Polvo del camino. 169. Las disipadas fábulas del viento/ II. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 169
Las disipadas fábulas del viento/ II

“Lamentación de Dido”, de Rosario Castellanos
Héctor Cortés Mandujano

Rosario Castellanos nació por azar en la Ciudad de México, en 1925, pero su vida y su obra están ligadas indisolublemente a Chiapas.
	El filo de su inteligencia tocó con ironía y sin piedad varios asuntos suyos, y de otros, que iban de lo doméstico a lo amoroso y a lo social, y que se convirtieron, en el sortilegio de su literatura, en ensayos, cuentos, novelas, artículos periodísticos, obras de teatro y, dejemos las enumeraciones, poesía.
	Dentro del corpus extenso de su trabajo poético brilla poderosamente “Lamentación de Dido”, personaje cuyas primeras menciones se hallan en Ovidio y en Virgilio, de donde Rosario, según reconoció ella misma, tomó el mito y lo actualizó desde la intertextualidad.
        Ovidio, en Heroidas VII, y Virgilio, en el libro IV de La Eneida, pusieron a Dido en brazos de Eneas. Este héroe mítico, cuyo destino –después de participar en la guerra de Troya– era fundar Roma, naufragó en las playas de Cartago, donde la viuda Dido reinaba. Ella se lo llevó al palacio y olvidando su jerarquía, su inteligencia, su poder, y bajo el influjo de Venus, se volvió su amante, su esclava amorosa.
	Pero los héroes no están para arrumacos y en un sueño el joven y apuesto Eneas –hijo de Anquises y Venus– supo que debía dejar el reino, sin hacer caso a las súplicas de la mujer derrotada por los designios del destino. Dido corrió como loca y vio cómo el barco donde iba su amor se alejaba. Lloró como un sauce a la orilla de un río, después hizo una pira con las pertenencias de Eneas y luego se suicidó con la espada del héroe.
	Dido antes se llamó Elisa y llegó como exiliada hasta las tierras que en el futuro gobernó. El poema de Rosario Castellanos retoma la historia urdida por Ovidio y por Virgilio, y la vuelve un largo poema donde la ya reina hace un recuento de su vida y su ascenso, de su amor y su caída, de su dolor y de su desesperación, antes de suicidarse. Su lamentación es, pues, su último discurso, sus palabras finales, el canto del cisne.
	Hay varios paralelismos entre estas dos cultas damas –Dido y Rosario–, no sólo en su huida a otras tierras, no sólo a su desvelo al batir, leyendo, “la selva intrincada de los textos”, sino, evidentemente, en su desgracia ante el amor. ¿Quién mejor para escribir sobre el abandono que una mujer abandonada? ¿Quién escribe con más detalle sobre la desgracia que quien la ha llevado encima todo el tiempo?
	Pero Rosario huyó en este poema, escrito en largos versículos, de la confesión abierta, porque tenía la tutoría de dos clásicos y su enorme talento para que Dido hablara por ella. Dido, dice Rosario, “eleva la trivialidad de la anécdota (¿hay algo más trivial que una mujer burlada y que un hombre inconstante?) al majestuoso ámbito en que resuena la sabiduría de los siglos”.
	Y la voz de Dido, desde Ovidio, desde Virgilio y desde Rosario, sigue resonando.
	La muerte de Castellanos, como refrendo del mito, ocurrió también después de haber sido abandonada por el hombre que amaba y lejos de su país, de su pueblo: en Tel Aviv, Israel, en 1974, al conectar una lámpara. La luz, por eso, sigue siendo parte de su imagen. Rosario Castellanos es una lámpara que no cesa de iluminarnos…

[Este texto debe varios datos, por supuesto, a la Eneida, de Virgilio, y a los textos ensayísticos “ ‘Lamentación de Dido’ de Rosario Castellanos: convergencias y desvío”, de Edgardo Dobry; “La influencia de Virgilio y de Ovidio en el poema ‘Lamentación de Dido’ de Rosario Castellanos”, de María Jesús Cruz Gimeno, y “Heroidum epistularum VII: Dido en Ovidio”, de Jorge S. Mainero, consultados en línea. La lectura en atril de “Lamentación de Dido” se llevó a cabo en Telar Teatro, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 29 y 30 de marzo de 2023, con la participación de Sharon Hernández, Lucía Zambrano, Maricruz Aguilar y Mónica Corzo, bajo la dirección de Héctor Cortés Mandujano, con el apoyo de Carlos Ariosto, Juan Ángel Esteban Cruz, María Cristina Fernández Reséndiz, Dalí Saldaña, Alfredo Espinoza, Carolina Rodríguez y Ulises Peimberth. Hubo público que, dado que ya no cabían más sillas, durante los dos días, vio de pie nuestro trabajo y nos aplaudió y gritó “bravos”. Quedamos felices y agradecidos. Mil gracias.]

Lucía, Maricruz, Héctor, Sharon y Mónica




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s