Cajón de rubores. 21. Dolor. Antonio Florido

Dolor

Por Antonio Florido

    

Dicen, la creatividad, pero no saben que se trata de una lucha feroz y constante, un castigo irreductible que no acaba, donde el pensamiento navega al socaire de sus ansias; la creatividad, sí, como lucha para controlar las ideas y los medios al alcance. Ahora bien, uno observa con detenimiento y concluye que ese artilugio del infierno lo expresa ella con los nervios de sus ojos. Vean. La nacieron con la vida agotada, marcada a fuego, con un rostro definido. Es una mujer que matiza con el color desesperado de una angustia de vida.

Pinta, vive, ríe, llora…

Me asomo y la veo con el cuerpo inclinado. Trabaja tenaz, incansable, no se rinde. Levanta la cabeza de vez en cuando, como quien no quiere. De a poco abandona el trabajo, mira al exterior a través de la ventana, ralentiza sus maneras, reflexiona, acerca el pincel a la húmeda tela atirantada, retoca lo que rumia que no cumple. Así en el tiempo muerto de cada mañana. Ella, obcecada en ganarle la partida a este llanto que se acerca. Ni siquiera entiende que un día pintará con más garbo.

(Aquel día nadie quiso detenerla, nadie pudo, nadie supo. Tenía que suceder. Era necesario para el mundo).

Continúo dibujando su silueta, me sitúo en aquel pensamiento profundo, noto el dolor que se aproxima. Pero ella, ella, no transige. Es una hembra excesiva, paciente, delicada, toda realidad. Vean, si no. Uno sólo. Azul amarronado, triste, recta, seria. Oigan, digo. No es más que una circunstancia que nadie quiso, un recodo de la calle, el sonido incansable que retruena, horror en un grito fulgurado, luego…, luego cuerpos en el suelo, y esa mujer trazada en grueso, miren, vean, no se cansen, es el boceto que transpira, el dolor que nos llama. En la vida es difícil mantener la simetría, sin embargo, ahí está, plana, rebosante, forma la exclamación encarnada de toda mujer que se precie, el destello imparable sobre el lienzo que le cubre.

Deja los instrumentos sobre la mesa. Es así, créanme. Sale de la habitación alumbrando el pasillo con su pena. Pasa junto a mí y no me ve, no repara. Parece que no anda, vuela. Quiero apresar esa melena negra, quiero apartarla del camino, ser ella, camuflarme, cambiar mi vida toda por su vida, pero el tiempo pasa, es, sucede, como el desgarramiento al saber que nada puedo. Sí, observen, analicen, háganme caso. Pintó su vida para todos nosotros, para todas las letras y anhelos clarificados. Salúdenla, se lo merece. Su nombre sonará por mucho tiempo y los colores de sus días, de sus ansias, como el rubor de su trágica, triste elocuencia.

Es la noche. Ella, sobre la cama, duerme, sueña. Mañana volverá sobre lo mismo. Para qué, digo. Para todo. Para ser el mundo, el tiempo derretido sobre el amor de un padre que sospecha, que tal vez emerja en el sufrimiento de perder, de no ser posible aquello que sucede, que comienza en la rabia del error, que demuda en color de su risa. Aquella mar entre los dos. Aquel castigo, aquella pena. Bajo el cuello enterrada la columna de su vida. Sí, así fue. Una mordedura en la carne que comienza su existir.
 
Desde aquí clavo el rumor del mundo en los ojos del que pinta de esta forma. Sólo resta esperar. Ver el astro en el cisco de la noche. Esperanzar mi querencia, mi ser en pleno. Mientras tanto el tiempo irá gimiendo, las miradas, ausencias de comer en todo caso, recordar como lo hace el enfermo que no sana, y querer, a toda costa, y amar, incansablemente, y soñar, con que todo pasa, y vivir, aunque yo muera.


La columna rota (1944). Frida Kahlo (Coyoacán, 1907-ibid. 1954)




*Sobre el autor:

Antonio Florido Lozano

Narrador, ensayista y poeta

Carmona, España, 1965.

Desde 2011 ha publicado ocho novelas y tres libros de cuentos. Su obra ha merecido una docena de premios nacionales en España. Su novela Blattaria (2015) fue llevada al cine en 2019 en una coproducción peruana-española. Afirma ser “un autor neoexistencialista que aborda asuntos éticos y de actualidad, como la violencia (interior, de contexto y doméstica), el maltrato a los ancianos, la muerte digna, la intolerancia hacia la homosexualidad, la decadencia moral del ser humano…”, y le gusta ser considerado “un escritor vertical y conceptual”.

Colaborador habitual de numerosas revistas de arte y literatura de varios países hispanoamericanos, desde hace quince años es también columnista en diversos medios de comunicación.

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