Voces ensortijadas 165. Menos puentes, más ciudad. María Gabriela López Suárez

Respetar y cuidar la vida
#MenosPuentesMasCiudad

María Gabriela López Suárez

Sonia revisó el calendario, quería confirmar la fecha en que había dicho a René, su hijo y a Juliana, su sobrina, de 10 y 11 años, que los llevaría al parque a montar bicicleta. El fin de semana había llegado, le llamó a Belén, su hermana, para que dejara ir a Juliana al paseo.

El domingo Sonia y René se levantaron tempranito, acomodaron en el coche la bici de René, sus botes con agua y luego pasaron por Juliana, quien vivía a un par de cuadras y los esperaba con ansias. Subieron la bici de Juliana al auto. Belén los saludó y despidió deseando que se la pasaran muy bien.

—Buenos días Juli, ¿cómo estás? Ya te hicimos madrugar en domingo —dijo Sonia.

—¡Hola tía Sonia! ¡Hola René! No te apures, ya contaba los días para que fuera la salida.

—¡Hola Juli! Ahora si podremos dar muchas vueltas en la bici, a ver cuántas vueltas aguantamos. 

La ciudad estaba sin tráfico, eran las 7,30 de la mañana. El clima daba pinta que iba a ser caluroso ese día.

En el camino hicieron una parada, pasaron a comprar jugo de naranja con doña Chofi, quien vendía jugos a la entrada de la colonia donde vivían. Sonia se estacionó y bajó por los jugos.

—Buenos días doña Chofi, ¿cómo le va? 

—Buen día señora Sonia. Aquí ya lista con la venta, ¿cuántos jugos y de qué sabor quiere? Hoy tengo de naranja, zanahoria, betabel y toronja. 

—Por favor, quiero tres, de naranja. 

Sonia compró los jugos, se despidió de doña Chofi y regresó al auto para continuar rumbo al parque. En el trayecto había señalamientos de ir más despacio, Sonia observó la maquinaria trabajando para excavar. No tardó en darse cuenta que buena parte de lo que estaban excavando tenía como vecinos a una hilera de árboles que, sin duda, no tardaban en ser derribados.

—¿Oye mamá qué van a construir acá? ¿Por qué hay tantas máquinas?

Antes que Sonia pudiera responder, Juliana preguntó,

—Tía, ¿y esos arbolitos de allá los van a tirar? Son muchos, ¿verdad?

Sonia les explicó que en la ciudad había proyectos para construir puentes, y desafortunadamente, en muchos de esos proyectos el cuidado y respeto a la naturaleza no estaba contemplado, ni tampoco las afectaciones que eso podría causar a la población. Juliana y René escuchaban con atención. Mientras iban pasando por un puente les compartió que años atrás ahí había muchos árboles que fueron derribados para construir sobre ese espacio el puente. Como parte del resultado ahora el clima era más caluroso al haber menos árboles y más asfalto. Además de que los espacios con áreas verdes cada vez eran  más pocos.

Cuando llegaron al parque ya eran alrededor de las 8,30; bajaron las bicicletas y botes con agua. Sonia se acomodó en el pasto donde un árbol de matilisguate le brindaba una confortable sombra y además le permitía observarlos mientras rodaban bicicleta. 

Al alejarse observó cómo René y Juliana se apresuraban con entusiasmo para montar sus bicicletas. 
Respiró profundo y pensó qué afortunados eran por contar con esos espacios rodeados de naturaleza. 
Sin embargo, eso también implicaba cuidar los parques, los árboles, la fauna que habitaba esos espacios, y para ello la organización y movilización ciudadana era esencial porque también significaba respetar y cuidar la vida.

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Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 164. No estás sola. María Gabriela López Suárez

No estás sola
María Gabriela López Suárez


Jocelyn logró cambiar el turno de su trabajo en la papelería con su compañera Ariadna, fue la única que se mostró solidaria con ella cuando comentó que deseaba participar en la marcha del 8 de marzo. Ariadna era madre soltera, tenía una hija y un hijo adolescentes, Martha y Artemio; cuando escuchó a Jocelyn con tanto entusiasmo y esperanza de participar en la marcha no dudo en apoyarla para cubrir su turno por la tarde. Recordó que Martha y Artemio también tenían interés en sumarse a la marcha. Ariadna estaba motivada porque veía que en las nuevas generaciones traían inquietudes por conocer, defender  y hacer respetar sus derechos.

—Doña Ari, muchas gracias por hacerme el paro, mañana le cuento cómo estuvo la marcha. Mi participación también va por usted. A lo mejor me topo con la Marthita o el Temo y los saludo.

—Lo hago con gusto Jocelyn, ve con cuidado y recuerda no apartarte del contingente. Ojalá te los encuentres.

Jocelyn salió de la papelería, no sin antes preparar su pancarta, #RespetaMiCuerpo, #VivasNosQueremos. Se colocó su gorra color morado, el sol estaba intenso y se dirigió al punto de reunión. Comenzó a caminar a paso rápido, vio su reloj y llevaba 15 minutos de retraso. En el trayecto se encontró con algunas mujeres, no las conocía. Sin embargo, todas iban a la marcha, intercambió mensajes con ellas y eso le generó una sensación grata, de compañerismo y empatía.

El contingente se veía a lo lejos, muchas mujeres, niñas, adolescentes, jóvenes, adultas que se habían congregado para partir a la plaza central. Jocelyn buscó si lograba ver a alguna de sus amistades, no tardó en hallar a dos de ellas, de la secundaria, Lulú y Aurora. Se saludaron y se formaron en las filas, no tardaba en iniciar la marcha.

Durante el recorrido hubo organización y gran participación de las compañeras, quienes con entusiasmo, fuerza y convicción gritaban diversas consignas: Ni una más ni una más, ni una asesinada más; Ni una más ni una menos porque vivas nos queremos; Vivas se las llevaron, vivas las queremos. Jocelyn observó con gusto y esperanza que era una gran cantidad de mujeres que se habían sumado a la marcha. Mientras iba gritando las consignas, venían a su mente las mujeres de su familia, ella iba en representación de cada una, pero también de sus vecinas, doña Pilar, la señora que cosía manteles; doña Hortensia, la señora que tenía su tiendita de abarrotes en el barrio; doña Ari, su compañera de trabajo; doña Petrita, la señora que hacía el aseo en la papelería y también dedicó su participación a las mujeres migrantes como doña Luci, una vecina que había ido a alcanzar el sueño americano junto con su hijo Chepe.

Una vez que llegaron a la plaza central, se invitó a hacer uso del micrófono. Jocelyn se quedó con Lulú y Aurora. Escucharon las diversas denuncias que hacían, de vez en vez intercambiaban miradas. Jocelyn observó los rostros de las mujeres que estaban a su alrededor, algunos denotaban asombro, coraje, dolor. También percibió un ambiente de confianza y seguridad entre todas las mujeres. Su corazón se sintió fortalecido cuando más de una vez, después de cada testimonio o denuncia compartida, se dejó escuchar en coro la frase: No estás sola, no estás sola. 

De regreso a casa, Jocelyn se acompañó con Lulú y Aurora, escuchaba sus impresiones sobre la marcha. Ella iba en silencio, sintiendo aún la fuerza de la frase: No estás sola.


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Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 163. Elijo vivir. María Gabriela López Suárez

Voces ensortijadas

Elijo vivir
María Gabriela López Suárez



       A todas las mujeres, en especial a las de mi linaje, gracias por las luchas cotidianas.


La tarde del miércoles había llegado, era uno de los días favoritos de Esperanza porque tenía clase de danza contemporánea. Desde la preparatoria le gustaban los miércoles, no sabía si era azar o coincidencia que en esos días tenía actividades que le agradaba hacer o le sucedían las experiencias más gratas. 

Esperanza disfrutó su sesión de danza como solía hacerlo cada semana. Sin embargo, ese día tuvo un toque especial, desde su corazón dedicó el baile a las mujeres de su linaje. Judith, la maestra, preparó la clase para que, a través de la danza, hicieran una especie de homenaje a las ancestras, justo en el inicio del mes de marzo en donde se conmemora el Día Internacional de las Mujeres.

Los cuerpos de las personas danzantes dibujaron formas diversas, cada una sintiendo la música que las acompañaba incentivando los corazones. Una de las características de la clase y que gustaba mucho a Esperanza era que cada compañera y compañero se concentraba en su actividad, así que eso permitía que la energía fluyera mejor. Judith solía decirles que no era competencia, sino que la danza era una forma de cómo comunicar y comunicar-se, una bella forma de liberar lo que traían en el interior.

Al ir bailando Esperanza realizó una especie de ofrenda a cada una de las mujeres de su familia que habían trascendido y a las que continuaban en el caminar de la vida. Las fue evocando una a una en su mente y agradeciendo su presencia en el corazón. Cuando la clase finalizó Judith les propuso que guardaran un minuto de silencio para agradecer y honrar la memoria de todas las mujeres, las que habían luchado y las que luchaban desde distintas trincheras, en la casa, en la calle, en los espacios públicos, las mujeres de a pie, las mujeres olvidadas, las madres con hijas, hijos desaparecidos... el momento fue muy emotivo.

La sesión terminó y cada participante se fue despidiendo. Esperanza se quedó al final, para agradecer a Judith la clase, era un gran regalo y también le brindaba una motivación para continuar en el día a día. Ese cotidiano que a veces se tornaba gris ante tanta injusticia, inseguridad, exclusión y desigualdad para las mujeres.

Una vez realizado su cometido,  Esperanza se despidió de Judith y emprendió el camino a casa. Al caminar observó la silueta de su sombra, dibujada por los faroles en las calles. Mientras se internaba en el rumbo de su barrio en su mente sonaba la frase, elijo vivir aún con todas las vicisitudes que tenga en el camino. Respiró profundo, la calle estaba solitaria, apresuró el paso con la certeza de que no estaba sola, las mujeres de su linaje la acompañaban.
 


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Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 162. Darse valor. María Gabriela López Suárez

Darse valor
María Gabriela López Suárez

Lourdes había decidido ir al paseo de campo organizado por su familia, el destino era un  parque ecoturístico. La idea le encantó desde que escuchó que su mamá se estaba poniendo de acuerdo vía telefónica con el tío Alfonso. El paseo parecía muy prometedor. Y tomando en cuenta que se consideraba una ‘patita de chucho’ como solía decirle Celia, su hermana mayor, no dudó en confirmar que ella sí quería ir con la familia.

El paseo se programó para un fin de semana, aprovecharon uno de los puentes que había en el calendario. Todo se coordinó muy bien y por fin llegó la fecha. Eran 15 personas las que se animaron a ir a la convivencia, entre tíos, tías, primas, primos, sobrinas, sobrinos. El más dicharachero y molestoso era el tío Alfonso, él solía iniciar el ambiente y de ahí le iban siguiendo las demás personas, entre ellas la tía Tony, Rebeca, su prima y Benjamín, uno de sus sobrinos.

Una de las decisiones que tomó la familia fue que llevarían algunos alimentos para compartir, desde frutas, semillas, sandwiches, carne para asar, frijoles, tortillas y aguas de jamaica y naranjada. Cuando llegaron al destino caminaron hacia las mesitas y bancas de cemento que había en el parque y comenzaron a acomodar sus cosas. Algunos no dudaron en acostarse en el pasto y descansar un momento. Otros más, como Lourdes, el tío Alfonso, la tía Tony, Rebeca y Susana, sus primas, decidieron hacer una caminata, rumbo a la tirolesa. La tía Tony comentó que le gustaría aventarse de la tirolesa antes de que desayunara, así iría más ligera de peso. 
Caminaron rumbo al destino, había pocas personas esperando para lanzarse a la aventura, así que no tardarían en pasar. 

—¿Quién se anima primero? —dijo el tío Alfonso.

—Voy yo —respondió de inmediato Rebeca con la actitud de ser la más valiente.

—Luego yo —señaló Lourdes, minutos después comenzó a sentir que su corazón latía con más rapidez mientras la iban preparando, como con una especie de temor a las alturas, casi se estaba arrepintiendo de aventarse. Se le vino a la mente la recomendación que una vez le hizo su tía Alma, cuando fue a visitarla, porque Lourdes se había fracturado el pie izquierdo y tenía mucho miedo a usar las muletas para caminar.

—Ay hija, no tengás miedo, date valor, verás que poco a poco te acostumbras a usar esas muletas. 
La clave ante el miedo es darse valor. 

Mientras Lourdes repetía esa frase en su mente alcanzó a escuchar,

—A ver a qué horas te avientas Lulú, ya queremos pasar —era el tío Alfonso.

Lourdes sonrió, respiró hondo y se lanzó a la aventura, al tiempo que se le escuchaba gritar:
— Ahí voyyy, yujuuu.

Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 161. La radio, compañera de vida. María Gabriela López Suárez

La radio, compañera de vida
María Gabriela López Suárez

                                        A mis colegas radialistas, por su pasión y compromiso.


Bertha se levantó un poco más temprano que Genaro, su esposo, ese fin de semana llegarían de visita Joaquina, su sobrina y Daniel, su novio. Tenía rato que no veían a Joaquina, quería consentirla preparándole chilaquiles con pollo, uno de sus platillos favoritos. 

Decidió despejarse el sueño dándose un baño y posteriormente, se fue a la cocina para comenzar a guisar los chilaquiles. Mientras sacaba las verduras del refrigerador se percató que le faltaba encender la radio, era uno de sus ingredientes clave para cuando comenzaba a crear la alquimia culinaria. 

No alcanzó a escuchar las noticias y en los fines de semana no pasaba un programa de entrevistas que le gustaba. En él se hablaban de temas de interés para las mujeres, la salud, el autocuidado, los derechos, el autoestima, deportes, entre muchos más. Ese día decidió sintonizar una estación donde había una selección de música diversa, tipo retro, pero con una mescolanza de géneros.

Atenta a la preparación del desayuno comenzó a tararear las canciones que se sabía, identificó una canción de Duncan Dhu, "En algún lugar de un gran país, olvidaron construir, un hogar donde no queme el sol y al nacer no haya que morir…" como una especie de regreso en el tiempo Bertha recordó a su primo Pedro, el papá de Joaquina quien había fallecido un par de años atrás, esa canción era una de sus favoritas. Sintió un nudo en la garganta, se permitió soltar unas lágrimas. Regresó al presente, respiró profundo. Pensó en Joaquina y en cuánto disfrutaría degustar los chilaquiles y que recordaran anécdotas con su papá.

La selección musical de la radio cambió de género y de pronto, Bertha ya estaba escuchando "Sopa de caracol" interpretada por Banda Blanca. De nuevo la memoria le trajo al presente a otro familiar, su prima Oralia, quien en su adolescencia solía bailar con gran entusiasmo el baile de punta al escuchar esa melodía. El rostro de Bertha dibujó una sonrisa, qué bonito era recordar, momentos tristes, alegres y  agradecía a la radio, compañera de vida, que le permitiera formar parte de su día a día con tantos contenidos, información, consejos, noticias, cuentos, melodías.

Al ritmo de "Sopa de caracol", siguió cocinando, le faltaba sazonar la salsa roja para los chilaquiles. Verificó la hora, estaba muy a tiempo para terminar el desayuno, ir a despertar a Genaro y recibir a las visitas.  En eso estaba cuando escuchó...

—¡Qué bien huele! Buenos días amor. ¿En qué te ayudo? —era Genaro que ya se había despertado. 
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Voces ensortijadas 160. Conexiones en el tiempo. María Gabriela López Suárez

Conexiones en el tiempo
María Gabriela López Suárez

Esa tarde Tamara decidió consentirse un rato arreglando su jardín, tenía varias semanas que deseaba hacerlo pero por una u otra cosa no había podido. Armando, uno de sus primos, había prometido llegar a ayudarle para compartirle abono para sus maceteras. Sin embargo, ella decidió avanzar porque ya conocía lo poco puntual que podría ser su primo, a ella también le pasaba así en algunas ocasiones.

Fue por los guantes para comenzar su labor, pero antes de colocárselos le dieron ganas de tocar la tierra y sentir la textura de las raíces y pétalos de las flores. Así que prefirió trabajar sin guantes. El canto de  los cotorros que pasaban en parvadas era parte del paisaje sonoro, sumándose a éste el saludo de los zanates que se posaban en la barda de su casa, para luego pasarse a la parte alta del árbol de guayaba que había en el jardín.

Mientras Tamara cortaba las hojas secas de las flores, sembraba nuevos retoños y removía la tierra de las maceteras se puso a reflexionar sobre los diversos regalos que la naturaleza le había brindado en la vida. Uno a uno fueron viniendo a su mente distintos momentos en los que su vida se había conectado con la naturaleza, en la infancia, la juventud y ahora la edad adulta. Recordó sus primeros acercamientos con las flores, los árboles frutales en casa de sus tías, sus abuelitas y abuelitos y, por supuesto, los árboles de limón y naranja que había en casa de sus padres.

Casi sintió de nuevo la sensación del primer piquete de abejas que tuvo, cuando era niña, por no fijarse que en el jardín de la tía Claudia las abejas se deleitaban con el néctar de las flores y ella llegó a interrumpir su labor. O las veces que observó a Tina, la tortuga que tenía su prima Trini, le encantaba cuando Tina se quedaba percibiendo el aire, levantaba su cabeza y comenzaba a caminar con gran seguridad y a paso rápido.

Después se le vinieron, una a una, las imágenes de sus entrañables amigos caninos, mininos y aves, que habían trascendido a lo largo de los años y con quienes había pasado diversidad de aventuras. Como en una especie de memoria fotográfica Tamara los recordaba, de cada uno había aprendido y agradecía su presencia en la vida y en la de su familia.

Mientras observaba lo alegre que se veía su jardín, se quedó pensando que con el paso de los años se van teniendo conexiones en el tiempo, las que se tienen con la naturaleza son de las más bellas y fructíferas. 

Se agradeció por el regalo que había dado a su jardín y por la sensación de sentir la vida a través de apapachar a sus flores. Había sido una linda decisión trabajar esa tarde sin los guantes. El rostro de Tamara estaba relajado y contento, sacudió sus manos para soltar los últimos residuos de tierra, mientras pensaba que si Armando llevaba el abono, lo usaría para sembrar nuevas flores.



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Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 159. Ser turista en el terruño. María Gabriela López Suárez

Ser turista en el terruño
María Gabriela López Suárez


Bianca se despertó temprano como acostumbraba para ir a la preparatoria. Aunque el clima estaba muy frío, en casa ya había movimiento, Gregorio y Melissa, su papá y mamá ya estaban preparándose para ir a trabajar. Bianca fue a la cocina, preparó su taza de café y buscó pan. Melissa le había dejado una concha de chocolate, sabía que era uno de sus panes favoritos. Degustó la bebida y el pan, luego se arregló rápidamente, debía salir pronto para alcanzar el camión.

Se despidió de Gregorio y Melissa deseándoles buen día, tomó una de sus bufandas, su mochila y fue rumbo a la parada. Caminó alrededor de dos cuadras y media, el autobús llegó puntualmente como cada mañana, eran las 6:20. A Bianca le gustaba irse en el camión de ese horario porque podía elegir el asiento para sentarse, no dudó en buscar ventanilla en la tercera fila del lado izquierdo. Se sentó, colocó su mochila sobre sus piernas, la abrazó y terminó de acomodarse. 

Se percató que sus orejas estaban muy frías, el clima estaba ideal para dormitar un ratito mientras llegaba a la escuela. Sin embargo, quiso aprovechar la ventana de su asiento y decidió prestar atención al paisaje, se le ocurrió que iba de turista en la ruta que le llevaría a la escuela.

Bianca observó cada parte que iba pasando, descubrió cosas que no había visto, varios pinos de gran tamaño que estaban al fondo de una calle poco concurrida. Luego distinguió unas viviendas con más de tres pisos que tenían jardineras bellamente decoradas por flores de colores vistosos. Le agradó ver nuevos árboles plantados en algunos camellones y por otro lado, le entristeció ver muchos perros en la calle, intentando cruzar de una banqueta a otra y lidiando con personas que conducían sin darles espacio para pasar. 

—¿En qué mundo vivimos? ¿Por qué tanta indiferencia ante los perros que hay en la calle?           —pensó para sí.

El camión siguió el recorrido. Su ánimo volvió nuevamente al contemplar las montañas, con la densa neblina que las revestía de una manera majestuosa, imaginó que estaban posando para ella. Sintió muchas ganas de estar caminando rumbo a esas montañas para ascender y luego contemplar la vista desde la parte más alta. Se percató que faltaba poco para llegar a la escuela, se fue preparando para pedir la parada. Respiró profundo. Qué rápido se le había hecho el viaje, qué bonita experiencia la de ser turista en el terruño. Se acomodó la mochila en la espalda y se ajustó la bufanda.

—Bajan en la parada, por favor  —se escuchó la voz de Bianca. Mientras descendía y se dirigía a la escuela frotándose las manos, el clima continuaba helado.


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Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 158. Tarde de primavera en invierno. María Gabriela López Suárez


Tarde de primavera en invierno
María Gabriela López Suárez

Xóchitl había quedado de ir a visitar a sus primos el fin de semana, ellos vivían fuera de la ciudad. Ese viernes no demoró al salir del trabajo. Pasó a casa por su maleta, se cercioró de dejar bien cerrada las puertas y se dirigió a su destino.

Si algo disfrutaba Xóchitl era manejar saliendo de la ciudad, el viaje en carretera le provocaba una sensación de relajamiento y conexión con la naturaleza. Le encantaba ir observando el paisaje, siempre con precaución al conducir, así que agradecía la invitación que sus primos Alfredo y Jeshua le habían hecho para pasar con ellos ese fin.

Lo primero que observó fue que el tráfico no estaba tan pesado como había imaginado, eso era otro punto a favor para ella. Revisó la hora, eran 15 minutos pasadas las cinco de la tarde.

—Ojalá que alcance a ver el atardecer antes de llegar con los primos —pensó.

La luz de la tarde era sumamente intensa, no parecía una tarde de invierno. Las montañas que rodeaban el camino se veían verdes, por partes, decoradas por los rayos del sol que hacían una bella combinación con las sombras que algunas nubes dibujaban sobre ellas.

A medida que se alejaba de la ciudad la vista era más atractiva. Se iba encontrando con el verde de la naturaleza. Los árboles que rodeaban los alrededores comenzaban a florecer en tonos amarillo, rosa, rojo, dándole un aire primaveral a la atmósfera. Los pájaros comenzaban con su algarabía vespertina, como en la preparación previa para ir a posarse sobre los árboles, justo cerca de las seis de la tarde.
La petición de Xóchitl se había escuchado, ahí estaba el sol frente a ella, para que pudiera contemplar el ocaso mientras manejaba con dirección al poniente. El viento que se percibía a través de la ventana comenzó a sentirse frío. Después del atardecer las montañas se fueron cubriendo de neblina, como si las nubes descendieran y se posaran sobre ellas en la parte alta. El paisaje parecía como el de una tarde de primavera en invierno. Sin duda, era uno de los mejores regalos para cerrar el primer mes del año.

El timbre de su celular sonó, era Jeshua,
— Hola prima, ¿por dónde vienes? Ya te estamos esperando.

—Jeshua querido, linda tarde, ya merito estoy con ustedes, espero que haya chocolate calientito y pan, el clima lo apetece.

La carcajada de Jeshua se escuchó, mientras Xóchitl sonreía y apresuraba el paso.
Fotografía: ROGE

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Maria Gabriela López Suárez

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Voces ensortijadas 157. Campanitas de viento. María Gabriela López Suárez

Campanitas de viento

Por Maria Gabriela López Suárez
Ilse se apresuró a guardar el pedido de tapetes bordados que debía entregar ese sábado por la mañana. Su rostro dibujaba alegría, ese ingreso extra ayudaría con algunos gastos pendientes en la casa porque la cuesta de enero se hacía presente. Salió rumbo al restaurante de doña Gertrudis, dejó una nota a Rogelio, su esposo: Regreso al rato, fui a entregar los tapetes. Besos. 
           Caminó un par de cuadras y llegó a la parada del colectivo que la llevaría a su destino. No tardó mucho esperando. Llegó puntual, doña Gertrudis la esperaba. 
          —Buenos días doña Gertrudis, ¿cómo le va? Aquí está el trabajo, en los colores y formas que requirió.
          —Buenos días Ilse, muchas gracias. Me muero de curiosidad por ver cómo quedaron, de seguro muy bonitos, como los vi en las fotos —dijo, mientras abría con rapidez la bolsa para ver los productos.
           Ilse estaba atenta a la mirada de doña Gertrudis y a conocer su opinión, el corazón le latía más rápido de los nervios. 
           —No me equivoqué, están preciosos los tapetes, las imágenes de las fotos se quedaron cortas. Seguro que a los comensales les gustarán mucho. Muchas gracias.
           La sonrisa de Ilse y el agradecimiento por confiar en su trabajo no se hicieron esperar, recibió su pago y se despidió. Mientras iba de regreso a casa recordó que le hacían falta algunas cosas para la despensa, decidió pasar a la tienda que estaba camino a su domicilio. Solo compró lo necesario. 
           Retomó el camino a su hogar, las calles estaban con bastante movimiento, aunque sin la algarabía de fin de año, ni del día de reyes que había pasado. Se quedó pensando que quizá la cuesta de enero era una de las causas.
           Observó a cada persona que pasaba cerca de ella, todas caminaban con prisa y llevaban algo en la mano, lo más común eran bolsas del mandado y cajas. Los rostros eran serios, cada quien en su mundo. De pronto, escuchó sonidos de campanitas de viento, ¿y eso de dónde venía? Siguió caminando hasta que unos pasos adelante de ella descubrió a un chico que llevaba en la mano derecha un colgante con una diversidad de campanitas de viento que sonaban al mismo tiempo. El sonido era muy agradable. Justo le daban el toque ameno al caminar en las calles de la ciudad.
           Para sorpresa de Ilse, el chico que llevaba las campanitas tenía audífonos puestos, de inmediato se le vinieron preguntas a la mente, ¿le disgustaba el sonido de las campanitas que vendía? ¿Prefería escuchar música? ¿Y si alguien lo llamaba para pedirle le vendiera un juego de campanitas? En esto estaba cuando una chica que pasaba a su lado dijo en voz alta,
           —Mami ¿y si hoy comemos pizza? 
           —¡La comida! —dijo para sí Ilse—, olvidé recordarle a Rogelio que hoy le toca cocinar a él, espero que se haya acordado porque ya me dio hambre.
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Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.

Voces ensortijadas 156. La bóveda celeste. María Gabriela López Suárez

La bóveda celeste

Por Maria Gabriela López Suárez
Rosaura guardó sus archivos y apagó la computadora. Ordenó rápidamente su espacio y se despidió de sus colegas del trabajo. Tenía dos años de haber iniciado labores en una preparatoria, en el área administrativa. Se colocó su gorro y bufanda, el frío era intenso en la calle.

Caminó sin prisa hasta la terminal de camiones para tomar el transporte que la llevaría a casa. El tiempo aproximado de distancia para llegar a su hogar era de una hora con treinta minutos. Compró su boleto, subió al autobús, tomó su lugar en el asiento número 5, ventanilla. Se frotó las manos y se colocó un poco de crema, el frío resecaba sus manos. Posteriormente, frotó de nuevo las manos y se las llevó al rostro. Sentía la vista cansada por el trabajo en la computadora, había olvidado sus lentes en casa. 

El camión inició el recorrido. Rosaura se colocó sus audífonos, eligió escuchar a Chambao y cerró los ojos. Déjate llevar, por las sensaciones. Que no ocupen en tu vía, malas pasiones… No tardó en relajarse. Abrió sus ojos y miró hacia la ventana, había oscurecido muy pronto.  Revisó su reloj iba a mitad del camino. Ya faltaba poco para llegar a casa. 

Se quedó contemplando el paisaje en la ventana, la bóveda celeste estaba hermosa. Tonos oscuros, azules y grisáceos decoraban, algunas nubecitas blancas se dejaban notar por partes. Las estrellas titilaban dándole un toque bello a la oscuridad que rodeaba esa noche en la carretera. Rosaura agradeció que no había tráfico, no solo porque llegaría en tiempo a casa sino porque menos luces permitían contemplar mejor el paisaje.

No pudo evitar recordar las veces que contempló la bóveda celeste con Nacho, su expareja, era un deleite para ambos. Hacía algunos meses que habían terminado su relación. Casi le ganaba el sentimiento de nostalgia cuando se le vino a la mente un recuerdo de la infancia, observar el cielo estrellado con doña Celia, su abuelita materna, ambas sentadas en el pasto, en una noche en el campo.

—¿Qué estrella te gusta más Rosaura?
—La más grande y brillante abuelita. ¿Y a ti?
—A mí la que está junto a la que te gusta, es pequeña pero brilla mucho. Cuando te sientas triste, acuérdate de observar las estrellas en la noche, mira qué bonito es es cielo, es un regalo de la naturaleza. Es inmenso y nosotros somos pequeñitos ante él. 

¡Qué razón tenía la abuelita Celia! Sonrió para sí, siguió observando el paisaje, se asomaban las luces de su terruño, mientras tarareaba Esa pregunta que te haces sin responder, dentro de ti está la respuesta para saber. Tú eres el que decide el camino a escoger...que tu futuro se forma a base de decisiones...
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Sobre la autora:

Maria Gabriela López Suárez

Doctora en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Chiapas y Doctora en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Alicante. Docente investigadora en la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH). Es integrante  de la Red Internacional de Investigadores en Turismo, Desarrollo y Sustentabilidad (RITURDES), del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Colectivo Fotográfico Tragameluz y del Colectivo Reminiscencia, este último aborda el tema de los feminicidios. Desde 2008 colabora en diferentes medios en Chiapas. Fue corresponsal en Chiapas de la Agencia Informativa Conacyt. Actualmente es productora del programa radiofónico de la UNICH, Los Colores de la Voz; colabora también en la Red de Comunicadores Boca de Polen. A.C.