Polvo del camino/ 269
“Los elefantes no pueden saltar”
Héctor Cortés Mandujano
Voy caminando por una vía terrosa que, a los flancos, tiene árboles enormes que dan sombra a mi paseo solitario. Un perrito se acerca a mí. Parece muy pequeño y extraviado. Unos pasos adelante ligo el hecho de que haya una perra muerta, que comienza a oler mal, con el pequeño perdido. Un gallo y una gallina están picoteando el despojo maloliente en que se ha convertido la perra. Con esos elementos se puede intuir una tragedia.
Tenemos un gallo y dos gallinas en casa. Él no come si antes no comen ellas y casi no rasca la tierra, se dedica a cuidar a sus compañeras. Cuando encuentra algo comestible, hace un ruido característico para llamarlas. Incluso, cuando les damos maíz y sólo está él, las convoca antes de dar el primer picotazo.
En uno de los engargolados que he hecho, con material diverso, hay un texto que habla de animales, con información que no sé si sea cierta: “Es posible hacer que una vaca suba escaleras, pero no que las baje”.
Un trío de chachalacas han dado por llegar a un árbol cercano a la ventana de nuestra sala. Cantan a todo volumen. A veces yo leo, sentado en el sofá, y ellas, que parecen guajolotas de buen tamaño, aunque me ven, siguen en sus gorjeos, como si no pudieran dejar por un momento su conversación. “El graznido de un pato (cuac, cuac) no hace eco y nadie sabe por qué”.
Había pulgas, una especie de epidemia, en nuestro terreno circundante. Las ardillas dejaron de venir, de pronto las veo paseando en trío por las ramas de uno de nuestros árboles(como en La peste, de Camus, que corran las ratas nuevamente implica que ya pasó el contagio). Ya no hay pulgas. “La cucaracha puede vivir nueve días sin su cabeza, antes de morir de hambre”.
Era normal que, en nuestro patio, las hormigas comieran plantas, a veces hasta desaparecerlas, o que se subieran a los altos árboles y dejaran un reguero de pedazos de hojas o flores; que tuvieran muchos hoyos donde se reproducían al por mayor; que en nuestra casa (en el baño, en la cocina, en cualquier pared) vivieran por centenares, en algunas temporadas. No usamos nada para matarlas. Cada día había más, hasta que el gallo y la gallina se posesionaron de la totalidad del terreno y comenzaron a usarlas como comida y botana. Es rarísimo ver alguna por allí, cargando una hojita o un palito. Tal vez se pasaron la noticia de que ahora viven en este territorio unos monstruos come hormigas y decidieron mudarse quién sabe adónde.
Dije “tenemos una gallina y dos gallos”. Ya no. La muerte nos visitó e hizo que una de nuestras gallinas, que era muy audaz, muriera ahogada en nuestro estanque de peces. La hallamos flotando. También la pálida decidió llevarse a nuestra amada perrita Martina. Murió de vieja. Mi mujer le tuvo la patita en la palma de la mano y hablaba con ella, la acariciaba, cuando la Marti dio su último suspiro.
“Los mosquitos tienen dientes.”

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com