La vida de un hombre muerto Héctor Cortés Mandujano
Se encendieron luces de las salas
y lenguas de luz besaron la noche
Mariano Méndez Pérez, en «Pecado en la choza».
Y el Bolom dice… Venimos a este lugar, antología de cuentos (Coneculta-Chiapas, 2007) es un volumen que contiene, dice Marceal Méndez Pérez en la presentación (p. 11), “once cuentos galardonados en el concurso de cuento Y el bolom dice… categoría ‘A’, de las emisiones 2005 y 2006”. Los cuentos no sólo están bien escritos: buscan y encuentran imágenes certeras, hacen retratos con pocas palabras, recrean ambientes; no se les lee como obras de aficionados, sino como propuestas interesantes, pensadas, logradas. Hay un enorme filón de talento en nuestros narradores y narradoras (hay dos entre los diez autores) indígenas. De “Estoy vivo”, de Claudio Entzín Hernández, me gustó mucho el nombre de su personaje: Rito Falsario. Qué maravilla. Raymundo Díaz Gómez, dice en “Miguel Yajval Ch’en”, algo que a veces olvidamos los caxlanes, cuando escribimos sobre el movimiento mapachista, y es que los indígenas sólo lo veían como un movimiento ajeno, incluso contrario a sus intereses (p. 31): “El coronel Alberto Pineda se vende con los hacendados”. “A veces uno se muere”, de Mikeas Sánchez Gómez, es un cuento escrito desde la sensibilidad femenina (el personaje es una mujer). La narradora de la historia, inventada por Mikeas, ve morir a su mamá y pone con claridad el mal en los alimentos (p. 58): “Ya no quiso comer nada y se puso muy flaca. Tenía el estómago lleno de amarguras y también de remordimientos”. Me encantan los árboles y en los cuentos se mencionan muchos. En “El aire de otoño”, de Noel Inocencio Morales de León, se refieren a unos conocidos y a otros que tal vez conozco con otros nombres (p. 65): “Pinos, cipreses, madrones, salvios, alises, espinas, encinos y moquillos”; en “Vinimos a este lugar”, de García Muñoz, del que hablo líneas abajo, se mencionan otros árboles desconocidos (p. 121): “Los palos de caspirol”, y en “Pecado en la choza”, de Mariano Méndez Pérez, se habla de (p. 130) “la frondosa sombra de los árboles de cacaté”. Desarrolla Isabel Pascual Andrés, en “El hombre que se convirtió en rata”, una idea compleja, que parece simple a primera vista: la vida de los muertos (p. 96): “Levanté la sábana y vi que había puras ratas. Rigoberto se había convertido en ratas. En realidad, pensé, no era persona verdadera cuando le conocí, sino una rata que había tomado la vida de un hombre muerto”. Claudio Entzín Hernández tiene dos narraciones aquí. De “Espera sin retorno” me llamó la atención que se hermane con historias de otros lados, de otros países (La edad de la inocencia, de la escritora norteamericana Edith Wharton, y Seda, del italiano Alessandro Baricco). Un hijo escribe cartas a su padre tomando la personalidad de otro hijo que se fue de la comunidad y nunca volvió. El padre muere (p. 106): “El pobre murió creyendo que su hijo José aún se acordaba de él, que cada año le escribía. La verdad nunca tuve el valor de decirle que mi hermano había muerto en manos de unos asaltantes después de un par de años de su partida”. “Vinimos a este lugar”, de José Osbaldo García Muñoz, tiene una línea que me parece genial y se refiere a la gente que deja vacío un pueblo, que se va como los halcones peregrinos (p. 116): “Se fueron como los azacuanes en el invierno”. Contactos: hectorcortesm@gmail.com.

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com