Rocas anónimas (Minificción) Héctor Cortés Mandujano
Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos
William Blake, en Los Proverbios del infierno
Un día dejó de tener interés en correr detrás de las mariposas y comenzó a ayudar a su papá en las rudas tareas de campo. Dejó de ser niño. Su papá no hizo comentarios. Su mamá murió de parto y su padre cuidó de que él, de pequeño, no muriera en las tierras más bien yermas de aquella montaña que fue en lo sucesivo su hogar. Fuera de su progenitor, alguna vez vio a otras personas cuando lo acompañó a la ranchería donde eventualmente conseguían víveres. Le llamó la atención que algunos, algunas hablaran a gritos, que rieran a carcajadas. No le gustó y casi no acompañaba al padre hasta el caserío. El hombre que lo trajo a la vida envejeció y murió. Lo enterró sin avisar a nadie. Siguió trabajando, como si nada, con los harapos de siempre, hasta que un día decidió ir al caserío y se compró una camisa, un pantalón, zapatos, ropa interior…; con la menor cantidad de palabras logró saber hacia dónde debía ir para tomar el tren que lo llevara a la ciudad. Llegó. El ruido lo aturdió y las manadas de gente le parecieron extrañas. ¿Por qué había ido? Por un sueño. Decidió volver a su montaña lo más rápidamente posible; antes, se sentó en la banca de un parque y desde allí vio a una mujer de extensos cabellos, piernas largas y ojos enormes. La vio encandilado, como si todo hubiera desaparecido y ella fuera la única habitante de un planeta que venía al suyo. Se acomodó a su lado, le tocó el hombro y le dijo: —¿A qué hora nos vamos? Este había sido su sueño. Subieron al tren, él no pudo dormir en el trayecto y ella recostó la cabeza en el hombro de su hombre. Llegaron a su destino provisional: había que caminar mucho para llegar a la montaña. —Espera –dijo ella, cuando ya estaban en un trecho solitario. Él nada dijo cuando ella se trasformó en yegua. La montó y llegaron a la casa. De nuevo se volvió mujer. En la noche ella lo guio para que conociera el sexo. No supo cómo se halló desnudo y qué hizo. Sólo sintió que ya no era humano, sino una hoja volando en un abismo, una piedra cayendo al infinito, una muerte de mil cuchillos que lo hacían desangrar con lentitud hasta morir mil veces, un espejo hecho añicos... Le pareció sorpresivo que, después de esas sensaciones limítrofes, volviera a ser el mismo. El misterio no estaba en la vida ni en la muerte, sino en el sexo. No recordaba tener un nombre ni sabía su edad, ella nada preguntó. Iban juntos al campo (a veces ella como yegua, a veces como mujer), hasta que un día, bañándose en el río, ella se volvió cocodrilo, y luego, como a él parecieran agradarle las transformaciones, tornó sucesivamente en árbol, en pájaro, en serpiente. Él se dio cuenta que la vida era un entramado de emociones que no podían decirse y que en esa mujer habitaba todo lo que había soñado. Callaba, entonces, y ella, silente también, parecía descifrar la chillante mudez. Una noche ella se volvió una laguna de agua, dentro de la choza, y él la poseyó, líquidamente, de muchas formas. Una vez ella se metió en él y sintió lo que era vivir como mujer, porque ella, en un desdoblamiento mágico, se volvió un hombre. Vivieron mucho tiempo juntos, hasta que él, con ayuda y paciencia, también pudo convertirse en algunas cosas, aunque le costaba mucho. Después de años innúmeros se convirtieron en dos rocas que, abrazadas, sobresalen en la punta de la montaña. Contactos: hectorcortesm@gmail.com.

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com
**Sobre Alejandro Nudding:
**Alejandro Nudding, «nacido en Veracruz, Mexico; radica actualmente en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, preocupado siempre por la estancia temporal del hombre, su trabajo aún no definido pelea por lo etéreo y el carácter del humano, pensando que es un resultante del momento y fiel creyente que todo sucede un instante antes, su trabajo se empeña en el color fuerte y en la pincelada que se muestra, por que sabe que un instante después todo a muerto.» (Fuente: artelista)