Polvo del camino/ 259
Remanentes
Héctor Cortés Mandujano
Todos somos árboles, pienso
Damaris Disner,
en Entonces, escribo
Spotify me manda a principios de diciembre las canciones que más oí en 2024. Compartí 12 (una por cada mes), pero evidentemente hay muchas más que me encantan y que se quedan en el tintero. Decidí recomendar otra.
“Cuarto de hotel”, de Francesca Ancarola (Chile, 1968), del álbum Que el canto tiene sentido. La canción cambia los adjetivos finales de cada verso, de modo se va volviendo distinta en cada estrofa (un poco como lo hizo Chico Buarque, en su espléndida “Construcción”). La primera parte es como de una amante abandonada y la segunda, que es la que más me gusta, parece el después de una noche de pasión: “Cuarto de hotel temprano/ Y se vistió en silencio/ Y se pagó ausente/ Salió con paso amante/ Al día tan insomne/ Con la mirada absurda/ Y las manos celestes”. La cantante tiene una voz potente y llena de matices.
Mando mis columnas con una semana de anticipación. Dije que, a la fecha que mandé la que habla de cine, había visto 357 películas, series, documentales. Seguí viendo, claro (llegué a 374, al 29 de diciembre), y la que no quiero que quede fuera es La única mujer de la orquesta (2024), documental escrito y dirigido por Molly O’Brien, quien es sobrina y la única familiar directa de Orin O’Brien, contrabajista y primera mujer que la Filarmónica de Nueva York contrató en su orquesta y de quien dijo el celebérrimo Leonard Bernstein (palabras más, palabras menos, las cito de memoria): “Cuando alzo la vista para ver a la orquesta y la veo, está concentrada. Es un milagro”.
Orin O’Brien es también alguien a quien no interesó la fama (hay un momento en que le reclama a su sobrina que la intente hacer pasar por una artista y por una excepción), sino sentirse apoyo de los demás músicos. Le parece mejor permanecer en la sombra. Y ese acto de humildad, paradójicamente, la vuelve grande.
Seguí leyendo libros y uno que no entró en la cuenta del 2024 (que cerré, al 29 de diciembre, en 262) es Entonces, escribo (Tifón, 2024), de mi querida amiga Damaris Disner. La conozco desde que era adolescente y hemos sido amigos desde aquellos años. Me encantó su breve libro, porque, aparte de su talento como narradora (poeta y dramaturga), se muestra a sí misma con enorme vulnerabilidad. Parece fácil desnudarse en público. No lo es. Y ella lo hace literariamente. Saber de su timidez infantil, sus dudas, su claustrofobia, su corazón de pollo y las muchísimas cosas íntimas que nos comparte (hasta páginas sobre su erotismo) me hacen quererla aún más. Su libro me parece honesto y valiente, sin aspavientos. No es un retrato complaciente ni simple. Lo dice ella (p. 10):”Soy mujer, no puedo describirme tan fácilmente”.

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com