Líneas de desnudo/ 79
"Ser como dioses" Por Manuel Pérez-Petit
(…) Cuando el ciego orgullo racionalista fue capaz de renovar en los espíritus ilustrados la tentación bíblica, la sentencia última que prometía, “Seréis como dioses”, no tuvo en cuenta que el ser humano había conseguido ya ir mucho más lejos por ese camino. Las miserias y los orgullos que habían jalonado durante siglos la tarea de volverse como dioses había ya enseñado a los hombres una lección mejor: que mediante el esfuerzo y la imaginación podían llegar a ser como hombres. Y no puedo dejar de proclamar, con orgullo, que en esa tarea, por cierto pendiente en una parte bien considerable, la fábula literaria ha resultado ser una herramienta decisiva en todo tiempo y en cualquier circunstancia: un arma capaz de enseñarnos a los hombres por dónde puede seguirse en la carrera sin fin hacia la libertad.
(Camilo José Cela, Elogio de la fábula, Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura,
10 de diciembre de 1989.)
La palabra es el motor del mundo. El mundo fue creado del verbo, en un acto libérrimo. Lo dice San Juan (circa 10 d.C.-c. 98-117 d.C.) al comienzo de su evangelio: “Al principio fue el verbo”, y añade: “Todo fue hecho por el verbo y sin el verbo no se hizo nada de cuanto llegó a existir. En el verbo estaba la vida y la vida era la luz de los hombres; la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la sofocaron”. No en vano, el primer encargo que Dios le hizo al hombre fue el de nombrar las cosas... El campo no tiene puertas, aun por mucho que le pongan muros y hasta parezcan infranqueables. Decía en mi ‘Líneas de desnudo’ anterior, “Leer”: “Hacen falta poetas en el más amplio sentido de la palabra”... Decir ‘poeta’ y ‘ser humano’ es decir lo mismo. Todos estamos llamados a ser creadores, pero en los tiempos actuales hacemos falta quizá más que nunca, y hace falta que estemos en la calle, mirando y sobre todo viendo y observando la verdad de las cosas de frente, respondiendo con valentía las preguntas inevitables, poseídos por los dioses o en una actitud lógica, constructiva, racional, como planteaba en tiempo –que es el nuestro, pues en realidad no deja de ser uno de nuestros más ilustres contemporáneos– Platón (circa 427-347 a. C.), pero también en tiempos modernos los poetas William Butler Yeats (1865-1939), Paul Valéry (1871-1945) o Juan Ramón Jiménez (1881-1958), en su afán no solo por la pureza sino por la identidad propia. Porque el arte nunca acaba y la experiencia del arte “es una revelación de nuestra condición original”, como afirmó Octavio Paz (1914-1998), la única en que podemos ser nosotros mismos. Existe la creencia de que los artistas son gente rara, pero la realidad es bien distinta. Gloria Fuertes (1917-1998), en su memorable “Historia de Gloria”, afirma que no es necesario escribir versos para ser poeta y que solo el poeta puede no escribirlos y serlo. Entendamos la palabra ‘poeta’ en un sentido amplio: poetas, en puridad poetas, esto es, artistas, personas de carne y hueso, con sentimientos y pasiones, verdades y contradicciones, cabeza, tronco y extremidades, capaces de recrear el mundo y crearlo sin descanso, de asombrarnos con la luz de cada día y con el fuego, somos todos, y podemos concluir sin dudar que los raros son los otros. La poesía, la literatura, el arte, y también en este sentido, cauterizan en el sentido de que corrigen con eficacia los errores. Son señal de la limitación humana, y no es función suya definir, explicar o sistematizar sino completar la creación del mundo. En consecuencia, hacer un mundo mejor. Su universo sabe más de lo intangible y mágico que de tautologías, silogismos o entimemas. Y por eso es medio de salvación. El arte puede caer en el vacío, y con él, el propio ser humano, pese a que de la fidelidad del arte, que es tarea del conocimiento y en tanto ello también perteneciente a la moral, a sí mismo depende y dependerá en buena medida el futuro del espíritu humano, de manera tan dramática en juego hoy. De este modo, podemos salvarnos, incluso de la implacable tiranía de la Era distópica, y podremos emprender el camino que nos lleva a ese momento definitivo, a esa intensidad de intensidades, en que “un no sé qué que queda balbuciendo” –parafraseando a San Juan de la Cruz (1542-1591)– lo ilumina todo, al hacer presente todo el existir, y en todos y en cada uno de nosotros. Que al final, como al principio, todo es solo verbo, esto es, fábula, y, en consecuencia, vida, y con mayúsculas. Por tanto, libertad, en el más amplio sentido de la palabra. Incluso para “ser como dioses”.

©M. P.-P.
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista de carrera, lo dejó todo para dedicarse profesionalmente a la gestión cultural y el mundo editorial hace 15 años. En 2010 se trasladó a México, fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido diversos proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano en los siguientes años y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (BICU), de Bluefields, Nicaragua. La biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre desde 2011. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, enfocada en la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de espacios de lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa, su obra ha sido publicada, antología o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.