milagros enclavada en el Cinturón de fuego del Pacífico que es la Cdmx. Solo ese alguien me quedó como presencia de un tiempo que duró un instante, en el temblor que siempre he de sentir, y si alguien me pregunta le diré que de eso nadie sabe, aunque el universo sepa que para siempre tiemblo como un flan y echo humo por las venas. Así, a corazón abierto.

Fuente de la fotografía: Pacific_Ring_of_Fire.svg. Tomada de: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Pacific_Ring_of_Fire-es.svg. Informe del Servicio Sismológico Nacional (SSN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): http://www.ssn.unam.mx/sismicidad/reportes-especiales/2023/SSNMX_rep_esp_20230510_CuencaDeMex_M30.pdf
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Periodista, editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.
Fácilmente podrías transmutar en un cuento. Y si se me permite la licencia Machadiana, recordar estos versos del grande poeta: «Tren, camina, silva, humea, acarrea tu ejército de vagones; ajetreado maletas y corazones…»
Me gustaMe gusta
Muchas gracias por tan alentador comentario
Me gustaMe gusta