Polvo del camino/ 287
Háctor
Antes o después de los aplausos/ 1
El moño de una comunidad
Héctor Cortés Mandujano
El actor reina en lo perecedero. Entre todas las glorias,
la suya es, como se sabe, la más efímera
Albert Camus,
en El mito de Sísifo
Con mi amigo Alejandro Nudding montamos, hace muchos años, la obra de teatro Pedro y el capitán, de Mario Benedetti, que es un diálogo entre un guerrillero torturado y su torturador. Hicimos varias funciones en varios lados y nos invitaron a una celebración poco común: un grupo guerrillero (los Villistas) celebrarían su aniversario y querían que presentáramos la obra en la comunidad elegida para el festejo. ¿Quién decidió eso? Nunca supimos.
Nos acompañaron varios (el chofer pertenecía a la guerrilla) y el camino estuvo lleno de peripecias, que cada cual contó a su modo en un número del extinto semanario Este Sur, en donde yo era coordinador de la sección Cultura. Sustos, polvo, piedras, incomodidades que fueron mermando las charlas hasta desaparecerlas. Llegamos al fin.
Lo primero que me sorprendió es que la canción que nunca cesó de sonar en el día y medio que permanecimos allí fue “La del moño colorado”. Creo que por eso la guerrilla es imposible –hago un guiño al título del libro de mi amigo Julio César López– en nuestro país. Habría que tener otro nivel musical, creo.
No suponía que iban a tener un teatro para la representación, pero no se nos ocurrió que iba a ser en un patio, donde también estaban estacionadas las camionetas y los camiones de redila que trajeron a la gente de quién sabe dónde. Qué esperanzas de cambiarnos y maquillarnos en un lugar que no fuera expuesto. No había sillas, de modo que el público (con muchos niños) estaba de pie y hubo que pedirles que nos dieran un espacio para movernos. Anochecía. Y este sí sería un serio problema, porque no había más que algún foquito que brillaba por allí en la comunidad.
Pero había camiones de carga. Hablé con los choferes y les pedí que apagaran los fanales de sus camiones con la tercera llamada, y que la encendieran y la apagaran cuando dos compañeros que habían ido con nosotros lo indicaran. Esa fue nuestra potente iluminación.
Necesitábamos dos sillas: una para Pedro-Álex y otra para mí. En cuanto pusieron la mía, un nene de quizás tres-cuatro años se sentó en ella. Ni modo de sacarlo. Cuando caminábamos, ya en personajes, más de un perro nos estorbaba para caminar y había que rodearlo. Algún niño me tapaba el camino y alguna señora me tocó el pecho, sonriente, no sé si por simpatía o por dudas (de no sé qué). La gente aguantó las peroratas de la obra y se fue ciñendo cada vez más sobre nosotros. Por fin, terminamos, casi con la gente encima. Los camiones apagaron sus fanales. Cuando las volvieron a encender, Álex y yo agradecimos al público que aplaudía, reía, nos quedaba mirando con expresiones disímbolas, nos tocaba: ¿Qué habíamos hecho, qué era eso, quiénes éramos nosotros?
Nos ofrecieron una casa en construcción (sin luz, por supuesto) y nos dieron prestadas unas lámparas sordas para caminar entre el monte para llegar a nuestro hostal. No había camas, aunque algo habían puesto en el suelo para que no lo sintiéramos tan duro. Conversamos, con seguridad, aunque de eso nada recuerdo. Supongo que dormir no fue tan fácil. Lo que más recuerdo son los fanales en los que morían bichos atraídos por la claridad y la gente pegada a nosotros, mientras nosotros intentamos contar una ficción en esa descarnada realidad…

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com