Polvo del camino/ 271
Gracias al extra
(Minificción)
Héctor Cortés Mandujano
Las personas que olvidan sus sueños son peligrosas
Sergio González Rodríguez,
en El Centauro en el paisaje
Tal vez fue un descuido del director o del coordinador de extras. El caso es que en uno de mis sueños descubrí a un personaje que, en la calle, era el mismo que había soñado en otra escena con multitudes.
El ser onírico era un hombre joven, con tipología oriental, sobrepeso y sudor notorio (pelo grasoso, rostro brillante). Llevaba una camisa naranja (en la escena anterior su camisa era morada). Lo vi mientras soñaba algo intrascendente. Y me despertó el hecho de reconocerlo. Era un figurante, un extra, alguien que pasa. ¿Por qué era el mismo? ¿Tenía algún significado soñarlo dos veces en la nada importante en que aparecía?
Me imaginé al despertarme la furia del director de mis sueños:
—¿Por qué se despertó Héctor? ¡Le faltaba soñar mucho todavía, apenas estábamos arrancando la historia!
Y un compungido ayudante:
—Creemos que reconoció a uno de los actores, señor.
—¿Cómo?
—Sí, a Wang Li, el chinito.
—¿Y qué, no tenemos millones de seres para usar de relleno en estas escenas tumultuarias? Héctor no es muy lógico ni en la vigilia y si ponemos en un sueño que la gente camina al lado de guajolotes y ballenas no va a notar nada raro.
—Perdón, señor.
—¡Carajo! Zalín, haz que Héctor se duerma, por favor, de inmediato; vamos a trabajar un sueño apacible al principio, luego le subiremos de nivel para que Héctor mañana sólo recuerde el placer. Pongan un río, una playita, un pasto verde, un campo de flores, una mujer bella con una bata blanca y vaporosa (alta, rubia, de pechos grandes). Qué Héctor se vea joven, guapo, musculoso, como héroe de película. Cuiden la temperatura del agua, el color de las flores (amarillas, no lo olviden), no pongan ningún animal, si acaso colibríes que llegan y se van… ¿Ya estamos? ¡Silencio, comienza sueño!
Antes de dormirme pensé en el extra. Quizás le habían llamado la atención o incluso despedido de mis sueños. Era inocente, sin embargo. No pude seguir el hilo de mis pensamientos, porque ya estaba en un río de agua tibia, con una playita de arena muy fina (la arena tosca no la tolero, me lastima los pies), un campo de flores amarillas hasta donde alcanzaba mi vista, sólo interrumpida por la montaña del fondo. Y una bellísima mujer, de bata blanca y vaporosa, venía hacia mí. Yo era joven, guapo, musculoso, y estaba con sólo un breve bañador. La mujer se desnudaba antes de llegar a mí y entonces…

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com