Líneas de desnudo/ 102
Lectores (1 de 2) Por Manuel Pérez-Petit
Desde el pasado día 23 y hasta el domingo día 3 de marzo, en la capital de México, la nación con mayor número de hablantes de la lengua española, se está desarrollando la 44 edición de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM), el más importante evento nacional mexicano de promoción del libro y la lectura, por lo que inicio hoy una serie de dos textos acerca de los lectores, de los que son, de los que pudieran ser, de los que serán, de los posibles y de los imposibles.
M. P.-P.
Debo entender –y no es poco– que existe un cierto consenso en relación a la necesidad de la lectura como elemento clave para la conformación no solo de la conciencia personal sino también del desarrollo de la sociedad. Digo que no es poco porque hoy y desde hace tiempo las aguas del mundo bajan tibias, casi frías, con una indiferencia palmaria, en relación a lo cultural y, en consecuencia, a algo tan “menor” como la lectura. “Menor” para los que dirigen nuestros destinos, a los que atemoriza hasta el enflaquecimiento la posibilidad de que la gente lea, y “menor” también –a qué negarlo– para las personas “comunes”, instaladas por lo general en la comodidad de los medios pasivos, o sea, en las antípodas de la lectura, que requiere, sin ir más lejos, esfuerzo. El lector se construye a sí mismo y al mundo. Aún estamos lejos de una sociedad lectora, pero los lectores existen. Son más que los que indican las estadísticas, aunque los completos, poseedores de carácter y criterio, generadores de masa crítica, escasean. Abundan los banales frente a los conscientes y responsables, pues todo invita a lo superficial, al facilismo y al desprecio a la voluntad, al esfuerzo o a la calidad. Ahora bien, hay más escritores que lectores. Es un contrasentido y un paradigma de nuestro tiempo. En mis casi cuarenta años como editor en medios y en editoriales he podido conocer muchos miles de textos, y sacar la conclusión de que una gran mayoría de los que escriben no leen. Lo hacen como piensan o como hablan, pero desconocen los registros de la escritura, por no ser lectores. Es un índice más preocupante que los de lectura. Todos podemos ser escritores, bien es cierto. A escribir solo se aprende leyendo, pero el oficio se adquiere por múltiples vías. Y así como ningún escritor puede dimitir de su deber con el lector y con la sociedad, todo el que es verdadero, por serlo, consciente o no, cree, crece y crea, incluso aunque lo niegue. Y el escritor en español posee mayores y más cualificadas herramientas y recursos que ningún otro en el mundo, no solo por el “tesoro” lexicográfico de la lengua sino por su fuerza interior y expresiva y su expansión, evolución y crecimiento continuo, merced a lo cual no conoce fronteras. Los lectores existen, y no son pocos, pero nos generan dudas. Los lectores completos, los que tienen criterio y combinan diversos tipos de lecturas, escasean. Hoy por hoy hay más lectores banales de información efímera que lectores conscientes, pues todo lo que nos rodea invita a ello, a lo superficial, al flash, al chisme, a lo que dicen otros, a la supremacía del ingenio. Hay también lectores especializados, que solo leen lo que leen, guiados por intereses concretos. O lectores exclusivos de información periodística. Es más, entre estos últimos los hay que con exclusividad leen noticias deportivas. Abundan los que leyeron hace años y viven, por decirlo de algún modo, de las “rentas” de esas lecturas. Los que por lo que entiendo que es la velocidad del mundo no tienen tiempo para leer aunque presumen de ser lectores. En muchos ámbitos queda mal no hacerlo, o no decir que se hace. Y los que solo leen referencias, y hasta le sacan réditos a eso, mostrándose ante los demás como entendidos. Y todo esto está muy bien, pero yo me pregunto para qué sirve al final, cuando sin criterio formado ni orientación por lo general debemos enfrentarnos si queremos ser lectores a un enorme pajar inflacionista de textos a leer. Un pajar en que encontrar el grano es el más difícil todavía. Y máxime cuando en una inmensa mayoría de los hogares no hay lugar para los libros. (Continuará…)

Fuente de la imagen: http://filmineria.unam.mx/feria/44fil/galerias.html
*Sobre el autor:
Manuel Pérez-Petit
Editor, escritor y gestor cultural
Sevilla, España, 1967.
Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado gestor cultural. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano.