Polvo del camino/ 265
Apuntes de oído/ 21
¿A dónde va lo común, lo de todos los días?
Héctor Cortés Mandujano
¿A dónde van los terribles encantos que tiene el hogar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
Silvio Rodríguez
Yo tendría entonces 18 años, y no había internet ni celulares ni más que los fragmentos separados que ahora son un todo: teléfono de casa, cámara fotográfica con rollo, grabadora de pilas, etcétera. Si querías conseguir una canción, por ejemplo, tu primera posibilidad era la radio. Que la pasaran y que tú estuvieras listo para darle REC –la palabra Grabar tardó mucho en aparecer en los aparatos electrónicos– en tu grabadora.
El problema para quienes no gustábamos de la música de la radio, era tener un “aparato de música”, que tenía varios nombres, y era donde podías reproducir un disco (eran tortillotas con generalmente 10 canciones). Yo no tenía ese aparato, porque era caro y de difícil transportación. Más fácil: debías tener casa y yo no tenía.
Tenía grabadora y compraba casetes, con lo que yo creía lo menos tonto de la música comercial en español (tuve de siempre un repelús a lo gringo, que abarcaba todo lo que no estuviera en mi idioma). Un día fui a un concierto de música latinoamericana y la vocalista dijo al presentar una canción: “Esta que vamos a cantar es del compositor cubano Silvio Rodríguez”.
Nunca había oído ese nombre, Silvio. Era “A dónde van” y me pareció una de las mejores canciones que había escuchado. Vivía en San Cristóbal en ese entonces, así que al otro día recorrí las discotecas y al fin me hallé un casete, Antología, donde escuché por primera vez la voz peculiar de Silvio y me aprendí de memoria sus canciones. Pero no estaba la que me había enganchado, hasta que conseguí Mujeres (1978).
En “Mujeres” están muchas que me han acompañado desde aquellos días: “¿Qué hago ahora?”, “Río”, “Te doy una canción”, “¿A dónde van?”, “Esto no es una elegía”…
“¿A dónde van?” es una canción hecha exclusivamente de preguntas, lo que de entrada la apartaba de las machaconas y bobas canciones de la radio: “¿A dónde van las palabras que no se quedaron?/ ¿A dónde van las miradas que un día partieron?/ ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón/ o se acurrucan, entre las hendijas, buscando calor?”.
Para mí, las preguntas, desde la primera vez que las oí, tenían sentido, hablaban de mi vida: “¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?/ ¿A dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?/ ¿Por dónde están las angustias que desde tus ojos saltaron por mí?/ ¿A dónde fueron mis palabras sucias de sangre de abril?”.
Y pensaba, mientras la oí obsesivamente, que la canción era sobre el tiempo, mi tiempo, mi pasado. Qué era, en qué se convertía: “¿A dónde va lo común, lo de todos los días:/ el descalzarse en la puerta, la mano amiga? ¿A dónde va la sorpresa casi cotidiana del atardecer?/ ¿A dónde va el mantel de la mesa, el café de ayer?”.
Y Silvio traía compañía, bastante, que me hicieron más pasajeros aquellos tiempos que quién sabe a dónde se fueron…

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com