Polvo del camino. 302. T. Monk. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 302

T. Monk
Héctor Cortés Mandujano

Thelonious Monk (1917-1982), pianista y compositor estadounidense de jazz, es uno de los nombres más conspicuos en este género. Tuvo, tiene, como casi todos los grandes, un estilo al que fue fiel desde sus inicios. Oírlo es servir a los oídos un platillo delicioso. Su rostro es uno de los mejor fotografiados, me parece, porque su expresión facial era en sí misma un tema. También tenía varias peculiaridades, entre las que se cuentan su vestuario (trajes inusuales, sombrero o gorros, lentes de sol) y su comportamiento en los varios grupos que encabezó: detener su ejecución, bailar…
No tenía las manos clásicas de un pianista (largos y delgados dedos), sino al contrario: parecían las de un trabajador manual, lo que era de algún modo. Tuvo, como afroamericano, todas las caídas usuales (droga, persecución policiaca, etcétera), pero alcanzó la gloria y el reconocimiento, antes de mandar todo al demonio.
La leyenda cuenta que tenía una enfermedad mental que fue empeorando. En una de sus últimas giras, dicen, no pronunció palabra, se refugió en un mutismo del que nadie pudo sacarlo. Dejó de hablar, dejó de tocar, sin explicaciones. Se encerró, se aisló. Murió de un derrame cerebral.

Veo Rewind & Play, un documental de 2022 dirigido por Alain Gomis, que rearma el material grabado en diciembre de 1969 para un programa de la televisión francesa, previo al concierto que dio Monk en la Salle Pleyel en ese año. Conversan –por llamarlo de alguna manera– el pianista francés de jazz Henri Renaud, quien lo invitó a París, y Monk.
Lo bueno es que vemos a Thelonious tocar las maravillas que solía componer, con sus dedos gordos, y sudando a mares (¡por Dios, que alguien le pase un pañuelo o una servilleta!). Lo horrible es la presencia de Renaud, preocupado tan solo por salir bien en pantalla y obligar a Monk a responderle lo que él suponía que debía responder. Monk lo miraba sin contestar y el otro insistía. Los silencios son largos, incómodos, muy incómodos, aunque evidentemente Monk era especialista en ellos. Calla y suda, sonríe…
En varias ocasiones, Monk pide a su contertulio que dejen la entrevista (“¿Y si nos vamos a cenar y nos olvidamos de este programa de televisión?”) y Renaud lo ignora. Está muy ocupado viéndose a cuadro, componiendo su traje, reformulando las preguntas tontas…
El documental llega a ser desagradable. Las imágenes no favorecen, casi nunca, a Monk, y sí al relamido Renaud. Pueden ser una magnífica lección de cómo no se debe hacer una entrevista, un programa de televisión: el que pregunta cuenta lo que el entrevistado no quiere contar y no acepta otra respuesta que no sea la que él ya sabe de antemano.
Aplaudo a Alain Gomis por rescatar estos fragmentos (hizo del error un acierto) donde podemos gozar del arte de Thelonious Monk, y ver lo que pasa cuando se juntan un tonto y un genio.
Ilustración: Leonora Ventura.
Ilustración: Leonora Ventura.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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