Polvo del camino. 284. Los guerreros de la luna. Héctor Cortés Mandujano

        Polvo del camino/ 284

Los guerreros de la luna
(Minificción)
Héctor Cortés Mandujano

El actor que iba a hacer el papel se enfermó, por eso me llamaron. La escena era simple: tenía que arengar a una compañía que iba enfrentar una batalla. Primero se oiría mi voz y luego me filmarían en un close up mientras los estimulaba verbalmente para que los soldados a mi cargo (en la ficción de la película) se entregaran sin temor a la pelea. La toma después se diversificaría en los muchos puntos de vista que la dirección decidiera.
Cuando llegué a la locación, estaban allí, silenciosos, los guerreros. Era de madrugada y la luna alumbraba el campo. El enfrentamiento sería en cuanto amaneciera. Hasta ese momento me di cuenta que lo de la película era una idea que yo me había hecho (suelo perderme en los laberintos de la imaginación, sin ningún esfuerzo), cuando en verdad yo era el capitán de los soldados y no había ningún proyecto de cine.
Adopté de todos modos un tono teatral/cinematográfico para hablar con ellos. La luna estaba en su esplendor, bellísima, y fue ella quien me inspiró. Dije:
—¡La luna nos alumbra, nos cobija, nos ama! ¡Su luz nos dará el poder para derrotar al enemigo! ¡Tenemos que tener la convicción de que llevamos la luna en nuestro corazón y de que ella es nuestra protectora, el escudo que ningún arma podrá horadar!
Me di cuenta que el astro al que aludía comenzó a moverse más rápidamente en el cielo. Hubo un silencio de mi parte. Los soldados parecían de piedra, bultos hermanados que hacían una figura extraña.
La luna se puso al final de la fila, frente a mí.
—¡La luna es nuestra y nosotros le pertenecemos: somos los guerreros de la luna!
El astro pareció escucharme y fue adelantándose, por encima de las cabezas de la compañía, con cierta lentitud. Cuando estaba a quizás tres metros de mí se convirtió en una pelota brillante que, de manera intempestiva, llegó hasta mi cuerpo, atravesó ropa, músculos, huesos y se me acomodó en el corazón, en una suerte de encogimiento y elongación, como duplicándolo.
Sentí ardor, dolor, quemazón, y tal vez fue eso lo que fue reflejando mi semblante; los soldados continuaron impertérritos, como si nada pasara. Mi luna-corazón pareció adaptarse a la sangre (que dejó de ser lava) y a las palpitaciones. Quedé desnudo de la parte donde había entrado y se notaba debajo de mi piel una luz flava.
Intenté hablar y no pude. Comencé a flotar: la luna me llevaba a su lugar en el cielo. Mientras ascendíamos noté que el astro que me ocupaba comenzaba a expandirse y a ser yo nomás su ocupante. No: uno de sus ocupantes.
Dentro del cuerpo lunar había una multitud: mujeres de distinta edad: jóvenes, niñas, viejas; hombres de varia laya. Cuando entré en contacto con algunos me percaté que habían entre ellos matrimonios, hijas, nietos, noviazgos, lo convencional del mundo; era obvio, también, que nadie pensaba que estaba viviendo dentro de la luna.
Fue entonces cuando recibí una llamada en la que me pedían hacer una escena, porque el actor contratado no llegaría. Mi trabajo consistiría en arengar a los guerreros de la luna…
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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