Polvo del camino. 264. Una mujer en la luna. Héctor Cortés Mandujano

Polvo del camino/ 264

Evocadas páginas de otro libro/ XVII

Una mujer en la luna
Héctor Cortés Mandujano

La esfera estaba allí, encima del mar, lo suficientemente arriba como para que ninguna embarcación, por muy alta que fuera, la alcanzara a tocar. Durante mucho tiempo sólo fue un misterio que poco a poco se fue esclareciendo. No pertenecía a ningún país. No caía ni se elevaba, no se le notaban signos de envejecimiento. Era de metal.
En las primeras noticias, dado que eran épocas de nieblas vastas, no se notó que hubiera algo más, hasta que llegaron días claros: había una mujer desnuda parada en la cúspide. Lo primero que se intentó fue salvar a la mujer, de líneas suaves y rostro inescrutable, de cabellera larga, y no fue posible: los helicópteros o cualquier otra nave no podían acercarse; parecía haber, irrompible, en el aire, un muro invisible.
Se comenzó a dar un seguimiento al objeto y al ser, para descartar un posible peligro. El metal, visto con potentes telescopios, luego con inteligencia artificial sofisticada, se determinó que no era terrestre. La mujer, tampoco. Era imposible que alguien pudiera subsistir sin comer, sin moverse, sin defecar. No era una estatua. Estaba viva y a veces hacía movimientos casi imperceptibles, incluso para el montón de vigilantes electrónicos, informáticos, científicos.
Nada más que observar podía hacerse en el terreno de la ciencia. En materia bélica, quién sabe quién (fue detenido el militar responsable, pero su nombre no fue dado a conocer al público) hizo estallar un cohete y una bomba que no lograron mover un ápice ni a la bola de cristal, como la llamaban algunos (la luna metálica, la nombraban también), ni a la estatua extraterrestre, como también bautizaron a la mujer inmóvil. Rodeaba a la esfera, era un hecho comprobado, una burbuja impenetrable.
Pasaron años y se hicieron bellas fotos, posters, videos y películas, programas de televisión, notas periodísticas, ensayos, libros, podcast, sitios de internet, con teorías más o menos serias y, por supuesto, descabelladas, sin ton ni son. De todo.
El lugar se volvió un sitio turístico y comenzó a ser un negocio para el país cercano al mar de aguas internacionales donde había aparecido aquel portento. Ya se le consideraba una de las maravillas del mundo (por lo rara, por lo inexplicable, por lo bella) cuando, a los treinta y tres años de su descubrimiento casual, desapareció.
Nadie supo más.


[Dice Michio Kaku, en Hiperespacio (Crítica, S. L., 1996, p. 307), un libro científico: “Otro ejemplo de ruptura de simetría procede de un antiguo cuento de hadas. Esta fábula trata de una princesa que está atrapada en lo alto de una esfera de cristal pulido. Aunque no hay barrotes de hierro que la confinen en la esfera, ella está prisionera porque si hace el menor movimiento se deslizará hacia abajo por la esfera y se matará. Numerosos príncipes han tratado de rescatar a la princesa, pero todos han fracasado al escalar la esfera porque es demasiado lisa y resbaladiza”.]

Ilustración: Leonora Ventura.
La ilustración es de Leonora Ventura.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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