Polvo del camino/ 33
Dama cruel (Minificción) Héctor Cortés Mandujano
1 Leyó la carta con atención y pasmo. Su marido le contaba que se había encontrado, luego de la cruenta batalla, con tres brujas que le vaticinaban buenas nuevas. Menudencias algunas, como nuevos tratamientos nobles que reportarían quizás ingresos frescos, pero el vaticinio principal era que iba a ser rey. ¡Albricias! También le anunciaba que él llegaría, con el rey y su comitiva, a pasar una noche en el castillo. Que lo tuviera a punto, que instruyera a las cocineras, que… las naderías que los hombres pueden sugerir a una ama de casa que sabe bien su cuento. Dio las órdenes precisas, tomó en sus manos la carta, ya leída y casi memorizada, y salió rumbo a uno de los bosques adyacentes a su rica propiedad. Una pregunta la atenazaba: ¿Cómo podría volverse rey su marido si el rey estaba vivo y con buena salud, sin siquiera algún banal alifafe? No distrajo su vista con las flores, las mariposas o los árboles, ni sus oídos con los silbidos del viento o el canto de las abubillas (si es que tales eran las que lanzaban al mundo sus voces gárrulas). Estaba ensimismada, volcada hacia sí misma, por eso su grito la sorprendió: —¡Claro, hay que matar al rey! Su grito pareció el conjuro exacto para que las tres brujas se le aparecieran. —Hola –dijo una. —Dama –dijo otra. —Cruel –dijo la última. Y pareció que sólo una hablaba. 2 Convencer a su marido no fue tan sencillo. Débil, lleno de subterfugios. ¿Cómo podía ser éste un gran guerrero, si más parecía una jovencita cuidando su virtud que un tosco varón que rompía cráneos, cortaba cabezas, mataba sin cesar? —¡Pero es el rey! —Es un hombre, como tú. Ni más ni menos. —Pero lo hemos recibido en casa y ahora duerme confiado en el aposento que supone fuera de cualquier peligro. —Eso es bueno. Ya emborraché a los guardias, la puerta está abierta, entra y clávale en el corazón este cuchillo. Es tan pesado que no necesitarás tanta fuerza: entrará como el plomo en el agua. 3 No faltaron momentos ásperos; sin embargo, su marido fue ungido como rey. En la celebración, ella cuidó personalmente que en su copa se añadiera el veneno más volátil y más severo. Cuando él cayó muerto, ella subió al trono con toda majestad. Las invitadas principales a su coronación como reina fueron las tres brujas, ahora sus mejores amigas, sus hermanas. Contactos: hectorcortesm@gmail.com

Ilustración: HCM.
*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com