Polvo del camino. 279. Árboles y dioses, 2. Héctor Cortés Mandujano

       Polvo del camino/ 279

Árboles y dioses
(Segunda de dos partes)
Héctor Cortés Mandujano

Allá adentro, en mi frente,
el árbol habla.
Acércate, ¿lo oyes?

Octavio Paz,
en “Árbol adentro”

Seguimos con La rama dorada, de James Frazer.
La idea de hombres dioses es primitiva; sin embargo, permeó y permea aún en las nuevas épocas. Los dioses encarnan en hombres. En algunas sociedades, se necesita que el mago o el sacerdote beba sangre para ser poseído por un dios; en otras basta usar un árbol sagrado o una planta.
En algunas comunidades hubo dioses humanos elegidos por creer que podían curar o matar a voluntad. Ningún lugar más prolífico en hombres dioses como la India. Del lechero al rey, cualquiera puede ser un dios encarnado.
No sólo allí. “Montano el Frigio proclamó ser él mismo la encarnación de la Trinidad, uniendo en su sola persona a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo”.
En 1830 apareció en EUA un hombre que declaró ser el hijo de Dios; aseguró que si la humanidad no cambiaba haría pedazos el mundo. Un alemán le pidió que hablara en su lengua., porque no entendía inglés. Y el “salvador” dijo que no sabía alemán. Un hijo de Dios sabe todos los idiomas, le dijeron, y se burlaron de él.
Los tibetanos saben que el alma de los grandes lamas, cuando mueren, trasmigran a un niño. Lo buscan y se prosternan ante él. En África hay reyes de la lluvia; si no cumplen su función, les abren la panza (allí llevan la lluvia, se supone) o los apedrean.
En Camboya hay reyes de fuego y agua. Llevan sendas espadas. Si las sacan un poco, hay quemazones e inundaciones; si las sacaran completas, el mundo acabaría.
Hay bosques y árboles sagrados. En ciertos pueblos se cobraba vida por vida. Si un hombre tiraba-mataba un árbol, era muerto. El árbol gigante grita cuando cae.
En los árboles, creen en la India, hay machos y hembras. Hay celebraciones en distintas partes del mundo donde hombres se disfrazan del rey árbol y los niños del rey hoja. Las mujeres son flores. Esa costumbre se da aún en lugares, como Chiapas, donde se elige a una muchacha como “la flor más bella del ejido”.
En homenaje a los dioses forestales, dice James, se hacen ofrendas con hojas, flores y frutos colgados en un palo, que en Chiapas, con el nombre de somé, sigue siendo práctica cotidiana…
[Cuando siga leyendo este libro infinito, les seguiré contando.]
Ilustración: Verónica Ordaz Trujillo.
Ilustración: Verónica Ordaz Trujillo.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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