Polvo del camino. 289. Porque tú volaste de mi nido. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 289

Porque tú volaste de mi nido…
(Minificción)
Héctor Cortés Mandujano

Yo la amaba apasionadamente y con la inseguridad total de mis 17 años. Ana era amiga de mi hermana mayor, de su misma edad, 28 años, y desde la primera vez que la vi –a mis 14– admiré sus maravillosas y largas piernas, sus ojos adormilados y su boca sensual.
Me gustaba cómo fumaba Tirana (así le decía de “cariño” mi hermana) y me moría de placer cuando bajaba la voz y, ronquita, me decía algo en secreto. Pensé que me veía como el hermanito de su amiga cuando me acomodaba el cuello de la camisa (“eres guapito, pero a mí no me gustan los hombres descuidados”) y cuando me guiñaba un ojo y me mandaba besos de corazón de humo con su boca hermosa. Amaba también su perfume y su sonrisa abierta, de dientes perfectos.
Mi hermana andaba en no sé qué cosas y no pudo avisar a su amiga que no la acompañaría a un poblado cercano donde ella, mi amor secreto, haría una investigación para su trabajo, supongo. En aquellos tiempos no había internet ni celulares.
Mi hermana me dijo que la acompañara (“Pior es nada”, me dijo también), para que no fuera sola. Mi amor por Ana lo festejaba todo, así que la escuché arrobado cantar canciones de José José, mi favorita era “Volcán”, mientras ella manejaba su coche y yo iba de copiloto. No había en el mundo mayor felicidad que esa. Sí había, claro, y lo sabría pronto.
Terminó su trabajo en menos tiempo de lo que supuso y me dijo que fuéramos a un lugar menos caluroso. Yo dije que sí de inmediato. Al infierno iría, pensé, si me invitaba. Se metió a un motel. Me preguntó, cuando estábamos en la habitación, si yo era virgen y le dije que sí.
—Pues ya es hora de que dejes de serlo, ¿quieres?

Quedé sordo y mudo al regreso, como un zombi. Me metí a mi cuarto y daba brincos de alegría, como un idiota. No pude dormir esa noche. Trataba de cerrar los ojos y me daba cuenta que los tenía abiertos, pensando en ella. Comenzamos a vernos a escondidas hasta que un día Tirana me dijo que quería casarse conmigo. Me pareció una locura. ¿Qué iban a decir mis papás, mi hermana, su familia, nuestros conocidos?
Me dijo que iba a buscar un pretexto para irse a vivir un tiempo a mi casa y que quería quedar embarazada de mí. Que allá la encontrarían desnuda en mi cuarto y ante los hechos consumados, no habría marcha atrás. Me dio terror.
Apareció con una maleta y pidió a mis papás quedarse con nosotros, porque su familia, dijo, iba a estar fuera por las vacaciones. Un amigo de la prepa me había invitado a ir al rancho de unos tíos por una semana, pedí permiso a mis papás y extrañamente me dijeron que sí. Me fui sin decirle a Ana. Ella llegó y yo ya no estaba.
Sufrí como perro en el campo, incomunicado, aunque traté de que mi cuate y los demás no lo notaran. Cuando volví, mi hermana me dijo que Ana había decidido irse de nuevo a su casa, que nada más estuvo una noche con ella. “Te dejó un recado”, me dijo.
Mi amor y yo hicimos un lenguaje para mandarnos mensajes y que nadie los pudiera traducir si caía en sus manos. Eran dos líneas: “Nunca más voy a volver a verte. Mi venganza es que nunca me olvidarás. A partir de hoy no dejarás de soñar conmigo. No serás feliz. Eres un cobarde”.
Rompí su recado. A los pocos días supe por mi hermana que Ana se casaría con un novio que siempre tuvo y al que no dejó ni cuando supuestamente estaba enamorada de mí. Se casó y se fue a vivir quién sabe dónde. Nunca más la volví a ver, porque no fui a la boda y me la pasé a moco tendido en mi cuarto.
Su recado, que resumía el contenido de las canciones cursis de la época, resultó ser muy cierto. Acabo de cumplir ochenta años y anoche estuve llorando, porque la soñé, porque aún sigo enamorado de ella…
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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