Polvo del camino/ 261
After
(Minificción)
Héctor Cortés Mandujano
Fue, recuerdo, una fiesta que hice en mi departamento. No tengo claro si fue por la presentación de un libro o la puesta en escena de alguna obra de teatro, porque en esos años yo era pródigo en ambas cosas.
El caso es que había una reunión improvisada y llegaron, como suele ocurrir, invitados y colados. Me asombró ver entre aquella tropa que bebía, reía, bailaba, hablaba a gritos, a alguien que me pareció una alucinación: Pepe. ¿¡Qué hacía allí!?
Traté de llegar hasta él, pero me lo impidió la gente que quería contarme algo, felicitarme, brindar. Pensé que no importaba: él iba a desaparecer en cualquier momento. Una muchacha bella e inteligente me detuvo y quedé enganchado con ella, tratando de no perder de vista a aquel no invitado asombroso.
—Permíteme –le dije, porque sentí que aquello, como dicen los cubanos, “se estaba saliendo de madre”: Había llegado su hermano Fredy y eso ya era una locura. Tampoco pude llegar hasta donde él estaba, porque hubo un revuelo, parecía que se habían puesto de acuerdo todos en irse. Se despidió un grupo de personas y otro y otro. Sólo quedó Pepe, sentado en un sillón, con la cabeza gacha, yo supuse que durmiendo.
Al fin pude acercármele.
—Pepe, ¿cómo llegaste, qué haces aquí?
—Ah –dijo sin levantar la vista–, supe que ibas a hacer una fiesta y vine a tomar trago. Ya no hay, por cierto, Fredy fue a comprar más, orita viene.
—Pepe –le dije–, no entiendo qué haces aquí, la verdad, y supongo que lo que voy a decirte ya lo sabes: Fredy, tu hermano, está muerto desde hace tiempo, lo mataron…
—Sí, me acuerdo.
—¿Y entonces por qué dices que va a venir?
—Porque en eso quedamos. Lo voy a esperar aquí, si no te molesta.
—Pepe, es que hay otra cosa muy inquietante para mí: tú también estás muerto. Fui a tu entierro.
—Eso no importa –dijo, ya levantando su vista hacia mí–, Fredy y yo sabemos que estamos muertos, pero quisimos venir a brindar contigo y eso vamos a hacer, salvo que tú no quieras y nos eches a la calle.
En eso estábamos cuando Fredy abrió la puerta. Traía cervezas y una botella de ron.
“Ni modo” –dije para mí– y me serví una nueva copa.

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com